En mi anterior post entré en el mundo de Roma con Catilina y
Cicerón a cuenta de historias sin parecido con el felón; y mencioné, de
soslayo, a Julio César. Dejé caer que -a Cayo Julio César- le molaba lo de ser
un dictador, pero no sé si quedó claro. De ahí que, ahora insisto.
Y hoy insisto, en Cayo Julio César, porque constato que hasta
cae bien a muchos -a mí, nunca- y se le tiene en demasiada alta estima:
deificado por Octaviano y magnificado por un Plutarco -que lo comparó con el
mismísimo Alejandro Magno-, William Shakespeare hizo obra del magnicidio
(aunque el protagonista fuera Bruto y todo se jugara a tres bandas entre el
honor, el patriotismo y la amistad); es un filón literario y siguen apareciendo
libros -Santiago Posteguillo se hizo muy ameno nada más pasar la pandemia con “Roma
soy yo” (2022)- quedando inmortalizado también en el cine donde se le ha
creado un aura especial en innumerables películas (arrancando con ‘Cleopatra’
en 1934 y llegándonos hasta 2002 en que Jeremy Sisto -el Jubal de la serie FBI-
comparte pantalla con históricos como Richard Harris y Christopher Walken) que
terminan por hacernos, al personaje, más afín -como más de andar por casa- y
conviene sacar a pasear la realidad del mismo no sea que, con la que está
cayendo en esta Hispania nostra (islas adyacentes y plazas de soberanía)
me salga alguno a magnificarlo aún más y a tomarlo como modelo.
Como no hay mucha gente de leer (triste, pero entre las
últimas generaciones no más de 145 palabras) y por lo general el país es más de
ver (ahí está la vieja del visillo), recomiendo encarecidamente dejarse los
ojos en el documental de la BBC Julius Caesar: The making of the dictator
(2023) que es la historia de cómo Julio César -¡atención!- desmantela cinco
siglos de democracia romana en tan sólo 16 años de mangoneo y asesinatos, y que
Movistar+ ha dulcificado como Julio César: El ascenso del Imperio romano,
borrando lo de “la creación de un dictador” porque César, Julio, es una
figura que de cara a la galería cae bien. Y no estamos para que le salgan
émulos e imitadores.
‘La ambición convertida en tiranía’ sería una buena definición
para presentar a neófitos el personaje; y el documental tiene las mejores
referencias a la hora de confeccionar la investigación. Y son tres episodios de
nada.
Dicho esto, a lo que voy hoy.
Por ello, comenzando por el título del post: he colocado la
palabra “cesarismo” en el título; deriva de César y la traigo a colación porque
define los hiperliderazgos en política y se refiere a la fase en que el poder
público se concentra en una sala persona y viene en recuerdo de este Cayo Julio
César. Abundan ahora estos personajes en este mundo conectado y envenenado por
la crispación; y el término arranca en los escritos de dos tipos, digamos,
singulares: Pierre Joseph Proudhon, el padre del anarquismo, y Karl Marx, el
padre del marxismo. A ellos debemos el análisis e interpretación, con lo que…
podemos concluir que el cesarismo es una forma de tiranía.
Y, así las cosas, casi 2.000 años después de su muerte, Cayo
Julio César sigue siendo el arquetipo de audaz líder de poder absoluto; sí, pero
un líder monstruoso.
Por cierto: nunca recibió el título de emperador. El Senado
romano solo le nombró dictador y dictador perpetuo. Por ello, señores de
Movistar+, el título del documental de la BBC está fetén.
Nació un 12 o 13 de julio del año 100 aC -o del año 102-, en
una época en que Roma estaba gobernada por familias aristocráticas desde el
Senado[1];
creció bajo la influencia materna -Aurelia Cota[2]-
que le infundió como premisa fundamental que su papel en la vida era honrar a
la familia Julia, la suya. Murió, esa fecha sí la tenemos clara, un 15 de marzo
del año 44 aC, asesinado.
Posiblemente sea Cayo Julio César uno de los gobernantes de la
Antigüedad clásica más célebres de toda la Historia de la Humanidad; lo que no
quita que fuera un mafioso de tomo y lomo.
Su nombre es ya una señal de notoriedad. La Tria nomina romana
-praenomen, nomen y cognomen- refería un nombre propio y dos hereditarios a
cada ciudadano patricio romano. Los que no eran patricios con dos iban
arreglados.
El praenomen era como nuestro nombre de pila; el nomen salía
del clan y el cognomen de una particularidad, por lo general física, del hombre
que inició la rama familiar del clan y que ya les ligaba a todos. Así la tria
nomina de Gaius Julius Caesar es Cayo, de la gens Julii (Julia) que tuvo
un antepasado de larga cabellera: caesaries (melena), lo que dio lugar a César.
