6 oct 2018

DE ROBIN GRANT: MI CASA ES BENIDORM




Y como viernes que era, pasó a tomar café con nosotros, en el Meliá Benidorm, un escocés de pura cepa que se nos ha hecho benidormer: Robin Grant.

Alguna vez había pasado por la tertulia “Los cafés del Meliá” de la mano del tertuliano y amigo José María Díez; alguna vez compartimos mesa, mantel, café, copa y afable conversación, con ellos dos, Manolo Moncada y yo, pero esta era la gran ocasión porque le teníamos gana a ese álbum de vivencias y anécdotas del mundo del Turismo que atesora Robin Grant.

Del mismo Edimburgo, de la añada del 47 y sexto de diez hermanos, Robin nos pintó su desnivelada ciudad natal de tal forma que creíamos subir la empinada calle Victoria o plantarnos ante Bute House. Incluso nos enfrentamos a cruzar el río Forth en ferry; cuando Robin era niño sólo estaba el puente ferroviario que hoy es Patrimonio de la Humanidad. El Forth Road se inauguró en 1964 y para entonces Robin ya estaba por Londres y por elmundo.

Madre enfermera y padre chófer de un aristócrata: “teníamos lavadora en casa y en el garaje, junto a los coches cajas de té de Ceilán (hoy Sri Lanka), vino y champán”, pero también recuerda Robin el Edimburgo de la “cartilla de racionamiento hasta bien entrados los años 50 para el azúcar y esas cosas”.

Casi entramos con él a aquella escuela que presidía un gran mapa del Imperio Británico; nos reímos con su ingenuidad espontanea de niño: “¡Madre mía, todo eso era nuestro!”. Nos trasladó al Edimburgo engalanado de 1953 y al paso de la comitiva por Princes Street casi vitoreamos a la real pareja. Robin nos hizo partícipes de su emoción en la Fiesta de la Coronación de Isabel II y el duque de Edimburgo y, por fin, supimos cómo comenzó en esto del turismo.

Un mayor retirado del Ejército le pidió a su padre, con quien había servido en Egipto, un guía turístico para un grupo de oficiales gurkhas, nepalíes integrados en el Ejército británico con su emblemático y curvo cuchillo kukri, que asistían al acto y con 12 años Robin ofició de cicerone (que es palabra inglesa, aunque parezca italiana; que se lo pregunten a Joseph Addison en Dialogue on Medals).

Se le iluminaba el rostro a Robin al recodar en aquel Edimburgo de niñez el mítico espectáculo del vaquero Roy Rogers, su caballo “Trigger” y su perro “Bala”. O cuando el Celtic ganó la Copa de Europa, Copa de Campeones que se llamaba oficialmente, en 1967 con la anécdota del salto y la rotura de la lámpara. Justificación: fue el primer equipo británico en ganarla. Eso merecía el cabezazo a la lámpara.

Terminó Robin como funcionario de Hacienda y un recuerdo más a un profesor que tenía siempre sobre el piano The Daily Worker (que era del PC de los EE.UU. y se editaba en Nueva York) y The Times y algo así como que “leyendo los dos te enterarás de las cosas”, aunque la mejor frase de Ronald Stevenson que recuerda Robin es aquella de “si puedes poner en el plato de tu hijo un huevo más, lo harás”, para ilustrar a los alumnos que en ocasiones hay que hacer concesiones frente a tu ideario.

Tras una estancia de tres semanas en Hungría en aquel 1967, antes de que el Mayo francés le diera un vuelco a Europa, en un pub de Londres, en el que completaba el salario, conoció a un guía que trabajaba en España y terminó en Sitges aprendiendo español, por lo que en marzo de 1968 se compró un paquete de vacaciones de 12 días “en el Hotel Arcadia de El Arenal, de Palma de Mallorca y… ya me quedé; al acabar las vacaciones ya estaba trabajando en el hotel”. Recuerda de aquella estancia que “no había ni mantequilla ni mermelada para desayunar; sólo ‘pa anb oli’” y ríe y nos contagia su risa. Entra en liza “un amigo español de Sóller” y al poco, al Torre Azul, “un hotel más grande”.

Pero en esa parte del trabajo del Turismo, en la recepción del hotel, las jornadas eran agotadoras: “doce horas cada día”. Y veía Robin el trabajo de los guías y eso le animó a tocar a la puerta de Clarksons, en Palma, donde le recibió “el coronel Crosby, un militar retirado muy simpático que sabía ‘latín’”. Había trabajo en Alemania, pero no en Mallorca. Un tanto decepcionado se volvió a su hotel; “era un viernes, pero el lunes me llamaron y me incorporé a Clarksons en el Hotel Carolina, en Cala Ratjada”, junto a Capdepera.
Tertulianos en tertulia: José María, Robin, Reyes y Eduardo. (Fotos: Mario Ayús)


Y aquí entra en juego la portentosa memoria de Robin Grant. Nombres, fechas, datos se amontonan sobre la mesa: “el señor Fluixá, dueño de Viajes Iberia, era el duelo del Hotel Carolina; y el director era Tom Gallick”, otro personaje que debería pasar por la tertulia. Y hasta nos contó la aventura de la multa de “dieciocho mil pesetas, una fortuna, que le puso la Guardia Civil por entrar rápido en una curva con peligro de accidente”.

Terminaba la temporada turística y volvía con sus padres y hermanos. Para la de 1969 lo envían a Fuengirola y vuelve la memoria de Robin a señalar rutas, hoteles, personajes, anécdotas y lugares, como “el restaurante Los Montes, en la carretera Málaga-Granada, donde actuaba ‘el chico de Coín’”, su pasión por el flamecno o la breve aventura laboral con la compañía norteamericana ITC que le llevará al Atalaya Park de Estepona y al Estoril -de Estoril, Portugal, junto al casino-, “pero quebró ITC y salí de Estoril, antes de empezar a trabajar, en el primer vuelo que conseguí”. Clarksons lo volvió a contratar e ITC le pagó los gastos.

Aquí, de nuevo en Clarksons, se detuvo Robin en explicar lo que fue aquél grandioso turoperador británico. Que si Clarksons Holidays, que si Clarksons Tours, que si aviones para acá y para allá, que si Alemania o Noruega, Holanda o Austria… hasta llegar a la anécdota del Renault Gordini. Sí, le llamaban ‘el coche de las viudas’; mi padre tuvo uno y a mí me gustaba. A Robin, el suyo, comenzó a echarle humo cerca del aeropuerto de Nuremberg y allí lo dejó. Tomó el primer vuelo y… a los pocos días la Interpol localizó a su familia en el Reino Unido para preguntar si sabían algo de quien había abandonado aquel coche en Nuremberg. Nos reímos por la gracia con la que Robin lo contaba.

En 1972 promociona en Clarksons a Contract Manager y ya la vida le cambia. Se casará al año siguiente, 1973, con Pilar, a la que había conocido nada más llegar a Clarksons, en el Hotel Carolina y fija residencia en Londres. Pero en aquellos años Robin contrataba para Clarksons en Formigal y en toda la Costa Mediterránea… con lo que llegamos a Benidorm… Y eso, y todo lo que traerá consigo la convulsa década de los 70 será protagonista del próximo Post.

Es que Robin es amigo y su know-how no se puede dejar pasar sin la importancia que tiene. 





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