Andaba yo documentándome al respecto de la ignominia del nuevo
impuesto turístico que nos quieren encalomar[1]
y me he ido[2] hasta
1910 y una ley francesa sobre balnearios (ley de 13 de abril de 1910) donde la taxe
de séjour de marras se impone porque “Francia pierde -perdía-
una clientela turística rica en favor de balnearios extranjeros porque la infraestructura
de los centros turísticos franceses no está a la par con aquellos”. Vale,
cosas de por allí; pero se habla de “clientela turística rica”,
de dinero.
Pretendía la taxe recaudar fondos a costa de los
turistas para reinvertirlos en nuevas infraestructuras o en el mantenimiento y
mejora de las ya existentes. Y hasta ahí puedo leer… porque no pone más.
Y el buscar que les digo me ha llevado por profundidades abisales
insondables, mi batiscafo baja hasta la Llosa, que evidencian que en Francia lo
de los impuestos y mordidas a los turistas viene de mucho atrás. Leyendo a Luís
Lavaur, Turismo napoleónico, descubro inusitados aspectos. Les
cuento.
Ya en 1802, inicios pues del siglo XIX, los turistas
británicos -que por aquel entonces eran los únicos turistas del mundo mundial-
se quejaban -epistolar y amargamente- de los impuestos que debían satisfacer en
Francia. Y más de uno señalaba de lo bizarro de las tarifas de las postas, y la
cadena de fielatos[3]
establecida en las carreteras para cobrar peajes destinados “a su reparación”,
y -sobre todo- de las insolentes exigencias de los postillones[4]”.
Leo que nada más firmarse la Paz de Amiens[5]
(1802) los tourist británicos “volvieron en masa a París”; luego
ya lo hacían antes de las guerras napoleónicas. Cosas del Grand Tour por
un lado y del atractivo parisino para los de la pérfida Albión[6].
Es que, en esto del Turismo, a parte de la proyección del
Camino de Santiago -que constituye el ‘primer movimiento turístico de la
Historia’ como sostenía don Pedro Zaragoza cada vez que podía y como hizo en
la conferencia inaugural de la faceta de estudios de Turismo en el Lope de Vega
de Benidorm-, el primer paso lo dan los british buscando crear un cuerpo
de diplomáticos, políticos, abogados y militares bien capacitados para erigirse
como epicentro de la geopolítica mundial. Así, llevaban a los jóvenes lores a conocer
los logros de los estados europeos modernos y el esplendor de las antiguas
civilizaciones griega y romana… pues de cultura occidental hablamos.
El Grand Tour era un trayecto entre Londres y… algún
punto de la bota itálica; hasta Lecce, la Venecia del Sur, recorriendo Francia
e Italia (una entelequia de país hasta que Camilo Benso, conde de Cavour,
declara la unificación del Reino de Italia en 1861), con proyecciones hacia Suiza,
Alemania y Austria en función del momento bélico que viviera el viejo
continente; alguno, incluso, se perdía por España. Con el tiempo, el Grand
Tour se prolongó hasta la India y así entraban en contacto con las
civilizaciones egipcia, otomana y del oriente lejano.
El turismo, en ese momento, constituía una ciencia -oditología,
según Kotzebue- en la que había que especializarse más que una actividad
de ocio. Y eso que aún no estaba en marcha, como tal, la geopolítica en sí
misma -ni la teoría del heartland[7],
ni el concepto del lebensraum[8]-
porque ni Kjellen[9],
ni Mackinder[10],
ni Haushofer[11]
estaban maquinándola, pero el Grand Tour estaba en marcha desde mediados
del XVII y en el primer cuarto del XVIII era ya algo consustancial con el
abolengo británico; sir Robert Walpole, primer[12]
Primer Ministro del Reino Unido de la Gran Bretaña lo apoyaba. Su hijo, el
arquitecto Horatio Walpole, inauguró mediáticamente una corriente que impulsó
el movimiento que no sólo siguieron los jóvenes lores y sus preceptores; muchas
familias acaudaladas realizaban largos viajes por Europa.
Puntos principales de referencia en el Grand Tour y de esos
viajeros británicos con séquito eran París y el lago de Como en Italia. Pero en
París era donde más provecho le sacaban a las ansias de conocer mundo los bristish
tourist y a sus carteras. En 1802, el año a cuya profundidad he llegado, el
Musée instalado en el Palacio del Louvre ofrecía la más egregia
colección de obras artísticas, fruto de la “cultura” imperialista del momento[13].
