Escribo este Post en la confianza
de que algún día, más pronto que tarde, lo sabremos todo sobre el origen real
del Covid. Ya sabemos que la mal llamada gripe española del 18 tuvo su origen
en China (1916) y como ‘entró’ tanto en los EE.UU. como en Europa y en el resto
del planeta. Sabemos ya dónde se originó el VIH y cómo se propagó el SIDA. No
vamos a culpar ahora mismo a chinos y a belgas por estos virus, pero sí tener
las cosas más claras. La movilidad, el vector de movilidad, es el que expande
estas infecciones. Desde la arrendada Weiheiwei (Port Artur & Liu-Kung
Island) partió el H1N1 con el Chinesse Labour Corp y se cruzó Estados Unidos de
Oeste a Este; y llegó a Europa y al mundo. Desde un punto del Camerún llegó el
VIH al mundo entero. La gripe fue por la IGM; el VIH, a raíz de la IGM por la
ruta del caucho y los problemas de la descolonización.
Sí, sostengo que el SIDA se convirtió en pandemia por efecto
de la descolonización[1].
Entre 1947 y 1969 el planeta vivió una fiebre descolonizadora, que avivó la
Resolución 1514 (ONU, 1960), precipitando los acontecimientos y, sin
pretenderlo, considero que, fue la causa de que el SIDA saltara de continente y
comenzara su expansión.
Conforme nos acercamos al 1º de diciembre, nos metemos en
reflexión sobre esta enfermedad, la gran enfermedad que nos compungió desde
mediados de los años ochenta. Es que, hasta la irrupción del Covid[2],
salvando la distancia del Ébola[3]
que (de momento) se nos queda por África, el otro bicho demencial que
aterrorizó -y aterroriza- el planeta es el VIH, del que, aunque se asociaba a
una parte de la población, nadie queda al margen de padecerla.
Fue tal la conmoción por los efectos de la enfermedad, una vez
que saltó de África, que la Cumbre Mundial de Ministros de Salud decidió que
1988 fuera el año de la ‘Comunicación y Cooperación sobre el SIDA’ y desde ese
año y hasta 2004, ONUSIDA lideró la celebración del Día Mundial de la lucha
contra el SIDA el 1º de diciembre, que desde 2005 organiza World Aids Campaign.
En resumen: prevención, tratamientos, solidaridad y apoyo. E historia.
Al despertar 2021, que ahora está declinando, entre 30,2 y 45,1
millones de personas vivían con el VIH en el cuerpo y con sus consecuencias en
todo el mundo[4].
Millón y medio de personas se infectaron durante los 366 días de 2020 y se
registraron, entre la colectividad de afectados, 680.000 muertes. 27’7 millones
de personas tienen acceso a antirretrovirales y pueden capear el problema (poco
más de la mitad de los infectados); el resto, no. Ojo al dato, porque el 53%
de los enfermos son mujeres y niñas.
Tras más de cuarenta años de investigación y desarrollo de
tratamientos, el SIDA es hoy, en el mundo civilizado, una enfermedad crónica
más, de la que algunos pacientes se curan. Hemos logrado importantísimos
avances en el control de la infección y la enfermedad. La ansiada vacuna ha
llegado y están trabajando con ella. La ‘Mosaico’, de
Johnson&Johnson, se prueba, por ejemplo, en el Hospital General
Universitario de Valencia, y la I-AVI, de Moderna, está también operativa desde
hace unos pocos meses. Y hay muchos fármacos antirretrovirales controlando el
problema. Y hay ya casos de pacientes que se han curado y llevan meses sin necesidad
de tratamiento. Pero ¡Ojo!, se estima que 110 millones de personas se han
contagiado desde el “comienzo” de la pandemia. Pero ¿cuándo comenzó?
Tenemos localizado el punto exacto del primer contagio y hasta
casi identificado al paciente 0 (que no es ninguno de los nombres
aparecidos en los Medios de Comunicación en los últimos 35 años). Se trató de
un africano que vivió entre 1884 y 1924. Lo que parece más probable es que la
infección se produjera hacia 1908 y por las características del lugar y las
costumbres de la población, la enfermedad quedó focalizada en el entorno
selvático tropical camerunés de Moloundou[5],
en un área concreta entre los ríos Sanaga, en Camerún y Congo, en
Congo. Está trazada la ruta de propagación y el proceso. Algún día, y espero
verlo, tendremos lo mismo sobre el COVID-19.
