Esto que leen, en realidad, comenzó como un artículo serio para ser publicado en un medio impreso colegial y serio. Pero poco a poco me fui calentando y, al final -un corte por aquí y un recorte por allá-, para insistir en lo de siempre: todos hablamos del turismo, incluso cuando nos ponemos en la piel del turista.
Y no es que aquí cuele cosas que no sean serias; pero son más informales y salen en bloque. Ni releo (y así salen como salen).
Ahora que 2022 va camino de entregar la cuchara[1]
es momento de balances y reflexiones de lo pasado y vivido. Aquí va la
provocada por la reacción a las 4ª dosis…
Rodolphe Christin es un sociólogo francés que en su Manual
del antiturismo (2019, antes del desastre de la pandemia) denunciaba la mundofagia
turística (vulgo: el turismo se come el mundo).
Christin la tiene tomada con el turismo, en este y otros
varios libros, artículos y entrevistas: “lo cercano produce insatisfacción y
lo lejano atrae”. Para él, no somos solidarios con el planeta Tierra ni con
los que en él vivimos.
Lo mismo, digo yo, es que tiene una visión tan cenital y
estratosférica de esto del turismo que no llega al detalle puntual de la
realidad y se pierde en su visión estroboscópica de la cuestión.
Este Rodolphe -que se llama como el añorado semoviente de
la unidad familiar, Rodolfo ‘Putoperro’; un can cañón, robacorazones y
pendenciero a nivel de epopeya- ve al individuo (al turista) como “un ser desarraigado,
nómada sin territorio, tecnológicamente conectado y afectivamente solo”[2].
No digo que no haya especímenes así, pero, aunque toda piedra hace pared; y en la
de Christin veo muchos desconchones.
Me distingue el galo entre turistas (quienes buscan la
diversión y el entretenimiento con filosofía consumista; ¡jopé!) y viajeros (quienes
descubren el planeta para descubrirse a sí mismos; ¡anda ya!). Vamos,
profundidad abisal.
Aquí, ante esto, echo de menos -y cada día añoro más el
ratito de conversación- a Roc Gregori y a José Miguel Iribas;
incluso a Manolo Ballestero -Dr. No; ‘vamos, no me jodas’- y a Miguel
Alberto Martínez Monge y su visceralidad. Y a Joseto Lozano… Le
hubieran dicho de todo a Rodolphe.
Cuando me aburro (ahora, hasta echo de menos aburrirme), llego
a hacer disquisiciones de este tipo; perro soy más agreste y montaraz que el
gabacho[3].
Escapar de la rutina o el hecho soñar con las vacaciones
es denostado por el sociólogo, quien nos anima a planificar el viaje y a
buscarle un objetivo real de descubrimiento interior. Yo, más primitivo, aspiro
sólo a completar mi ratio de felicidad desde que sueño con el viaje, mientras
lo planifico, lo disfruto y lo recuerdo (sin darle la tabarra a los amigotes
con las putas fotos; aunque ahora el martirio es permanente subiendo selfies,
aventuras y chorradas viajeras por las RRSS)… Cada persona es un mundo.
“El trayecto ya es viaje”, plantea Christin; “estoy
deseando llegar”, planteo yo siempre. Ya cogeré un taxi, el bus, un Uber o la
bicicleta al llegar al sitio y buscaré la plasmación de mis detalles
ecosostenibles, si es que los tengo. ¿Pero quién soy yo?
A veces se nos olvida que fue a mediados del siglo XIX
cuando empezó a moverse esto del turismo; cuando la aventura romántica dejó paso
al modelo industrial de turismo de los extranjeros (primero, y los nacionales
después) en danza por países y pueblos. El final del siglo XIX y el arranque
del XX fue una época de viajes, motivada -¡por el fin!- por el fin de la guerra
franco-prusiana (1870), el progreso económico, la extensión del vapor y su
aplicación al barco (1802) y al ferrocarril (1830) que ya estaba implantado sobre
las grandes rutas.
Ya entonces, sesudos intelectuales de la época comenzaron
a ponerle nombre a las cosas y determinaron, a través de la cuenta de
resultados siempre, que esto del turismo funcionaba.