Y en nuestro personaje, esto de César -melenudo-, sostienen por ahí, chirriaba
por su calvicie. Vanidoso y autorizado por el Senado, podía lucir la corona de
laurel de las victorias siempre que quisiera y así disimular la calvicie.
Y como patricio o elevado en el cursus honorum[3]
podías llevar añadidos incluso un cognomen exvirtue (por hazañas) y hasta un
agnomen, otorgado tras una hazaña. Para esta singularidad tenemos el ejemplo de
Publius Cornelius Scipio Africanus, Publio Conelio Escipión (el primer
antepasado se apoyaba en un batón) “el africano”, por su campaña del 203 aC que
consiguió el dominio sobre Cartago y la paz en la II Guerra Púnica.
Y, volviendo al personaje, digamos que Cayo Julio César, demostró
ser un hábil y aguerrido militar –ya en su primera acción ganó una corona
civilis[4]-,
buen estratega, que como político estuvo a punto de convertirse en el primer
emperador de la República; pero se quedó en dictador. El temor entre los propios
senadores de que alcanzara el poder absoluto puso en marcha una conspiración
que acabó con su vida a manos, al menos, de Marco Junio Bruto y Cayo Casio
Longinos; porque 23 puñaladas son un montón.
Tras el magnicidio, el testigo del poder de César lo recibió
su sobrino-nieto Octavio, que con el tiempo se convertiría, este sí, en el
primer emperador, Augusto.
Como él mismo, Cayo Julio César, se escribía los panegíricos
propagandísticos de sus batallas[5]
y dirigía cartas al Senado, tenemos múltiples ejemplos de su proceder diario en
campaña o en torno a la vida. Por otros sabemos de sus andanzas -buenas, malas,
peores y terroríficas- o de su romance con la reina egipcia Cleopatra. En
realidad, tenemos miles de episodios que alimentaron su leyenda, así como abundantes
aspectos controvertidos de su vida, pero esto no es Sálvame.
Lo que sí tenemos muy clara es su tremebunda ambición de
poder: cuando César se convirtió en dictador perpetuo muchos senadores temieron
la restauración de la pretérita monarquía fundacional, y por ahí no pasaban.
César, desde el principio, abrazó la ideología populare
de Roma que se vendía como la que democratización del gobierno y la que conseguía
más derechos para la plebe[6];
pero ansiaba el poder con el que oponerse a los optimate -la oligarquía
aristocrática dominante- que se pasaban todo el tiempo reclamando su superioridad
y el peso de la tradición labrada a través de una historia de victorias.
Para darle morbillo a este post y sin faltar nada a la verdad,
Cayo Julio César, que a pesar de su linaje[7]
no estaba -ya desde tiempos de su padre- en posición relevante -antes del 76
a.C. César era un apellido como cualquier otro apellido patricio romano-, se
inició en la vida pública en el sacerdocio romano (año 73 aC) cuando consiguió,
a la muerte de un primo de su madre -Cayo Aurelio Cota-, ser nombrado flamen dialis[8]
y conforme a la norma y nuevo rango obtuvo privilegios; hasta se casó con una
patricia, Cornelia, hija de un miembro influyente de los populare, Lucio
Cornelio Cinna.
Cuando el optimate Sila (Lucio Cornelio Sila Félix) se
autoproclamó dictador (81 y 80 aC) y purgó a los populare, César no tuvo
más remedio que exiliarse. Salió de Roma, perdió su cargo y la dote de su
esposa. Entonces, sin medios, se unió al Ejército y fue encuadrado como cuestor
-magistrado financiero- del gobernador de la Hispania Ulterior, Lucio Fufidio.
Volvió a Roma cuando las condiciones fueron más favorables -a la muerte de Sila-
y pasó a desempeñar diversos cargos legales y civiles. Como abogado (orador) no
se le dio nada mal, pero él quería más.
Buscando mejorar en oratoria, retórica y filosofía se embarcó
en la aventura -un máster, diríamos hoy- de ir a Rodas (74 aC, según Seutonio;
Plutarco lo refiere en otro momento). A punto de alcanzar la isla fue
secuestrado por piratas y llevado a la isla de Farmakonisi[9].
Pidieron rescate por él. Aquí ya tiene un episodio novelesco que cuenta que se enfadó
al saber la poca cantidad en talentos de plata que reclamaban por él los
piratas, subió la cifra al doble y prometió que en ser liberado iría a por
ellos. Y así fue. Sabemos que Marco
Junco, gobernador de la provincia de Asia Menor pagó el rescate y nada más
estar en libertad, en Mileto, Cayo Julio César organizó una flotilla
mercenaria, asaltó el refugio de los piratas, se hizo con el botín que tenían
de los rescates cobrados y ordenó degollarlos. Vamos, que por el 74 aC el tal
Cayo Julio César ya debía ser un personaje importante -porque si no, a buenas
horas iba el gobernador de una provincia a pagar por su rescate- y vengativo.
