En una pugna sui generis[1]
de víspera de Reyes entre el amigo Carlangas (que se nos vino de vacaciones a
la Terreta[2] con
su Miró Gran Reserva) y yo (y mi Valdespino) creo que he salido
ganador en la primera competición espirituosa de 2022; esta vez sobre licorosos
vinos compuestos y fortificados (alias vermut/vermú). El jerezano, sinceramente
(y me lo ha reconocido Carlangas), ha ganado esta partida; y eso que Cataluña
-y Reus en particular- presume y con fuerza de ser la cuna del vermut español.
Esta vez, Carlangas ha mordido el polvo[3].
Y, lingotazo viene, lingotazo va, nos hemos puesto a hablar de
cosas peregrinas, al sol de Levante, y ha salido a relucir el artículo de
Javier Arroyo, en El País (4 de enero de 2022)[4],
dando referencia a la investigación de Miguel Ángel del Arco -profesor de
Historia Contemporánea de la Universidad de Granada- que, asegura, “compromete”
dice Arroyo, los mitos del primer franquismo. Concluye que fue un relato falso…
A buenas horas, mangas verdes[5]
con lo de la “pertinaz sequía” y otras zarandajas.
“La pertinaz sequía del franquismo duró apenas un año. El
aislamiento internacional fue mayoritariamente voluntad del régimen y los
desastres de la guerra no fueron tan grandes como para no poder remediar los
llamados años del hambre en España, una década larga en la que muchos españoles
vivieron en la miseria y con serias dificultades para comer”. Esto es
pasarse varios pueblos sin mirar registros pluviométricos, tablas de producción
y exportación y los recortes de celuloide de la época. Eso sí, “La dictadura
siempre encontró razones externas para justificar el desastre, pero, como
explica Del Arco, los motivos estaban siempre dentro, en sus propias decisiones”.
Por ello, lo que sí que habría que señalar es que ¡ni tanto,
ni tan calvo, que se le vean lo sesos!, (que es como termina el dicho).
Vale que se ha explotado mucho respecto a la autarquía[6]
lo de la “pertinaz sequía” -como causa de la baja producción agraria e
industrial, los frecuentes problemas de abastecimiento, incluso energético, y
todo lo demás que provocaron “los años malos”/”los años del hambre[7]”-
pero ya con la perspectiva de los años vividos (estudiados a fondo y analizados
al detalle) todo lo escrito, dicho y repetido sólo evidencia que el país estaba
hecho unos zorros desde que comenzó el siglo XX y máas tras la guerra del 36; y
que los dirigentes políticos -y es lo principal- no fueron capaces, durante
mucho tiempo, de enmendarle la plana a la situación y taponarle tanta vía de
agua al barco patrio para que navegara en la tempestad de los tiempos. (vaya,
absurdamente poético).
El caso es que salimos adelante a costa de muchos sacrificios
y sin sabores casi siempre por la base de la pirámide. Y héteme aquí que
estábamos en enero de 2022, con la que está cayendo, hablando de esto, sorbo a
sorbo, en la hora del vermut.
Por hablar, Carlangas y yo hemos hablado hasta de las cartillas
de racionamiento. Sí, dos baby boomers[8]
que no tenemos ni repajolera idea de aquella etapa, por edad. Vale que hemos
leído, escuchado algún relato -la procesión va por barrios y no fue lo mismo en
unos lugares que en otros- o mediatizado alguna situación -incluso estudiado-;
pero no la sufrimos. Mi padre, largo nonagenario, no quiere ni hablar de eso.
Pero el que Carlangas no supiera que lo del racionamiento en
España comienza cuando la Junta de Defensa de Madrid lo aplica en el otoño de
1936[9]
y que fue el Gobierno de Largo Caballero quien lo terminará instaurando, mediante
decreto de 5 de marzo de 1937 (que publicará la Gaceta de la República el día 7
-Art. 1º: Se crea en todos los Municipios de la España leal la tarjeta de
racionamiento familiar-) me ha dejado tocado. Sí, a partir del 39 y hasta
el 52, la cartilla fue el pan nuestro -y nunca blanco- de todos los españoles,
pero comenzó en el 36 y en el Madrid de la República.