Johann Angerer, secretario
de la Cámara de Comercio e Industria de Bolzano[4]
publicó en 1881 su reflexión “Los extranjeros en el sur del Tirol alemán”
poniendo las cifras en su lugar y destacando lo importante que ya era el
turismo para aquella tierruca.
Muy en la línea del pensamiento de entonces -repiénsenlo
y díganme si ahora no es lo mismo- resulta que, a un lugar concreto, el que
quieran, no le bastaba con ser bendecido por la naturaleza o tener determinados
reclamos; lo fundamental era -y es- conseguir con asiduidad personas que llegaran
a él, y disponer de personas que las atendieran. Y -para lo uno y para lo otro-
señalaron que era imprescindible mejorar la accesibilidad (el cómo llegar) y
crear un ambiente de hospitalidad (el dónde alojarlos y darles servicios).
Transportes, hoteles, restaurantes y atracciones se convirtieron en los cuatro
pilares de la industria y les colaron el concepto de ‘oferta turística’,
dándole el mayor protagonismo.
Tal vez entonces -Christin, a lo peor por ahí erramos el
tiro- hicimos pasar el capítulo recursos turísticos -lo de la bendición de la
naturaleza o los reclamos de todo tipo- a un segundo plano, porque eso ya lo
teníamos a nuestro favor y podíamos explotarlo a tope, y nos centramos en lo
segundo: en la oferta.
Aunque no en todos los lugares pasa, la excepción viene a
confirmar la regla y, al final, pagan justos por pecadores.
Muchos -son legión, ¡oiga!- como el sociólogo francés este
que les digo, por puro tic ideológico -más que por conciencia de futuro-
olvidan interesadamente como se produjo el comienzo del proceso.
Hay quienes sostienen que el turismo moderno comenzó en
Suiza (¡Vaya por Dios!, tan lejos del mar) cuando a los británicos -que nada
más tienen el Ben Nevis (1325 m; es Escocia, cerca de Port Williams) como
montaña gorda les dio por ir a escalar los picos principales de los Alpes de
Berna a principios del siglo XIX; nada más comenzar la segunda década del siglo
se piraban por ir al Jungfrau[5]
y al Finsteraarhorn[6]. En
1857 se funda el Club Alpino[7]
de Londres y el irse a Suiza era motor de vida para senderistas, montañistas y
enfermos de tuberculosis, con lo que entra en escena -perdona Christin- lo del Turismo
de Salud que puso a Davos[8]
en el mapa antes que los del Foro Económico Mundial.
¿Turismo de enfermos?... ¿Sabe Christin que los primeros
turistas en viaje organizado fueron unos borrachos arrepentidos del Salvation
Army de William Booth? Si es que poner a parir al turismo no debiera salir
gratis.
Vuelvo a Suiza. En 1883 el hotelero Eduard Guyerd-Freuler
describía el turismo en el artículo ‘Amitlicher Bericht ber das Sweizer Hotelwesen’ con motivo de la
exposición regional celebrada de Zúrich: “El turismo, en sentido moderno,
es un fenómeno de nuestro tiempo que se explica por la necesidad creciente de
descanso y de cambio de aires, por la aparición y desarrollo del gusto por la
belleza del paisaje, por la satisfacción y el bienestar que se obtienen de la
naturaleza virgen, pero, muy especialmente, por las crecientes relaciones
entre pueblos diferentes, por el aumento de empresas a que da lugar el
desarrollo del comercio, la industria y las profesiones y por el
perfeccionamiento de los medios de transporte”.
Este texto es de 1883…
Un año después, en 1884, con motivo de las Primeras
Jornadas del Turismo Alpino celebradas en Graz[9]
(Austria), el catedrático de la Universidad de Viena Josef Stradner
definió el turismo como “la industria de los viajes” señalando al
turista como “aquel que no persigue ningún propósito económico sino sólo
buscar la satisfacción de una necesidad de lujo”. Cosas de la época, lo
de ‘necesidad de lujo’, pero queda claro el motivo: por ocio.
Por aquellos días, donde hubiera una montaña había un
turista y se multiplicaron los estudios del fenómeno: el italiano Bodio (1899),
los austriacos Schullern von Schrattenhofen (1911), Stradner (1917) y Glíksmann
(1930), el italiano Angelo Mariotti (1931)… Y estalla la IIGM.
Y durante la misma me voy a Suiza, por aquello de la
neutralidad.
