A modo de Introito: No suelo meterme en el terreno
de la solanum melongena porque la pubescente y espinosa solanácea suele dejar,
como mínimo, raspaduras a quien por un campo de ellas transita. De ahí lo de no
meterse en berenjenales. Pero habida cuenta que he osado preguntar -y obtenido
respuesta- a un mando policial amigo sobre un particular de esta historia,
héteme aquí que por culpa de un vermú que resultó ser de Cacabelos -León-,
donde se habla uno de los mejores castellanos que se recuerde- por nombre
Guerra Reserva Rojo -berciano que es, como mi interlocutor- paso a entrar en
otra de mis historias… que considero conviene refrescar en la memoria.
La Policía, como la conocemos hoy -la policía ‘moderna’- es un
invento del XIX. Pero esto no quiere decir que no hubiera ‘policía’ -servidores
públicos para el orden y persecución del delito- antes. Si en cualquier momento
de la historia hay delincuentes, por el elemental principio de acción y reacción
hay policía. El delito siempre es castigado, no importa en que civilización
sea.
En todas, desde las antiguas a hoy, con mayor o menor fortuna,
se dispuso de estos cuerpos a las órdenes de un, digamos, juez y para unos
menesteres que se mantienen inalterados, aunque con matices desde el principio
de los tiempos civilizados. Sin riego de equivocarnos (aquí le paso la pelota),
podemos concluir que -má o meno- desde el 1.700 aC hay estructura de ‘policía’;
por lo menos en el antiguo Egipto y en la milenaria China civilizaciones en la
que por aquel entonces ya disponían de estos funcionarios contra la
delincuencia y la desviación social, concepto que tomo prestado de mi
interlocutor.
Pero por estos pagos europeos, la palabra ‘policía’
se empieza a utilizar bastante más tarde; en tiempos de Clodeoveo I
(481), rey de los francos salios, fundador de la dinastía Merovingia, quien tras
su expansión al Este, entre los ríos Rin y Meno, instaura una fuerza -bajo ese
nombre- para preservar el orden. El concepto cobrará protagonismo en tiempos de
otro merovingio, Clotario II (595), y llegará a alcanzar nivel de
institución en la Europa centro-occidental desde los inicios del siglo XIII. El
origen de la palabra ‘policía’, pues, está en el francés antiguo,
arrancando desde el griego -polis; ciudad- y bajo el influjo del latín. Y de la
ciudad salió al campo.
El primer cuerpo policial urbano se constituyó en París, en
1254: les Chevaliers du Guet -a instancias del rey Luis IX-, para “velar
por la seguridad de cuerpos y bienes, y remediar los males que se producía cada
noche en la ciudad, tanto por el fuego, el robo, la violencia y el secuestro de
mujeres”[1].
Ya en el siglo XIV el condestable Raoul de Bienne (1337) eleva el nivel
del grupo, que Colbert (1667) reorganizará como cuerpo y Fouché
(1804) llevará al cénit la estructura policial como institución. Y de Francia, el
primer laboratorio científico de policía (1870) y la primera Escuela de Policía
(1883).
Y vieja piel de toro, ¿cómo nos lo organizamos con esto de la
policía? Miren, me cuentan que fue el Motín de Esquilache (marzo de 1766) el que
llevó a Carlos III a dar carta naturaleza formal a una institución para orden
público y seguridad. Pero que tienen su historia anterior.
Por ahí se puede leer que, en el reino de Castilla, en las
Cortes de Valladolid (1440), se cita lo de un cuerpo de policía, siendo
la pax pública su razón de ser. Pero resulta que quieres comprobar la
cita, vas y ves que no hubo Cortes en Valladolid ese año; asín que…
Haber, como en todas partes, por aquí había delincuentes y
embrionaria organización para combatirlos. En las ciudades, la cuestión era más
fácil; pero fuera de ellas -y ancha era Castilla por aquel entomnces- imperaba
la ley del más fuerte, que solía ser el que delinquía.
