1º de abril. Hoy, hace 8 años nos dejó Pedro, don Pedro, Zaragoza;
el hombre, dicen, que “fundó” Benidorm. Lo refrendo: fundó el Benidorm de hoy del mismo
modo, imperial modo, en que los españoles iniciamos nuestras cosas: Yo empiezo,
y los vengan detrás que arreen; y si sale bien, pa todos. Y salió, porque
Pedro lo encauzó bien y los implicó a todos… y todos respondieron.
Hoy, su vida etérea discurre entre el mito y la leyenda,
envolviendo al hombre, hombre emprendedor, que puso los mimbres para que otros
tejieran la cesta. Si prescindes del halo que envuelve la figura de Pedro emerge
la del hombre, don Pedro, que no deja indiferente a nadie. No sé si aquél plan
que urdió -sí, urdió- podemos
considerarlo como la 3ª Carta Puebla
(la definitiva) pero desde el 25 de
abril de 1956 Benidorm sí, esta vez sí, echó a andar, de verdad, aunque
siempre pendiente del abastecimiento de agua. Si nos ha dado por encumbrar a Bernat de Sarriá, señor de Montjuit (XIV)
y a Beatriu Fajardo de Mendoza,
señora de Benidorm (XVII), por sus Cartas de Poblament, pongamos en el
mismo sitial a Pedro Zaragoza Orts,
señor de El Carrasco, por su Plan General del 56, verdadera Carta Pobla de Benidorm. Sí, estamos a días
del 60ª Aniversario de aquél Plan General que puso en marcha este Benidorm (25
de abril de 1956).
Pedro, don Pedro, no hizo nada que no estuviera en marcha
ya; eso sí, echándole gónadas, grandes dosis de optimismo y fantasía. Otros ya
lo habían intentado antes y… su empuje se diluía sobre el territorio. El éxito de Pedro, don Pedro, es que
implicó a todos en el proceso; ilusionó a todos… y todos participaron.
Ayer estuve en un programa de TV sobre el personaje y el
tema… y salí con un regusto a poco; se diluyó la efemérides hablando del sexo
de los ángeles. Hoy me lo tomo como desquite y pretende homenajear a Pedro, don
Pedro; y con él, a todos los que se contagiaron de su ilusión y con su
generosidad hicieron posible este Benidorm.
Cuatro años después de aprobado el Plan, en 1960, el entonces
presidente de la Diputación, José
Martínez Alejos, decía: “el pueblo más pobre de la provincia va a
ocupar lugar preferente entre los de la provincia”. Esto ya nos indica
el revulsivo que significó aquél Plan en la vida de Benidorm.
¿Pobre? En 1950 ya la Armada no requería el cuajo de
aquellos hombres de mar, los corsarios de Benidorm. La Compañía Trasatlántica
(CTE, Spanish Line), donde tantos
benidormenses hicieron carrera, hacía aguas: quedó tocada de muerte desde la
crisis del 1929 y, encima, la II República no apostó por ella y, por Ley
(23.07.32), rescindió contratos y obligó a cambiar de nombres algunos de los
barcos. ¿A quién se le ocurre poner Alfonso XIII a un trasatlántico? Ya con la
Guerra Civil se encontró que unos y otros hundieron sus barcos, y los gobiernos
de otros países le requisaron lo poco que quedaba a flote. Total, que ni
barcos, ni honra, ni cuartos. Encima, la almadraba no vivía sus mejores días. El
Consorcio Nacional Almadrabero (1928) estaba llevando el antaño lucrativo
negocio a su peor etapa económica; en 1951 prácticamente “había entregado la cuchara”. Hasta la almadrabilla de Benidorm
cerró en 1952.