Exhibían en París los ‘trofeos’ conseguidas por los ejércitos de Napoleón en
expansión por Europa[14]
y los pudientes británicos, a pesar de que unos meses antes eran acérrimos
enemigos, no perdían la oportunidad -en 1802, insisto- de visitar, disfrutar y
demostrar que la guinea[15],
su moneda, era la más fuerte del conjunto europeo y mundial. Y sabedores del
poderío económico de la guinea británica, los franceses se aprovechaban de los british
tourist con todo tipo de impuestos. Cesare Cantú (1804-1895), un
lombardo que deambuló por Madrid y terminó académico honorario de la RAE, en su
Historia de Cien Años -aunque no lo pudo vivir, pero a partir de la
narrativa epistolar de la época lo compila-, da cuenta del auge del turismo
británico en aquel París napoleónico y del “escándalo del dinero que se
dejaban los turistas británicos en la alegre capital”. Vamos, que el
turismo funcionaba en una época en que viajaban muy pocos, sin agencias ni
guías. Unos años después, hacerlo con una Baedeker's[16]
era signo de distinción; y viajar sin ella una osadía.
Y en este buceo por las profundidades abisales del turismo
napoleónico he dado con referencias a España; la España que se abría a la
curiosidad de los posibles tourist en 1800 resulta que ofrecía la
infraestructura viajera “más completa” de toda Europa, lo
que me ha sorprendido en grado superlativo.
Habíamos estudiado sobre lo mucho hecho y creado por el
murciano Moñino, conde de Floridablanca (con el ingeniero Agustín de
Betancourt y su equipo) pero con todo, he quedado sorprendido por lo
escrito sobre la vieja piel de toro por el alemán Fischer[17],
el de Gemälde von Valencia (1803) que fue el primero en elogiar
Benidorm[18]. En
su Itinerarie Fischer apostilla que “jamás España había estado tan
bien” como en aquellos días de inicio del XIX: “carreteras y servicio de
transportes de viajeros dignos de los elogios de los pocos que se aventuraban”.
Parece que teníamos muy buenas infraestructuras (turísticas:
carreteras y alojamiento) para los muy pocos que se aventuraban a traspasar los
Pirineos. Un francés, Alexandre Louis Joseph, marqués de Laborde, conde
del Imperio, escritor, viajero, anticuario y político, en 1808, poco antes de
que Napoleón nos invadiera, contaba que “apenas se ven viajeros por
España; pocos son los extranjeros que pasan. Durante mucho tiempo
España se contó en el grupo de países olvidados; como no se encuentra en el
camino hacia ningún otro reino, fue dejada de lado y ni siquiera entró a
formar parte de los que los ingleses llaman el Grand Tour”.
El borde de Laborde deja a las claras el problema principal
del turismo de entonces hacia España: no estaba en el camino hacia ningún otro
reino. Aunque el bosque de prejuicios que nos habíamos granjeado durante siglos
por Europa impidiera ver lo que de verdad había.
Lo de que “África empieza en los Pirineos” es un
concepto de aquellos años. Ya Nestor Luján dejó claro que la frase no era de
Alejandro Dumas, pero Juan Eloy Gilabert le apunta a Henri Beyle (alias Sthendal)
un dardo con curare –“Si el español fuese musulmán sería un africano
completo”- que no he encontrado zagal que le replicara. Y es que estábamos
pelín mal vistos; alejados de las rutas y con un sambenito[19].
Isidoro de Antillón, turolense y catedrático de Geografía en el Real
Seminario de Nobles de Madrid, ya en 1808, al tiempo que Laborde, en el prólogo
de sus Elementos de Geografía de España y Portugal se lamenta con
amargura “de los libros de viaje por este reino que han publicado los extranjeros:
ingleses, franceses, italianos y alemanes hablan de España como pudieran de
algún país del interior de África”.
Es que no figurábamos en los planes turísticos de la época,
pero estábamos muy bien. Pierre de Crucy, marqués de Marcillac, en 1802 no duda
en destacar la calidad de las carreteras que atraviesa y “el lujo y grandeza”
de las posadas. En eso llega a coincidir con George Gordon Byron[20],
lord Byron, quien en una misiva abunda en ello: “Las carreteras (te
lo aseguro por mi honor, pues no lo creerías) son superiores con mucho a las
mejores inglesas, sin peajes ni gabelas”. Esto de los peajes -impuestos- a
los ingleses, habituados a Francia, les llamaba mucho la atención.