De vuelta a Roma, fue elegido tribuno militar y a la muerte de
su esposa Cornelia casó con Pompeya, nieta de Sila, lo que le aupó entre la
clase dirigente; y trabó amistad con Marco Licinio Craso, el hombre más rico de
Roma, que financió su carrera: edil[10]
(65 aC), Pontifex maximus[11]
(63 aC), pretor[12]
(62 aC) y propetor[13]
de Hispania (61 aC), tras divorciarse de Pompeya por una infidelidad nada
clara, pero ahí estaba su madre, Aurelia Cota.
Por cierto, como contábamos en el último Post, la conspiración
de Catilina se produjo entre los años 65 y 63 aC… que ahí lo dejo, con un Cayo
Julio César entre edil y Pontifex maximus…
En Hispania demostró su liderazgo y consiguió estabilidad para
la provincia. Volvió a Roma en el 60 aC con honores y se unió a Cneo Pompeyo
Magno y Marco Licinio Craso logrando el poder (60-53 aC) -en lo que se ha dado
en llamar desde el siglo XIX Primer Triunvirato-, casó con Calpurnia (59 aC) y
a su vez, casó a su hija Julia (habida de su primera esposa, Cornelia) con el
mismísimo Pompeyo... Y los tres gobernaron e hicieron negocios en Roma. En fin,
las ideas y los métodos de César con el dinero de Craso y los soldados de
Pompeyo… que todo hay que contarlo.
En la primavera del año 58 aC, harto de compartir el poder y
parte en busca de gloria y dinero. Se arrancó en una campaña contra los helvecios[14]
a los que masacró en Bibracte (29 de junio del 58 aC) y ya de paso, y sin
permiso del Senado, inició la Guerra de las Galias que le llevó hasta la
victoria final, el año 52 aC. sobre Vencingétorix[15],
gracias a la superioridad logística, estratégica y armamentística del ejército
romano. No fue un paseo militar, pero al final Cayo Julio César había extendido
las fronteras de la República romana hasta Europa central por el Este y
noreste, y había saltado hasta Britania. Además, se había convertido en uno de
los hombres más ricos y poderosos del mundo hasta entonces conocido. El caso es
que, combinando velocidad y agresividad, César, con un ejército de 40.000
soldados, consiguió derrotar a una coalición que, se estima, superaba los 300.000
guerreros. Mucha agresividad para lograrlo.
El año 55 aC, por ejemplo, fue muy intenso. Las tribus
germánicas rebeldes cruzaron el Rin, la nueva frontera del Imperio romano.
Animado por tribus aliadas, como los ubios[16],
Cayo Julio César mandó construir un puente[17]
de madera sobre el profundo y caudaloso río, según él mismo en tan solo 10
días, y los enemigos, ante tal demostración de poderío, huyeron. Una razzia de
castigo y la zona quedó expedita. De regreso, desmanteló el puente que, se cree,
pudo ser construido bajo la dirección de Marco Vitruvio Polión[18].
Y sus legiones marcharon a la conquista de Britania, ese mismo año y el siguiente
(54 aC). Por precipitación en la planificación y desconocimiento de las
condiciones, perdió parte de su flota y a punto estuvo de quedar atrapado en
Britania, pero la suerte no le abandonó y pudo regresar al continente con la
mayor parte de su ejército. En el 53 aC. Cayo Julio César repitió la historia
en la frontera de Germania y cerca de donde construyó el primer puente
construyó un segundo puente[19]
e instaló en territorio galo, en defensa del puente, un fuerte y una torre de
cuatro pisos de altura con la finalidad de disuadir nuevas incursiones en
territorio galo por parte de los pueblos germánicos. Y funcionó.
Derrotado Vercingétorix (52 aC) aún hubo de emplearse a fondo
Cay0 Julio César en sofocar rebeliones en los años 51 aC y 50 aC, quedando, a
partir de entonces, el territorio pacificado. Conociendo la situación favorable
en las Galias, Pompeyo Magno insta al Senado a reclamar la vuelta a Roma de
César, pero Marco Antonio el triunviro impide que la votación se hiciera
efectiva.
Y mientras Cayo Julio César conseguía gloria, fama y dinero,
en Roma, muertos Craso y su hija Julia, en un parto, Pompeyo se hizo con el
poder y celoso de la fama, gloria y riquezas acumuladas por César, volvió a las
andadas e hizo que el Senado reclamara (finales del año 48 aC) el regreso del
conquistador de las Galias. Lo que escondía esta segunda requisitoria que sí se
hizo efectiva era la pretensión de que una vez en Roma sería procesado por sus acciones y desmanes de cuando fue
pretor (62 aC).