Y así, resulta que, mientras la España leal tenía problemas de
abastecimiento y distribución, la España rebelde, en principio, no sufría ni
escasez, ni racionamiento, ni hiperinflación. Sí, se inventó lo del Plato
Único[10]
y lo del Día sin Postre[11]
bajo la clave de disminuir las raciones y destinar ese dinero (por parte de las
familias) a subsidios. Michael Seidman[12]
concluye que “los nacionales… evitaron la escasez que afligió a sus
adversarios republicanos”. Es más, alude a la propaganda: los nacionales se
jactaban del “pan blanco de Franco, sin adulterar” y así llegaron
los bombardeos con pan blanco del otoño del 38 sobre Madrid, Barcelona y
Alicante: Un golpe durísimo a la ya tambaleante moral republicana,
señala Seidman.
Y el racionamiento llegó a todo el país en mayo de 1939; y
duró hasta 1952[13]. Y
fue una práctica habitual de los años cuarenta, hasta la llegada de la década
de los cincuenta en buena parte del mundo; no sólo en España. En algunos países
se prolongó hasta 1958[14]
y ni siquiera los EE.UU. se salvaron del racionamiento.
Y a lo que íbamos, la ‘nueva España’ comenzó con hambre; nadie
lo pone en duda.
Una Orden del Ministerio de Industria y Comercio de 14 de mayo
de 1939 estableció un sistema de racionamiento de artículos esenciales para asegurar
el abastecimiento. Un posterior decreto de 28 de junio de 1939 fijaría las
cantidades que serían entregadas a precio de tasas y que serían distintas si se
trataba de un hombre adulto, mujer, menor de 14 años o persona de más de 60
años. La degradación del nivel de vida en la década de los 40 fue tal, que
asegurarse la subsistencia se convirtió en una auténtica lucha diaria para la
mayoría de los españoles, un extraordinario esfuerzo de tiempo, recursos e
imaginación. La prensa era la encargada de publicar la ración diaria de cada producto,
así como los lugares para conseguirlo.
Un problema añadido es que con la cartilla y la posguerra
nació en España una separación de clases sociales manifestada en cartillas
de 1ª, 2ª y 3ª que fijaban la cantidad diaria o semanal que correspondía a
cada persona, y aunque al principio fueron familiares, terminaron siendo
individuales (1943) con el objetivo de llevar un control más exhaustivo del
reparto. Pero aquello tampoco hizo que la situación mejorara. Hasta los
cigarros (de picadura) también fueron racionados y tenían una cartilla aparte.
Y un masclet[15]
final: el racionamiento no cumplió su función casi nunca.
La cuestión clave radicaba en la necesidad de que el sector
primario abasteciera al país y para ello eran precisas una serie de reformas del
agro y disponer de infraestructuras hidráulicas que desde los primeros compases
del siglo XX eran asignaturas pendientes; La reforma agraria nunca se produjo;
las obras hidráulicas terminaron por nombrar a Franco “Paco ‘el rana’”
porque saltaba de pantano en pantano (inaugurando obras).
El problema de la tierra nos viene de atrás. Desde el siglo
XVII el Consejo de Castilla acumulaba expedientes denunciando el lamentable
estado la agricultura y la tenencia de la tierra. En 1777 Campomanes[16]
urge a la Sociedad Económica de Madrid a analizar aquellos expedientes y dar
soluciones. Así llegamos al Memorial ajustado en el Expediente de Ley
Agraria (1784, en el que interviene Pablo de Olavide[17],
muy centrado en la reforma agraria de Andalucía) y al Informe en el
Expediente de la Ley Agraria (1795, de Jovellanos[18],
realizado de destierro en destierro) y así discurrimos el XVIII, leyendo, para
llegar al XIX en que, sobre todo en el último tercio, se multiplicaron los proyectos
reformistas en busca de mecanismos capaces de corregir las tensiones
sociales -nunca una reforma agraria-, pero los proyectos nunca se
aplicaron. Y -si quieres que algo no se realice, crea una comisión- la Comisión
de Reformas Sociales, en 1902, en un alarde de inteligencia convocó un concurso
sobre ‘El problema agrario[19]’
con el que ni trataba de buscar transformaciones radicales de las formas
de la propiedad, ni de proponer fórmulas que alteraran la precaria estabilidad
de la estructura social; pretendía buscar -una vez más- un sistema que
permitiera evitar los conflictos. Y así transitamos décadas hasta que la II
República desarrolla la suya. En el tránsito, la preocupación por la mejora de
la agricultura se canalizó entre lo técnico -políticas hidráulicas- y lo
paternalista -propuestas de colonización y repoblación interior-; con lo
que el problema de fondo seguía se resolverse. Llega entonces la II
República y considera como objetivo primordial la redistribución de tierras y
el asentamiento en ellas de los campesinos. Ramón Tamames, en 1980, sostenía
que la Ley de 1932, en lo que se refiere a sistemas de expropiación e
indemnización, “no resulta muy avanzada para su tiempo si se compara con
otras leyes de la Europa de los años 20 realizadas por gobiernos conservadores”
y a pesar de eso no salió bien parada. Es que era romper con siglos y siglos de
estructura y servilismo.
