19 ago 2018

DE CUANDO BENIDORM DECIDIÓ VENCER LA ESTACIONALIDAD… A GOLPE DE ORDENANZA




Aquél 18 de enero de 1964 en la ciudad de Nueva York se anunciaba que comenzaba la planificación para construir las Torres Gemelas del World Trade Center. El 26 de marzo de 1965 comenzarían las obras que, a su finalización, 1974, dejaban aquellas dos edificaciones como las más altas del mundo en aquella fecha.

Pero en Benidorm, aquél 18 de enero no se hablaba de otra cosa que de la Ordenanza de Policía del día anterior sobre, ¡atención!, el cierre temporal de establecimientos en el que, literalmente, se prohibía cerrar los de uso turístico. Deberían permanecer abiertos alojamientos, comercios y bares tras el final del verano.

Literal: “Se prohíbe el cierre temporal de los establecimientos industriales y comerciales a fin de evitar que durante la época invernal permanezcan cerrados al público la mayor parte de los establecimientos de hostelería y comercio en general, imposibilitando con ello el que exista un turismo permanente a lo largo del año que, en definitiva, elevaría la importancia de la población y sería en beneficio general”.

Una vez más, las cosas de Pedro, don Pedro, esgrimiendo el bien general y obstinación hacia la ciudad turística.

Era esta Ordenanza de Policía la respuesta de aquel ayuntamiento que presidiera Pedro Zaragoza a la tradicional reacción empresarial que se producía una vez que finalizaba el veraneo -y comenzaba el curso académico- en una España que entendía el turismo como lo que hacía los extranjeros, porque lo suyo -lo nuestro, lo patrio- era el veraneo: pasar las vacaciones de verano en un sitio diferente al de residencia; por lo general, en sitios de playa.

La Ley de Régimen Local vigente entonces, en sus artículos 108 y 109, concedía a los ayuntamientos competencias claras para aprobar ordenanzas y reglamentos. Y amparándose en el 101, más específico en la materia, se efectuó tal prohibición.

El Benidorm administrativo se negaba a “cerrar” tras el final del verano; la realidad fue más tozuda y demostró que no había suficiente número de turistas para mantener abierta la infraestructura hotelera, principalmente, de la ciudad. Pero por intentarlo, manu militari, que no quede.

Fue el primer intento, por las bravas, de vencer la estacionalidad, cosa que Benidorm consiguió, sin decreto, algunos años después.

La estacionalidad es el gran desafío del sector turístico. Aún hoy nos encontramos que es la gran turbación de los destinos turísticos y nadie ceja en presentar propuestas que puedan llevarse a cabo para evitar aquello que en 1964 Benidorm planteaba por Ordenanza.

La foto que ilustra cómo estaba la playa aquel verano hace presagiar la terrible soledad que se viviría una vez pasara el boom de las vacaciones. Vale que algunos extranjeros ya estaban asentados en la villa, pero el fuerte de Benidorm era el número de alojamientos: los sesenta y seis (66) establecimientos hoteleros de todo tipo (desde hoteles de lujo a pensiones de tercera) que sus huéspedes alojados habían revolucionado las costumbres y fidelizado a la clientela

1964 era en España un año redondo y, a falta de tele, resulta que conseguimos el pico de nacimientos[1] (más de seiscientos noventa y siete mil). Celebrábamos los “25 Años de Paz” y en la final de la Eurocopa (Copa de las Naciones de Europa) le ganamos a la URSS… ¡¡Victoria del Régimen sobre el comunismo!!

Aquella España de 1964 estaba exultante; aunque de todo habría.

Desde la llegada de los tecnócratas a los gobiernos franquistas, la renta de los españoles subía y subía: el nacimiento de la clase media española era una realidad gracias a que se dieron todos las condicionantes para que se produjera la aceleración del crecimiento y del cambio estructural en España; a que se llevara a efecto una rápida convergencia de los sectores productivos y con ello, una mejora de la productividad; a que se lograra un fuerte impulso de la industria -aunque costó la crisis de la “agricultura tradicional”- y la mayor expansión del sector servicios. Todo esto fue fruto de un cambio en la política económica que fructificó generando empleo (trabajo) estable.

Trabajo estable e ingresos suficientes fueron determinantes para que cualquier españolito mediano pudiera por él solo mantener una familia. Y como la cosa fue a más, los españoles se emperraron en comprarse una vivienda y lanzarse a por los lujos del momento: por primera vez disfrutar de un automóvil y un alojamiento turístico durante sus vacaciones: primero al hotel y luego el apartamento. Los huéspedes alojados en hoteles habían revolucionado las costumbres y terminaron fidelizados como clientela llegando a comprar el apartamento de esta Arcadia feliz que sigue siendo Benidorm. Pero sólo durante las vacaciones, que eran durante el verano o la Semana Santa, porque la Navidad era en familia.

La Semana Santa sólo era una semana a lo sumo, en Primavera. Servía de presagio (algunos lo llaman test) al verano; auguraba lo que iba a venir y abría (aperturaba, que dicen los expertos de ahora) los alojamientos turísticos de los sitios de playa. El verano era más largo. Sobre todo, si el cabeza de familia optaba por la fórmula “del Rodríguez” y dejaba a la familia en la playa, a donde acudía en fin de semana, pues pasaba la semana trabajando en… donde fuera.

Y pasado del verano, ¿qué hacemos con los sitios de playa?; ¿Cómo mantenemos la actividad turística en los destinos como Benidorm?

Pues aquí, en Benidorm, la solución vino a través de la Ordenanza de Policía… aunque pronto se olvidó. Aún faltaba demanda para los meses ‘fuera de temporada’. Pero como casi todo en turismo, “se inventó” por aquí. Por el Mediterráneo.

Es que esto del veraneo parece que fue un invento de los faraones de Egipto quienes tras celebrar el ritual del Sol (21 de junio) se mudaban al Alto Egipto para pasar los tres meses de calor de rigor de forma más sosegada entregados al ocio de la caza. Y con ellos, la corte.

Sabiendo de este proceder ocioso egipcio, los patricios romanos -que inventaron el tiempo libre- ya se dedicaron a hacerlo más efectivo durante la estación en la que los esclavos estaban más ocupados con las recolecciones de cosechas y ellos se entregaban más plácidamente a la molicie en lo que eran sus ciudades de vacaciones, porque Roma -que apestaba en invierno- se hacía insostenible en verano.

Y si el emperador se iba a Anzio en verano, ellos no iban a ser menos y se inventaron otros Anzios. De algunos ya hemos contado en este Blog. Hoy lo hemos hecho de Benidorm.











[1] En 1964 nacieron en España 697.697 niños de los cuales 358.304, el 51.35%, fueron varones y 339.393, el 48.64%, mujeres. En 1964 nacieron 26.177 niños más que en 1963, es decir un 3.89% de nacimientos más que el año anterior. La tasa de natalidad en España (número de nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue en 1964 del 22‰, y el índice de Fecundidad (número medio de hijos por mujer) de 3,01. Esta cifra aseguró que la pirámide población de España se mantuviera estable muchos años. La fecundidad de reemplazo, el reemplazo generacional se consigue siempre y cuando cada mujer tenga al menos 2,1 hijos de media. En 1903 tuvimos un irrepetible pico de natalidad de 699.396 natalicios, aunque la mortalidad fue altísima.

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