Por edad, yo viví una época en la que lo de los quintos[1]
venía a ser una fiesta. Ibas al Ayuntamiento, te tallaban; al año siguiente te
sorteaban en la Caja de Reclutas… Pero no siempre fue así.
Y es que las relaciones entre los españoles y la milicia han
sido siempre bastante problemáticas, a pesar del belicoso pasado que
arrastramos. Nos cuesta arrancar. Y luego, cuando estamos en el lío, nos salen
de golpe el Viriato, el don Pelayo y el Gran Capitán… o el Vellido Dolfos… que
todos llevamos dentro.
Si no es por no ir; si hay que ir se va, pero ir pa ná…
En España, ya saben, o eres de un bando o de otro: del Real
Madrid o del Barça, de cerveza o de vino, fachas o progres (que en el XIX
íbamos de liberales 0 serviles absolutistas)... No tenemos remedio. Somos
banderizos: siempre hay, al menos, dos bandos. Y, por ende, dos Españas
Por haber, hay quien sostiene que, en esto de la guerra, lo
del militarismo y antimilitarismo -dos bandos- es ‘moderno’. Dicen que esto se
debe, entre otras cosas, a que desde la Guerra del francés (1808-1812) -que por
hacer patria hemos llamado de ‘la Independencia’- no nos ha invadido nadie;
vamos que no hemos tenido que pelear contra nadie (de fuera) y no hemos forjado
esa identidad. Eso sí, desde entonces nos hemos dedicado a pegarnos entre
nosotros mismos; que para eso somos únicos.
Y, claro está, le endilgan la culpa de este rencor al servicio
militar obligatorio[2].
De siempre, cuando alguien te ataca en lo tuyo te sale de
dentro la conciencia de unidad, consustancial con el terruño y tus vecinos,
que, a fin de cuentas, es la patria[3];
y lo que te sale de dentro se suele llamar patriotismo[4].
El patriotismo no es una noción teórica; es un sentimiento que
se tiene o no se tiene. Claro que, para tenerlo, hay que inculcarlo, cultivarlo
y sostenerlo con mimo. El sentimiento es el hecho o efecto de sentir o
sentirse; es una emoción.
Imaginario actual: Ucrania.
Ahora mismo, la dualidad -los dos bandos- está entre los que
consideran que se ha de apoyar militarmente (envío de armas al menos) a Ucrania
y los que ya van servidos con lo de enviarles chalecos y agua embotellada, más
en sintonía con el agresor y quien manda en Rusia.
No sé si recuerdan (la fecha seguro que no) que desde el 30
de mayo de 1982 España está en la OTAN. Desde mediados de 1978 fue el tema
de contraposición de las dos España. Por si tampoco recuerda, les cuento que
hasta hubo un referéndum[5]
-una vez dentro de la OTAN; que para eso somos españoles- para que el pueblo
español se pronunciara sobre el paso a dar (ya dado) y que tenía de cartel
publicitario “OTAN: de entrada, no” que semánticamente se las trae. Y,
luego, la anécdota-chascarrillo del reportero y la señora: “a la OTAN, no;
¿y a la NATO? A la NATO, sí, claro”. ¡País!
España, habrá que recordar, estaba vinculada a la OTAN desde
1953 (con lo de las bases americanas) y ahí estábamos, como queriendo entrar.
En 1975, con Franco más p’allá que p’acá, nos dijeron que no nos
admitían, pero fue entrar Tejero pistola en mano en el Congreso (1981)[6]
y abrírsenos las puertas de par en par; estaba la UCD en el poder y Leopoldo
Calvo Sotelo de presidente. Pero, en seguida cambian las tornas; llegó el PSOE
al poder y Felipe González se puso a lidiar el morlaco de estar en la OTAN ante
una militancia socialista que se venía manifestado en Rota y Torrejón -hasta en
Guardamar, que solo había y hay una antena- contra los yanquis y sus bases, que
estaban para la OTAN. Aquí, en la vieja piel de toro, siempre OTAN y bases de
utilización conjunta eran lo mismo. Y va FG y suelta aquello de que “por
respeto a la opinión pública”[7]
hay que saber lo que piensan los españoles. Y lo supimos.