Sabedor del juicio que le esperaba, inmensamente rico y
triunfador decidió declarar la guerra a Roma, lo que implicaba una nueva guerra
civil, y cruzó, en la madrugada del 11 de enero del 49 aC, el pequeño río
Rubicón[20]
al frente de sus legiones y marcharon los 240 kilómetros que le separaban de Roma.
Es aquí cuando se cuenta que pronunció una frase muy especial.
Seutonio[21]
sostiene que fue la célebre de “Alea iacta est” (la suerte está
echada); Plutarco[22]
cuenta que recurrió al dramaturgo ateniense Menandro y dijo, en griego, “¡Que
empiece el juego!”. Y empezó, porque las aldeas y lugares que iba
atravesando le recibían con vítores y vituallas en detrimento de Pompeyo.
Así el 16 de enero, ante el avance de las legiones de César, buena
parte del Senado abandona Roma con Pompeyo camino de Brindisi. El 20 de febrero
César pone sitio a Brindisi, en el tacón de la bota itálica; el 22 Cneo Pompeyo
Magno embarca y huye a Hispania. Cayo Julio César vuelve sobre sus pasos y
entra en Roma el 29 de marzo, nombrando a Marco Emilio Lépido pretor. Refuerza
la ciudad, incauta el tesoro público y marcha a Hispania en persecución de
Pompeyo tras ordenar la invasión de Sicilia y Cerdeña. Entre el 2 y el 25 de
agosto del 49 aC consigue la rendición de las tropas pompeyanas, en Hispania
(en Ilerda, Lérida) no pudiendo impedir que Pompeyo, que dominaba el mar, huyera
a Grecia. César vuelve sus pasos por tierra.
De nuevo en Italia, cruza el Adriático sorprendiendo a la
flota pompeyana al desembarcar en las costas de lo que hoy es Albania,
adentrándose hacia Macedonia en persecución de Pompeyo (que le iba ganando en
escaramuzas) hasta llegar a la batalla final en Farsalia, en el centro Grecia,
el 9 de agosto del año 48 aC. Pero aún Cneo Pompeyo Magno consiguió escapar a
Egipto, tras un largo periplo costero; el rey egipcio le debía el estar en el
trono. Pero Ptolomeo XIII prefirió a Cayo Julio César y aunque invitó a Pompeyo
a llegar a Egipto, en la misma playa, un esbirro, Lucio Septimio, lo asesinó el
28 o 29 de septiembre del 48 aC.
Cayo Julio César desembarcó en Alejandría el 2 de octubre del
48 aC, siendo recibido, como presente de bienvenida, por la cabeza y el anillo
de Pompeyo a quien, a pesar de todo -amigo y yerno- tenía pensado perdonar. Lejos
de premiar al egipcio, decretó la ley marcial, depuso a Ptolomeo XIII y apoyó a
Cleopatra VIII en sus reivindicaciones al trono. Hubo, cómo no, un
levantamiento de soldados y pueblo egipcios frente a los pocos más de 3.000
legionarios que César había podido llevar en aquella expedición de castigo. Se
organizaron y resistieron hasta la llegada de una legión, procedente de Asia
Menor, en diciembre del 48 aC, y de las tropas de Mitrídates de Pérgamo, con
los refuerzos judíos de Antípater, padre de Herodes el Grande (el mundo del
siglo I aC es un pañuelo), en marzo del 47 aC. Ya con tropas de refresco, César
derrotó a los egipcios en la batalla del lago Mareotois en el mes de abril. En mayo
hizo su ‘célebre’ crucero por el Nilo con Cleopatra y sabiendo de problemas por
todos los puntos cardinales –el ponto, Tunicia o Roma-, en el verano del 47 aC reemprendió
su marcha guerrera.
Farnaces, hijo de Mitrídates -que le había ayudado meses antes
en Alejandría- se había levantado en armas contra Roma; y a la Capadocia que se
fue César para derrotarlo y acuñar su segunda gran frase: “Veni, vidi,
vinci” (vine, vi, vencí). Y de allí, vuelta a África porque los restos
de los apoyos de Pompeyo, personificados en Quinto Cecilio Metelo Escipión y
Marcio Porcio Catón habían reunido 10 legiones en Túnez y contaban con el apoyo
del rey de Numidia y sus elefantes de guerra.
Estratega irredento, César convenció al rey de Mauritania de
atacar Numidia, por lo que Juba I reclamó las tropas cedidas a Metelo y Catón.
Y así, en febrero del 46 aC, César dio batalla a los conjurados en Tapso (Ras
Dimas, Túnez) que sin los refuerzos númidos fueron derrotados. En el mes de
julio, la provincia estaba pacificada y Numidia incorporada al imperio.
Al final del verano del 46 aC, Cayo Julio César regresa más
triunfal que nunca a Roma; el Senado lo proclama dictador perpetuo. Las
celebraciones y desfiles que organizó, se cuenta, no tuvieron precedentes.
