Lo del MV Ever Given en el Canal de Suez
de la semana pasada me ha provocado una mirada atrás sobre esta infraestructura
que para los egipcios es básica y fundamental… y que hasta les saca su vena más
nacionalista.
Hasta donde yo voy a llegar -y voy a transitar esta historia
hasta, al menos, Evelyn Baring (que a pesar del nombre -Evelyn- era varón y
conde de Cromer)-, esto de un canal navegable entre mares es una quimera
egipciaca desde, por lo menos, el siglo XIX… ¡antes de Cristo!, que no se
materializará “de forma permanente” hasta el siglo XIX, después de Cristo.
Desde que el delta tuvo vida y actividad entró esa
conectividad entre mares en los parámetros de todo pueblo que hasta allí se
llegara. Lo de conectar el Mediterráneo con el Océano Índico a través del Golfo
de Suez y el Mar Rojo ha sido una constante identitaria que inició un tal
Senusert II/Sesostris II, cuarto faraón de la Dinastía XII, alrededor del 1880
aC.
El Neylos de los griegos, el Nilo, baja desde la
región de los Grandes Lagos africanos, desde Burundi, siempre hacia el Norte
hasta desvanecerse en el Mediterráneo. En el Nilo hay dos partes principales:
las fuentes y el Delta.
Este río es el heredero del Eonilo que fluyó en el Mioceno y
sucumbió en la crisis salina de Messiniense, cuando el Mediterráneo casi se
evaporó (hace +/- 5’5 millones de años). Tras aquel episodio, el entorno del
Macizo Etíope se agrieta y por alguna de aquellas grietas surge el nuevo río
cuyas fuentes resultaron ser otra quimera por el entramado hídrico que sustenta
su origen. Agatárquidas de Cnido relató la aventura de la expedición que envió
Tolomeo II (285-246 aC) en su búsqueda… aunque será un jesuita español,
misionero por Etiopía en 1618, Pedro Páez Jaramillo, el que ‘descubra’
las fuentes del Nilo. Tal vez algunos me podrán por aquí lo del ‘Dr. Livingston,
supongo’, pero no: Pedro Páez y punto… aunque aún hoy tenemos dudas puntillosas
sobre el nacimiento del Nilo que, al final, me lo ubican en el río Kagera,
principal tributario del Lago Victoria, que se forma de las aguas del Nyabarongo
(que nace en las inmediaciones del lago Tanganica) y del Ruvubu que nos
lleva al norte de Burundi (donde quería yo llegar para situarlas).
Vamos, un río largo, pero largo-largo, de más de 6.800
kilómetros (drena una cuenca de 3’4 millones de kilómetros cuadrados; el 10%
del continente africano), que fue capaz de alumbrar una civilización -la
egipcia- más que un país: Egipto, al que costó dar forma y sentido. Las pocas
tierras inundables y fértiles por el limo transportado en las avenidas del Nilo
posibilitaron una forma y estilo de vida en torno a él. El resto eran desheret
(tierras rojas, desierto), yermas e infecundas que han dado nombre a un bioma
de clima árido y condiciones extremas.
El Nilo era venerado: tenía un dios propio, Hapi. Y
Hapi les proporcionaba inundación anual, agua, pesca, zonas lacustres con
papiro, avifauna, agricultura y un vector de transporte: realidad física con
vertiente mitológica representada por la figura de un hombre desnudo, barbudo y
barrigón, con pechos nutricios de mujer, que marcaba la vida y los ritmos de la
franja irrigada; que se llegaba hasta el Mediterráneo, abriéndose en un fértil
y muy poblado delta formado durante milenios, que es la clave (lateral) de esta
historia.