El objetivo español de aquellos días mediados los ochenta era
estar en el “Mercado Común Europeo” (la CEE, hoy UE). Y como el 12 de junio de
1985 lo habíamos conseguido, entonces la cosa estaba en como seguir en la OTAN
-que tenía como enemigo a la URSS- y no romper con siglo y tres cuartos de
antibelicismo/antimilitarismo.
En el seno del PSOE sufrían un sarpullido doloroso e irritante
por lo de la estructura militar de la OTAN. Y, al mismo tiempo, el Gobierno
estaba en la necesidad de seguir en la OTAN. Uf; salió un Sí. Felipe había
anunciado que dimitiría[8]
si salía el No; y el ministro Morán (aquel de “Sr. Morán, suba a la primera
planta; Sr. Morán, bájese del ficus”), que lo era de Exteriores, escéptico a la
OTAN, dimitió el 6 de julio de 1985[9].
Que la cosa estaba dura. El cantante Lluís Llach[10]
demandó a González por incumplimiento de promesas electorales. El juez no le
dio la razón porque no había legislación aplicable, pero reconoció la necesidad
de los ciudadanos de controlar las promesas electorales e hizo una excepción al
no condenar a Llach al pago de las costas del proceso[11].
Aquí, en la vieja piel de toro, en muchos ambientes, OTAN era igual a yankis y, tópico, yanques go home. Es que lo de los americanos y las bases, pasado el momento de la leche en polvo[12], dividía a la opinión pública. Según el Instituto de Opinión Pública[13] (IOP), los españoles ya por 1969 no estábamos por la labor: 31% a favor y 40% en contra. Me acabo de enterar. En 1974 la cosa estaba en 16-48… y en mi ambiente tengo dos amigas casadas con (hoy) exmilitares USA entonces en Torrejón y Rota. En la universidad ya me caí de un guindo, al que nunca subo; aunque sigo sin entenderlo. A mí me caen mal otros; pero esto no va de mí.
Estando ya en la OTAN (recuerden: 30 de mayo de 1982) no
parecía pertinente continuar oficialmente con la preguntita de marras y el IOP
la cambió en 1986 por un ¿quién nos gusta más, EE.UU. o la URSS? Y nos
decantamos por los yankis 40-13. Menos mal. Eso sí, el número de tibios o
indecisos en España siempre ha sido amplio; que es otro factor patrio al nivel
de equiparar siempre la OTAN con los EE.UU.; que, insisto, esa es otra. Las
encuestas de los años ochenta llegaron a preguntar si Alianza Atlántica y OTAN
eran lo mismo… y un 42% de españolitos de a pie no lo sabía.
¡País!
Y ya que estoy echando la vista atrás en esto de las raíces antimilitaristas
del ADÑ me voy a ir hasta 1808; de cuando la última vez que nos
invadieron. Porque lo de los maquis eran españoles y esa es otra efímera
historia[14].
En 1808 no se me crean ustedes que, con los gabachos por aquí
y los mamelucos[15]
cargando, a la llamada de los alcaldes de Móstoles[16]
a tomar las armas contra el invasor fuimos a la carrera. No. Sólo cuando hubo
que dar el callo, los voluntarios se dejaron sentir. Pero con parsimonia. Los
de Móstoles firmaron aquello de “… somos españoles y es necesario que
muramos por el rey y por la patria, armándonos contra unos pérfidos... … no hay
fuerza que prevalezca contra quien es leal y valiente, como los españoles lo
son”. Leales y valientes se nos supone; pero lo de morir por el rey o por quien
sea… ¡llegado el caso!
En fin, que, a partir de ahí, en guerra, se reclutó a españoles de todo rango, incluso nobles, hidalgos y clérigos (excepto sacerdotes) de entre 16 y 40 años para el servicio de armas. Hubo quien se libró, porque el librarse de la recluta estaba reconocido previamente. Lo que sí hizo la recluta de 1800 fue reducir las posibilidades de hacerlo. En las Cortes de Cádiz la redención en metálico[17] se estableció en 15.000 reales[18], con lo que pagaban el pato las clases más desfavorecidas. Así que, por mucho patriotismo que hubiera, el sentimiento contra la recluta, al menos, iba prendiendo.