Terminada la Guerra Civil, la política del nuevo gobierno vuelve
a la reforma técnica y el Instituto Nacional de Colonización (INC, 1939; creado
para enfrentarse a la cuestión agraria[20])
sigue su marcha técnico-paternalista hasta que en 1971 se da carta de
naturaleza al Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA; 1971-1995) el
que vuelve a la idea de que “reformar no es más que desarrollar y
desarrollar es producir[21]”.
Y, por en medio, leyes como la de 1949 que combinaba legislación de la Italia
fascista con propuestas del New Deal de Roosevelt para los regadíos del Valle
de Tennessee[22].
Incluso (1953) la Ley de Fincas Manifiestamente Mejorables como maquillaje del
régimen de cara al exterior. Pero lo que funcionó fue el proceso de colonias
que cambió el campo español: del millón y medio de hectáreas de regadío que se
contaban al acabar la guerra civil se pasó a los tres millones al acabar el
franquismo, pero, como señala Gómez Benito[23],
solo un tercio de ese millón y medio de hectáreas nuevas de regadío estaba en
manos de los colonos, los otros dos tercios eran de los grandes terratenientes.
Y así, hasta la PAC. En fin, que reforma, lo que se dice reforma… ¡nada!
Pero, a lo que íbamos: a los años de la jambre. Tirando
de Ernest Labrousse[24]
resulta que entre 1930 y 1955 estaríamos ante una de las llamadas ‘crisis de
tipo antiguo[25]’.
Sí, volviendo casi a los tiempos de “las revueltas del pan[26]”
en una España muy rural aún[27].
Hubo quien dijo[28] que
la de 1868 había sido la última de las crisis de tipo antiguo en la península,
pero analizando con detalle lo ocurrido en la primera mitad del siglo XX vemos
que estaba muy, pero que muy, equivocado.
La producción agrícola, sin infraestructuras hidráulicas ni
reforma agraria, fue escasísima durante muchos años; 1930, 1937, 1939, 1941 son
de fuerte sequía; y luego se encadenaron varios episodios de intensa
sequía entre 1944 y 1955. Luego sí podemos hablar de una ‘pertinaz sequía’,
pero en sí no sería la sequía la ‘mala de la peli’[29].
Ya desde finales de los setenta muchas investigaciones vienen demostrando que
se magnificaron las consecuencias de todos estos episodios, principalmente tras
el final de la Guerra Civil, por el retraso en la construcción de
infraestructuras hidráulicas de regulación y abastecimiento, la falta de
alternativas a la producción de energía hidroeléctrica y el pésimo contexto
socioeconómico de la posguerra. El período más seco fue el de 1943 a 1954. El
período húmedo más prolongado discurrió entre 1955 y 1966, que revertió la
situación, con profusión de pantanos y obras de regadío, que nos lanzaron al
desarrollismo[30].
La asignatura pendiente de España, desde siempre, fue gestionar
los estiajes de los ríos y aprender a utilizar de forma plurianual los recursos
hídricos que debían ser compartidos entre las comunidades de regantes y, con la
modernidad, con los usuarios hidroeléctricos. Pero el contexto socioeconómico,
no me lo pierdan de vista.
A veces olvidamos que la principal causa (algún ‘alumbrado[31]’
saldrá con que no) de las convulsiones políticas, sociales y económicas que
llevan a la proclamación de la II República son la recesión
económica y el colapso de la monarquía, que había apoyado la dictadura.
Francisco Comín (Premio Nacional de Historia 1990) lo resumía a la perfección
desde las páginas de El País[32].
