Ya lo dije: para una vez que me toca algo en un sorteo… es
ser presidente (titular) de mesa (electoral). Y en estas que a las 7’45 de la
mañana estaba yo -todo pulcro (y desayunao)-
en la puerta de mi colegio electoral esperando la cita para “mi” mesa. Yo sabía
que “me tocaba” pero allí me encontré que de los nueve convocados a ella… sólo
estábamos tres. Mis otros dos compañeros eran ¡¡segundos suplentes!!; y pese a
ello, les tocó quedarse. A uno de ellos le había saludado, por vecino y porque
acompañaba a su esposa, que era también presidenta (titular) de una mesa; pero
él se volvía a casa a “dar un repaso” a los chicos… y se tuvo que quedar… y “dar
el repaso” por “guasap”. No sé, un
matrimonio unido en la jornada electoral, pero en distinta mesa.
Y nada, a su hora constituimos la mesa. Muy majos los
interventores y apoderados que “nos” tocaron. Su experiencia (entre sabios, sabudos y resabiaos) nos fue muy útil en
el proceso. Yo, hasta hora, había podido capear lo de la mesa electoral, pero
esta vez fue imposible. Y lo asumí.
Nada, que abrimos la caja de cartón con sus papeletas, sus
sobres y todo el material a utilizar… y nos dispusimos a celebrar lo de “la
fiesta de la Democracia” no sin antes pactar lo del tiempo para ir comer. Y a
las 9 en punto, ¡a votar! Y a las 9’02 apareció el primer ciudadano; el último
a la 19’58 h.
Vino el cartero enseguida y nos trajo los sobres del voto
por correo; anunció tanto una segunda visita para las siete de la tarde, que no
hizo, y que un compañero vendría a por los sobres “nº 3”, pasadas las once de
la noche, cuando termináramos los recuentos y de cumplimentar las actas. Y nos
recordó los formularios que habríamos de rellenar.
Y así estaba la mesa: cantando los nombres de los electores,
el número del censo, y recibiendo sus votos. Y algún chistecillo por medio.
La verdad es que hubo “ambientillo”. En “mi” mesa se aplaudía
a los jóvenes que por primera vez ejercían su derecho al voto (hasta seis)… y
ya puestos, a los votantes números cien y doscientos. No llegamos al 300.
Incluso apludimos al primero que utilizó la cabina. Bueno, y también al
segundo; a la cabina sólo entraron 2 ciudadanos… y todos los apoderados del
mundo mundial que para comprobar que estaban las papeletas de todas las
candidaturas y los sobres entraban una y otra vez.
De este grupo tan imprescindible de voluntarios de los
partidos he podido constatar la existencia de dos grupos: los tocapelotas -los
menos- y los normales -los más-. Uno de estos personajes, del primer grupo, iba
por las mesas alterando la disposición de las papeletas, colocando otra de otro
partido sobre el paquete de la siguiente y al grito de “¡Irregularidad; hay duplicidad!”
exigía que se solucionara… con tan mala fortuna que le pudimos demostrar que había
sido él… y no volvió por allí. Como tampoco lo hizo un ciudadano que se dedicó
a alterar todos los montoncitos y cuando se le reprochó su actitud, la negó y
se marcho sin votar… y eso que previamente se había identificado ante la mesa… en
fin, un indigente mental.
En “mi” mesa, al principio llamó la atención el número de
personas mayores que buscaban “la papeleta de Leopoldo”; tanto como el número
de personas que son conscientes de un nimio error en su nombre en el censo y
que como “es tan pequeño” no instan su solución, proceso electoral tras proceso
electoral: “es que, hijo, se pierde tanto
tiempo con eso”.
La mañana fue tranquila; hubo algún sprint previo al
aperitivo dominical, pero el ritmo fue constante, aunque por debajo, y así lo
atestiguaban los interventores acreditados ante la mesa, de las últimas
municipales Lo único destacable, en lo negativo, la postura de comisario
político que adoptó algún apoderado que se empeñaba en situar a gente de su
color “in vigilando” las mesas de
papeletas, coactivamente. Llamado al orden, depuso su actitud y ya por la tarde,
él y otros similares, lucían piel de cordero. Yo imagino que el ADN lo llevan
de serie y por lo allí evidenciado, poco se diferencian de los tipos del Daesh
con coordinación y estructura quasi militar
más que sociedad electoral. Ah, Dios los cría, y ellos se juntan; alguna
formación debía repasar la lista de sus interventores y apoderados.
Nos visitaron los candidatos, por orden de llegada a la
mesa, de PSOE, Liberales, UPyD, Ciudadanos, Eu y PP.
