Pues eso, que me he chupado de pé a pá la miniserie
de HBO Chernobyl. Y como aquello del 86 lo tengo fresco, pues ha
sido interesante poder ir ilustrado a mi sufrido núcleo familiar las partes que
el guion soslaya; que no son muchas.
Tiré de disco duro para sacar mi primer articulillo sobre
accidentes nucleares (en este mismo blog está lo de Fukushima-Daiichi, pero no
los anteriores) y les recordé que esto de los accidentes “atómicos” comenzó en
Canadá (1952; Otawa, cuando casi se les funde el núcleo en Chalk River: sin
daños personales. En el 57 el susto lo dieron los rusos en los Urales (Chelliabnsk-40,
un complejo secreto conocido como Mayak) con víctimas (no hay cifras oficiales
y sí especulaciones), evacuación de población civil e importante contaminación
con Estroncio-90.
Los ingleses no iban a ser menos y en el entorno de Liverpool
(planta nuclear de Windscale-Sellafield), en 1957, se produjo una fuga radiactiva.
Y claro, tanto va el cántaro a la fuente que se les rompió a los yanquis en
enero de 1961 en un reactor experimental en Idaho Fals. Tres muertos en el que
fue el primer accidente nuclear en EEUU.
En el 79 los yanquis nos dieron dos sustos y una peli.
Un susto en una central secreta (que también las había a este lado del telón de
Acero) que yo no sitúo donde leo y sí en una localidad de muy parecido nombre
en una instalación de combustible atómico para la marina donde por una fuga
hubo problemas serios; Y el otro fue de telediario (lo retransmitían mañana,
tarde y noche) y ocurrió en Pensilvania en la central Three Mile Island: escape
de agua radiactiva. El accidente fue grave (así lo refleja la escala INES: 5
sobre 7) pero la “pena de telediario” fue decisiva: la confianza de la
población en las centrales nucleares comenzó su caída en picado. La central sigue
funcionando y tiene licencia de explotación hasta el año 2034. Y la peli fue un
éxito: “El síndrome de China” se estrenó doce días antes del accidente de
Pensilvania y fue un éxito en taquilla y en premios, como la Palma de Oro en
Cannes. Ah, lo de la fusión del núcleo y que salga por las antípodas (Síndrome
de China) está en contra de toda física elemental.
Escala INES |
En la vieja piel de toro también tuvimos un accidente
destacado. Fue en el 89 en Vandellós (Tarragona). Un incendio afectó a los
sistemas de refrigeración del reactor. Fue clasificado como de nivel 3, que
corresponde a un “incidente importante” aunque no provocó emisión al
exterior. Tampoco hubo víctimas; pero el elevado coste de las medidas exigidas
por el Consejo de Seguridad Nuclear para corregir las irregularidades
detectadas determinaron el cierre definitivo. No ha sido el único, pero sí el
más notorio.
Y entre los dos últimos llegamos a 1986 y a Chernóbil. Lo de
la central Vladimir Ilych Lenin no fue una explosión nuclear y sí una explosión
en una central nuclear; en el edificio del reactor 4. Y con dos más, entonces,
en construcción. Por cierto, ya en septiembre de 1982 el reactor RBMK-1000
número 1 sufrió un accidente y sólo se comunicó a las autoridades de Energía
atómica días antes del fatal accidente del reactor número 4. Transparencia.
A la 1’24 de aquella madrugada (26.04.1986) hubo dos
explosiones consecutivas separadas apenas unos segundos: de la cámara y del contenedor,
dejando al aire el núcleo del reactor haciendo de las suyas. Pese al enorme
riesgo, los otros tres reactores siguieron funcionando. Cosas de la Rusia
soviética y que la serie retrata.
El edificio del reactor 4 explotó |
Me ha gustado Chernobyl; y mucho más al saber (oído
en la tele) que se pedía al gobierno ruso de ahora prohibir la emisión de la
miniserie y hasta se anunciaba otra “diciendo toda la verdad”. ¡Como si
no se hubiera investigado lo sucedido en Chernóbil aquella madrugada y los
meses siguientes! Por haber hay hasta estudios meteorológicos, fundamentales
para la evolución de la nube que se generó.
