A modo de Introito: Arranco este post donde lo
dejé ayer: despanzurrados los antecedentes, vayamos al meollo de la cuestión,
sin entrar en honduras (¿capital, Tegucigalpa-Comayagüela?) porque este post no
va a ir más allá de un daguerrotipo sobre el tema; que hay estudios de enjundia
y páginas web a consultar sobre los periodos modernos. Y no se si me atreveré
con la 3ª parte (por falta de tiempo, que no de ganas)…
Al hilo de lo de ayer, el siglo XIX lo arrancamos en la
península con la constitución del Ministerio de Policía General del Reino de
España, a partir del Estatuto de Bayona[1].
Las competencias policiales se las asigna el Real Decreto de 6 de febrero de 1809,
que las centra en “servicios de orden público, seguridad, investigación,
control de extranjeros e información (aunque pretendían escribir, y con
todas las letras, ‘detección de conspiraciones contra el Estado’)”. Contaba
esta Policía General del Reino con una Junta Criminal Extraordinaria
-cuyas sentencias (en 24 h) no podían ser recurridas- y una Milicia Urbana
de apoyo, que en Andalucía se llamará Milicia Cívica.
Era una policía que a los ojos de hoy podemos calificar, sin
podemizar la cosa, opresora; contaba con una fuerza uniformada -no militarizada-
que pretendía ser imagen del modelo de Gendarmería Nacional que operaba en
Francia y que tenía ese mismo talante. El principal problema de aquella Policía
en aquellas fechas -en guerra contra el francés que estábamos- era la guerrilla
de patriotas. En realidad, la principal misión de aquel cuerpo policial
era evitar que la gente de las ciudades se uniera a las partidas guerrilleras.
Así, identificar y controlar a los viajeros fue su principal cometido, teniendo
como aliado para ello la emisión de Cartas de Seguridad (a modo de DNI)
para identificar a las personas.
La Constitución de 1812 deja para el Rey la misión de
hacer cumplir las Leyes y señala desde Cádiz una Milicia Nacional, por
provincia, para “asuntos de seguridad y paz pública, así como para
perseguir delincuentes y delitos, manteniendo la integridad de la
Constitución”, en palabras del conde de Toreno. De las Cortes de Cádiz
saldrán las competencias para crear la Policía Municipal, adscrita al
Ministerio de la Gobernación. En los debates de Cádiz se urge también la
necesidad de un organismo policial “para acabar con espías y traidores”,
a modo de servicio secreto, cuestión que estaba a la orden del día, y que se
materializaría poco después.
Pero volvió “el Deseado” -el rey Felón para
muchos- y nombró a José Manuel de Arjona superintendente general de Vigilancia
Pública. Y este metió en coctelera los modelos bonapartista y gaditano,
durante de la Década Ominosa, para parir el antecedente de la Policía
Nacional: 13 de enero de 1824, Real Cédula de la Policía de Madrid.
Al año siguiente se le dota de una tropa auxiliar -Celadores
Reales (1825)- con la misión de “evitar que se conspirara contra el
gobierno -y el Rey- y consiguiera cobrar las multas impuestas”.
Dos misiones, dos: solventar la hucha de una Hacienda Real depauperada y acabar
con espías y traidores. Además, como no confiaba nada aquel rey en la capacidad
del Ejército se creó -antecedentes había- un nuevo cuerpo policial -Carabineros
de España- que, carabina en ristre y dependientes del Ministerio de
Hacienda, tenían la misión de proteger las fronteras terrestres y marítimas.
Ya será la Regente María Cristina -la del sargento Fernández y
la copleta aquella de ‘María Cristina me quiere gobernar…”- la que, para
coordinar las nuevas estructuras policiales, firmará la creación de la Dirección
General de Policía y Seguridad Pública.
Y así, el primer cuarto del siglo XIX termina en España con
una Policía Gubernativa, una Policía Secreta (de mercenarios) y
una Policía Política para controlar afrancesados, liberales y exiliados,
además de los citados Carabineros que, a la postre, también estaban en el sarao
policial. Y al abolir la Inquisición (15/07/1834), el personal seglar que se
ocupaban de los menesteres de investigación fue incorporado al servicio
policial político. Además, se privó al Ejército nuevamente del Servicio de Información
para dejarlo en manos del control civil, que era ponerlo al servicio directo de
la Corona. Pero llegó la primera Guerra Carlista (1833-1840) y… hubo que
reestructurar todo el estamento policial.