Leyendo la referencia de Robert Semple[21],
un viajero canadiense por el Madrid de 1805, me llego a preguntar si era por
quijotes o por negligentes, pero Semple se muestra maravillado porque no le
cobraran entrada al Real Museo -ni a él ni a “toda persona tolerablemente
decente”-, lamentando que el mismo no siempre estaba abiertokk.… como el
patrimonio de los pueblos que hay que esperar al que tiene la llave. Semple
elogia en sus dos libros de viajes por España “las puertas carolinas de
Madrid” y el Palacio Real.
En fin, que mientras en Francia, ya en el XVIII, le ponían
impuestos a todo esto del incipiente turismo, en España, ya entonces, decían
que no. Como conclusión, es muy light; pero estamos influenciados por el
espíritu de la Navidad.
Y en esto de la Navidad voy y le leo al dramaturgo alemán August
von Kotzebue[22], en
una publicación de viajes de 1804, la existencia de la primera agencia de
viajes en París, llamada ‘Propylée o Gabinete del Viajero’, que facilitaba información
“sobre carreteras, principales curiosidades, monumentos y paisajes más
hermosos, procurando incluso cartas de recomendación… incluso clases de idiomas
e historia”… por un precio, claro; Francia siempre ha sido Francia.
Y también le leo a Kotzebue lo de la oditología o ciencia
del viaje… y no es un cuento que tenga que ver con la celebración de hoy:
santos inocentes.
Y, con la curiosidad latente, me sumerjo en otra investigación,
sobre la oditología… aunque mi batiscafo no baja, ya lo dije al principio, más que
a la Llosa, detrás de la Isla de Benidorm (unos 30 metros), y la oditología,
palabro que leí en el texto de Lavaur hace unas horas por primera vez en mi
vida y que he escrito por quinta vez (una en el título; no hay quinto -de
cerveza- malo), debe andar al nivel de la Fosa de las Marianas[23].
Un reto para 2022: documentar qué eso de la o-di-to-lo-gí-a….
[1] Echarnos
encima. No encontraréis ‘encalomar’ en el DRAE, pero sí en el Diccionario de
Uso del Español Actual, de Seco y colaboradores, como 'endilgar, endosar',
tercera acepción y siempre de uso muy coloquial. En modo jergal llega a tener
significado copular que, rizando el rizo, es lo auténtico de este impuesto
turístico que te lo quieren colar por donde la espalda pierde su casto/honesto
nombre
[2] Múltiples
referencias, pero no doy con el texto legal. Pero la página oficial
impost.gouv.fr es muy clara: Créée par
une loi de 1910, la taxe de séjour est instituée à l’initiative des communes
réalisant des dépenses favorisant l’accueil des touristes. https://www.impots.gouv.fr/portail/taxe-de-sejour
[3] Oficina de
cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías
[4] Mozo que
iba montado en una caballería de las delanteras del tiro de un carruaje, para
dirigirlo, en el trayecto entre postas.
[5] Puso fin a
la guerra entre Reino Unido (e Irlanda) y Francia (y España -esto de ser
aliados del gallo francés nos traía de cabeza- y la República Bátava… que era
prácticamente Holanda y Bélgica)
[6] Frase
despectiva que Napoleón tomó del poeta Augustin Louis Marie de Ximénès
(1726-1817) y popularizó. El historiador
y teólogo francés Jacques-Bénigne Bossuet fue el primero en colocarle lo de
‘pérfida’ por la oposición a la fe católica de la Gran Bretaña.
[7] La teoría
del Heartland, también llamada "teoría del corazón continental" o
"isla mundial", fue desarrollada por el geógrafo y político inglés
Mackinder. Postula que el dominio de un área concreta del mundo permitiría su
dominio. Mackinder estaba fascinado por el imperio ruso. Según Mackinder, el Heartland
se encuentra en el centro de la Isla mundial (territorio entre los ríos Volga y
Yangtze y desde el Himalaya hasta el océano Ártico) que controlaría más del 50
% de los recursos del mundo… Y sólo les pido que echen un ojo al planeta hoy en
día. Su teoría es de 1919.
[8] El
Lebensraum es el “espacio vital” alemán desde la década de 1890 hasta la de
1940. Se popularizó por primera vez hacia el 1901 y se convirtió en un objetivo
político del Imperio alemán en la IGM (1914-1918) y, a pesar de la derrota, en
el elemento central del Septemberprogramm de expansión territorial tras el
ascenso de Adolf Hitler al poder. Fue un principio ideológico del nazismo y se
convirtió en la justificación para la expansión territorial alemana en Europa
Central y Europa del Este. Se había establecido que Alemania requería de un
Lebensraum necesario para su supervivencia. Las otras naciones del Eje tenían
sus propias versiones del Lebensraum: el spazio vitale de la Italia fascista y
el hakkō ichiu del Imperio japonés.