La Gran Depresión del 29 llegó a España y se manifestó como una crisis
coyuntural; resultó “breve y liviana”. Los problemas llegaron con los años.
Y llegaron porque España era, al llegar a los años treinta del
siglo XX, un país atrasado en el que la agricultura ocupaba a más del 50% de la
población activa. La tendencia y los ciclos anuales del PIB venían marcados por
la producción agraria[33].
Ambas variables alcanzaron el máximo en 1929, pero la mala cosecha de 1930
arrastró al PIB a un pozo al que cayeron la industria y la construcción al año
siguiente. El incipiente sector servicios ralentizó su crecimiento. El PIB cayó
un 6,4% de 1930 a 1931[34].
Pero la salida de la crisis española fue rápida porque la excelente cosecha
agraria, especialmente cereal y naranjas, de 1932 elevó el PIB. Volvió a caer
en 1933, pero otra gran producción agraria en 1934 la recuperó y se puede
considerar que la crisis coyuntural había acabado en 1935, pero en el 36 España
sufrió las consecuencias de las políticas de ‘empobrecer al vecino’ practicadas
por los demás países.
No estábamos por aquel entonces en el patrón oro y desde 1928
la peseta se depreció por la presión de los mercados de divisas y cuando la
libra británica salió del sistema (1931) resultamos muy afectados por hacer
seguidismo al franco francés, lo que fortaleció la peseta entre 1931 y 1935,
perjudicando a las exportaciones españolas (naranjas valencianas, que llegaron
a suponer el 40% de las exportaciones españolas) y favoreció las importaciones,
con lo que agravó las repercusiones de la crisis internacional. Y cuando se
proclamó la República, la inversión privada se asustó tanto por los conflictos
sociales -las huelgas se iniciaron en 1930-, las políticas socializantes, el
acoso a la propiedad, la desconfianza en el régimen y la paralización de las
obras públicas, que salieron por piernas los invesrores y el capital. Durante
la República, las reformas provocaron una reacción antirrepublicana en los
empresarios más conservadores, cuyas acciones agudizaron los conflictos
sociales y la inestabilidad política. En 1934 ya estábamos en déficit
presupuestario y tan mal la cosa que un par de años más tardes, en medio de la
contienda, ambos bandos comenzaron a planificar una solución al tema de las
infraestructuras hidráulicas como solución a la agricultura y a la producción
de energía eléctrica. Los planes de la época de Primo de Rivera estaban sobre
la mesa, como los de Lorenzo Pardo[35].
Más recorrido, sin lugar a dudas, los planes del Goberno de
Burgos que en 1937 comienza una planificación a futuro. Además de crearse el
Servicio Nacional del Trigo[36],
al ingeniero de caminos Alfonso Peña Boeuf se le encargan la realización de un plan de Obras Públicas para el que recuperará en buena parte el Plan Nacional Hidrográfico de 1933. Peña Boeuf participó en el enfrentamiento
político su ministerio, junto al de Agricultura, con el de Industria; y más en
particular con el Instituto Nacional de Industria, dirigido por el ingeniero
militar Juan Antonio Suanzes[37].
Suanzes lo dijo muchas veces -y mandaba mucho- quería el agua para producir
electricidad y no para la agricultura; y esto representó un gran problema.
Pero eso es otra historia y nos llamaron para comer… allí lo
dejamos.
A lo tonto, tontos, nos habíamos pimplado[38]
casi tres cuartos de Valdespino (el último con toque de Oxley Gyn y un
chorreón de sifón) y sólo un primer trago de Miró. Carlangas se me fue
con la mosca detrás de la oreja[39]
directo a la pitanza, bien regada con cava del amigo Quirce, al que llamamos
por la tarde y por WhatsApp, conjurándonos todos, cuando se lo explicamos, que
tras tan opípara comida no había que hablar más de los años del hambre teniendo
como tenemos la barriga llena. ¿Lo conseguiremos? Creo que se fue muy tocado
con lo de las cartillas de racionamiento.
[1] Peculiar,
original, estrafalaria; muy de las del 222 de la 11 Brigada
[2] Una Itaca
emocional que se circunscribe a la provincia de Alicante
[3] Según José
Mª Iribarren, en El porqué de los dichos, se trata de una expresión muy
antigua: “Los caballeros de la Edad Media, cuando se sentían mortalmente
heridos, tomaban un puñado de tierra y lo mordían, como beso postrero a la
Madre Tierra, que los había sustentado y que ahora iba a recibirles en su seno”.