En Saint Gallen, donde está la famosa abadía benedictina
fundada en el 612, también hay universidad y en ella la Handels-Hoschule donde Walter
Hunziker[10] y Kurt
Krapf[11]
definieron en 1941 lo del turismo -y así seguimos-: "el conjunto de
las relaciones y los fenómenos producidos por el desplazamiento y permanencia
de personas fuera de su lugar de residencia, siempre que el desplazamiento o la
estancia no estén motivados por una actividad lucrativa“ (vulgo: el
turista va de vacaciones y se las paga; que otra cosa es ir a trabajar a un
sitio y salir de copas por la noche, o quedarse el fin de semana).
Este Hunziker es un tipo interesante. En 1963 fundó la
Organización Internacional de Turismo Social (OITS-ISTO); estaba fuertemente
interesado en lo que podría suponer desde que en 1951 publicara ‘El Turismo
Social’ y lo definiera como “el conjunto de relaciones y fenómenos que
resultan de la participación en el turismo de las clases más desfavorecidas”.
El Rodolphe no ha pillado copia de este libro.
Hunziker desarrolló un estudio sociológico de esta faceta
del turismo que conocía a la perfección desde que él mismo participara, en 1939,
poco antes del estallido de la II Guerra Mundial, en la fundación del REKA[12],
un fondo social que servía –y aún sirve– para facilitar las vacaciones en Suiza…
Desde la definición del 41 para acá, en estos 81 años, la
cosa ha cambiado mucho, pero el turismo ahí está.
Es ahora -que nos ha dado por diseccionarlo con escalpelo-
un complejo sistema socioeconómico transversal en el que se dan complejas
relaciones entre diversos componentes. No sólo hablamos de Geografía del Turismo,
sino que llegamos hasta la Economía del Turismo, ya a nivel de ciencia, como la
encargada de estudiar y analizar las relaciones económicas que surgen en la
producción, distribución y disfrute y consumo de productos y servicios
turísticos con el objetivo de “satisfacer las necesidades y deseos de los
turistas”. Ya metemos en la ecuación productos y servicios turísticos, recursos
y tecnologías, mercados emisores y receptores y la proyección de esta actividad
en el tiempo. Pero ahora también, ya que hemos metido el análisis e
interpretación del dato en todo el proceso, seguimos teniendo a la persona, al
individuo, al ser humano, como eje y columna vertebral de todo.
Un producto turístico se puede crear, pero si no hay
personas que lo atiendan y acudan a disfrutarlo, vamos de capa caída[13].
Ahora que, si funciona, aplíquenle la necesidad de promoción, mantenimiento y
mejoras en accesibilidad, conexión, hospitalidad y servicios...
Volviendo a definiciones, seguimos en centro Europa. En
Austria, Paul Bernecker, otro economista, insistía en 1956 que el
turismo “es la dedicación de recursos a la satisfacción de las
necesidades de cambiar transitoriamente de ciudad y de las que aparecen
inmediatamente después”. Bernecker pasa del turista y de lo que le
motiva y le coloca una pátina de marcado carácter económico, muy en la órbita que
su colega Ermann von Schullern zu Schrattenhoffen (que he dejado caer antes;
con lo que me ha costado escribirlo) que a punto de arrancar el siglo XX conceptualizaba
el turismo como “el conjunto de todos aquellos procesos, sobre todo
económicos, que ponen en marcha las llegadas, las estancias y las salidas de
turistas a y desde una determinada comunidad, región o estado”,
mientras que para él, “un turista es cualquier no residente, es
decir, cualquiera que, desde hace tiempo, no tiene su vivienda permanente en la
localidad considerada”.
Y ya, sólo para fastidiar (a Rodolfe), traigo a colación
a Zivadin Jovicic, un geógrafo -uno es gremial- yugoslavo, que venía exponiendo
desde mediado de los años sesenta su filosofada turística que, finalmente, dejó
por escrito en 1972: “el turismo, es un fenómeno único y ninguno de sus
componentes puede ser estudiado aisladamente, ya que para poder estudiar
aisladamente cualquier aspecto del fenómeno es indispensable conocer su
esencia, su naturaleza profunda, pues, de lo contrario, se corre el riesgo de
presentarlo desde un ángulo unilateral o desnaturalizado (cayendo en el
economicismo, el geografismo, el sociologismo, etc.).”