[9] Johan
Rudolf Kjellén (1864-1922), geógrafo, politólogo y político sueco. Acuñó el
término Geopolítica (1899). Su trabajo fue influido por Friedrich Ratzel. Lanzó
las bases de la geopolítica alemana, que más tarde serían aprovechadas por Karl
E. Haushofer.
[10] Halford
John Mackinder (1861-1947), geopolítico y geógrafo inglés que argumentó la
geopolítica. Ideólogo del concepto "las islas Británicas son Europa,
pero no realmente en Europa", usó la historia para ilustrar la
importancia estratégica de la geografía. Autor de la Teoría del Heartland,
estuvo obsesionado con Rusia.
[11] Karl Ernst
Haushofer (1869-1946), político, militar, geógrafo alemán, uno de los
principales ideólogos del Lebensraum. Profesor de la Academia de Guerra de
Baviera y fundador del Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes
(1919).
[12] Hasta
Walpole, el máximo cargo político del Reino Unido de la Gran Bretaña era el de
Primer Lord del Tesoro. Walpole recibió del rey Jorge I (1721) el título de
Primer Ministro, que no aparecerá escrito en documento oficial internacional
hasta el Tratado de Berlín (23.07.1878) con Benjamin Disraeli
[13]
Imagínense, si han visto la peli The Monuments Men, lo mismo; pero con
esa misión de inicio, para saqueo y en el siglo XIX. La Comisión Roberts
estuvo encargada del programa en los EEUU, durante la IIGM a través del MFAA
(Monuments Fine Arts and Archieve program) sobre la base previa al conflicto,
desde la llegada de los nazis al poder, del American Defense Harvard Group y del
American Council of Learned Societies (ACLS). Trabajaron para identificar y
proteger el arte y los monumentos europeos en peligro o en peligro de saqueo
nazi. Francis Henry Taylor , director del Museo Metropolitano de Arte , llevó
sus preocupaciones a Washington y consiguió del presidente Franklin D.
Roosevelt la creación de la Comisión Estadounidense para la Protección y
Salvamento de Monumentos Artísticos e Históricos en Áreas de Guerra el 23 de
junio de 1943. La Comisión Roberts siguió trabajando hasta 1951, reduciendo
efectivos (de 351 a 60) que actuaron como detectives de arte.
[14] En 1796
invadió Italia y en 1797 venció en Austria. Por el Tratado de Campoformio
(17.10.1797) Francia asumió el control de la mayor parte del norte de Italia,
así como el de los Países Bajos y el área del Rín. Marchó contra Venecia y la
ocupó. En julio de 1798 se adentró en Egipto (por el camino, ya había
conquistado Malta) y aunque perdió el control del Mediterráneo (batalla naval
del Nilo) se hizo con Siria. Y de paso, envió a París todo lo que pudo: lo
mejor de las obras que engalanaban las iglesias de Gante, Bruselas, Brujas y
Amberes, expolio extendido luego a las catedrales alemanas de la zona del Rhin
y después a la iglesia Pitti y a los Uffizi, de Florencia, llevándose lo mejor
de Venecia y del Vaticano, así como de Egipto y Siria.
[15] Moneda oficial
inglesa entre 1663 y 1817; de oro. Aunque desaparecida físicamente desde la
entrada en valor de la libra (1817, pound sterling; 20 chelines), hasta 1971 se
mantuvo como referencia: 1 libra y 1 chelín
[16] En 1832,
la empresa editorial de Karl Baedeker adquirió la editorial de Franz Friedrich
Röhling, en Koblenz, que en 1828 había publicado ‘Manual para viajeros en
movimiento’ del profesor Oyvind Vorland. Este libro proporcionó las
semillas para las propias guías de viaje de Baedeker, que contenía mapas e información
sobre rutas, ciudades y alojamientos; y descripciones de edificios, lugares de
interés, atracciones y museos notables, escritas por especialistas. Fue tal su
importancia y trascendencia que su nombre se utiliza para referirse a las guías
de viaje en general.
[17] Christian
August Fischer (1771-1829), escritor alemán y viajero. Desarrolló sus obras
literarias bajo el pseudónimo Felix von Fröhlichsheim (juego de palabras entre
Fexix y Fröhlichsheim que significa "Patria de la felicidad") y
Christian Althing. Fischer documentó un viaje que hizo desde Ámsterdam a Madrid
y Cádiz en los años 1797 y 1798. Dedicó igualmente una de sus obras
monográficas a un viaje realizado por Valencia. Muchas de sus obras de viajes
son tenidas en cuenta por los estudiosos de las costumbres españolas de finales
del siglo XVIII.