Y los estallidos sociales ante el desbarajuste familiar y
social que provocaba ser llamado a filas -y palmarla o volver tullido- eran
diarios y por toda aquella España de la primera mitad del XIX; hasta bien
entrado el siglo XX. El hecho de ser llamado a filas ya fuese en periodos de
paz o de guerra, suponía un enorme contratiempo para el mozo y su entorno. El
servicio militar no sólo exponía al afectado a probables riesgos físicos, sino
que dejaba a la mayor parte de las familias en una situación muy precaria. La
ausencia por tres o cuatro largos años, de aquellos que estaban en la mejor
disposición de aportar ingresos a las pobres economías domésticas, provocaba el
rechazo mayoritario de la población al reclutamiento.
No olvidemos que a los líos domésticos en la vieja piel de
toro uníamos los de ultramar, con lo que voluntarios para completar las
plantillas de todas las unidades militares no se conseguían todos los días. Así
que, tocaba llamar a filas; y siempre les tocaba a los mismos. Y, a todo esto,
los catalanes no estaban obligados a recluta del Ejército hasta el cupo de la
quinta de 1845… y se armó.
lo de la abolición de las quintas era el pan nuestro de los
políticos desde 1833. Con ahínco lo defendió el primer marqués de Molins,
Mariano Roca de Togores, en marzo de 1849, advirtiendo que un Ejército sólo con
recluta de pobres podría llegar a crear una situación que revirtiera el orden
establecido. Nadie le hizo caso al paisano.
Bueno, mañana más. Llegados a mitad del XIX, seguiremos echaremos
la vista atrás para saber por qué; pero ya más cercanos en el tiempo.
[1] En España, se llamaba quintos a los jóvenes que al
cumplir la mayoría de edad se iban a hacer el servicio militar obligatorio.
El cupo de la quinta arranca con la contribución
de sangre u obligación de servicio militar que Juan II de Castilla
(1406-1454) impuso durante su reinado, según la cual uno de cada cinco
varones debía servir en el ejército. Felipe V (1705) dispuso de un ejército
permanente mediante el sistema francés de las quintas que
consistía en reclutar mediante sorteo a uno de cada cinco jóvenes en edad
militar. En aquel entonces el servicio militar duraba 15 años, el soldado había
de tener entre 18 y 40 años, ser católico apostólico
romano y medir al menos 1,40 metros. Quedaban excluidos mulatos, gitanos,
verdugos y carniceros, según reza en las Reales Ordenanzas que estableció su
hijo ya siendo rey Don Carlos III. Las Cortes de Cádiz (1812) permutaron lo de
"servir al rey" por "servir a la nación" y entendiendo el
Servicio Militar Obligatorio como un deber constitucional. Las Quintas pasan
a ser consideradas como el conjunto de mozos nacidos el mismo año que
reemplazan a los que finalizan su servicio. Hasta 1878 el servicio militar
fue voluntario en Cataluña, Pais Vasco y Navarra; ese año, la I República
(1873-74) abolió la obligatoriedad y optó por el voluntariado, estableciendo la
edad militar entre 18 a 30 años. Dispuso una ley de movilización de reservistas
para caso de guerra. La Constitución de 1876 retomó la obligatoriedad y
estableció en 4 años el servicio activo y en otros 4 en la reserva. Creó unas
exenciones que permitieron a las clases adineradas librarse del servicio
militar mediante el pago de cuotas o mediante un sustituto. Consecuencia de la
participación en guerras y que las clases más desfavorecidas integraran el
Ejército fueron varios episodios de la Historia de España, como los sucesos de
Barcelona (Julio de 1909; la Semana Trágica) protestando por el embarque de
tropas de reemplazo para la ‘Guerra de África’. En 1912 se parcheó esta medida
a través del soldado de cuota: servicio militar obligatorio con
reducción de tiempo en finas mediante un pago. Por ley, el 8 de Agosto de 1940
se estableció un servicio militar sin distinción en la que los mozos de 19 años
quedaban afiliados en su ayuntamiento, al año siguiente pasaban a la Caja de
Reclutas de su provincia para ser sorteados, estableciéndose un periodo activo
de 2 años. Contemplaba exenciones a quien demostrara ser el sustento de su
familia (hijos de viuda, padres de familia) y para los estudiantes, mediante
prórrogas hasta los 27 años. Se establecieron Milicias Universitarias y escalas
de Complemento. En 1968 se estableció el servicio activo en 16 meses para los
soldados obligatorios y en 20 meses para los voluntarios: una vez licenciado se
pasaba a la reserva hasta cumplir los 49 años. En los años 70 comenzaron los
casos de objeción de conciencia (muchas terminaron encarcelados). En 1984 se
estableció el Servicio Civil Sustitutorio de 2 años y pase a la reserva hasta
cumplir los 34 años. En 1991 se estableció el periodo activo en 9 meses y el
pase a la reserva hasta cumplir los 30 años. En 1997 se dio la paradoja de la
cifra de insumisos y objetores superaba a la de recluta y el 18 de Mayo de 1999
el gobierno de Partido Popular decretó la suspensión -que no la
anulación- del Servicio Militar Obligatorio y de la Prestación Social
Sustitutoria.