Conforme avanza Jovicic se ve que va camino de desbarrar;
hasta llegar a crear la Turismología[14]
(Turizmologja; de la que ya hemos dejado caer algo en otros posts anteriores,
sin entrar en detalles)
Luis Fernández Fuster, que
fue profesor de la Escuela Oficial de Turismo de Madrid desde su creación en
1963 hasta 1985, prolífico autor de libros, artículos y reflexiones señala que
el turismo "es, por un lado, el conjunto de turistas-viajeros, que
cada vez son más numerosos y, por el otro, los fenómenos y relaciones que esta
masa de viajeros produce a consecuencia de sus viajes”.
Me acabo de mercar la obra del historiador económico
Rafael Vallejo Pousada, 'Historia del turismo en España, 1928-1962', que voy a
intentar hojear antes del Argentina-Francia catarí…
Espero que Rodolfe vaya con Francia; es que, si no, ya no
se lo perdono. Allez les Blues…
[1] Acabar sus días. Pasarle la cuchara al compañero de
armas para que él si que pueda seguir comiendo y en la lucha. Arranca la frase de
tiempos de enfrentamientos con los jenízaros, tropa de élite otomana -reclutada
a partir de niños adoctrinados en la radicalidad y eficientemente entrenados
para la lucha y la guardia de autoridades; yeniçeri, las ‘nuevas tropas’- en
cuya prenda de cabeza, börk, llevaban una cuchara y una pluma de avestruz.
Conseguir una de aquellas cucharas significaba haber eliminado a un jenízaro y
cobrar una recompensa; pero en todo caso, el final de una vida.
[2] https://elasombrario.publico.es/rodolphe-christin-critica-sinrazon-turistica/#:~:text=Urge%20revertir%20la%20f%C3%B3rmula%20de%20Rimbaud%3A%20%E2%80%9CLa%20verdadera,n%C3%B3mada%20sin%20territorio%2C%20tecnol%C3%B3gicamente%20conectado%20y%20afectivamente%20solo%E2%80%9D.
[3] Despectivo, francés; (leo) desde 1530. Palabra occitana
que viene de ‘gabach’ (buche de ave). Se aplicaba a los afectados de bocio, una
enfermedad (tumefacción de la glándula tiroides) enquistada en el Medievo en las
montañas de la Occitania septentrional.
[4] Hoy ciudad italiana, fue tierra de todos y de nadie que
terminó en blasón de los Habsburgo en 1363. En 1805, Austria la tuvo que ceder
a Baviera, que en 1809 la traspasó al Reino de Italia después de la rebelión
tirolesa. A finales de 1813 es recuperada de nuevo por el Imperio austríaco que
la pierde en noviembre de 1918, cuando, tras la derrota austríaca en la Primera
Guerra Mundial fue unida a Italia junto con la actual provincia autónoma de
Bolzano. Cuando esto que les cuento (1881) era Imperio Austriaco.
[5] Jungfrau (la doncella) es el pico más alto (4.158 m)
del macizo montañoso del Jungfrau; otros dos picos son el Eiger
("Ogro") con su famosa cara norte y el Mönch ("Monje") con
una altura de 4.099 metros. El Jungfrau se levanta al norte del cantón del
Valais y al sur del cantón de Berna, en la zona del Oberland bernés, dominando
el valle de Grindelwald. En su momento
el acceso era difícil, pero en la actualidad existe un ferrocarril de
cremallera, el Jungfraubahn, que circula por el interior de la montaña hasta la
estación de Jungfraujoch a 3.454 m, la más alta de Europa. Desde allí aún se
puede subir en ascensor 118 m más hasta el centro de investigación y terraza panorámica
de Sphinx, el edificio construido a la mayor altitud del continente europeo (a
una altura de 3571 m sobre el nivel del mar). Es visitado por miles de turistas
que gozan de las perfectas vistas durante todo el año. El Jungfrau forma parte
del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco
"Jungfrau-Aletsch-Bietschhorn", que se formó el 13 de diciembre de
2001
[6] El Finsteraarhorn, de 4.260 msnm, es una cima de los
Alpes berneses, ubicada cerca de la frontera de los cantones suizos del Valais
y Berna. Es la cima más alta de los Alpes berneses y tercera en prominencia de
los Alpes después del Mont Blanc y el Grossglockner. Es la montaña más alta del
cantón de Berna. También es la cumbre más alta de los Alpes que queda fuera de
la cadena principal de los Alpes.
