La verdad es que necesito escribir. Y vaya fin de semana, si no fuera por el ratito de colegas. Esto lo escribí ayer sábado, antes de iniciar mi “guardia”; hoy, de regreso, lo subo…
Seguimos con la sana costumbre de los aperitivos finde-alternos;
ahora concertamos la cita por plataforma telemática, nos aprovisionamos
individualmente y compartimos experiencias. Es la fórmula habilitada por este
contubernium de colegas que somos para no perder comba -a pesar der bisho-
y mantener ese principio de camaradería que nos une desde hace décadas, a pesar
de la distancia física que sólo se reduce en verano. Y, además, me resultan
gratamente inspiradoras estas sesiones para golpear teclas al final de cada
conexión.
Nosotros, como principio básico y elemental, seguimos hablando
de alcoholes y tabacos, aunque siempre se desliza algún otro tema con el que
radiografiamos el panorama. Hoy, por ejemplo, comenzamos por la actualidad
murcianica y la voladura incontrolada de un partido sobre el que el aleteo de
una mariposa en Murcia provocó un tsunami en Madrid. Y eso que el proverbio
chino dice que “el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del
mundo”. No ha hecho falta llegar a las antípodas murcianas (que están en
pleno Pacífico y frente a Waipiro, Isla Norte, distrito de Gisborne); ha bastado
con subir la meseta… y ya ha habido consecuencias. Vamos, que lo mismo ha sido
un lepidóptero de la familia Bombycidae, por aquello de la tradición sericícola
de la Huerta del Segura…
No hemos profundizado mucho; no queremos hablar de política
para seguir manteniendo unido el contubernium; cada uno es de un padre y una
madre y venos que durante la pandemia un taburete de tres patas se ha radicalizado
en grado extremo.
Por cierto, geógrafos que somos algunos del grupo, hemos
replicado al sabidillo que ha soltado lo del efecto mariposa con Edward Norton Lorenz
y su planteamiento de que “una variación mínima inicial puede producir
alteraciones a corto y medio plazo”, como publicó el meteorólogo (y
matemático) estadounidense en el Journal of the Atmospheric Sciences bajo el
título “Flujo determinista no periódico”, para prever dinámicas
atmosféricas y predicciones climatológicas, que desde 1963 le lleva a la
paternidad de la Teoría del Caos. Si es que esto le ha pasado a los fontaneros
palaciegos de turno por no saber de Geografía, que es la madre de todas las
ciencias.
El motivo de hoy era hablar de una cerveza y dada la cercanía
a San Patricio (17/03) … pues de la Guinness. Pero no una Guinness cualquiera. Nuestro
maestro cervecero de cabecera (no nos privamos de nada), Carlangas, optó por la
irlandesa, pero nos propuso una que ha desarrollado para ellos un maestro
cervecero español -Luis Ortega- en línea India Pale Ale (IPA) desde el Institute
of Brewing and Distilling de la compañía: la Nitro IPA. Y como Amazon cumple,
pues no estamos para ir buscando con la que está cayendo, héteme aquí que para
la conexión de esta mañana todos teníamos nuestras latitas -de 440 ml- de esta
IPA, con nitrógeno, que nos resulta “bien lupulada, con más cuerpo y más clarilla;
negro rubí, que le llaman” nos soltó el cartagenero. Yo digo que resulta diferente
-¡obvio!- a la cremosa y negra que ha hecho internacionalmente famosa a la cervecera
irlandesa. Aquí la espuma es cremosísima; nos recomendó Carlangas “beber a
través de la espuma”. Siempre aprendiendo.
Y hasta nos contó con las nitrogenadas nos llegaron en 1994
cuando la cervecera Bass lanzó la Caffrey´s Irish Ale, “conmocionando al mundo”.
¡Cielos!, y, aquí, siete de los ocho del contubernium sin saber lo de la conmoción
mundial. Se puso pesado Carlangas con la Ley de Laplace (diferencia de presión
entre el interior y el exterior de una superficie curva -una burbuja-) y nos
aburrió más que el bostezo de un hipopótamo y un acuario de ostras, Pedrín.
Y como no había que hablar de política y er bisho da
para mucho, le dijimos al experto que cambiábamos el tercio -lo de Laplace fue
determinante- y volvimos a la socorrida pandemia de todos los días: que si cepas
-¡Ojo a la californiana, nos soltó el galeno madrileño!-, que si vacunas, que
si grupos y que si vacunódromos. No nos creemos -ninguno- los calendarios y
todos me dieron la razón: una cosa es conseguir la vacuna y otra inocularla a todo
quisque, porque producirla, lo que se dice producirla, va como va.
Entonces va Quirce y saca el tema de las mascarillas: ¿Tenéis
ya la FFP3?; ¿qué tal os va?, ¿notáis diferencias? Ya empezamos, otra vez, con
si eran FPP o FFP. El gallego de Hortigueira se enfadó: efe-efe-pe, de Filtering
Face Piece y amagó con hablar del factor de protección nominal en los mismo
términos que cuando nos contó lo de la reacción en cadena de la polimerasa, que
es la PCR del palito (Polymerase Chain Reaction)… Ya estábamos en plan Academia…
y algunos estamos para doctorarnos en Covid19.