César
presidía el Senado como cónsul vitalicio.
Pero el año no iba a terminar bien, los hijos de Pompeyo, tras
lo de Túnez, se habían refugiado en Hispania y promovieron una revuelta. En
diciembre estaba de nuevo César en la península. En la primavera del 45 aC, en
los llanos de Munda, cerca de Osuna (Sevilla), al igual que en aguas frente a
Cartagena, las tropas y navíos de César acabaron con la última resistencia
pompeyana, con lo que se dio por terminada la guerra civil que él había desatado
con el cruce del río Rubicón.
César, magnánimo, camino de Roma fue repartiendo cartas de
ciudadanía romana a las ciudades de Hispania y la Galia allá por donde pasaba;
y aumentó el número de senadores (de 300 a 900); y reformó todas las
magistraturas aumentando su número. Conseguía así más adeptos y, en
consecuencia, más poder frente a un Senado que ya le había nombrado, como dije,
dictador.
Creó colonias en todos los territorios y dio tierras a todos
los veteranos de las legiones; aumentó el subsidio de grano a los más pobres,
redujo impuestos y anuló tasas arancelarias (abolió el sistema tributario);
dictó nuevos poderes y leyes (Ley Julia, Ley Agraria, Ley de Ciudadanía) y
estableció un nuevo orden político; creó un ambicioso urbanismo público, mandó
construir el Foro de Caesar, un templo en el Campo de Marte e incluso desviar
el curso del Tíber… creó la primera especie de policía en las ciudades e implantó
un calendario que encargó al astrónomo Sosígenes en Egipto y se implantó en el
calendario juliano[23]
el año 45 aC que estuvo vigente hasta el calendario promulgado en 1582 por el
papa Gregorio XIII -calendario Gregoriano[24]-
que fue entrando en vigor con el paso de los siglos.
A pesar de la prosperidad de Roma en aquellos días, una
importante facción del Senado estaba contra sus medidas y decidieron cortar por
lo sano. César había movilizado legiones para una nueva campaña militar, en
esta ocasión contra Partia (Persia); y tres días antes de salir, el 15 de marzo
del 44 aC en la Curia del Teatro de Pompeyo, en el Campo de Marte, donde el
Senado celebraba sus sesiones, junto a la estatua de Pompeyo. Marco Junio Bruto[25]
y Cayo Casio Longino[26],
al menos[27],
le asestaron 23 puñaladas. Murió. Su primo y mano derecha Marco Antonio[28]
vengó, aliado con Octaviano[29],
su muerte y derrotó a los conspiradores en la Batalla de Filipos (42 aC) y en
el 37 aC llevó a cabo la última voluntad de César: atacar Partia. (la campaña
pártica no salió bien, pero Marco Antonio regreso con su ejército prácticamente
intacto).
Octaviano, al final, se enfrentó a Marco Antonio (que se alió
con Cleopatra VII) y lo derrotó en Accio (31 aC). Tras las muertes de Marco Antonio
y Cleopatra, Octaviano ordenó asesinar a Cesarión, se proclamó primer emperador
de Roma (16 de enero del año 27 aC) cuando el Senado le autorizó a usar el
cognomen de ‘Augusto’ y deificó a Cayo Julio Cesar.
A pesar de esta ‘bonita’ historia de Cayo Julio César, en toda
ella sólo hay dos denominadores comunes: sangre y ambición sin igual. Siempre
fue brutal, despiadado, inmoral y tirano; superficial y vanidoso, como lo
describe Peter Connolly[30].
Muchos historiadores le consideran un genocida a gran escala en la misma medida
que despierta fascinación otros. Recurrió constantemente a la violencia
mafiosa, destaca Keith Hopkins[31].
Cicerón le acusó de crímenes brutales.
Todos los que han pasado por este post, hijos de Roma, fueron
como la propia historia del imperio: en ocasiones magnánima, pero siempre cruel
y despiadada; Todos ofrecieron el anverso y el reverso de la libertas[32],
pero César llegó a negociar y pactar como ningún otro, pero las más de las
veces destruyó y castigó al máximo nivel.
En palabras de Mommsen[33],
César trascendió la oposición entre democracia y oligarquía en una suerte de
absolutismo monárquico; lo suyo fue una perversión –hoy diríamos: populista- de
la propia democracia”.
Cayo Julio César siempre me produjo temor y nunca le encontré esa
fascinación que aseguran tiene el personaje. Sigo viéndolo astuto, calculador,
sin escrúpulos, preso de una ambición desmedida -no cejó en su empeño hasta
convertirse en dictador vitalicio- un mal bicho que acabó con cinco siglos de
tradición republicana; pero le salió bien porque en aquellos día no existía en
torno a Roma ningún pueblo -ni ningún líder- que pudiera, al menos, rivalizar
con él.