La primera referencia, en ‘arqueología’ médica (rastreo del
origen del virus; secuenciación del genoma) del VIH se sitúa, como hemos
señalado, al comienzo del siglo XX atendiendo a una cepa primitiva del VIH. Dos
muestras de sangre de enfermo de 1959 (etnia bantú) y 1960 (etnia no
confirmada) nos han llevado allí: la de 1960 es una muestra del virus atrapado
en una biopsia de un nódulo linfático. Con estas claves, son muchos los que han
llegado hasta Moloundou. Un equipo de investigadores de Camerún, Francia, Reino
Unido y EEUU, coordinado por la viróloga biomédica Beatrice Hahn y el
genetista Paul Sharp, localizó en Moloundou un virus de simio casi
idéntico al VIH-1, grupo M, que sabemos ocasiona la enfermedad en humanos. En
la revista Science, en 2006, publicaron su descubrimiento. En
2008, el biólogo evolucionista Michael Worobey determinó que el VIH-1,
grupo M, era mucho más antiguo de lo que nadie había imaginado, publicándolo en
Nature y situándolo a principios del XX. El epidemiólogo
canadiense Jacques Pépin, sin salir del entorno de Moloundou, colocó el
origen de la infección en 1921.
1908 o 1921, pero en Moloundou. Y una vez que el virus saltó
del chimpancé al humano, una única persona infectada llevó el virus del VIH,
siguiendo el curso del río Sangha, afluente del Congo, hasta
Kinshasa, capital congoleña y puerto fluvial, por la ruta del transporte del
caucho[6].
Y allí -miseria, superpoblación, concupiscencia y falta de higiene- en el VIH dejó
de ser un mero brote y alcanzó nivel de epidemia.
Los científicos han descubierto tres rutas de propagación desde
Kinshasa: por el Este, hacia el Lago Victoria; por el sur, vía Zambia, Botswana
y Sudáfrica; y saltando el océano Atlántico hasta llegar a Haití. Esta última,
la que supuso la internacionalización de la epidemia africana, es consecuencia
de la descolonización. Pero todo, a su tiempo.
El SIDA es la historia del caucho y del colonialismo, con las
potencias europeas interesadísimas en conseguir las riquezas naturales de la
cuenca del río Congo al coste que fuera. Bélgica y Prusia desde mediados del
XIX estaban en ello[7].
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial los aliados se
volcaron en controlar los territorios bajo dominio teutón en África ocupándolos
militarmente. En 1919, tras la derrota alemana, el viejo imperio colonial
germano en África fue transferido, por la Liga de las Naciones, a Bélgica,
Francia, Portugal, Sudáfrica y el Reino Unido.
Según Jacques Pépin, su paciente cero formaba parte de
una unidad militar integrada por 1.600 soldados belgas y franceses y unos 4.000
ayudantes africanos que se adentraron en el Kamerún alemán llegando hasta
Moloundou, una de las zonas caucheras más ricas de África, donde los alemanes habían
establecido una factoría y allí se quedaron. Y en Moloundou, como dijimos, se
produjo la infección y comenzó a gestarse la tragedia a partir de 1921. En
2015, el científico y naturalista David Quammen, reafirmó en su libro 'El
chimpancé y el río' esta cuestión.
Los actores de la historia del VIH son chimpancés y monos,
cazadores, mujeres libres[8]
y prostitutas, jeringas y vendedores de plasma; y, oculto entre todos, el
personaje central: un virus.
A la vía de transmisión sexual añadamos también el vector
intravenoso. Poco antes de la descolonización, las autoridades coloniales
belgas pusieron en marcha campañas de vacunación masiva para la viruela. Los
auxiliares sanitarios congoleños, poco dados a desinfectar agujas y esterilizar
jeringuillas, propagaron muchas enfermedades durante esas campañas; entre
ellas, el SIDA.