A herencia de los romanos, los visigodos tenían instaurada la
figura del sayón para estas cuitas policiales, como subalterno de los
órganos de justicia. Mientras el bucelario era un funcionario más
militar, el sayón tenía esa componente de orden público a semejanza de los vigiles
romanos. Roma había tenido su policía, militarizada, encargada de luchar “contra
la delincuencia violenta, la prostitución, la falsificación de moneda y el
mantenimiento de una higiene pública”. Pero cuando se fue deteriorando
el imperio y los ricos huyeron al campo, se fueron dotando de milicias armadas
como séquito clientelar. Y así rizamos el rizo del bucelario, y en esas y para
la península, saltamos a la invasión árabe y sus dos cuerpos ‘policiales’ -a su
modo- como la shurta[2]
y el derrah[3]
para estos menesteres. Y siguiendo ese patrón llegamos hasta los primeros
reinos cristianos, que recuperan al sayón y crean un nuevo cuerpo de serviros
de mayor entidad: los Porteros de Vara[4]…
figura que se mantendrá latente durante siglos y que cobrará nueva vida en el
siglo XVIII en su recomposición como el Sereno de la Noche[5]
con el cometido de “proteger de robos y asaltos, evitando las peleas
(incluso domésticas), dando aviso de incendios y prestando auxilio a todo aquel
que lo necesitara”. Pero el sereno, en sí, no era policía y hoy vamos
de policías, asín que…
Volvamos a la cosa de la “Policía” en las pocas ciudades en
que había.
Pero como la Reconquista avanzaba, en las nuevas tierras de
frontera, que eran casi tierra de nadie, también había delito y necesidad de
reprimirlo. A partir del siglo XI se fueron instalando entre el Tajo y el
Guadiana los golfines[6].
Y para censurar sus desmanes surgieron las Hermandades[7],
siendo la más famosa la Santa Hermandad Nueva de Castilla[8],
que debía “prohibir la realización de determinados juegos, la blasfemia,
la usura, cualquiera de los pecados públicos y realizar la persecución de
adivinos y malhechores”. Vamos, más trabajo que el chapista de las lecheras
de la BriMo de los Mossos a finales de febrero de 2021.
Esto de las hermandades es un capítulo apasionante sobre la
organización de los municipios, la explotación de tierras en común y su
defensa; pero, como siempre, excede del objetivo de estas pinceladas. Todo lo
más, recordemos que utilizaban el cuadrillo, una ballesta pequeña; por ello
les llamaban cuadrilleros. Y es que iban en cuadrilla.
Cuadrillero, representado con un desproporcionadísimo cuadrillo |
Y hubo mucho tiempo de cuadrillas en el medio rural, mientras
la evolución se daba en el entorno urbano, conforme crecían las ciudades. Y de
ahí iban saltando las nuevos de cuerpos policiales difíciles de encajar en esta
historia que vamos a hacer arrancar en el siglo XVIII, cuando se instaura el
modelo nacional de policía del Antiguo Régimen. Serán los alcaldes (1776)
los que pasen a tener competencias en seguridad pública y con ello deban “organizar
las patrullas de vigilancia diurna y nocturna, control de la población
transeúnte e inspección de los establecimientos públicos” que serán las
policías de cada etapa y época.
Con los Borbones llegó la organización “moderna”. Las primeras
fuerzas policiales españolas en ciudad fueron creadas por Felipe V a partir de
componentes militares. Los Inválidos Hábiles[9]
(1717) y la Milicia Urbana[10]
creadas para Madrid, pronto fueron habilitadas en el resto de las ciudades
importantes, reforzando el trabajo de los siempre escasos alguaciles,
única figura policial del periodo de los Austrias, anclado en la Edad Media.
Pero aquello funcionaba poco, tarde y mal. Total que, como
dijimos, tras el Motín de Esquilache (1766) Carlos III se vio en la necesidad
de reorganizar el sistema y comenzó por la primera unidad de Salvaguardas
para asuntos de orden público e investigación criminal. Y es que ya se había
prohibido deambular por las calles -desde 1761- ciñendo al cuerpo, para
ocultarlas, armas blancas, cortas y largas -incluso armas cortas de fuego- y no
había manera de poner coto a refriegas y asaltos. Que luego hablamos del Far
West.