El delta del Nilo es la región
más importante de aquel territorio y es por dónde arrancamos la historia de
este canal. El delta era conocido como Ta-Mehu, ‘la tierra del papiro’,
y los geógrafos griegos lo contaron todo de él. Dividido en nomos, gobernados
por nomarcas -gobernador con un poder casi similar al del faraón en muchas
etapas del Imperio-, el delta que nos ocupa estuvo surcado por hasta siete
brazos del río Nilo (de W a E: Canopic, Bolbitina, Sebenítico, Phatnitico,
Mendesio, Tánico y Pelusíaco), de los que ahora solo perduran dos (el paso del
tiempo y la presa de Asuán han hecho su mella): el brazo Bolbitina, que ahora
llamamos Rosetta; y el Phatnitico, que llamamos Damietta.
Y a lo que íbamos: conseguir un camino fluvial y navegable
entre el Mediterráneo y el Índico, a través de Mar Rojo, que era la quimera de
los egipcios.
Como señalamos, Senusert II/Sesostris II fue el primero -que
tengamos noticias- que se empeñó, desde el oasis de El Fallum, en desarrollar
un sistema de irrigación en torno al lago Birket Qarum con una triple
finalidad: irrigación, navegación y defensa. Necao II o Ramsés I también
abrieron sus canales para llegar al Mar Rojo.
Se habla del canal de los faraones (varios) como
un sistema de canales que arrancan con el viejo canal de Sesostris
y suma tramos y estructuras como el Canal de los Antiguos, el Canal
de Necao -que continuó el persa Darío a través de los lagos de
Timsah y Amers (Grandes Lagos Amargos) cuando Egipto fue una satrapía más de su
imperio, por lo que se le llama Canal de Darío-; el Canal
de Ptolomeo, el Canal de Trajano -porque los romanos
entendieron la idoneidad de la vía y potenciaron los puertos del mar Rojo como
el de Cleopatris/Arsinoe-, el Canal del Emir de los Creyentes
-cuando los árabes lo arreglaron porque creyeron en su utilidad-, el Canal
de al-Ḥakam o el Canal
de la Perla- cuya referencia escrita más antigua es del siglo VI aC y
la más moderna, del siglo VIII dC, cuando la arena los ciega y ya no son
capaces de volverlos a recuperar… hasta que Lesseps decide imitarles pero por
el istmo de Suez.
En azul, los brazos navegables del Nilo; en rojo, los canales excavados |
Pero no adelantemos acontecimientos y marquemos una línea del
tiempo.
Comenzaremos cuando el Egipto irrigado por el Nilo se
convierte en provincia romana -que se quedará en el Imperio Romano de Oriente- y
se empeñan en llevar hasta allí su política de obras públicas que tan bien les
vendrán a los persas cuando dominen el territorio (618). Y, por supuesto,
cuando la expansión del islam, que irrumpe en el 634. El territorio que nos
ocupa pasará a depender entonces del califa de Damasco. Y por allí pasarán
omeyas, fatimíes, abasíes y mamelucos, hasta que en el siglo XVI por allí se
asienta el imperio otomano (1517) cuyo sultán les permitirá una brevísima etapa
de autogobierno (1766) que dilapidan en tan sólo una década de inoperancia. Desde
Istambul no quieren perder mucho el tiempo con el país del Nilo, lo que
posibilita la influencia, primero, de Gran Bretaña (a partir de 1775) -que estaba
empeñada en Sudán y organizaba un camino hacia sus dominios en la India- y,
luego, de Francia (1798), cuando Napoleón Bonaparte puso a su ejército en las
ardientes arenas, con el visto bueno de los otomanos, que no querían dejar de
señalar que aquello, en el fondo, era suyo.