[7] El Alpine Club fue creado el 22 de diciembre de 1857
por un grupo de montañeros (salidos de las Public schools británicas) en el
Ashley's Hotel de Covent Garden en Londres, E. S. Kennedy presidió la sesión.
John Ball fue elegido el primer presidente y Kennedy vicepresidente: «El objeto
del Alpine Club es facilitar la asociación entre aquellos que poseen una
afinidad de gustos, y para permitir a sus miembros hacer preparativos para
encuentros en alguna localidad adecuada de manera que puedan en compañía
emprender cualquiera de las más difíciles excursiones de montaña, y dar a todos
una oportunidad de consultar los mapas y libros que se colocarán en las
habitaciones que se espera que con el tiempo posea el Club. Los miembros
ocasionalmente cenarán juntos a su propia costa, pero los fondos del Club
estarán disponibles cuando en ocasiones apropiadas el Club se vea favorecido
por la presencia de exploradores geográficos, o por otros invitados célebres.
[8] Ciudad suiza del cantón de los Grisones. En 1853 el
médico alemán Alexander Spengler constata que el microclima del valle es
propicio al tratamiento de la tuberculosis y otras enfermedades pulmonares. El
pueblo se transforma entonces en un balneario de cura con la construcción de
sanatorios, hoteles y pensiones. Esta transformación será impulsada igualmente
con la construcción del ferrocarril rético que unirá Davos con Landquart y que
entrará en servicio en 1889. Con el descubrimiento de medicamentos contra la
tuberculosis y otras enfermedades curadas con el clima alpino, las actividades
de los sanatorios fueron disminuyendo para dar paso al turismo a través de los
deportes de invierno y los congresos. Davos es reconocida por ser la sede del
Foro Económico Mundial, en el que se reúnen las élites sociales y económicas
del mundo.
[9] A orillas del río Mura al sureste de Austria.
[10] Walter Hunziker, director de la Schweizerischen
Fremdenverkehrsverbandes (SFV) y profesor de la Handels-Hoschule
[11] Kurt Krapf, alumno de Hunziker, fue Profesor de Turismo
en la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de la universidad de Berna , y
también fue Director del Instituto de Investigaciones Turísticas adscrito a la
misma Universidad. También fue Secretario General de la Asociación Internacional
de Expertos Científicos en Turismo (AIEST), Director de la Federación Suiza de
Turismo (Autoridad Semigubernamental y Federal de Turismo de Suiza), y formó
parte de la junta directiva de la Asociación Suiza de Hoteles y la Junta de
Swiss Travel Fund. Murió en un accidente de avión el 4 de septiembre de 1963 en un vuelo de Zúrich a Roma, con
destino a la Primera Conferencia de Turismo de las Naciones Unidas, donde iba a
ser Jefe de la delegación oficial suiza.
[12] El cheque Reka es un método de pago utilizado en Suiza
para vacaciones, ocio y viajes. Ha sido emitido y controlado por la Caisse
suisse de voyage desde 1939. En 2013, estos cheques fueron aceptados en más de
8.700 puntos de venta en los sectores de ocio y vacaciones. Su éxito (segunda
moneda más utilizada en Suiza) se debe a que los compradores pueden
beneficiarse de descuentos que van del 3% al 20% en los servicios ofrecidos por
los puntos de venta. En 1939, cuando los suizos comenzaron a obtener el derecho
a vacaciones, empleadores, sindicatos y círculos turísticos crearon el Swiss
Travel Fund para ayudar a los empleados a financiar sus vacaciones. Este fondo,
desde su creación, puso en circulación el cheque Reka, que es una moneda de
descuento que solo se puede utilizar para pagar vacaciones o actividades de
ocio.
[13] Esta singular expresión española no tiene nada que ver
con la prende de abrigo; vienes al cap, a la cabeza; estar abatido. La capa,
pieza de tela, por la fuerza de la gravedad, siempre está “caída”.
[14] Ciencia
social que se centra en el estudio del turismo desde el punto de vista social,
económico y espacial, ocupándose del fenómeno en su totalidad; el estudio del
fenómeno turístico en cuanto a hecho social.
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