La cuestión principal a la hora de analizar su vida es ver cómo
alcanzó y detentó el poder a lo largo de 16 años, porque de estas lecciones se
aprende. Y todos los que leo coinciden: al final, no hubo otra vía -para acabar
con la tiranía-, que matar al tirano.
En esta historia no hay que olvidar la violencia que ejerció
sin titubear directamente o a través de bandas de matones que enviaba a
intimidar o asesinar a sus enemigos políticos. Su capacidad de desatar el caos
para presentarse como la única salvación es portentosa. Además, actuó siempre
en plan tirano de día, mujeriego de noche -moralista en público, libertino en
privado- para quitarse el estigma de un persistente rumor de una posible
aventura de juventud con el viejo rey de Bitinia[34].
Eso sí, impulsó las infraestructuras y se hizo muy popular por
asegurar el subsidio de grano a los menesterosos y a medio imperio así como por
ofrecer siempre grandes espectáculos al populacho. “Generoso en gastos.
Compraba fama a gran precio”[35];
“gastaba mucho dinero en satisfacer sus pasiones”[36].
Pan y circo, que tras él han utilizado miles de dictadores de toda ralea.
Económica y socialmente, entendía el Senado, la situación era
insostenible.
Cayo Julio Caesar fue un “populista capaz de corromper un
Estado entero”[37].
PD. “No saber qué ha ocurrido antes de nosotros es como ser
incesantemente niños” (Marco Tulio Cicerón)
[1] Institución consultiva de la época de la Monarquía que
comenzó con 30 senadores patricios (patres) y se consagró en 300, aunque llegó
a los 900 en la dictadura de Julio César; llegó a tener poderes económicos,
políticos, militares y religiosos. Su influencia cambió al derrocamiento del
séptimo y último rey, Lucio Tarquino el Soberbio (509 aC). Durante la República
(509-27 aC) vivió su época de esplendor; especialmente en la llamada época
Tardorrepublicana (168-27 aC). Con los césares menguó su protagonismo, aunque
tuvo capital importancia hasta el final del Imperio. El edicto de Tesalónica
(27 de febrero del 380 dC), por ejemplo, convirtió el cristianismo en religión
oficial.
[2] De la familia Aurelii, hija del cónsul Lucio Aurelio
Cota, tribuno de la plebe en 154 aC, con Servio Sulpicio Galba. Influyó
decisivamente en la educación y la vida de su hijo Cayo Julio César. A través
de su hija menor, Julia (de igual nombre que su hermana) es la matriarca de la
dinastía Julio-Claudia, que se nutre de los cinco primeros emperadores romanos
emparentados con Julio César: Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Esta
dinastía gobernó el Imperio romano del 27 aC. al 68 dC.; fecha en que Nerón, se
suicidó. Estos cinco emperadores estaban unidos, por matrimonio y adopciones,
con las gens Julia y Claudia.
[3] Cursus honorum era el nombre que recibía la carrera
política o escalafón de responsabilidades públicas en la Antigua Roma. Se
instauró durante la República y siguió existiendo durante el imperio. El cursus
honorum establecía el orden y la jerarquía por la que se regían las
magistraturas romanas, así como el modo de cumplirlas. Dicha carrera quedó
regulada en el año 180 a. C. por la Ley Villia Annalis El cursus honorum
senatorial constaba de una fase preparatoria con varias especialidades
(vigintiviratus), seis magistraturas ordinarias (cuestura, edilidad, tribunado,
pretura, consulado y censura) y una extraordinaria (dictadura).
[4] Distinción que se otorgaba al militar que salvaba la
vida a otro u otros soldados en la batalla. Consistía en una corona de ramas de
roble con sus hojas y bellotas. Además, otorgaba al poseedor unos ciertos
privilegios. Dentro de la jerarquía de las recompensas militares, ocupaba el
segundo rango; el primero estaba reservado a la corona gramínea.
[5] Comentarii de Bello Civile (la guerra civil, 49-45 aC, contra Pompeyo Magno en 3
tomos), Comentarii de bello Gallico -7 libro para su descripción de la
Guerra de las Galias en tercera persona- y los llamados Tria Bella: la Guerra
de Alejandría (De bello alexandrino), la Guerra de África (De bello
africo) y la Guerra de Hispania (De bello hispaniensi); sin embargo,
existe un consenso generalizado acerca de que la autoría de estos últimos no
puede atribuirse en su totalidad a César. Incluso publicó poesía que ha llegado
a nuestros días por referencias de Seutonio o San Isidoro de Sevilla
[6] Los hijos de la tierra; los que no tenían gens, es
decir, los que no podían remontar su origen a las primeras familias que
míticamente fundaron Roma, con Rómulo, y que se denominaban patricios (patres,
patriciī); y, al menos inicialmente, no formaban parte del Populus Rōmānus ni
de ninguna de sus tribus o curias. Su principal obligación era el servicio militar.