No sé si Craig Mazin ha conseguido una obra maestra pero yo
no le encuentro ni un pero. Bueno sí: la escena de reclutamiento de los mineros
para excavar bajo la central. No, no me imagino yo así al ministro soviético de
la industria del carbón; parecía de chiste. Pero eso ha debido de ser un guiño
al cómic para compensar algunas escenas de víctimas de la radiación.
Yo creo que el accidente les vino grande. El País editorializó el 16 de mayo del 86, cuando se
hizo público. Habían pasado veinte días de la catástrofe: Gorvachov ha hablado.
Y sus palabras: “Lo peor ha pasado”. Pero lo mejor está en el cuerpo del
escrito: “El propio discurso de Gorbachov confirma que la URSS carecía de
toda preparación, mental y material, ante la eventualidad de una catástrofe
como la ocurrida y, en consecuencia, ha aplicado los peores métodos
tradicionales del secreto de Estado. Pocas veces se ha visto con tanta nitidez
que la libertad de información no es sólo una exigencia democrática, sino una
necesidad inherente al mundo moderno”. ¡Tela!
Y es que la serie retrata bien, a mi entender, el
estancamiento económico, al mismísimo borde de la quiebra, en que vivía en 1986
la URSS. Y mucho mejor, la foto de la crisis moral -más bien ausencia de
compromiso ideológico y desidia general- que había conseguido el comunismo
después de cosechar tantos fracasos.
La central donde explotó la estructura sobre el reactor RBMK-1000
número 4 producía electricidad y Plutonio 239 para uso militar (con lo que el
combustible no era irradiado durante largos periodos) había desconectado todos
los sistemas de seguridad para que no le estropearan un ejercicio que estaba
pendiente de hacer desde hacía ocho años. Si eso no es dejadez, ya me dirán.
El Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA)
atribuyó en un primer informe toda la responsabilidad a los múltiples errores
humanos que bien se reflejan en la serie. Un segundo informe (2011), con datos
no disponibles en 1986 y un análisis más profundo concluyó que, aunque los
ingenieros cometieron errores, el accidente se habría producido muy
probablemente incluso sin estas intervenciones: “el diseño intrínsecamente
inseguro del reactor lo hacía muy inestable si se operaba a bajas potencias,
como requería la prueba que se estaba llevando a cabo”. ¿Verde y con asas?:
¡Alcarraza!
El reactor 4 de la Vladimir Ilich Lenin al cabo de seis
meses del accidente fue cubierto por un gigantesco cubo de acero y hormigón que
en 2011 presentaba grietas y fugas, por lo que fue necesario construir (2016) un
nuevo “sarcófago” (1.550 millones de euros) por la empresa francesa Novarka. Proporcionará
seguridad por espacio de un siglo. dicen. Cuando en junio de 2000 Bill Clinton
visitó Ucrania, el presidente Leonid Kuchma anunció el cese definitivo de la
central (en diciembre de 2000) que sólo contaba ya con el reactor 3 operativo.
Maqueta del sarcófago |
La pésima gestión del accidente de Chernóbil sirvió a Mijaíl
Gorbachov para dar un paso adelante en lo de la perestroika y el glasnot. En Chernóbil,
el glasnot (transparencia) que aseguró cuando ascendió a la Secretaría General
del PCUS fue pura fachada. Y la perestroika (restructuración), aprobada en el XXVII
Congreso del partido, se topó con la vieja guardia del complejo
industrial-militar como demostraron los acontecimientos… y el capítulo final de
la serie.
Y si bien no fue Chernóbil la que posibilitó el cambio, el
que casi un año después, un festivo 13 de mayo de 1987, Mathias Rust aterrizara
en plena Plaza Roja con una avioneta burlando las defensas soviéticas permitió
a Mijaíl Gorbachov sustituir al ministro de Defensa, Serguéi Sokolov, y al
comandante de la defensa antiaérea, Alexander Koldunov, dos momias de viejos
héroes de la IIGM y comenzar el proceso.
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