Cuando el 13 de enero de 1959, el rey de los belgas Balduino (Balduino
de Sajonia-Coburgo-Gotha y Bernadotte) anunció que Bélgica trabajaría por la
plena independencia del llamado Congo Belga, el SIDA ya campaba a sus anchas
por el país y hasta más allá. La independencia llegó el 30 de junio de 1960 y
trajo consigo el colapso económico y social; la miseria lo inundó todo y el
nacionalismo hizo de las suyas en Bakongo, Kasai y Katanga creando enemigos a
un Patrice Lumumba que desde el Mouvement National Congolais se convirtió en el
primer presidente congoleño. Las potencias de la Guerra Fría se implicaron
fuertemente en el conflicto por el control de las riquezas de la nueva
república independiente, obviando una enfermedad que no sabía cómo tratar.
La primera realidad de la nueva república fue el auge de la
prostitución; las ‘mujeres libres’, para subsistir, se vieron abocadas a aumentar
la frecuencia y el número de sus relaciones con hombres y con ello aumentar la
transmisibilidad de la enfermedad[9].
Y, para colmo, la desaparición de la escasa sanidad colonial trajo consigo un
problema añadido.
El siguiente nexo de la historia nos lleva a Haití. Los
colonos belgas nunca se ocuparon de crear una élite intelectual africana que
pudiera gestionar una Administración propia tras la independencia. Apenas doscientos[10]
congoleños, no vinculados al clero, sobre una población de 13 millones tenían
estudios universitarios cuando el país alcanzó la independencia. A todas luces,
un número absolutamente insuficiente para poner en marcha la nueva
administración. Para suplir la falta técnicos y cuadros, Naciones Unidas hizo
un llamamiento para atraer -con sustanciosos salarios- a burócratas y docentes
con educación francófona.
A este llamamiento por la francofonía respondieron unos 4.500
haitianos que huían de la dictadura de François Duvalier (Papa Doc), sus
tontons-macoutes y su reinado del terror. Entre 1965 y 1966 fueron obligados
a regresar y el virus llegó a Haití. A la rápida difusión del VIH en la isla
antillana contribuyó la pobreza del país. En 1986 terminó la dictadura de los
Duvalier y el país fue gobernado por varias juntas militares hasta 1990.
Durante ese período, el débil sistema de salud haitiano quedó destruido por la
carencia de recursos para sostenerlo. Era tal la miseria que una fuente de
ingresos pasó a ser la donación de sangre: cada extracción proporcionaba 3
dólares norteamericanos de aquellos días a los haitianos: una fortuna. Y esta
sangre, extraída sin muchas medidas de control, terminaba en los EEUU para
transfusiones, en uno de los negocios del sistema económico del clan del poder
haitiano. Además, la nación antillana era uno de los principales destinos del
turismo sexual para los norteamericanos. Un cóctel perfecto.
Michael Worobey y sus colegas calcularon que la cepa del
subtipo B llegó a Haití alrededor del año 1966 y entró en Estados Unidos en
1969. Hasta su ‘reconocimiento oficial’, en 1981, el virus del SIDA circuló
durante más de una década por Haití y determinadas comunidades de los Estados
Unidos sin control.
En diciembre de 1981 aparecía en la revista científica The
Lancet una breve reseña sobre la muerte de un hombre cuya identidad no
revelaba, pero que describía como un ‘conocido homosexual que tras un
viaje a Miami había fallecido aparentemente de una misteriosa enfermedad; un
mal desconocido que comenzaba a hacer estragos entre los gais de América’.
Entonces, ni siquiera tenía nombre. Un estudio publicado en la Revista
Estadounidense de Medicina en 1984 concluyó que muchas de las primeras
infecciones por VIH en Nueva York eran atribuibles a un asistente de vuelo canadiense
que estaba infectado. Hoy sabemos que la cosa venía de mucho más atrás.
A Cuba, otro país antillano que tal les cuento, también llegó
el VIH desde el Congo. Reconocieron el primer caso de sida en 1985 en un
combatiente que regresó de África. Los cubanos estuvieron apoyando movimientos
en África desde 1963[11].
Hoy “casi” lo sabemos todo del VIH. Espero que con el Covid
pase lo mismo. Y lo podamos leer.