[4] https://elpais.com/cultura/2022-01-04/el-hambre-fue-hambruna-no-hubo-pertinaz-sequia-como-el-franquismo-manipulo-la-historia.html#?rel=lom
[5] Chanza
sobre la lentitud y tardanza; en alusión al tiempo que tardaban en llegar al
lugar de los hechos los cuadrilleros de la Santa Hermandad, soldados cuyo
uniforme consistía en un chaleco de piel hasta la cintura con mangas de color
verde. También sus mandos, alcaldes, lucían varas tintadas de verde para
distinguirse de los alcaldes ordinarios de las villas. La Santa Hermandad fue
uno de los primeros cuerpos policiales organizados de Europa; fue creada en los
años posteriores a la guerra civil que enfrentó a los partidarios de Isabel de
Castilla y a los de Juana La Beltraneja. En 1476, las Cortes de Madrigal
decidieron unificar las distintas hermandades de este tipo, que venían
existiendo a nivel local desde el siglo XI en los reinos cristianos, para
combatir el problema del bandolerismo en los campos castellanos. Los alcaldes y
cuadrilleros estaban autorizados a buscar y perseguir a los delincuentes hasta
cinco leguas de su villa, desde donde tomaban el relevo los cuadrilleros del
siguiente lugar previamente avisados por el toque de campana. Una vez capturado
el malhechor, la Santa Hermandad lo trasladaba al lugar donde hubiera cometido
el delito y… La Santa Hermandad actuaba de policía, juez y verdugo; estaba
facultada a condenar y ejecutar la sentencia sin juicio previo. La condena a
muerte se ejecutaba con el disparo de saetas en el campo de forma pública, una
costumbre heredada de la Hermandad de Colmeneros de Talavera y Toledo y de
otros cuerpos policiales de carácter medieval previos. Los cuadrilleros se
llamaban así por estar armados con el cuadrillo, especie de ballesta que
disparaba saetas.
[6] Sistema
económico en el que un estado se abastece con sus propios recursos, evitando en
lo posible las importaciones.
[7] Se calcula
que entre 1939 y 1942 se produjeron en España entre 200.000 y 600.000 muertes
como consecuencia de la mala alimentación o de las enfermedades que derivaban
de ella. Una época difícil, trágica, que es mejor para aprender que para
repetirla.
[8] La
generación que nació entre 1957 y 1977
[9] Por el
aumento de población a causa de la llegada a Madrid de miles de personas. Así,
Madrid fue la capital de Europa Occidental sometida al racionamiento durante
más años; sólo superada por Berlín oriental
[10] El martes
3 de noviembre de 1936 era publicado en el BOE, editado en Burgos y firmado por
el Gobernador General de la Junta Técnica del Estado, Francisco Fermoso Blanco,
el bando en el que se anunciaba que a partir del 15 de noviembre de aquel mismo
año y con carácter indefinido, los días 1 y 15 de cada mes se convertían en Día
del Plato Único. El Día del Plato Único consistía en que en la jornada señalada
tan solo se podría comer un único plato al mediodía y éste podía estar
compuesto de verdura, legumbres, carne o pescado. Después se debía hacer un cálculo
del coste de ese plato ingerido y el resto del presupuesto para comer ese día
debía ser donado, obligatoriamente, a la entidad benéfica. Esta práctica debía
de ser llevada tanto en las casas particulares como en los restaurantes o
establecimientos donde se servía algún tipo de comida. En este caso se cobraría
al cliente el menú completo y el hostelero se encargaría de abonar la
diferencia al inspector que pasaría por el local a realizar la correspondiente
recaudación. Solo estaban exentos de comer un plato único las personas
enfermas, los niños pequeños o los ancianos. El resto de 'ciudadanos de bien'
deberían seguirlo a rajatabla pudiendo estar expuestos al escarnio público de
ver aparecer sus nombres escritos en listas que se publicarían en la prensa con
los 'insolidarios con la patria'. El dinero recaudado debía ir destinado a
cubrir las necesidades y gastos de las casas cuna, orfanatos, asilos y otros
establecimientos dedicados a la caridad, aunque despertó cierto recelo al haber
indicios de que parte del mismo se desvió para financiar al ejército del bando
nacional.