[2] Con la llegada de los borbones y la necesidad de
soldados para el Ejército, en el ámbito de la Guerra de sucesión española
(1701-1715), se asentaron en España las bases del reclutamiento. Tras la
finalización del conflicto, la falta de tropas se hizo constante para atender
todos los frentes en que se posicionaba España, por lo que se optó por la
progresiva implantación de métodos de reclutamiento obligatorios, siempre de gran
impopularidad. Las levas de vagos y maleantes resultaban poco efectivas. Las
milicias provinciales adquirieron un carácter forzoso. El reclutamiento que
había sido empleado hasta entonces de forma muy limitada adquirió más
importancia ante las necesidades de un ejército permanente. Hubo excepciones
territoriales y fórmulas económicas de exención, que favorecían a los pudientes
en detrimento de los de las clases más desfavorecidas.
[3] Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que
se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. El
término latino patria fue rescatado por los humanistas renacentistas y de ellos
pasó al lenguaje común. Horacio (I aC) señalaba que “dulce y honorable es morir
por la patria”. En el concepto medieval, patria era sinónimo de comarca o de
aldea o pueblo natal; Ya en las Partidas (Alfonso X; siglo XIII) entre las
obligaciones está morir por la patria. En el mundo del Renacimiento, Sebastián
de Covarrubias (1611) define patria como ‘la tierra donde uno ha nacido’. Para
el humanista valenciano Juan Luis Vives la patria es “la familia, sus padres, sus prendas más queridas y su
mejor nombre donde se cultivan la justicia, la paz y la concordia”. A principios
del XVIII, la encarnación de sus leyes y privilegios privativos, y argumentaron
con claridad inusual que la patria debía ser amada por encima del rey y que
estaban dispuestos a morir en defensa de la misma, y de la de sus fueros. La
Ilustración le da a patria una significación política de enorme trascendencia:
“cuerpo de Estado donde, debajo de un gobierno civil, estamos unidos en las
mismas leyes”
[4] El patriotismo es un pensamiento que vincula a un
individuo con su Patria. Es el sentimiento que tiene un ser humano por la
tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados
valores, afectos, cultura e historia
[5] 12 de marzo de 1986. Participación del 59’2% con 16
millones de votos válidos y 1’1 de votos en blanco y casi 200.000 votos nulos.