Placa de Policía. España 1920 (imagen cedida) |
La nueva reorganización no gustó a muchos funcionarios que se pasaron a otros cuerpos[2]. El general Espartero, durante su Regencia (1840-43), volvió a reorganizar la Policía; dio a la Milicia Nacional protagonismo, para evitar que los elementos mejor formados abandonaran el cuerpo, aunque serán los gobiernos de Isabel II (desde 1843) los que consigan definir la distinción de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con la Policía (naturaleza civil) y -durante el Gobierno del general de Narváez (1844)- la Guardia Civil (naturaleza militar). El Benemérito instituto ganó protagonismo porque aseguró a Isabel II la victoria sobre los Carlistas al dominar el medio rural -en una España rural- y controlar la Revolución de 1848. Además, por aquel entonces medianero del XIX se vivía la etapa de ardor del bandolerismo y los agentes del duque de Ahumada se emplearon a fondo consiguiendo prestigio para el cuerpo, páginas para la literatura y una España rural más segura.
En aquel Gobierno Narváez también se da protagonismo a la
Policía al crearse para el ámbito urbano el Ramo de Protección y Seguridad. Y
así llegamos a la ‘nueva policía’ de la segundad mitad del XIX contará con
agentes uniformados -Cuerpo de Protección y Seguridad- para “evitar
la comisión de delitos y proteger a los ciudadanos”, y con agentes no
uniformados -Cuerpo de Vigilancia- para la investigación general. Una
estructura básica y elemental que la convulsa etapa hasta final de siglo llevará
a tener que crear un nuevo y específico Cuerpo de Orden Público en el
seno del Cuerpo de Protección y Seguridad. Y será el asesinato del general Prim
(27/12/1870) el que active más reformas y, finalmente, se consiga la equiparación
de sueldo con la Guardia Civil (lo que hoy es al revés).
Nada más proclamarse la I República se producirá la división
entre Policía Gubernativa y Policía Judicial, eliminándose la
Milicia Nacional que será sustituida por el Cuerpo de Voluntarios de la
República (1871-1973) que en nada volvió a un Cuerpo de Vigilancia, integrado
por civiles, que se ocupaba de labores preventivas de la delincuencia,
investigar delitos y atender los requerimientos de las autoridades judiciales, que
terminará el siglo como Cuerpo de Seguridad, uniformado y bajo
estructura militar, se ocupaba del orden público y la protección de los bienes
materiales y las personas del Estado.
El caso es que a partir de 1886 se extiende la estructura
policial de Madrid a toda España y ya en la última década del XIX se dan los
primeros pasos en especialización: el primer gabinete científico de
identificación antropométrica (1895) y la primera unidad específica sobre
explosivos y anarquismo (1896), que integran tanto policías como guardias
civiles; para que luego hablen de mando conjunto.
Sería conveniente tener muy presente que entre 1875 y 1931 en
España se configuró un sistema estatal de seguridad pública militarizado,
centralizado y burocrático en organización, función y doctrina que variaba la
realidad de seguridad en los medios urbano y rural hasta extremos
insospechados, con escasez de recursos económicos y materiales, así como una
errática y cambiante voluntad política para resolver situaciones. A partir de
1917 hay un desmoronamiento del sistema de Orden Público que ahora veremos.
Sargento del Cuerpo de Seguridad, con machete y arma de fuego reglamentaria. Años 30 (de Policía.es) |
Pero entremos en detalles. En 1902 Maura abordó un ambicioso programa de reformas: se organizó la Policía Gubernativa (1903) y se creó un Registro Central de Sospechosos en material criminal y un Registro de Reclamados por la Justicia, intensificándose las relaciones con La Sûreté francesa en materia de control de anarquistas; era tal la intensidad de la lucha con los anarquistas que a la Policía Judicial se le llegó conocer esos años primeros de siglos XX como Policía ‘de anarquistas’. Barcelona contó, por su problemática enquistada anarquista y cercanía a la frontera francesa, un Servicio de Policía Gubernativa propio para esta rama.
Como se pretendía una mayor profesionalización de los agentes
se creó la Academia de Policía (1905) y se reglamentó definitivamente los
Cuerpos de Seguridad y Vigilancia (1908) para toda España con la
Ley Orgánica de la Policía Gubernativa; reglamentación que estaría vigente
hasta la profunda remodelación del emprendida en 1930 por el general Mola.