[11] A partir
de julio de 1937 se instauró en la zona rebelde una nueva jornada solidaria que
fue bautizada como Día sin postre, la cual debería realizarse todos los lunes.
El método era similar al anterior. Los lunes, no se comería postre y el dinero
no gastado en ese concepto se donaría a final de mes al fondo solidario junto
con lo ahorrado en el día del plato único. Tras finalizar la Guerra Civil, a
partir del 30 de julio de 1939, tanto el Día del Plato Único como el Día sin
Postre se extendieron a todo el territorio nacional y se estuvo llevando a cabo
hasta 1942, año en el que comenzó a aplicarse la 'cartilla de racionamiento'.
[12]
Historiador, investigador hispanista, profesor en la Universidad de Carolina
del Norte, en Wilmington; autor de La victoria nacional, la eficacia
contrarrevolucionaria en la Guerra Civil.
[13] La
cartilla dejó de estar en funcionamiento en abril de 1952, cuando el Gobierno
consideró que dejaba de ser necesaria.
[14] Alemania
Occidental (1939-1950), Alemania Oriental (1939-1958), Francia (1940-1949),
Gran Bretaña (1940-1954), Italia (1940-1949), Bélgica (1940-1949), Holanda
(1939-1952), Irlanda (1939-1951), Finlandia (1939-1955), Suiza (1940-1948),
Suecia (1940-1951), Hungría (1940-1948), Estados Unidos (1941-1946), Canadá
(1942-1947).
[15] Masclet,
proviene de la palabra en valenciano mascle: macho. Es un petardo de gran
potencia sonora, cargado con una importante cantidad de pólvora. Un trueno
gordo, vamos.
[16] Pedro
Rodríguez de Campomanes y Pérez-Sorriba (1723-1802), primer conde de
Campomanes. Ministro de Hacienda en el primer gobierno reformista de Carlos III
dirigido por el conde de Floridablanca (1760). Cesado en 1789 ante el temor que
despertó en el rey Carlos IV la Revolución francesa.
[17] Pablo
Antonio José de Olavide y Jáuregui (1725-1803); jurista y político español.
Desarrolló exitosas empresas de colonización como las Nuevas Poblaciones de
Andalucía y Sierra Morena.
[18] Gaspar
Melchor de Jovellanos (1744-1811); escritor, jurista y político ilustrado
español comprometido con el desarrollo económico y cultural del país. Fueron
relevantes su Informe sobre la Ley Agrariay su Memoria sobre la educación
pública.
[19] “El
problema agrario en el Mediodía de España. Conclusiones para armonizar los
intereses de propietarios y obreros. Medios de aumentar la producción del suelo”.
[20] Joaquín
Bosque Maurel: Del INC al IRYDA
[21] De mi paso
por la EUITA; curso 1976-77 (que he encontrado buceando en el trastero).
[22] Tennessee
Valley Authority Act
[23] Cristóbal
Gómez Benito, Profesor Titular de Sociología Rural y de Ecología Humana de la
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
[24]
Camille-Ernest Labrousse (1895-1988); historiador especializado en la historia
económica y social. Estableció un modelo histórico centrado en los planos
económico, social y cultural. Fue el iniciador de la historia cuantitativa que
posteriormente se ha dado en llamar cliometría, mediante la aplicación de
métodos estadísticos.
[25] Hundimiento
brusco de los recursos de la capa inferior de los campesinos, con una caída
inducida del salario real del obrero, en definición de Pierre Vilar (1906-2003)
historiador e hispanista francés. Está considerado una de las máximas
autoridades en el estudio de la Historia de España, tanto en el periodo del
Antiguo Régimen como en la Edad Contemporánea, así como en la historia
económica y la historia social en general.