Ah, las penas por llevar estas armas, leo, tenían su aquel: 6
años en presidio al noble, o 6 meses en minas al plebeyo. Y era más sano el más
inmundo de los presidios que bajar a la mina.
En 1782 Carlos III propuso a sus ministros reorganizar un poco
la cosa esta del sistema policial y constituyó la Superintendencia General
de Policía. Y por primera vez tenemos por aquí el concepto Policía.
En su reino -me refiero a este país en tiempos del mejor
alcalde de Madrid- operaban desde mucho tiempo atrás y para cuestiones de orden
público, vigilancia, control fiscal y de contrabando los más dispares cuerpos,
casi siempre surgidos del Ejército y que trampeaban en demasía y conseguían
desafección y temor popular: Fusileros Guardabosques Reales[11],
Infantería Fija del Reino de la Costa de Granada[12],
Partidas Armadas[13],
Escuadras de Paisanos[14],
Guardias del Reino[15],
Fusileros de Aragón[16],
Migueletes[17],
Somatén[18],
Mossos d’Esquadra[19],
Escopeteros Voluntarios de Andalucía[20],
Miñones[21],
Milicias Honradas[22]
y Serenos. Un sinfín de cuerpos, principalmente de ‘ámbito rural’, que
terminarán desapareciendo e invitando a sus miembros a integrarse en el futuro cuerpo
de policía regional que desde 1844 será la Guardia Civil.
Total que llegamos a las puertas del XIX con las cosas claras
pero con un futuro espeso, como el mejor chocolate. Y a ver si aclaramos conceptos y terminamos
mañana con los siglos XIX y XX que se me están pareciendo como un campo
sarcopoterium de pimpinelas espinosas de muy difícil tránsito para salir
indemne.
[1] Francoise Husson, en una
historia de los carpinteros de París; en 1903.
[2] Con el cometido de mantenimiento del orden
público entre las gentes del pueblo bajo y la persecución de los malhechores y
ociosos
[3] Policía y fuerza de seguridad interna con
funciones judiciales, penitenciarias y fiscales. Lo mismo actuaban como
guardaespaldas de las autoridades, que recogían la basura y vigilaban de noche
las ciudades.
[4] Vara que representaba la autoridad y que
era también un arma, sabiéndola emplear.
[5] 1715-1977; equipados con un chuzo y un
silbato, que cantaban las horas y el tiempo atmosférico –“las once y lluvioso”,
“las dos y sereno”; y con sereno -de tiempo atmosférico y no de abstemio- se
quedaron estos personajes.
[6] Gentes de aquí y de allá que deseaban vivir
libres en un territorio libre sin sometimiento a reyes ni señores, haciendo del
robo y del secuestro su forma de vida, pues no había otra cosa de qué vivir.
[7] Federaciones de municipios en la Edad Media
para el mantenimiento del orden público y seguridad y la protección de las
actividades en las tierras comunales. En 1370, un ordenamiento real consintió y
reglamentó estas hermandades de policía; serán los propios monarcas, ya en el
siglo XV, quienes impulsen el ingreso de los concejos en las grandes hermandades
de su reino. La Hermandad de las Tierras de Escalona (1190) fue una de las
primeras y más destacadas.
[8] Cortes de Madrigal, 1476, unificando las
distintas Hermandades que habían existido desde el siglo XI en los reinos de
Castilla y León. Se le considera el primer cuerpo policial de Europa sometido a
cierta organización y administración gubernamental. Fue decretada su extinción
total en el año 1834, habiendo sido para entonces reemplazada por la
Superintendencia General de Policía, creada en 1824 como órgano director de la
Policía General del Reino.
