18 abr 2016

DE UNA CHARLA EN LA UA. CÁTEDRA PEDRO ZARAGOZA ORTS


En la sobremesa,  saboreando un 8-9-8 de Partagás y un buen Penderyn Red Flag (que quedaba un “culín” largo en la botella, todo sea dicho) me ha dado que pensar… después de haber comido opíparamente con grandes amigos -Ana, Cecilio y Anita; y Tikus-, sobre si esta mañana he sabido transmitir, en 75 minutos, todo lo que pretendía sobre Benidorm. Me queda esa duda.

La Cátedra Pedro Zaragoza Orts me había ofrecido la posibilidad de contar a los alumnos del Grado de Turismo “La forja de Benidorm” que no es otra cosa que “El secreto mejor guardado del Mediterráneo”. Eran tantas las cosas que les quería contar; tan poco el tiempo, y tan grandes mis ansias por hacerlo (hacerlo bien, claro) que ahora mismo no sé si he estado a la altura de las circunstancias. ¿Dudar es tan humano como errar?, pregunto. Es que Benidorm es grande, pesa mucho la responsabilidad y da para mucho más.

En resumidas cuentas: lo que he querido transmitir a los alumnos es que antes de que entrara en acción Pedro Zaragoza ya existía un Benidorm que apostaba por el turismo.

Sí, pero al mismo tiempo, quería dejarles bien claro que sin Pedro Zaragoza y su apuesta por el futuro -a la que se apuntaron todos los de Benidorm; todos- este Benidorm no hubiera sido más que otro punto más de vacaciones en el Mediterráneo español.

De vacaciones; que ni siquiera turístico. Seguro estoy que Benidorm se hubiera desarrollado -porque buenos mimbres no faltaban para la cesta; como tampoco excelentes tejedores- pero, convencido estoy que, no hubiera llegado a donde hoy ha llegado. Pedro sentó las bases que luego otros continuaron. De eso no me cabe duda y eso he plasmado hoy (al menos, lo he intentado).

He avalado es espíritu local: gentes de la almadraba, del corso, de la marina mercante. Mujeres abnegadas. He señalado el problema del agua, la indigencia hídrica, ahora que venimos de celebrar el 360 aniversario de la Séquia Mare (1666-2016). He apuntado los comienzos: desde Fisher (1803) a Mestre de San Juan (1852). He subrayado la incidencia de los trenes botijo (1853-1917), de los primeros alojamientos (Hostal La Mayora, 1860), de los balnearios y de “la primera crisis turística”: en 1883 Francisco Ronda (Baños de Mar “Virgen del Sufragio”) ya apunta a un público “que desde hace algunos años ha dejado de favorecernos con su visita”. ¡1883! … ¡Qué poco ha cambiando el panorama!

He significado el impacto del primer hotel (Hotel Bilbaíno; 1926) y hasta de la Junta Local de Turismo (1936) y de su continuadora, la Comisión Pro-playas “Asociación Gabriel Miró” de Amigos de Benidorm para el impulso del Turismo (1940). He blandido el urbanismo turístico y las Alineaciones de la Playa de Levante (1931) y su proyecto urbanístico (1935). He mencionado eso y mucho más.

Aquél Benidorm de los albores de la década de los 50 estaba languideciendo. Se moría; hasta cerró la almazara. El 24 de enero de 1951 es Pedro Zaragoza, asambleariamente  y en el Casino Ronda, el que propone la “Solución Turística”… Y nadie se mueve. Es Pedro Zaragoza quien en noviembre de 1952 se pone tajante y da el ultimátum: “hay que escoger entre salvar Benidorm de la ruina y convertirlo en importante estación veraniega y centro de enorme afluencia de forasteros”. Sí, hoy nos pueden parecer ridículos los conceptos “estación veraniega” y “afluencia de forasteros”, pero en los años 50 era lo que había. Recordemos que en 1952 tuvo que cerrar la almadraba y que no había agua para cultivar nada; ni recortes de hostia. Recordemos que había gente que buscaba el verano de Benidorm, pero que Turismo es un concepto superior al de veraneo.

Y recordemos que el éxito de Benidorm está en haber sabido diseñar desde el primer día un enclave por y para el turismo; un modelo de organización de la actividad turística.

El Plan de 1956 fue un plan para construir ciudad; algo impensable entonces para un núcleo que aspiraba al turismo. Convencido estoy que con aquél PGOU -y el tiempo- “se buscó y se consiguió crear una ciudad concebida para el ocio”; se dejó la puerta abierta a la dinámica turística futura que fue, en realidad, la que concretó el proceso. Con aquél plan se tuvo un especialísimo cuidado con las playas y se protegió el cinturón verde mediante de “reserva de suelo”. Aún hoy hay 17’5 millones de metros cuadrados, de los 37’8 que constituyen el término municipal que aún siguen protegidos… ¡desde 1956!