[26] Las crisis
de subsistencias eran los periodos de escasez de alimentos producidos por las
malas cosechas; al no poder disponer de acceso a mercados integrados de
dimensión, como mínimo, nacional, producían hambrunas. Estas hambrunas
producían a su vez sus propias consecuencias: desnutrición, enfermedades,
mortalidad catastrófica por encima de la ordinaria, ya muy elevada; y por otro
lado descontento y estallidos sociales y conflictos que se extendían al ámbito
político, militar e incluso ideológico. Habituales en la Europa de los siglos
XV a XIX
[27] En 1900 la
población activa agraria española llegaba a los 4’5 millones; 68% de la
población activa total. En 1950 llegaba a 5’3 millones, aunque sólo
representaba ya el 49’9% de la población activa total de España
[28] Nicolás
Sánchez-Albornoz y Aboín; historiador, hijo del historiador y presidente del
Gobierno republicano en el exilio Claudio Sánchez-Albornoz. Fue el primer
director del Instituto Cervantes. Sufrió represión franquista y huyo a
Argentina donde inició su carrera docente en la Universidad Nacional del
Litoral (Argentina); fue también profesor de las Universidades del Sur, La
Plata y Buenos Aires. En 1968 se incorporó al departamento de Historia de la
Universidad de Nueva York (New York University). Profesor emérito en dicha
universidad.
[29] Las
películas frecuentemente tienen una trama en la que hay un personaje bueno, el/la
protagonista, actor o actriz principal, y otro que hace de contrapartida, el
antagonista; el personaje malo, el villano. Este es llamado, formalmente el ‘malo
de la película’.
[30] Es la
etapa del llamado segundo franquismo (1959-1975). Entre 1957 y 1959 la economía
española se encontraba al mismísimo borde del abismo (Juan Sardá, uno de los
padres del Plan de Estabilización de 1959, dixit). Teníamos una inflación
desbocada, déficit en la balanza de pagos (prácticamente en bancarrota por el
agotamiento de las reservas de divisas y en peligro de suprimir las
importaciones de petróleo), una moneda sobrevalorada y ya en recesión. Aunque
en 1951 se plantea la necesidad de un cambio, no será hasta 1957 cuando se
desregularice el mercado de trabajo. Así, en abril de 1958, con la Ley de
Convenios Colectivos, se determinan las condiciones de trabajo y los salarios,
aunque dentro de la Organización Sindical franquista y se demuestra que el
modelo autárquico e intervencionista estaba agotado. Se convence a Franco
-Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda (1957-65): Mi general, ¿qué
pasará si tenemos que volver a la cartilla de racionamiento y se nos hiela la
naranja?- de la necesidad de darle la vuelta a la economía como si de
un calcetín se tratara, de importar lo que producíamos mal y carísimo y de dar
entrada al capital extranjero para la renovación y la ampliación del aparato
productivo. Y así nació el Plan de Estabilización y Liberalización económicas
de 1959: un conjunto de disposiciones decretadas entre el 17 de julio y el 5 de
agosto de las que el FMI y la OECE [1] estuvieron siempre al tanto. Y se
devaluó la peseta en un 30% y se levantaron muchas restricciones a las
inversiones extranjeras. Y llegaron divisas: las remesas de emigrantes (6.000
millones de dólares entre 1960 y 1975), los turistas (que pasaron de los 6
millones de visitantes en 1960 a los más de 34 millones en 1973) y el capital
internacional (cerca de 7.000 millones de dólares entre 1960 y 1973) Y encima
la tasa de desempleo se mantuvo en unos niveles mínimos (en torno al 2% a lo
largo de la década de los 60) porque se daba la paradoja de que el excedente de
fuerza de trabajo, alrededor de dos millones de españoles emigrantes estaban
fuera del país trabajando y enviando divisas. Así, para 1969 España se había
convertido en la 12ª potencia industrial del mundo y llegó a escalar hasta la
10ª posición.
[1] OECE: Organización Europea para la Cooperación
Económica, organismo internacional fundado el 16 de abril de 1948 con el
objetivo de administrar las ayudas del Plan Marshall y del que fueron miembros Portugal,
Reino Unido, Francia, Italia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Austria,
Dinamarca, Noruega, Grecia, Suecia, Suiza, Turquía, Irlanda e Islandia.