Salió adelante con el 56’85% de los votos (9 millones), frente al 43’15% (6’9
millones). Muy contestado en Cataluña y País Vasco
[6] Intento fallido de golpe de Estado perpetrado el 23 de
febrero de 1981 por algunos mandos militares en España. Los hechos principales
sucedieron en las ciudades de Madrid y Valencia. En Madrid, a las 18:23 horas,
un numeroso grupo de guardias civiles a cuyo mando se encontraba el teniente
coronel Antonio Tejero asaltó el Palacio de las Cortes durante la votación para
la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo
Calvo-Sotelo, hasta entonces vicepresidente segundo del Gobierno y diputado de
la Unión de Centro Democrático (UCD). Los diputados y el Gobierno de España al
completo fueron secuestrados en su interior. La ciudad de Valencia fue ocupada
militarmente, en virtud del estado de excepción proclamado por el teniente
general Jaime Milans del Bosch, capitán general de la III región militar. Dos
mil hombres y cincuenta carros de combate fueron desplegados en las calles de
la ciudad. A la una de la madrugada del 24 de febrero, el rey Juan Carlos I,
vestido con uniforme de capitán general de los Ejércitos, se dirigió a la
nación por televisión para situarse en contra de los golpistas y defender la
Constitución española. Poco después, Milans dio la orden de regresar a sus
unidades a los contingentes militares que ocupaban Valencia. El secuestro del
Congreso terminó a mediodía del día 24.
[8] Andrés Prados, en Historia Crítica de la España
Contemporánea; Caligrama, 2019: pág. 213.
[10] Lluís Llach i Grande (Gerona, 7 de mayo de 1948) es un
músico y cantautor español de lengua catalana, que perteneció al grupo de Els
Setze Jutges y que puede considerarse como uno de los abanderados de la Nova
Cançó catalana. Su canción más popular y comprometida ha sido L'Estaca
compuesta en el año 1968. En noviembre de 1970, viajó a Cuba y participó en un
recital donde criticó la política de Franco. En 1971 se exilió en París,
regresando en 1974
[11] https://www.elperiodico.com/es/politica/20160312/treinta-anos-del-referendum-otan-espana-4964868
[12] Ayuda solicitada a UNICEF que atendió la Ayuda Social
Americana (ASA) enviando 300.000 toneladas de leche en polvo (1954-1968) con
los que producir 3 millones de litros de leche. Las distribuyó Cáritas.
[13] El Instituto de la Opinión Pública (IOP) fue el
organismo público español encargado de la realización de estudios de
investigación sociológica. Fue creado en 1963 y existió hasta 1977. Dependía
del Ministerio de Información y Turismo. Su sucesor fue el actual Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), adscrito al Ministerio de la Presidencia.
[14] La invasión del Valle de Arán (Operación Reconquista de
España) fue un intento de la Unión Nacional Española (UNE), promovida por el
Partido Comunista de España, de provocar en octubre de 1944 un levantamiento
popular contra la dictadura de Franco, mediante un ataque de un grupo de
guerrilleros españoles viejos colaboradores de la Resistencia francesa, sobre
el Valle de Arán. El gobierno franquista, previendo una invasión aliada desde
Francia, había previsto la defensa de la frontera franco-española, dirigida por
los generales José Moscardó y Juan Yagüe, contando con unos 50.000 hombres. El
resultado final fue un total fracaso de la operación, que duró menos de una semana;
no llegándose nunca a ocupar la capital del valle, Viella, y retirándose a
territorio francés los últimos guerrilleros el día 24 de octubre tras
enfrentamientos con la Guardia Civil.
[15] Guerreros de razas caucásicas y mongoloide y de origen
eslavo, circasiano y, principalmente, turco, islamizados e instruidos
militarmente que en el Ejército de Napoleón constituyeron un escuadrón adscrito
a los cazadores a caballo de la Guardia Imperial y sirvieron en Bélgica. Tras
la batalla de Austerlitz, se convirtieron en un regimiento. Entraron en España
en marzo de 1808, llegando a Madrid. Formaron parte de la escolta de honor del
Gran Duque de Berg, Joachim Murat, y fueron acuartelados en Carabanchel, donde intervinieron
durante el levantamiento del 2 de mayo
[16] El ordinario del Estado Noble, Andrés Torrejón,
y el ordinario del Estado General, Simón Hernández; que ambos dos lo
firmaron. Fueron detenidos por los hombres de Murat, condenados a pena capital.
Pagaron 30.000 ducados y se desentendieron del tema. Los aristócratas Esteban
Fernández de León y Juan Pérez de Villamil fueron los instigadores
[17] Figura legal por la que mediante el pago de una
determinada cantidad de dinero se podía evitar el cumplimiento del servicio
militar
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