[7] Cayo Julio César era el vástago de una antigua familia
patricia cuyos orígenes míticos se remontaban hasta Eneas, el héroe troyano, y
la mismísima diosa Venus… que eso sí que era un árbol genealógico y no el mío
que me lleva hasta el oso que mató a Favila.
[8] El flamen Dialis era el sacerdote supremo de Júpiter,
uno de los tres flamines mayores (Flamen quirinalis, Flamen martialis y Flamen dialis)
y, por lo tanto, un cargo importante en la religión del Estado romano. Cuando
el puesto quedaba vacante, tres personas descendientes de patricios cuyos
padres estuvieran casados de acuerdo a la ceremonia del confarreatio
(matrimonio tradicional romano) eran nominadas por los Comitia. Uno de los tres
era elegido (captus) y consagrado (inaugurabatur) por el pontifex maximus. De
los tres mayores, el más importante es el flamen dialis, y tanto él como su
esposa, la flamínica dialis, estaban sujetos a muchas prescripciones
religiosas. Poseían el privilegio de la sella curalis, silla curul (asiento
oficial de los altos magistrados romanos: cónsules, pretores, procónsules,
propretores, dictadores, ediles curules, censores y, en época imperial, el
emperador). A su vez, el dialis es el único con escolta militar.
[9] A tan solo 12 km de la costa peninsular turca, es una
islita de apenas 4 km2 de superficie. Abundaban en ella las plantas
medicinales e Hipócrates la visitaba con frecuencia. Plutarco cuenta que el
joven Julio Caesar, en el marco de la guerra entre su tío Cayo Mario y Sila,
durante un viaje a Bitinia, fue secuestrado por piratas y estuvo prisionero
allí 38 días.
[10] Funcionario de la República romana que mantenía las
calzadas, supervisaba el suministro de cereales y agua y organizaba los juegos.
[11] Título que se otorgaba en la Antigua Roma al sumo
sacerdote del colegio de pontífices (collegium pontificum) y era el cargo más
honorable en la antigua religión romana.
[12] Importante cargo militar y civil solo superado en
importancia por el cargo de cónsul.
[13] Gobernador de una provincia.
[14] Confederación de tribus celtas, que vivían en la zona comprendida entre el alto Rin, el Jura
suizo, el lago de Ginebra y los Alpes.
[15] Prefiero, para escenificar ese momento, la viñeta de Albert
Uderzo al cuadro de Lionel Roger que se exhibe en el Crozatier.
[16] Tribu germánica de la orilla derecha del Rin, en torno
a la ciudad de Colonia (Oppidum Ubiorum, la ciudad de los Ubis). Fuertemente
romanizados desde el principio hasta el punto que Agripina, la mujer del
emperador Claudio (Tiberio Claudio César Augusto Germánico), era de allí y el emperador
cambió el nombre por el de Colonia Claudia Ara Agrippinensium… y con
Colonia/Khol se ha quedado.
[17] Hay evidencias arqueológicas de la construcción de un
puente sobre el Rin a la altura de Neuwied, a unos 12 km al noroeste de
Coblenza; una zona donde la profundidad del río sería de hasta 9 metros.
[18] Arquitecto, escritor, ingeniero y tratadista romano del
siglo i a. C. Arquitecto de Cayo Julio Caesar durante su juventud, al retirarse
del servicio en el Ejército, entró en la arquitectura civil, siendo de este
periodo su única obra conocida, la basílica de Fanum (Italia). Es el autor del
tratado más antiguo sobre arquitectura que se conserva y el único de la
Antigüedad clásica, De Architectura, en diez libros (probablemente escrito
entre los años 27 a. C. y 23 a. C.). Marco Tulio Cicerón, que se las tuvo
tiesas con Cayo Julio Caesar, sostiene que el autor de los puentes fue un tal
Mumarra…
[19] A unos 2 kilómetros al norte, posiblemente junto a la
actual Urmitz.
[20] Río del nordeste de Italia, de apenas 35 km desde
nacimiento a su desembocadura en el Adriático, que discurre por la provincia de
Forlì-Cesena, por la Emilia-Romagna.
[21] Cayo Seutonio Tranquilo (69-140); historiador y biógrafo romano
durante los años de los emperadores Trajano y Adriano. Su obra más importante
es De vita Caesarum (Vidas de los doce césares), en las que biografía a los gobernantes de Roma desde
Julio César hasta Domiciano.
[22] Plutarco de Queronea o, tras serle concedida la
ciudadanía romana, como Lucio Mestrio Plutarco (50-120); historiador y filósofo
moralista; autor de Bioi parallēlloi (Vidas paralelas) biografías de
griegos y romanos famosos, elaborada en forma de parejas con el fin de comparar
sus virtudes y defectos morales comunes. Empareja a 26 personajes de cada
nación; Alejandro Magno con Julio César, Teseo con Rómulo o Demóstenes con
Cicerón.