[9] Instituto armado integrados por soldados
cojos, tuertos, mancos y otros impedidos, provenientes del Ejército, con
cometidos de orden público: control de vagabundos, mendigos, holgazanes y
maleantes, inspección de establecimientos públicos, de hospedajes y viajeros.
[10] Voluntarios (burgueses, comerciantes y
artesanos) comprometidos en ayudar al Cuerpo de Inválidos Hábiles
[11] Creada en Cataluña (1761) para servicio de
policía y seguridad de la familia real y custodia de los sitios y posesiones
del Real Patrimonio.
[12] Lucha contra contrabandistas de las costas
africanas y Gibraltar.
[13] A las órdenes de un Corregidor, para
reprimir el crimen y la delincuencia.
[14] Con el añadido del contrabando y otros delitos
fiscales.
[15] Reino de Aragón;1568-1708. “Con
jurisdicción y competencias sobre ladrones bandoleros, asesinos,
secuestradores, contrabandistas y demás delincuentes; incluso en auxilio del
Ejército”
[16] Sucesores de los Guardias del Reino; debían
ser naturales de Aragón y eran elegidos por su robustez, agilidad, vigor,
agilidad, resistencia a la fatiga y espíritu. Terminaron siendo una unidad
militar entre 1835 y 1843
[17] Migueletes: llamados así por portar un
fusil de llave de restrillo, o llave española, precursora de la llave de
chispa. Tenemos Migueletes combatiendo al bandolerismo en las sierras de
Andalucía -y la rebelión de las alpujarras- y Migueletes como Fusileros del
Reino de Valencia, que terminaron integrados en la Guardia Civil en 1844.
Sustituyeron a los ballesteros del Centenar del Gloriós Sant Jordi (o de
la Ploma; 1365-1707) cuya misión era de la perseguir malhechores y su
privilegio más destacado era la custodia de la Real Senyera. Nada que ver estos
Migueletes con la Compañía de Almogávares de 1640 y Miquelón de Prats -¿mito o
verdad?- y sus actos de pillaje tras la Guerra de los Segadores (1640-1652).
[18] De tradición medieval, a imagen del
bucelario visigodo, centrado en la represión de bandoleros y piratas que llega
hasta 1714, siendo reestablecido en varias ocasiones, tras guerras, para
perseguir desertores. Refundado en 1855, pasó a ser un cuerpo auxiliar de Orden
Público y ámbito rural que cobró un especial protagonismo en la Dictadura de
Primo de Rivera como “policía de buenas costumbres y persecución de la
blasfemia” pero que se fajó en la represión de los “delitos sociales”
(huelgas). Disuelto en 1931 en toda España, continuó en Cataluña. Se reactivo
entre 1936 y 1939 en la zona nacional para cobrar protagonismo en 1945-1948 al
encomendársele colaborar con la Guardia Civil “en su lucha contra el
maquis y las organizaciones obreras clandestinas”. Aunque en el olvido
desde 1968, fue disuelto en 1978.
[19] Desde 1721 centrado en la persecución de
criminales y bandidos en Cataluña; y a los austracistas tras la Guerra de
Sucesión. Siguen la tradición de las Escuadras de Paisanos Armados. Hoy son un
cuerpo policial activo. Fueron la primera organización policial en España y en
Europa encargada de velar por la seguridad interior sin formar parte del
organigrama militar
[20] 1777; fuerza policial surgida de
regimientos militares para perseguir delincuentes y malhechores y ayudar a la
Justicia. Entre su uniforme figuraba una cuerda de cáñamo para atar a los
delincuentes que apresaban. Conflictos entre chancillerías y la jurisdicción
militar acabaron con esta unidad.
[21] Desde 1793, aunque arrancan de las
Hermandades de la Baja Edad Media. También se centraron más en otros cometidos -represión
de liberales y prevención de las sublevaciones- sus encomiendas era típicamente
policiales. Hoy, los Miñones de Álava están adscritos al Departamento de
Interior del Gobierno vasco.
[22] 1808; constituidas para evitar desórdenes y
reprimir a bandidos, malhechores y desertores de la Guerra de la Independencia.
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