Pedro fue quién implicó a todo un pueblo en pos de una quimera que veían cada verano ante su puerta y que por fin verían materializarse para todo el año. Pedro subió un escalón, se fue, y todos los demás se implicaron en hacer realidad y mejorar todo aquello.

Sí, si queremos podemos culpar a Pedro de no contemplar ninguna zona verde, como si en 1956 le fuera a importar eso a alguien cuando estábamos quitándonos los mocos de la posguerra; de no reservar suelo para equipamientos sociales, como si en 1956 se pensara en ello en la vieja piel de toro (¿social?, ¿sociales?); de no contemplar mecanismo de gestión como los que tenemos ahora (¿ahora?, ¿tipo agente urbanizador?); de no proteger lo suficiente el casco antiguo que otros después llamaron “caso tradicional” para no pillarse los dedos y dejarlo que llegara a estar como está ahora. Por querer, podemos querer ponerle puertas al campo de Pedro y abofetear el trabajo de Francisco Muñoz Llorens.

Pero no debemos olvidar que el hallazgo, el éxito, de Muñoz Llorens fue voltear la ciudad contemporánea de Le Corbusier dando a los rascacielos, originariamente previstos como oficinas, un uso residencial que aumenta meteóricamente la densidad de población y que mientras en los EEUU derribaron (1972) el complejo urbanístico Pruitt-Igoe de Minuro Yamasaki -en San Luis (Missouri-USA), construido en 1952- Benidorm sigue en pie y con ritmo.

El plan de 1956 estaba vivo y abierto a modificaciones desde su creación. Se cambió rápido -1958- y varias veces -1961, 1962, 1963- hasta dar con la solución: la Ciudad de los Bloques Verticales, la más absoluta contraposición a la ciudad-jardín original de 1956. En 1963, aún con Pedro, Benidorm se hacía hija de la corriente arquitectónica del Movimiento Moderno surgido a raíz de la Carta de Atenas (1933). Eso no se puede olvidar. Yo, al menos, me niego a hacerlo.

Pedro, don Pedro, Zaragoza dejó la alcaldía en octubre de 1966… hace casi 50 años. Naturalmente que los que le siguieron materializaron, por tiempo, aquella planificación tantos años testada… y la mejoraron; y entre todos hicieron de Benidorm una ciudad productiva: una fábrica de recreo, descanso y felicidad para más de 6 millones de españoles y extranjeros. Una ciudad nueva y un centro de producción de una industria nueva en la Historia como es el Turismo.

A partir de 1956, Benidorm es una ciudad experimental porque en ella los problemas son distintos y nuevos; y las soluciones han de ser distintas y nuevas. Desde Pedro, don Pedro, Benidorm, más que un punto de vacaciones es un espacio de innovación turística que ofrece soluciones peculiares a problemas insólitos para cualquier otra urbe, incluso turística. Benidorm es una estructura turística comercial incorporada al mercado europeo del ocio; una ciudad escaparate, una ciudad testimonio del proceso turístico que han sido capaces de hacer todos los que después de Pedro le han seguido en la faceta de “forjar Benidorm”: vecinos y políticos; pero sobre todo los vecinos… aquellos de “No volem atre alcalde”.

Sí, sin aquél Pedro visionario (o loco; en todo caso genial) hoy no podríamos estar hablando de un movimiento de viajeros en establecimientos hoteleros, en el año 2015, de 11’05 millones de pernoctaciones (5’6 millones de  ciudadanos españoles y 5’4 millones de ciudadanos extranjeros).
Sí, sin Pedro y la implicación de todos aquellos benidormeros de 1956 a hoy no estaríamos ante lo que hoy es Benidorm. Todo lo más estaríamos hablando de un destino turístico del tipo de… … …

No me atrevo a poner nombres para no envilecer el texto. Pero apelando un poco a su imaginación, abnegado lector, seguro que le aparecen lo menos seis o siete mil nombres para esos puntos suspensivos.

Pues eso, mantengo que más vale ser cabeza de león que cola de ratón. Ah, que el dicho es otro: cabeza de ratón que cola de león… pero creo que se me entiende muy bien. Y, como decía Julio Iglesias: al final las obras quedan, las gentes se van; otros que vienen las continuaran… Y eso fue lo que pasó: que la vida sigue igual y los que después vinieron las continuaron y las engrandecieron.

Pero a Pedro lo que es de Pedro; y a Dios… adiós. 


PD1. Gracias, profesor Tomás Mazón por dejarme contar estas cosas en la Academia; Gracias también a Nacho Cervera.

PD2. Gracias Penderyn Welsh Whisky; gracias Habanos SA. Gracias.


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