Juro que llegué a interesarme por la serie de Antena 3TV “Tiempos
de guerra”, lo que me llevó a acercarme a la obra de Eligio Montero “1921.
Diario de una enfermera” y de paso por las Enfermeras de la Cruz Roja, cuya escuela se fundó en Madrid en
1918, bajo el auspicio del Hospital de San José y Santa Adela, hoy Hospital
Central de la Cruz Roja (Madrid, 1913) y de la reina Victoria Eugenia. Y, ya de paso y metido en faena de intereses, recordé
hasta las Damas de Sanidad Militar
que despertaban tantos aplausos cuando los desfiles de las FFAA en los años 80.
Ni que decir tiene que la serie me tiró del sofá, a las
primeras de cambio, pero tras la emisión del miércoles último he llegado a la
conclusión de que sus guionistas viven en los mismos mundos de Yuppie que el
chico este que se ha extrañado a Bruselas.
Vale que anclándose en dos personajes ‘de tronío’ para el
caso -como María del Carmen Angoloti y Mesa, duquesa consorte de La Victoria y
Luchana,- y el doctor Fidel Pagés Miravé- se monten un guion que conforme pasa
la historia en metraje y capítulos se divorcia de la realidad. El recurso a la
familia del prestigioso médico militar me ha provocada la náusea; pero si la
familia traga, pues nada: les cantaremos el trágala, trágala…
Pelillos a la mar con la serie.
Pero el caso es que dándole al magín recordé, sobre las
enfermeras, un hecho que me llamó la atención sobre su historia. ¿Cuándo empezó
esto de las enfermeras? Enfermeras, mujeres. El que sean mujeres ayuda mucho.
Y así llegue al documento que dice, y no se corta, que “la Enfermería existe desde siempre”
-¡jopé con el matefísico!-… pero que “no
resulta tan sencillo demostrar estos extremos documentalmente”. Es que ‘el
desde siempre’ tiene estas cosas de poder demostrar.
El caso es que así se manifiestan profesores de la Escuela
de Enfermería de la Complutense, autores, por cierto, de un excelente trabajo
sobre “La Enfermería en la Historia”.
Eso sí, tenemos referencias de los grandes médicos de la Antigüedad, pero no de
quienes les ayudaban, porque -parece ser, ellos sostienen- enfermeras hubo
siempre. Aunque, de lo que leo se desprende que la profesión como tal la
ejercían los hombres; y las mujeres sólo accedían a esa función en determinados
casos.
A mediados de los años setenta, el profesor Laín Entralgo, abundó
en este tema de la mujer e hizo entrar en la investigación la doctrina
cristiana, para dar cabida a los conceptos de consuelo y a psicoterapia,
como base de la acción profesional terapéutica de la mujer, más que a su
ejercicio profesional.
Jacob Burckhardt, el historiador suizo, en su prospección
sobre esta figura del enfermero ya señaló la existencia masculina de los “parabolanos”, también llamados “fossores”, que actuaban de enfermeros y
-al mismo tiempo, de enterradores- en tiempos del Imperio Romano. El emperador
Constantino se destacó en su empeño por amparar esta figura.
Una vez caída Roma esta faceta asistencial (masculina) se
refugiará en los monasterios cristianos de la Baja Edad Media. Las reglas de
los monasterios establecían -por escrito- los principios de la enfermería y
fundamentaban la ayuda de los monjes al enfermo desde el “a mí me lo hacéis”, del evangelio (Mateo, 25,46). Y conforme avanzó
la Edad Media la Iglesia salió de los monasterios para cristianizar Europa a
través de las Ordenes Mendicantes, incorporando laicos en la denominada Orden
Tercera, desde donde llegamos ya, casi, a “un
concepto profesional” de la enfermería.
Será en el siglo XIII (1269) cuando en la obra “De officiis ordinis praedicatorum” -de
Humberto de Romans, el maestro general de los dominicos- se defina la figura
profesional y el campo de actuación del enfermero, hombre. Ni referencia a
mujeres.
Aquí llegados cabría destacar que los hospitales de entonces
no eran centros de curación sino de cuidados y convalecencia. Llegar a un
hospital no equivalencia de sanación.
Pero a lo que voy: a la enfermera.
Parece que el documento más antiguo de la figura de la
enfermera arranca de los tiempos del Hospital
del Emperador (mandado edificar por Alfonso VI) en Burgos. Aquel hospital
de pobres y peregrinos se reorganiza en 1123 y se mandata que “doce
hermanos de la Orden del Císter cuiden a los asilados y -atención- doce
señoras mayores de 35 años los atiendan”. El investigador Antón
Álvarez-Sierra puntualiza el concepto de atención que se les encomendó a
aquellas ‘doce señoras mayores de 35 años”: “hacer las camas de los enfermos,
cortarles las uñas y el pelo, darles las medicinas, hacer hilas y vendas,
ayudar al boticario y auxiliar al cirujano” Y más: “siempre
debería haber una de las doce rezando ante el Altísimo”.
Insisto, parece ser que ellas fueron las primeras enfermeras
“civiles” en estos cometidos pues fundaciones coetáneas y posteriores dejaban
esos menesteres a las monjas, freiras que las llamarían, que libres del voto de
clausura podían desempeñar labores apostólicas y de caridad.
El que ya se les llamara “enfermeras” no aparece
documentado, pero… si lo cita Álvarez-Sierra, pues bien. Sí es cierto que entre
el personal del Hospital de Peregrinos de Santo Domingo de la Calzada (siglo
XV) no sólo se destaca la figura de la “enfermera mayor” como jefa sino que
se distingue entre criadas y enfermeras.
Es el doctor Retanza Iza, en su libro “Batas blancas. La marga marcha”, el que señala que por aquellos
días de la Edad Media, las mujeres que se ocupaban de tales menesteres auxiliares
de la sanidad eran “damas adiestradas en la cura de enfermos; por lo general, viudas de
soldados” lo que viene a enlazar con el requisito de la edad que ya
vimos y que estuvieran acostumbradas a las convalecencias de sus esposos.
Y aquí ya podrían entrar las enfermeras de toda condición. Y
hasta las de la serie de Antena 3TV. Y me faltarán las Damas de Sanidad Militar
de mi niñez y mocedad; las aplaudidas Damas. En su origen eran aspirantes a la
Cruz Roja a las que sorprendió la Guerra Civil y que tuvieron carta de
naturaleza desde 1938. El Cuerpo fue fundado como tal -Damas de Sanidad
Militar- en 1941 y se declaró a extinguir en el año 2003 integrándose entre el
personal de los hospitales de Defensa. Dejaron de aparecer en desfiles y
maniobras militares.
Menos mal que pronto dejarán de aparecer estas
pseudoenfermeras de Antena 3
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