[1] Procesos de
independencia política de colonias o territorios dominados, principalmente, por
potencias europeas que habían implantado serias condiciones de dependencia
política, social y económica. Al terminar la IIGM la ONU impulsó lo que se
consideró un proceso social, que viró a político, y produjo una catarata de
accesos a la independencia, principalmente en África, aunque también en Asia,
creando una brecha tremenda entre mundos.
[2] La
enfermedad por coronavirus de 2019 -conocida como COVID-19, covid-19 o covid-,
incorrectamente llamada neumonía por coronavirus, es una enfermedad infecciosa
causada por el virus SARS-CoV-2. La OMS anunció el 11 de febrero de 2020 que
COVID-19 sería el nombre oficial de la enfermedad. COVID-19 es un acrónimo de COronaVIrus
Disease 2019
[3] El virus
del Ébola (Ebolavirus) es una referencia al género de virus de la familia
Filoviridae que se detectó por primera vez en África. La enfermedad produce una
fiebre hemorrágica viral de la misma categoría que la fiebre de Marburg, la fiebre
de Lassa y la fiebre del dengue. Es una enfermedad infecciosa muy grave que
afecta a los seres humanos. Su nombre hace referencia al río Ébola (en la
República Democrática del Congo, antigua Zaire), donde fue identificado por
primera vez en 1976 durante una epidemia con elevada tasa de mortalidad.
[4] Datos
ONUSIDA
[5] Moloundou
se encuentra en el extremo sureste de Camerún, a 850 km de Yaundé, 530 km de
Bertoua y 230 km de Yokadouma, en la ribera del río Ngoko. Su actividad se
centra aún en el caucho.
[6] Podemos
hablar de una fiebre del caucho entre 1879 y 1912, experimentando un
renacimiento entre los años 1942 y 1945, tras las IIGM. El descubrimiento de la
vulcanización y de la cámara neumática en la década de los años 1850 provocó
que las zonas tropicales con abundancia de euforbiáceas y heveas fueran codiciadísimas.
Las primeras llantas inflables de caucho para bicicletas se popularizaron en la
década final del XIX y en XX la producción masiva de coches hizo que se
disparara la demanda de caucho para neumáticos. Y luego, las cintas
transportadoras para automatizar el trabajo en las fábricas.
[7] El caucho
fue elemento vital económico del colonialismo en la Cuenca del Congo. Y entran
en escena el explorador Henry Morton Stanley y el rey Leopoldo II
de Bélgica, país que consiguió su independencia de Holanda en 1830. Stanley
descubrió que a través del río Congo se podía llegar y explotar el centro de
África; pero en el Reino Unido no le hicieron caso. El rey de los belgas,
Leopoldo II, en el poder desde 1865, sí. Así, el 12 de septiembre de 1876 Leopoldo
II convocó -con mucho éxito- la Conferencia Geográfica de Bruselas con el
objetivo de “abrir las puertas de la civilización al África central”. De la
conferencia nació la Asociación Internacional Africana (AIA) y en enero de
1879, Stanley emprendió expediciones, al servicio de Leopoldo II, para crear
bases comerciales en el Alto Congo y establecer líneas de comunicación por
barco. Pierre Savorgnan de Brazza, también exploró la zona en nombre del
comité francés de la AIA. Ante ello, Leopoldo II abandonó su supuesto altruismo
y dio instrucciones a Stanley para formalizar contratos en nombre de la
Asociación Internacional del Congo (AIC) donde el dueño era el propio monarca.