[23] El nuevo calendario se implantó en el año 46 aC con el
nombre de Julius y mucho después de Juliano, en honor a Julio César. Únicamente
en ese año, se contaron 445 días, en vez de los 365 normales, para corregir los
desfases del calendario anterior, y fue denominado “el último año de la
confusión”. En el 44 aC se acordó que todos los años constaran de 365 días,
y cada cuatro años se contarían 366. Estos años se llamarían ‘años bisiestos’,
porque en ellos añadían un 24 de febrero. Según el cómputo del tiempo, el 24 de
febrero se llamaba ‘día sexto’ antes de las kalendas de marzo (ante diem sextum
kalendas martias), de manera que el 24 de febrero repetido se llamaría ‘bis
sextum’. (de ahí ‘bisiesto’). En el año 44 aC los pontífices romanos decidieron
considerar un año bisiesto cada tres años ordinarios, en vez de cada cuatro.
Tiempo después, se dieron cuenta del desfase provocado hasta el año 10 aC y se
corrigió en el 8 dC por orden de César Augusto, quien ordenó excluir el día
adicional de cada año bisiesto, durante 36 años, es decir, hasta el año 44 dC.
[24] El Imperio español (en todas sus posesiones) lo adoptó
el primero en 1582, seguido de Italia, Portugal y Francia. Con el correr de los
años se fue imponiendo en el mundo: Inglaterra (1752), Japón (1873), China
(1912 [1929]), Turquía (1914 [1926]), Rusia (1918) o Grecia (1923)
[25] Hijo de Servilia, que fue amante de César; militar y
político romano por quien César sentía predilección. Seutonio cuenta que, al
clavarle la daga, César, herido de muerte, le espetó (en griego): ¿Incluso
tú, hijo mío?
[26] Cuñado de Marco Junio Bruto, militar y político, fue el
organizador del magnicidio.
[27] Lucio Tilio Cimbro parece ser que sujetó a César para
que Publio Servilio Casca pudiera clavarle la primera daga. En la pomada
estaban del orden de 40 personas y la mayoría, tras el magnicidio, se refugió
en el Templo de Júpiter de la colina del Capitolio; lugar sagrado. Hasta allí
acudió Cicerón -el que habla de 23- a felicitarles. El 17 de marzo, fueron
amnistiados a cambio de que aceptaran el Corpus legislativo pendiente de César,
la llamada Acta Caesaris.
[28] Mano derecha y compañero de armas de César, tras su
asesinato se hizo con el tesoro y los papeles de César y casi de inmediato
lanzó al pueblo romano contra los asesinos del dictador, buscando monopolizar
el poder. Terminó integrado en el Segundo Triunvirato (43-39 aC) con César
Octavio y Marco Emilio Lépido en una guerra civil en la que acabó con los
asesinos de César (Batalla de Filipos; 42 aC) y entró en relaciones con
Cleopatra. Apartado Lépido, Octavio y Maco Antonio se declararon la guerra;
derrotado en Actium (31 aC), al año siguiente se suicidó.
[29] Cayo Octavio (27 aC – 14 dC), sobrino nieto de Julio
César, se convirtió en su heredero tras el asesinato (44 aC). Un año después,
en 43 aC, conformó junto con Marco Antonio y Lépido el Segundo Triunvirato.
Como triunviro, Octavio gobernó Roma y la mayor parte de sus provincias. Con la
desaparición del Segundo Triunvirato, Octavio restauró los principios de la
República, con lo que el poder gubernamental pasó a establecerse en el Senado,
aunque en la práctica él retenía su poder autocrático, por ley, con plenos
poderes. En 27 aC el Senado concedió a Octavio usar el cognomen de Augusto, y
por consiguiente se convirtió en Emperador César Augusto (Imperator Caesar
Augustus)
[30] Peter Connolly (1935-2012); historiador, arqueólogo y
erudito británico. Afamado investigador del Mundo Antiguo y divulgador
histórico.
[31] Morris Keith Hopkins (1934–2004); historiador y
sociólogo británico, profesor en la Universidad de Cambridge (1985-2000).
[32] Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una
manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
[33] Theodor Mommsen (1817-1903); jurista, filólogo e
historiador alemán. Nobel de Literatura en 1902. Su obra referente es Historia
de Roma (1854-56), compuesta por cinco volúmenes y considerada por muchos su
obra cumbre. Otras obras sobre Derecho romano y Derecho de obligaciones
tuvieron una importante repercusión en el Código civil alemán. Fue diputado en
el Reichstag desde 1881 y adversario de Otto von Bismarck.
[34] Territorio de la costa Sur del Mar Negro, en la actual
Turquía.
[35] Plutarco. Vidas paralelas.
[36] Seutonio. De vita duodecim Caesarum, libri VIII
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