Alemania ingresó en 1949. Su objetivo consistió en facilitar el comercio,
conceder créditos y fomentar la liberalización del capital. España ingresó en
1958. EE. UU. y Canadá en 196. En 1965 se convirtió en la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) fijando su sede en París. Hoy la
integran 37 países. Lituania y Colombia han sido los últimos en unirse
[31] En alusión
a los alumbrados, secta mística española (por supuesto que calificada de
herética por su aproximación al protestantismo), frente a los iluminados
(iluministas bávaros, conocidos como illuminati
[33] Antonio
Flores de Lemus
[34] Leandro
Prados
[35] Manuel
Lorenzo Pardo (1881-1953), el ‘genio del agua’. Doctor Ingeniero de Caminos,
Canales y Puertos, fue el gran impulsor, fundador y primer Director Técnico de
la Confederación Hidrográfica del Ebro, fue el impulsor del I Plan Nacional de
Obras Hidráulicas (1933) de España, proyecto que incorporó por primera vez una
visión unitaria del país al contemplar que los recursos naturales tienen que
canalizarse en beneficio de todos los ciudadanos. El plan que presentó tenía
dos objetivos principales: solucionar los desequilibrios hídricos entre la
vertiente atlántica y la mediterránea y subsanar el desequilibrio resultante
del Plan General de Canales de Riego y Pantanos (Plan Gasset, 1902), donde la
cuenca mediterránea era marginada. Para ello, preparó el Plan de Mejora y
Ampliación de los Riegos del Levante, que preveía la transformación de 338.000
hectáreas en las provincias de Murcia, Valencia, Alicante, Almería, Albacete y
Cuenca. Fue el impulsor del Trasvase Tajo-Segura, infraestructura que quedó
recogida en el citado plan.
[36] Servicio
Nacional del Trigo (SNT) a raíz del Decreto Ley de Ordenación triguera de 23 de
agosto de 1937, del Gobierno de Burgos. Promotor de la Red Nacional de Silos.
Desapareció en febrero de 1968 al pasar a nombrarse Servicio Nacional de
Cereales (SNC), que a su vez se convertiría en 1971 en el Servicio Nacional de
Productos Agrarios (SENPA). El SNT supuso la total intervención de la
producción triguera por parte del Estado: los agricultores se vieron obligados
por las sucesivas normativas no sólo a vender sus cosechas al Estado
(completamente, con lo que se eliminó el libre mercado de trigo), sino que
progresivamente las exigencias se irían incrementando, hasta el punto de
obligarse a declarar bajo juramento las siembras y a precisar de unas guías
especiales para el mero transporte del grano. En las décadas de 1940 y 1950 el
precio que el Estado pagaba por el trigo apenas llegaba a cubrir los gastos de
producción, lo que provocó rechazo y el surgimiento de redes clandestinas de
mercado extraoficial, unas por verdadera necesidad, otras para generar enormes
enriquecimientos a costa del hambre; en las décadas de 1960 o 1970, en las que
ya el Estado pagaba bien el cereal y porque se había producido un éxodo rural
permitió a los cosechadores de trigo un puntual momento de beneficio y
garantía.
[37] Juan
Antonio Suanzes Fernández, (1891-1977); I marqués de Suanzes, Militar y
político español. Ministro de Industria y Comercio -(1938-1939) y (1945-1951)-,
fue fundador y primer presidente del Instituto Nacional de Industria y
presidente del Patronato Juan de la Cierva del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. En 1941 es nombrado director del Instituto Nacional de Industria,
(INI; 1941-45 y 1951-61). Para compensar la falta de petróleo, promovió un
proyecto de destilación de pizarras bituminosas (1950). Se encarga de
desarrollar la marina mercante, recuperar la militar (confrontación con la
británica Vickers de equipamiento militar), la producción de aluminio, de
energía eléctrica, de carbón y de automóviles. Siguiendo su rumbo de soberanía
económica, se preocupa por rescatar el sector de telecomunicaciones de la
propiedad de la compañía norteamericana ITT, a la que en 1924 fue concedida el
monopolio de teléfonos. Aunque anterior a la creación del INI, también es
artífice de la creación de la compañía aérea Iberia. En 1963 rompe con Franco,
retirándose poco a poco de la vida pública.
[38] Pretérito
pluscuamperfecto de pimplar: beber con exceso
[39] Alerta y
desconfiado. La mosca era un tipo de mecha usado antiguamente y
permitía disparar las armas de llave de mecha o serpentín, de manera que
disponías de cierto tiempo para apuntar y precisar el disparo, gracias al tipo
de mecanismo que le hacía entrar en contacto con la pólvora. Una vez se había
usado y apagado convenientemente la mosca, se colocaba tras la oreja; de manera
que era fácilmente accesible en caso de tener que volverla a utilizar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario