Hoy, en la columna de Directo Semanal, he estado
cuestionador. La escribí en día 9; a mitad de ciclo.
Ya es que estoy mayor y no entiendo mucho ese gasto
dinerario y esa paliza absurda que se de los políticos y gregarios en
martillearnos con cosas que sabemos -que nos gusta o nos disgustan- y con todas
aquellas que sabemos, a ciencia cierta, que son imposibles de cumplir.
Y como me encuentro entre los convencidos (¿abducidos?) no
necesito este periodo, la llamada campaña electoral, y mucho menos esa jornada
muerta de reflexión sobre algo que llevo meses reflexionando. No sé, es que entiendo
que el voto no es cosa de un día para otro… y muchos menos fruto de esos/estos
15 días de campaña.
Yo propondría que 15 días antes de celebrar la llamada “Fiesta
de la Democracia” un algo preguntara una cosa tal que así a la ciudadanía:
¿quién no lo tiene claro? Y entonces, todos los partidos a una: ¡a por esos! Y
volcar la campaña sobre todos aquellos que no lo tiene claro. Veríamos como
enseguida lo iban a tener claro, claro, clarineta… para perder de vista a la
troupe electoral.
PARA LO QUE SIRVEN LAS CAMPAÑAS ELECTORALES
Cuando
esto salga a la luz, a la campaña electoral para el 24M le quedarán cincuenta y
pocas horas. Los candidatos se habrán dicho de casi todo -para bien y para
mal-; habrán evidenciado su DAFO particular y usted mantendrá su decisión de
votar tal y como la tenía en el mismísimo momento que arrancaba la campaña. No
conozco a nadie que en estos 15 días haya variado un milímetro la posición de
su voto electoral. Pero ¿quién soy yo?
Los
sesudos especialistas en el tema me corrigen y me indican que a estas alturas
del baile quedan 4 millones los españoles sin decidir el voto… Pues nada, no
sean pesaditos con los demás y hagan la campaña contra estos. En cuanto se
dedicaran a ello nuestros políticos verían que bien pronto tendríamos todos
decidido el voto. Y más ahora que vivimos en un entorno social marcado por la
movilidad, la inmediatez y la relatividad de los valores donde 34’5 millones
bien sabemos a quién no queremos de alcalde en nuestro pueblo.
Una
vez me dijeron que las campañas son útiles porque evidencian la fuerza de los
que compiten el día de las elecciones: si estás, porque estás; si no estás,
porque parece que no te importa la cosa; si expones tus vergüenzas, te
calificas ante el resto; si vas de novato, te fríen; si vas de potente, te
consideran un pretencioso. Pero es cosa de los consultores; la gente de a pie,
aunque diga que esta vez no lo tiene claro… lo tiene seguro. Miren UK.
Los
consultores sostienen, en contra de mi parecer, que las campañas electorales
son importantes; algunos comen de ellas. Recuerdo un seminario electoral para
periodistas en el que nos dijeron que las campañas se hacían para nosotros y…
para un reducidísimo grupo de gente; aunque la sufríamos todos. A saber: las
bases de los partidos no la precisan y votan fijo a los suyos; luego están los
que jamás votarán a ese (o aquél otro) partido; y hemos de tener en cuenta a
los abstencionistas a piñón fijo (que
los hay)… luego las campañas se hacen para convencer al resto. ¿Pero quién es
el resto?; ¿se siente Ud. resto?
-:-
34’5
millones de españoles para votar en las municipales (algunos más en las
autonómicas)… pues si resulta que 30’5, al menos, lo tenemos claro… ¿todo esto
por 4 millones de dubitativos?
En
fin, que con todas las TIC’s en marcha, al final recurrimos al cartelito, al
mitin, al buzoneo y, en definitiva, al papel impreso. ¡Qué papelón!
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