Incluía un Cuerpo Especial de represión del terrorismo y una Oficina
de Investigación Criminal, para la que se contó con el asesoramiento del
inspector Charles Arrow, cedido por Scotland Yard. Aunque estas unidades
decayeron, se consolidaron las tres ramas policiales: Seguridad
(prevención del delito; militarizada), Vigilancia (información e
investigación) y Servicios Especiales (extranjeros, armas y explosivos),
dependiendo todas las ramas del Ministerio de la Gobernación. En 1911 se reguló
su uniformidad y comenzaron las oposiciones de acceso al Cuerpo.
La Revolución Rusa de 1917 y el perfeccionamiento de los
métodos revolucionarios de subversión del movimiento obrero hicieron que a lo
largo de los famosos y alocados -dicen- Años Veinte, Justicia, Ejército y
Policía se replantearan configurar a la Guardia Civil como “bombero” de
emergencias y alejar a la Policía del orden público, dando cabida, como en el
resto de Europa, a grupos civiles de movilización armada frente a la “amenaza
bolchevique” que en la vieja piel de toro se llamaron Uniones
Cívicas. Una etapa oscura, la verdad en la que la Policía se empleó a fondo
contra el tráfico de armas cortas y armas blancas que, recordemos, estaban
prohibidas desde 1761.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera la Policía
quedará en un segundo plano eclipsada por el protagonismo que se le dio a la
Guardia Civil y al Somatén Nacional, pero no es una etapa baldía porque
la estructura policial se reorganiza en varios campos de acción y entra de
lleno en la lucha contra el mundo de la droga -que esa es otra historia de las
de toda la vida- y en el acercamiento a la acción ciudadana con la novedad de
la Policía de Barrio. También es cierto que, a partir del Cuerpo de
Vigilancia, se creó la División de Investigación Social, para ‘atender’
las huelgas, consideradas ‘delito social’.
Oficial y números; años 20. con sable.(de Policía.es) |
Y un par de detalles más. Las placas de policía -cuya decisión
de implantarlas como elemento de identificación se remonta a 1909- serán una
realidad en 1920; y en 1931 se produce, bajo el mando del general Mola, la
propuesta de sustituir el sable -hasta entonces era de uso ordinario[3]-
por la porra de goma revestida de cuero. Pero no cuajó. Unos dicen que la
proclamación de la II República abortó el cambio y otros que los agentes se
sentían desarmados y no querían salir a enfrentarse con ciertos individuos
cargando su integridad sobre un trozo de goma.
El caso es que bajo la II República -y con esto termino, pues
la charla del vermú Guerra Reserva Rojo iba sobre ¿cuándo empezó esto de la policía?-,
la Policía se vertebra en dos cuerpos: el muy mermado de Seguridad,
uniformado y que dependía al alimón de los ministerios de Gobernación y de la
Guerra, para cuestiones de orden público, y el de Vigilancia, de paisano
para investigar delitos y perseguir delincuentes. Las nuevas autoridades desconfiaron
del Cuerpo -todos los nuevos gobernantes habían sido, al menos, investigados,
cuando no reprimidos, por la Policía Gubernativa- y se propusieron republicanizar
la que consideraban una policía muy monárquica.
Y una pincelada de propina para el berciano: En 1935 se creará
el Cuerpo de Vigilantes de Caminos, que es el antecedente de la
Policía de Tráfico y el Cuerpo Especial de Presidencia del Consejo de
Ministros, para escolta del Gobierno.
PD. Esta es una historia apasionante; y hay mucho
y bueno escrito y publicado sobre el tema… asín que… me pienso el continuarla…
a menos que haya más vermú de ese…
[1] Carta
otorgada, declaración oral, promulgada en la ciudad francesa de Bayona el 6 de
julio de 1808 por José Bonaparte como rey de España e inspirada en el modelo de
estado constitucional bonapartista.
[2] Guardia
Urbana de Barcelona (1843); y Guardia Urbana de Madrid (1850)
[3] Recordando
el origen de caballería de las fuerzas policiales, siendo en el siglo XX de dotación
la espada sable diseñada por el capitán de caballería don Luis Carvajal y
Melgarejo, 3er Duque de Aveyro, XII Marqués de Puerto Seguro y conde de Bailén,
Cabrillas y Portalegre, conocido como Mod. Puerto Seguro 1907. Con
anterioridad, el sable Mod. Briquet 1879. En ocasiones fue de dotación el
machete de Artillería. La diferencia entre
ambas armas no pasaba de los 20 cm.
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