[18] https://jdiaz474.wordpress.com/2011/09/29/a-proposito-del-tal-fischer/
y https://jdiaz474.wordpress.com/2011/09/24/del-turismo-ante-el-dia-mundial-del-turismo%e2%80%a6-y-las-cosas-de-benidorm/
[19] En
referencia a cargar con una culpa que no corresponde o perder la reputación y
ser despreciado por algún oprobio. Obviemos lo de los pecados y el posterior
factor Inquisición y la prensa símbolo de infamia.
[20] George
Gordon Byron (1788- 1824), sexto barón de Byron, conocido como Lord Byron. Poeta
del romanticismo británico, antecedente de la figura del poeta maldito. Debido
a su talento poético, su personalidad, su atractivo físico y su vida de
escándalos, fue una celebridad de su época. En 1809 realizó su Grand Tour, pero
con el itinerario habitual alterado por la guerra entre Inglaterra y Francia,
en vez de atravesar Holanda, Alemania y Suiza hasta llegar a Italia optó por
hacer su viaje por Portugal, España, Malta, Turquía y Grecia. Llegó a Sevilla
en julio de 1909; España estaba en guerra contra la Francia de Napoleón y Sevilla
era la sede del Gobierno español con la Junta Central establecida en los Reales
Alcázares. Byron abandonó Sevilla el 28 de julio camino de Cádiz. Pasó por
Alcalá de Guadaíra, Utrera y Jerez. En El Puerto de Santa María vio una corrida
de toros y en Cádiz –que le pareció la ciudad ‘más bonita y limpia de Europa’–
compartió una noche de ópera en el palco de una hermosa joven, hija de un
almirante, de la que algunos investigadores aseguran pudo inspirarle el poema
‘The Girl of Cadiz’. En 1816 hizo un viaje a Suiza y estuvo viviendo algún
tiempo junto a Percy y Mary Shelley y su médico personal John William Polidori
(Byron fue muy propenso a las enfermedades y depresiones). En una tormentosa
noche de verano de 1816 se reunieron los cuatro en la Villa Diodati, alquilada
por Byron, y decidieron escribir relatos de terror dignos de aquella noche
lúgubre. Inspirados ambos en la personalidad de Byron, Mary Shelley escribió Frankenstein
y Polidori El Vampiro. 1816 fue el año sin verano.
La evidencia sugiere que la anomalía fue causada por la combinación de una
histórica caída en la actividad solar con un invierno volcánico provocado por
una serie de importantes erupciones como la del volcán Mayon en Filipinas (1814)
y coronadas por la erupción del monte Tambora en abril de 1815, en las Indias
Orientales Neerlandesas (hoy Indonesia), la erupción más grande conocida en
1300 años.
[21]
Comerciante y gobernador del enclave canadiense de Red River, de la Compañía de
la Bahía del Hudson, publicó dos libros sobre sendas visitas a España. Su
condición de canadiense le permitió viajar por territorios en ocasiones vedados
a los británicos.
[22] August
Friedrich Ferdinand von Kotzebue (1761-1819); dramaturgo, periodista e historiador
alemán, sobrino del escritor Johann Karl August Musäus y padre del explorador
Otto von Kotzebue. Muy influyente en la popularización del drama poético, en el
que inculcó el sensacionalismo melodramático y el filosofar sentimental. Hizo
de España uno de los principales temas de su periodismo antinapoleónico y llevó
la Guerra de la Independencia a media docena de obras teatrales.
[23] La fosa de
las Marianas es una depresión del fondo marino que se encuentra en el océano
Pacífico occidental, a unos 200 km al este de las islas Marianas. Es el área
más profunda de los océanos de la Tierra. Tiene forma de media luna y mide unos
2550 km de largo por unos 69 km de ancho. La máxima profundidad de la fosa de
las Marianas es de 10.994 metros en el extremo sur de un pequeño valle en su
fondo, conocido como Abismo de Challenger. Sin embargo, algunas mediciones
llevan su punto más profundo hasta los 11.034 metros. En comparación, si el Everest,
reposara sobre este punto, su cima estaría todavía a más de dos mil metros bajo
el agua. En el fondo de la fosa la columna de agua ejerce una presión de 1086
bar (15 750 psi), más de mil veces la presión atmosférica normal al nivel del
mar.
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