El iniciarse el XIX entramos en la etapa del ‘Egipto Colonial’
que transforma la agricultura -algodón, arroz y caña de azúcar- y les inicia en
lo que podemos llamar una etapa proto-industrial (a partir de la caña de azúcar
y una elemental industria textil sobre la base del algodón). Y como el textil
lo dominaban desde Inglaterra, a partir de 1838 será el Reino Unido de la Gran
Bretaña el haga y deshaga en la zona por sus “buenas” relaciones con los
otomanos y el control que hace de la Rusia zarista. Con Londres tomando las
riendas del territorio llegará el primer ferrocarril Alejandría-El Cairo (1856)
y se iniciará la búsqueda del camino para llegar al mar Rojo como etapa hacia
la meta de acercar la India Británica, la joya de la Corona, a Londres. La
Honourable East India Company, bendecida con Carta Real desde 1600, había
conseguido controlar por aquellos días el 50% del comercio mundial y llegó a
ostentar (1858) la soberanía territorial de la India; entonces la cedió a la
Corona.
Para ir a la India había que darle la vuelta a África en barco
o utilizar los ferrocarriles europeos (Francia-Suiza-Italia) para embarcar en
Brindisi hasta Alejandría, llegar a El Cairo y desde allí una salida a algún
puerto del Golfo de Suez para embarcarse de nuevo hacia la india. Se hacía
tanto este itinerario que se bautizó como Indian Mail y lo seguían
funcionarios, militares y los primeros tourists. ¿Y si consiguiéramos llegar
sin bajarnos del barco? Ahí estaba la clave del Canal de Suez. ¿Y si pudiéramos
transportar mercancías por él?
Esto estaba en la mente de los británicos. Pero los franceses
también jugaban la partida, tenían la misma idea y habían sido los primeros en
poner un pie militar en Egipto (cosas de Napoleón) y -dice la leyenda que-
dispararle a la nariz de la esfinge de Giza… olvidando que ya Frederic Lewis
Norden la dibujará (1737) con la nariz en el estado actual (ausente). Y Francia
estaba por un canal por el istmo de Suez, pero los hermanos Lepère (Jacques-Marie y Gratien;
ingeniero y topógrafo, que habían participado en la Campaña de Egipto) erraron
un cálculo: obtuvieron una diferencia de nivel de agua de 9 metros entre ambos
mares (y a favor del Rojo, en 1799). Esto, sólo hacía viable un canal con
exclusas, lo que complicaba y encarecía la construcción de la infraestructura,
pues sólo en el tramos sur la base es rocosa (desértica en el medio y pantanosa
en el norte).
El caso es que a pesar del dominio británico del concepto
Egipto, el equipo de confianza del jedive
Mehmet Alí (1769-1849) era francés. Alí era un albanés otomanizado,
nacido en Macedonia, que -cosas del destino-, resulta ser fundador del Egipto
moderno. La dinastía que instauró aguantó hasta 1952, cuando el golpe de Naguib
y Nasser al rey Faruk. Y con Mehmet Alí entran en esta historia
los Lesseps: el padre, Mathieu, como Comisario General de Francia
en Egipto; el hijo, Ferdinand Marie, por haber sido preceptor de Mehmet
Said, hijo de Mehmet Alí. Por eso, cuando Ferdinand se plantó con la idea
del canal, la aceptaron. Pero eso es otra historia que dejamos para mañana.
Pero antes de dejarlo por hoy me gustaría meter a España en la
ecuación del canal. ¡Con calzador, sí; pero meterla! Pasión gitana, sangre
española y el mundo en una caracola, si quieren. La abuela de Ferdinand era
española: la malagueña Antonia Gallegos Delgado. Y en la Comisión
Internacional del Canal de Suez, la que consignó la viabilidad estuvo el
ingeniero civil valentino (de Valencia de Alcántara, Cáceres) don Cipriano-Segundo
Montesino y Estrada. El informe de la Comisión es de gozosa lectura; lo
recomiendo.
Ahí se quedan con esto, que mañana andaremos de puyitas
franco-británicas por conseguir el canal. ¿Pero esto no iba de egipcios?
PD.- El MV Ever Given aún sigue en el Canal, en el Gran
Lago Amargo; aún no ha salido al Mediterráneo. El lío, ahora, es a ver quién
corre con la factura del retraso; el atasco es aún “minino”. Egipto vive del
canal…
No hay comentarios:
Publicar un comentario