Una llamada al orden y a otra cosa, mariposa. Pero no la de la
mariposa murcianica de antes. Coincidinmos en leer atentamente los periódicos
del domingo que traerían especiales al cumplirse un año del decreto de estado
de alarma.
Pusimos a caldo a esos que se colocan dos mascarillas,
terciando el galeno de a bordo, desde la Tacita de Plata, con que eso lo hacen
ellos para no “manchar la FFP2 llevan una quirúrgica ocasional, que es más
barata”, no recomendándolo al común de los mortales del contubernium y de
más allá del mismo.
Y recordamos: hace un año penábamos por conseguir una; la que
fuera. Y entonces no sabíamos nada de textiles ni características. Aunque aún -hoy-
seguimos con lo de si las de algodón son buenas o incluso mejor. En fin, que
tampoco en esto hallamos tranquilidad para atacar con agrado la Nitro Ipa.
Y así íbamos pasando la sesión y entre “glop” y “glop”
recordando que tal día como hoy (por ayer sábado; que esto se escribió ayer), en
Benidorm comenzamos a usar el #YoMeQuedoEnCasa y hubo un bando municipal
suspendiendo actividades y eventos y cerrando al público instalaciones
municipales. Los del contubernium no recordaban hecho similar en sus
localidades. Eso sí todos coincidimos en que tal día como hoy (por ayer), hace
un año, no había ya donde conseguir una resma de papel higiénico, un quintal
métrico de harina o una mascarilla; sólo una. La primera que tuve -pues desde
el primer día estuve en tránsito y actividad- me la facilitó el amigo Txuni Lizancos,
allá por el veintipocos de marzo, de aquellas que hicieron Els Tollers.
La de pulverizaciones de alcohol que se llevaron por delante aquellas telas
hasta que empezamos a tenerlas en el equipamiento de diario, a costa del
pecunio particular.
En la vorágine de intervenciones contubérnicas Quirce
pontificó sobre las mascarillas: “han llegado para quedarse; como el
cinturón de seguridad de los coches. ¿No os acordáis? Al principio costaba,
pero a base de multas ya es subir al coche y abrocharlo”. Nos dejó
perplejos por la comparativa.
Ahora, terminada la conexión, reflexiono. Puede que Quirce
tenga razón; estábamos ya en la segunda lata y apenas me quedaban unos cachitos
de Old Amsterdam para ayudar en la reflexión. A mí, que me la den con queso siempre.
El cinturón de seguridad es un invento de Gottlieb Daimler de
1885 para sus carruajes de caballos ante el mal estado de los caminos teutones.
En la segunda década del XX Benjamin Delahauf Foulois lo incorpora a los
primeros aviones militares norteamericanos comprados a los hermanos Wright.
Pero al automóvil llegará en 1948 cuando Preston Thomas Tucker los monte en el
Tucker’48 Sedan, que pasa a la historia del automóvil como el Tucker Torpedo.
Es famoso este coche porque sólo se fabricaron 51 unidades… y Tucker se fue a
la ruina. Llevaba cinturón de seguridad de serie y un motor de helicóptero
(adaptado); Francis Ford Coppola le hizo a peli a Tucker y a su “torpedo”.
En 1956 la compañía Ford comenzó a incluir el cinturón de
seguridad como opcional en sus paquetes de seguridad y al poco se integró como
equipamiento de serie en el Volvo Amazon (1959), liberándose la patente por los
suecos para universalizar un invento que resultaba muy eficaz para
reducir la siniestralidad mortal.
El Volvo Amazon (Volvo Amason, con ese -y no con zeta-, en
Suecia) se fabricó entre 1956 y 1970, con modelos de 2, 4 y 5 puertas y tiene
el honor de ser el primero que lo llevaba de serie. El ingeniero sueco Nils
I. Bohlin está considerado el inventor del sistema de seguridad pasiva -de
tres puntos- más efectivo jamás inventado.
Bohlin y su cinturón |
Bohlin había trabajo en la división aeronáutica de SAAB y conocido la apuesta del mayor general Foulois sobre cinturones para los aviones militares, además del asiento eyector. Y conocía los trabajos de Roger W. Griswold y Hugh DeHaven de 1951 sobre el CIR-Griswold. Combinando ambos postulados Bohlin consiguió un sistema más eficaz que con un solo movimiento y a una mano aseguraba a los ocupantes del vehículo; con anclaje central “y conexión al pilar B” de un automóvil que es la estructura arco central de cada vehículo. Luego vino lo del carrete auto enrollable, con freno… y todo lo demás.
A España llegó esa obligatoriedad en 1974… en asientos
delanteros y “para vehículos que hiciera más de 50 km/h en llano”.
Cuando he leído esto, casi me despatarro. Menos mal que quedaba una latita fría
de Nitro IPA… que va sumando grados… A partir de aquí ya es todo miccionar.
Si es que hablar con los amiguetes de este contubernium da
mucho juego. Ya hemos quedado para la próxima. Esta vez Carlangas nos propone una
Citra IPA, también de Guinnes, que lleva el CO2 de siempre y… ya os contaré…
pero seguro que el cartagenero va a comisión irlandesa.
Coda: Quirce no pía. Tenemos muy olvidado el mundo del cava.
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