23 de abril: Día Internacional
del Libro. Y ni Miguel de Cervantes
ni William Shakespeare murieron un
23 de abril de 1616 como alguien se avino ‘a
vender’ para adjudicar en el listado de Días Internacionales esta fecha al
libro, al bendito libro.
Sí, un 23 de abril murió Gómez Suárez de Figueroa, conocido como Inca Garcilaso de la Vega, escritor e historiador de ascendencia
hispano-incaica nacido en El Birú (hoy Perú), quien es, por más señas, el primer
mestizo racial y cultural de América… como lo define la Wiki en una consulta rápida.
A Cervantes, ya lo he contado, lo enterraron el 23 de abril;
había muerto el día anterior, el 22. A Shakespeare le cabe la cuestión de haber
muerto el 23 de abril; sí, de 1616, pero con arreglo al calendario Juliano… que
al trasladarlo al Gregoriano (de 1582 y que siguen casi todos los países del
Mundo a partir del siglo XVIII) le adjudicamos el 3 de mayo. Ninguno de los dos
murió el 23 de abril tal como lo conceptuamos hoy.
Lo del Día del Libro
es un invento desde 1996 a partir de una propuesta de la Conferencia General de la UNESCO, celebrada
en París en 1995, para rendir un homenaje universal a los libros y autores,
alentando a todos, y en particular a los jóvenes, a descubrir el placer de la
lectura y a valorar las irreemplazables contribuciones de aquellos quienes han
impulsado el progreso social y cultural de la humanidad con el objetivo de
fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad
intelectual.
Salvedad hecha, vayamos con el día del Libro, con mayúsculas,
que viene a coincidir con la celebración de San Jorge.
Lo de San Jorge, que he citado en el párrafo anterior, es
otra historia. Para estas tierras se remonta al año 1096 y a la batalla de
Alcoraz (15.11.1096) donde San Jorge “ayudó”
a los aragoneses frente a la Taifa de Al-musta’in II (la de Zaragoza) y la
milicia castellana de los Nájera y la Casa de Lara aliados de los muslimes (geopolítica
del siglo XI). Total, que los aragoneses tomaron Huesca el 26 de noviembre de
1096 y San Jorge pasó a ser el santo protector de Aragón… ya en el siglo XIII.
Aquí ya nos meteríamos con la leyenda del dragón y de cuya
sangre, al ser lanceado por San Jorge, brotó un rosal. Y ahí tenemos la entrada
en escena de la rosa… que se enseñoreó de la ciudad condal, Barcelona, en el
siglo XV cuando el santo entró a formar parte de la devoción de la ciudad y las
rosas tomaron protagonismo en la Feria de los Enamorados que
celebraba Barcelona por aquellos años del cinquecento.
La costumbre, regalar rosas ellos, los enamorados, a ellas, a las enamoradas.
Y esa feria trajo la costumbre de la rosa que mantuvo
Barcelona hasta que con motivo de la Feria
del Libro de Barcelona, instaurada un 23
de abril de 1931, en la fecha de San Jorge, se unió el libro a la rosa en
el catálogo de regalos… mucho antes que la UNESCO reparara el dedicar un Día
Internacional al Libro…. Cosas de la década de los noventa del Siglo XX.
Y aquí llegados, el libro cobró su protagonismo.
Y por ello hoy, San Jorge, una recomendación sobre un libro:
Retrato del primer turismo de Benidorm;
1918-1936.
Vicente J Sanjuan
comenzó con Quico Bayona y Patty Stratton sus foto-libros de
Benidorm con una tremenda -y poco valorada; semos
asín- labor de rescate e investigación. En esta ocasión, Vicente Sanjuan,
ha recuperado el material de Francisco
Mora Carbonell (1898-1977) quien, desde su acomodada vida burguesa alcoyana
se dejaba caer por la costa -y por el interior- cámara en ristre retratando la
realidad de una sociedad que descubría el veraneo y la playa.
Mora Carbonell fue un personaje: y avanzado del pictorialismo,
corriente que dignificó a nivel de arte con aquellas primeras fotografías. Fue
el primer fotógrafo español admitido en el Certamen Internacional de Londres;
en 1930 obtuvo su primera distinción en la Exposición Internacional de Amberes;
en 1933 fue condecorado con la Medalla de Plata de la Exposición Internacional
de Lucerna, en Suiza -donde la Federation Internationale de L’Art
Photographique le concedió el título de “Artista”-; además de sus exposiciones
y premios nacionales. Benidorm no escapó de su objetivo.
Francisco Amillo,
el profesor Amillo, hace la introducción histórica al momento que retrata el
libro y resulta que nos habla de cien
años de prototurismo en Benidorm antes de que el Turismo fuera el pan
nuestro de cada día a partir de Pedro,
don Pedro, Zaragoza y del Plan General de 1956.
Amillo se retrotrae al ferrocarril de mediados del XIX y a
las carreteras para explicar ese momento. Y cuenta que fue Emilio Castelar -presidente del Poder Ejecutivo en la Primera
República (1873-74)- el primer turista de renombre que, además, promocionó en
sus escritos las bondades del veraneo en Benidorm, repitiendo su experiencia
turística durante cinco años. Un Benidorm siempre accesible a todos; si no, que
se lo pregunten a aquellos veraneantes de semana que llegaban con el tren botijo
a precios muy asequibles y en diligencia, desde la Posada de La
Balseta a Benidorm.
De 1913 es el primer chalet de la playa de Levante y del
dinero que hacen los industriales alcoyanos con la IGM llegarán el “boom” de la construcción de “hotelitos” -llamar chalet a aquellas
mansiones queda desfasado- de Payá, Senabre y otros en un veraneo netamente
familiar, a lo que contribuye el strand
de las playas de Benidorm y lo resguardado de su bahía.
Cuenta Amillo que en 1924 el Gobierno apoya decididamente el
Turismo y en Benidorm aparece ya el concepto Turismo y, con él, llegarán las
primeras construcciones hoteleras y la política de promoción turística con
postales y sellos.
Sello para franqueo de verano, sin valor facial; ejemplar de mi propiedad |
Hasta ahora sólo podíamos hablar del primer turismo de
Benidorm con documentos escritos; ahora, con la fotografía de Mora Carbonell
que recupera Vicente Sanjuan podemos ver a aquellos primeros turistas tanto en
invierno como en verano; el baño y los trajes de baño, la fisonomía del pueblo,
lo cristalino de sus aguas, las excursiones en llaüt, la marquesina del Hotel Bilbaíno, las cervezas y los
aperitivos de la época, el relax, la siestas, el uso del albornoz (en los años
20 y 30, antes de que la moral franquista los impusiera), la alegre
chiquillería o los estragos del viento y los temporales… y, cómo no, la
balaustrada del alcalde Llorca Alós, la de 1925, que realizó el ti Santonja.
Sólo reproduzco la portada y esta fotografía de las casi 90 que engloba el libro confiando en que al amigo Vicente J Sanjuan no le contraríe. |
Por San Jorge, Día Internacional del Libro, Retrato del
primer turismo de Benidorm, 1918-1936
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