En medio de todo aquello y con la tormenta de familias en
casa, en diciembre de 1950 hacen (cuestión “digital”; de dedo) a Pedro Zaragoza, alcalde de Benidorm. Y
empieza la labor del visionario. Al mes de ser alcalde (24.01.1951) convoca al
pueblo de Benidorm -y todos cabían en el Casino
Ronda- y les propone “la solución
turística”. Y les plantea sustituir,
con el esfuerzo de todos, las carencias públicas. Y todos aceptan; como en
Fuenteovejuna, aquellas gentes del Benidorm de 1951 le dijeron a Pedro que sí.
Y, claro: se fue animando Pedro. El 18 de noviembre de 1952
propone a la Corporación tomar “una resolución definitiva y de trascendencia”
que no era otra que “escoger entre salvar Benidorm de la ruina y
convertirlo en una importante estación veraniega”. Apostar por el
turismo.
Sí, “estación veraniega”. Pedro ya tenía
entonces sobre la mesa documentación original de estaciones veraniegas: desde Prora a S’Agaró: desde el macro complejo báltico nazi a la solución del
comunista José Luís Sert para el capitalista Josep Emsesa.
Pero es que el
turismo ya estaba en el ADN local. A veces olvidamos que en 1880 ya
funcionaba el Hostal La Mayora; que
ya había gente que buscaba en la talasoterapia o en la contemplación del mar un
motivo de ocio. Olvidamos que el muy reproducido pasquín de Francisco Ronda Galindo (1883) -publicitando
su balneario Virgen del Sufragio- ya
habla de “crisis turística”: “familias que antes venían y que han dejado
de favorecernos con su visita veraniega”. Y ya se dice que sus playas “rivalizan
con las mejores de España”. Se olvida que el tren botijo, que tanta gente llevó a Alicante, entre 1893 y 1917
trasladó a Benidorm (a través de la diligencia que se tomaba en La
Balseta alicantina) a 35.000
veraneantes. Se olvida que en 1925
se produce el primer “overbooking”, lo que lleva a Pedro Cortés “el Bilbaíno” a tener listo su hotel
en 1926 para solucionar el problema de alojamiento. O que en 1931 se inicia el Expediente de Alineación de la Playa de
Levante.
En los años 30 aquí, en las costas mediterráneas de España,
todos se vuelven locos con el turismo y sobre el plano se plantean las
urbanizaciones. En la provincia de Alicante aparecen los proyectos de la Playa
del Arenal (Jávea), El Montañar (Jávea), Les
Rotes (Dénia), El Portet (Moraira), l’Olla
(Altea), Dr. Esquerdo (La Vila), Las Playas (Santa Pola), Los
Locos (Torrevieja)… Alicante, que aspira a más, plantea toda una Ciudad
Satélite de Turismo… a la que el plan de abastecimiento de agua del
ministro de Obras Públicas, Indalecio Prieto, anima a ponerle su nombre: Ciudad
Prieto… hoy, apenas un vestigio: la Playa de San Juan.
La Guerra lo trastocó todo. Y en la dura posguerra sólo el Marqués de Alfarrás, Luís Desvalls, se
atreve en Segur de Calafel a poner en marcha su proyecto de turismo
playero.
Y aparece don Pedro.
Lo de ciudad balneario no le satisface y pide documentación, planos e informes
porque busca un aliciente más para la clase
media. Y aparecen sus “cómplices”: Alfredo
Sánchez Bella, embajador en Italia, que le sirve los proyectos italianos de
la costa adriática; José de Rojas,
conde de Casas Rojas, embajador en Francia, que le aporta los de la Costa Azul,
y José Mª de Areilza, embajador en
los EE.UU. que hace lo mismo con las realizaciones de California y Florida. Ya
hay base para trabajar. Y Pedro se pone en marcha; y su mayor logro técnico
es hacerse con los servicios de Francisco
Muñoz Llorens, arquitecto alicantino del Ministerio de la Vivienda al que
nombra Arquitecto Municipal Honorario; no había dinero para pagarle. Y
Muñoz Llorens acepta.