En la Conferencia de Berlín (1884-1885), organizada por el canciller alemán
Otto von Bismarck se reconoció al Estado Libre del Congo (ELC) como
territorio del rey Leopoldo II -a título personal- y no como colonia belga. Era
tan grande como media Europa occidental. El nuevo estado fue administrado de
modo privado por el monarca hasta 1908 en que la opinión internacional obligó a
cesar esa condición burocrática. Con préstamos concedidos por el Estado belga,
Leopoldo II desarrolló las infraestructuras necesarias para la explotación de
las riquezas de la colonia y consiguió una gran fortuna. El marfil y el caucho
fueron las materias primas más rentables. Su explotación necesitaba del trabajo
sin descanso de los nativos, para lo cual el nuevo estado y su propietario no
dudaron en consentir los métodos más crueles: amputaciones de manos,
encadenamientos, secuestros y latigazos se convirtieron en prácticas corrientes
llevadas a cabo por la Force Publique, un ejército privado formado por
más de quince mil hombres. Los oficiales de este ejército eran blancos, de
diferentes países europeos, y sus soldados eran negros, primero mercenarios
hausas y de Zanzíbar y progresivamente pobladores locales. Se explotaba a los
congoleños hasta donde fuera necesario; por lo general hasta la muerte. El
jurista afroamericano George W. Williams, el cónsul británico en el Congo Roger
Casement y el corresponsal de una naviera británica Edmund Morel, contaron al
mundo lo que pasaba en el Congo. Pusieron en marcha, sin pretenderlo, el primer
gran movimiento social en defensa de los derechos humanos del siglo XX y a raíz
de ello en 1904 se creó la Congo Reform Association que capitalizó la corriente
internacional. En 1908 el rey Leopoldo renunció a la titularidad del territorio
a favor del estado belga que aún tardó un par de años en humanizar la situación
y en proceder a la destrucción de cualquier documento que recordara lo sucedido
entre 1879 y 1908: pero algún álbum familiar conserva fotos del desmadre por
conseguir que los congoleños exprimiera el jugo de los árboles. Los alemanes,
por su parte, ya había señalado su interés por África desde que en 1682
constituyeran la Compañía Africana de Brandeburgo, pero lo hicieron tímidamente
hasta que tras la citada Conferencia de Berlín se decidieron a controlar África
y la llenaron de colonias costeras y de interior: Togoland, Tanganika,
Mahinlandia, Kapitaï und Koba, Katanga, Ruanda, Kionga, Witulandia,
Lüderitzland, Nyassaland, un enclave en la costa somalí llamado
Deutsch-Somaliküste, la ciudad costera de Ouidah, la colonia brandenburguesa de
Groß Friedrichsburg, la isla de Arguin y el gran Kamerun (que incluía el
Camerún actual, el norte de Gabón y parte del Congo en disputa con los belgas).
[8] En el
África colonial las mujeres adultas eran habitantes urbanos legítimos sólo si
eran esposas, viudas o ancianas. De lo contrario, se suponía que eran mujeres
libres y debían pagar un impuesto especial por ser libres, bien fueran prostitutas
o no y tuvieran ingresos por ello o no. De 1939 a 1943, más del 30% de las
mujeres adultas congoleñas en la ciudad de Stanleyville (ahora Kisangani)
estaban registradas como ‘mujeres libres’. Los impuestos que pagaban constituían
la segunda fuente de ingresos fiscales más importante de la localidad.
[9] Una
situación similar se observó en un estudio con prostitutas en Nairobi (capital
de Kenia). En 1981, un 5% de ellas estaban infectadas con el virus VIH; un
lustro más tarde (1986) el porcentaje de infectadas era ya del 82%.
[10] En algunos
informes se señala que sólo eran 30
[11] El 10 de
octubre de 1963, el buque mercante Aracelio Iglesias zarpó de La Habana; su destino era la ciudad argelina de Orán,
donde llegaron el 21 de octubre. El 28 de octubre al Aracelio Iglesias
se le sumaría el buque González Lines y dos vuelos especiales de Cubana
de Aviación. En total, viajaron a Argelia 686 hombres, un batallón de 22
tanques, grupos de artillería y de morteros y una batería de cañones
antitanques. Aquella misión, que nunca llegó a entrar en combate, abrió el
camino a otras de mayor envergadura, como la de Angola de 1975 y la de Etiopía
de 1978, que marcaron durante años la política exterior de la isla. El último
soldado cubano de Angola salió en 1991. En la llamada “Operación Carlota”
(desde noviembre de 1975) el contingente militar cubano llegó a tener 52 000
hombres y unos 1000 tanques, interviniendo en operaciones en el Congo, entonces
Zaire. Cerca de 450 000 cubanos -entre médicos, maestros, ingenieros y soldados-
sirvieron en Angola durante los 16 años que duró la operación. Aproximado de
2100 cubanos perecieron en el conflicto; sus restos fueron repatriados y
enterrados en sus lugares de origen en la isla de Cuba.
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