La tarde tuvo sus momentos de intensidad y de relax; estos
últimos los aprovechamos para cumplimentar lo elemental (nombres) de las actas
de escrutinio y sesión. Y así hasta las siete y pico en que, como buitres -es que
lo percibí así-, los apoderados esos que no habíamos visto desde las 10 de la
mañana y ya aparecían diciendo que vendrían “enseguida” a por las copias de “sus”
actas.
Y a las 19’58 horas votó el último ciudadano, y a las 20’00
h. la Policía Local cerró el colegio electoral; sólo quedaba dentro una señora
que no aparecía en nuestro censo porque estaba en la de al lado, pero ella
recordaba haber votado en nuestro espacio.
Puerta cerrada, quitamos los precintos, y… ¡a contar! Se te
queda la boca seca con tanto repetir nombres de partidos, o siglas. Primero,
las municipales: un solo voto en blanco. Después, tras la parte administrativa,
llegó el turno de las autonómicas: cuatro nulos y dos en blanco. Uno de los
nulos, con mensaje dirigido a partido de la oposición.
Mientras contábamos y recontábamos y confirmábamos el número
de votos a candidaturas y el números de sobres… descubrimos que no sabíamos
restar los 5 votos de los interventores de “nuestra” mesa al de electores
censados. Unos interminables cinco minutos hasta que caímos en la cuenta,
gracias al “chivato” de la aplicación informática del representante de la
Administración… mientras nos reclamaban actas de escrutinio por todas partes; fueron
agobiantes, hasta que cortas por lo sano. A esperarse. Un poco de típex y haces
la resta bien. Hale, a repartir actas como rosquillas tras haber completado la
dotación de los sobres para el Juzgado y a la Administración. La mesa de
enfrente, que sí supo hacer correctamente su resta de interventores, ya nos iba
ganando.
Ahora a contar las papeletas “sepias”. Algún nombre “raro”, pero
el mismo proceso… y esta vez sí supimos realizar correctamente la resta de los
cinco interventores. ¡Premio! Y a rellenar actas de escrutinio y sesión, a
recabar firmas, a cumplimentar sobres y a repartir copias de actas a los
buitres de antes, tras hacerlo a los interventores de “nuestra” mesa.
Los de enfrente se acaban de ir y “mis” interventores ya
hacían mutis por el foro. Y allí nos quedamos los tres (y ellos que iban de
segundos suplentes y habían pringado como titulares más que Ramos en la zaga
del Madrid) terminando el último repaso y esperando al cartero, que llegó y… no
encontrábamos “sus” papeles. Pero estaban y se cumplimentaron. Aquello sí que
me dolió, pero en la vorágine de actas y recuentos los había puesto sobre la
silla; estaban detrás… y ninguno los veíamos. Los vimos y… todo acabó
felizmente.
Bueno, acabó allí. Porque el presidente debe terminar con
los sobres “nº 1” y “nº 2” en el Juzgado. Junto a otro presidente de mesa, un
vehículo de la Policía Local nos subió al Palacio de Justicia. ¡Qué sólo, vacío
y grande está por la noche! El número de la Guardia Civil nos llevó a una sala,
con una docena de presidentes de mesa, y allí nos esperaba el Juez decano. Nos
quedamos mirando; doce por delante. Pero lo nuestro fue rapidísimo: los presidentes
que esperaban es que no les habían firmado todos los interventores de la mesa
hasta en la solapa de los sobres. Bueno, el Juez encima era vecino (cambia
mucho de la charla en la piscina) y lo suyo fue lo más reconfortante de la
noche: un apretón de manos y recibir el recibo de entrega con la rúbrica de su
Señoría.
¡Por fin! A 25 de mayo de 2015… porque ya era algo más de la
medianoche. Y estábamos a puntos de volver a casa. Tardamos más esperando a que
nos bajaran del palacio de Justicia (o eso nos pareció) que en la pesada labor
del escrutinio. Vuelta al colegio electoral a por los vehículos.
A la una en casa. Y a todo esto no sabía cómo había quedado
la cosa en Benidorm. Pero antes, me metí en la ducha. Luego di el parte a “mi
contraria”, que estaba muy interesada en pormenores, me hice un bocata de
sardinas en escabeche con dos cervezas (pasé mucho de la cena; me apetecía ese
bocata) y me enteré. Eras las tres pasadas cuando nos fuimos a la cama. ¡Cómo
está el país!
PD. Gracias, Sonia; gracias, Roberto. Gracias interventores
de “mi” mesa. Gracias Yolanda. Y a quien corresponda: si es posible, para las próximas… no me
sorteen.
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