Parodiando el título de la obra de Miguel Hernández, “¡Quién me ha visto y quién me ve!”. Yo,
leyendo poesía. ¡Cielos!, me hago mayor.
No pasé en mi mocedad de lo de “Moça tan fermosa non vi en la frontera, como aquella vaquera de la
Finojosa; Faziendo la vía del Calatraveño a Santa María, vençido del sueño, por
tierra fragosa perdí la carrera, do vi la vaquera de la Finojosa.” de Íñigo
López de Mendoza, el pre renacentista Marqués de Santillana. Aquello seguía;
más yo ya no sabía, ni entonces ni ahora, continuar.
Nunca me aprendí “La
canción del pirata”; discúlpeme don José (de Espronceda). Pero es que
siempre tuve claro que eran diez, y no cien, los cañones por banda porque un
bergantín no da para tanto. Con el tiempo supe que sí lo daba, pero lo normal
eran diez cañones cortos de 8 libras. Sí, diez y no cien.
Mi poesía, mi verso, siempre ha sido el de “siento ruido, siento gente, siento quince, siento
veinte”, donde el primer ‘siento’
-de sentir- podía ir acompañado de ‘pasos’
(siento pasos…) que también pega, e incluso ‘frío’ (siento frío…), que no lo hace, aunque también, a algún
atrevido, se lo he oído. El caso es que los numerales se mantienen intactos
para la rima.
Y, por motivos que no vienen al caso, como minutos antes de
irme de la Tertulia del viernes habíame facilitado el bueno de Antonio Bravo
García uno de sus libros de poesías -poemario, me indicó él-, al comenzar la
jornada de reflexión y habida cuenta de la misión que tenía anoche por delante,
decidí echarle un ojo.
Y lo hice.
Antonio fue profesor en la Universidad de Oviedo y profesor
visitante en la universidades norteamericanas de Harvard, Yale y Stanford, y en
las británicas de Oxford y Cambridge, así como en la peruana de Ayacucho. Lo
suyo es la literatura inglesa. Y la poesía. Y se viene a Benidorm cada vez que
puede y quiere.
Y el libro se lo prologa Antonio Amillo, otro amigo.
Claro, como va de obras de arte inspiradoras, Amillo se explaya
y te lleva a su terreno confluyendo belleza formal impresa y belleza visual en
la pantalla del ordenador. Porque anoche, en un alarde de imaginación díjeme de
ilustrarme los contenidos poéticos con la imagen de los cuadros retratados en
verso… a ver si pasaban. Y fue un acierto.
A los que la poesía les motiva por sí sola, se les
aparecería el cuadro objetivo del poeta en el magín. A los que no tenemos ese don…
siempre es bueno tener a mano un ordenador y el consiguiente motor de
búsquedas.
Una experiencia, oiga.
Noche larga, y han caído las 133 páginas y sus 108 poemas.
Antonio: me quedo con Ronda de Noche.
Rembrandt, 1642. El teniente, de blanco, y la niña, debieron ser protagonistas de algo; digo yo |
Leyendo tu verso y viendo el cuadro: “Capitanes soberbios que pagaron / por ello mil florines / aspirando a
la infinita vanidad / de vivir en un lienzo para siempre. No verán jamás su inmarcesible
gloria / (tras la muerte tú jamás verás nada). / La arrogancia es maná de todo
necio / que se cree que es eterno en esta vida”. Lo ví: “Es una compañía / militar
con la huellas de batallas de sangre”. Cosas de la Corporación de Arcabuceros
de Ámsterdam.
Turner, 1838. las secuelas de aquella explosión volcánica del Hemisferio Sur flotando en el aire sobre el Támesis. Y el siglo XIX mostrando su poderío sobre el XVIII que va al desguace. |
Y luego me reencontré con Turner y su barco (“El Temerario…”) en el año sin verano de
una crisis climática: “El desguace del barco Temerario / -en colores dorados y
atardecer de seda- / es todo de la nada de glorias del pasado…”. Sí, eso es: el
ocaso del sol coincidiendo con el ocaso del navío de línea, de casi cien
cañones (este tenía tres puentes), que sólo entró una vez en combate a lo largo
de toda su vida -y fue en Trafalgar-, camino del desguace, remolcado por un barco
de vapor.
Anoche, Antonio, hasta le vi un sentido a Constable y su
carreta del heno. Y hasta me volví a impresionar con Monet (“Impresión, sol naciente”): “… Son puntos de colores / que engañan a la mente…
/ … / La vida que renace / como un don gratuito en su esplendor / para aquél
que descifra los colores del alma…”. ¡Qué impresionable, soy; me hago
mayor!
Vi el “Guernica”
en colores cuando te lo leí: “Cuadro
desordenado en un orden perfecto / con sus colores fríos en negro gris y
blanco. / Es un eco de sangre, de bombas y de fuego / … / … / Con las bombas y
el fuego la muerte resucita… “.
Mira, coincido contigo en que “Guernica es la paloma que matan cada día”. Guernica y Lumo, que
parece que olvidamos la anteiglesia[1] de Lumo
en la villa de Guernica
Y no veas el impacto con Jasper Johns y su bandera. Cuando
preparaba oposiciones a Secundaria me contó un preparador que “Johns elevaba a arte un trapa combustible
dispuesto a arder para iluminar el caminos de muchos”. “Si te sale, pon esta frase”, nos dijo. Y
nunca salió; aunque sí “El Beso” de
Brancusi en la primera vez que me tumbaron. El caso es que las palabras de
aquél preparador me impresionaron tanto como leerte lo de “Miedo me dan las banderas en las garras de lobos / en las noches de
luna…” porque concluyes el razonamiento: “… confunde ese símbolo de amor / a una patria con odio hacia el contrario”.
He comenzado mi jornada de reflexión con esa línea del
tiempo que marcas entre la ancestral Cueva de Tito Bustillo, arte rupestre, y el
cuasi neo expresionista Miquel Barceló… Por el camino me he perdido, pero me he
reencontrado con grandes obras de pintura y con un poeta al que vemos cada
viernes en Los cafés del Meliá y hasta pueden escuchar en Agoraben y el Faro de
Alejandría.
Reflexionar, lo que se dice reflexionar de cara a mañana, he
reflexionado poco, pero le cogido gustillo a esto de la poesía-ilustrada.
Gracias Antonio.
Pero espero que esta etapa poética culta se me pase pronto.
Convencido estoy, porque en cuanto oiga lo de “Y que yo me la llevé al río / creyendo que era mozuela /…” me olvidaré
de don Federico, por mucha falta de respeto que sea, y me saldrá al pronto lo
de “… Y resultó ser un tío / que por poco
me la cuela”. Y no es ser irreverente, don Antonio; sencillamente es ser
más divertido.
Dígame, cómo si no, me pone usted el consabido final a lo de
“No hay dolor más doloroso, / no hay dolor
más inhumano…” que lo que ocurre cuando bajas la tapa del piano.
Es que he llegado a casa y no me podía dormir. ¡Gracias, de
nuevo, Antonio!
[1]
Una interesante fórmula municipal gobernada por concejo abierto, que fue desapareciendo
en el XIX.
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