Y Pedro embarca en el proceso a Pedro Bidagor, director general de Urbanismo que redactaba esos
días la Ley del Suelo (1956) y a Luís Rodríguez, profesor en la Escuela
Oficial de Arquitectura, que ayuda a Muñoz Llorens a aplicar esa Ley sobre los
diseños de Benidorm. Y a ellos se pega, como una lapa, Manuel Muñoz Monasterio que quería chupar del momento.
Pero si esos hombres fueron importantes en el planteamiento
de Pedro, muchísimo más lo fue Guillermo
Campos, el topógrafo, que marcó y replanteó el parcelario con gran pericia
y máxima honradez. Y Luis Mayor, Pepe Enríquez, Gregorio “el Casillero” o
Pepe Fuster, los maestros de obra.
Junto a ellos, el empeño de Pedro
Zaragoza y el convencimiento de que
sólo “la fe, la colaboración y el esfuerzo de los benidormenses”
harían posible la gesta.
El Plan del 56
desconcierta por su simplicidad; y ese ha sido el secreto de su vigencia. Se concibió una ciudad para el turismo y el
ocio; se dejó todo en manos del futuro y fue la dinámica la que creó Benidorm
en función de la protección de las playas y de 17’5 millones de metros
cuadrados, de los 37’8 que conforman el término municipal, protegidos. Y así
siguen hoy, sesenta años después.
Fue el primer Plan
General de toda España para todo un término municipal. Vale que no contempló zonas verdes internas, que
no protegió el casco antiguo, que no reservó suelo para equipamientos y
que no contempló mecanismos de gestión
(como los de ahora); pero como contó Francisco Muñoz, el arquitecto, “ni se
estilaba, ni había dinero para prever esas actuaciones; el tiempo y los
recursos económicos habilitarían esas cuestiones”.
El hallazgo de Muñoz -insisto
yo, tras leer a los clásicos- fue
voltear la ciudad contemporánea de Le Corbusier y otorgar uso residencial al
rascacielos, concebido como lugar de oficinas. El Pruitt Igoe (1952) de Minoru Yamasaki fue demolido en 1972; el Benidorm
de Muñoz Llorens (de Pedro, don Pedro, Zaragoza) está vivo y en expansión.
El Plan de 1956 fue respetuoso con el Medio Ambiente,
exigente con el cuidado de las playas y concebido por y para el turismo; fue un plan para construir ciudad. Y con el
apoyo de los benidormenses construyó ciudad.
Primero hizo un Benidorm de casas bajas que no satisfizo. En 1958 permitió ya las 5 alturas y los
edificios tranvía; en 1961 consiguió infraestructuras; en 1962 primó los hoteles y permitió los retranqueos. En 1963 aplicó la teoría de la caja de
cerillas y apostó por los bloques verticales; aquí nunca se les llamó
rascacielos. Pero en 1966 se quitó la máscara y apostó por “levantar
bloques verticales proporcionales a la superficie del solar y al coeficiente
volumétrico”. Sí, esos 3 metros cúbicos por metro cuadrado que son en
Benidorm de hoy frente a los muros pantalla de 9 metros cúbicos por metro
cuadrado.
Y lo mejor: todos los que siguieron a Pedro en el sitial
municipal continuaron la tradición de apoyarse en la fe y en el esfuerzo de los benidormenses. Suena bíblico,
¿verdad? Pero es que ha sido así; y así seguirá porque Benidorm lo han hecho
los benidormenses. ¿Quién ha hecho Benidorm si no?; ¿qué administración ha
puesto los dineros que Benidorm necesita? Apenas llegó alguna limosna. ¿Quién
se pagó la primera depuradora de aguas de España?
Ni municipio turístico ni leches. Y eso que ya en 1961 Pedro
Zaragoza, don Pedro, comenzó una campaña en solitario reivindicando la Carta
Municipal que otorgara recursos a los municipios turísticos. Fue el primero en
pedirle al Régimen dinero para el municipio turístico… y en permitir el
biquini. Tal vez porque no dudaba en vestir la camisa azul mahón cuando el
momento lo requería.
Por todo ello, gracias don Pedro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario