Se ha retrasado una cita que abría hoy sábado la agenda y tengo tiempo de poner azul sobre blanco algo de lo me rodea. Buen tiempo; sol en la capital del turismo de Sol y Playas. Lo habitual, pero no estará de más que dejemos fluir la Royal Blue sobre unas viejas cuartillas Strommer.
Decían, tiempo ha, que ‘por el veranillo de San Miguel
están las frutas como la miel’. Estamos en ese tiempo; pero, como a los
tomates, ya a las frutas ni les encuentras sabor, ni dulzor. Matamos la esencia;
nos olvidamos de la sazón.
El Veranillo de San Miguel y de los otros dos
arcángeles -San Rafael y San Gabriel- que van en terna- está fechado el 29 de
septiembre. Otros, sin recurrir al santoral, decían lo de que ‘en septiembre,
a fin de mes, el calor vuelve otra vez’. El refranero, herencia de tradición
inveterada, lo recuerda. Y como esto del tiempo meteorológico va a su bola, ya
los antiguos decían que ‘el veranillo de San Miguel falta muy rara
vez”. Luego, la excepción pone a prueba la regla; tan cierto como que ‘una
golondrina no hace verano’…. Y este es un veranillo de 5 a 7 días. Pero
cuando falta, y luego lo señalaremos, se deja sentir con notoriedad.
A este veranillo septembrino también se le conocía como el veranillo
del membrillo, la asperísima fruta, dicen, dedicada a Afrodita, la
diosa del amor. Y se decía, mucho más tiempo ha, que era fruta obliga de recién
casados antes de ir al lecho nupcial. En fin, que resulta que cuando con elmembrillo
hicieron dulce de membrillo es porque, al natural, es de textura áspera, muy
áspera, y sabor ácido… y por mucha Afrodita…
Aunque, después de un bocado al membrillo cualquier cosa…
salvo el níspero del que, una vez más, decían tiempo ha también, que ‘quien
nísperos come, bebe cerveza, espárragos chupa y besa a una vieja: ni come, ni
bebe, ni chupa, ni besa’. Que por decir, que no quede: sapiencia popular,
gramática parda.
Y todo esto, por unos grados de más y un golpe del Sol acabando
septiembre; un reiterado y efímero fenómeno atmosférico cíclico anual que se
produce a finales de septiembre -por San Miguel; 29 de septiembre- y que suele
tener una réplica en noviembre -por San Martín; 11 de noviembre, el que les
llega a los cerdos- y que es universal en su conjunto.
Son los días del Indian Summer de los yanquis (John
de Crevecoeur, ya lo señaló describiendo el territorio de los mohicanos en 1778),
del Altweibersommer de los germanos, del veranillo de las
grullas (de la Bélgica flamenca), del veranillo de los pobres
(en los Balcanes), del veranillo de las abuelas (Europa central),
del verano de los hilos (Escandinavia y estepa rusa), del veranillo
de los gansos (en la gran meseta centroeuropea), del hautsblida
islandés, del nazomer neerlandés, del nyaurtó magiar…
con réplicas en los otoños del hemisferio Sur donde junio es invierno por allí
y por eso se les da el Veranillo de San Juan; incluso nada más entrar
la primavera, en noviembre, el Veranillo de las Almas.
En esto de ponernos serios con las cuatro estaciones hubo quien
las referenció a periodos con el Santoral como referencia: entre San José y San
Juan, la primavera; entre San Juan y San Miguel, el verano; entre San Miguel y
la Navidad el otoño; y entre la Navidad y San José, el invierno. Pero de eso
hace y tanto tiempo y tanto concilio…
El caso es que en el ocaso de septiembre la temperatura suele ser
más alta que los valores medios propios de la época; vamos, que llegamos a días
ligeramente más cálidos… y como decían que San Miguel, arcángel canónico, es el
general de todos los ángeles que integran los ejércitos celestiales, porta
flamígera espada… pues eso, calor. Aunque si tiramos de Antonio del Duca y su tabla
de Palermo (1516), San Miguel lleva una palma y el estandarte (incluso una lanza);
que es Uriel (uno de los llamados arcángeles apócrifos, con otros tres más, Barachiel,
Seatiel y Jehudiel) el de la espada. En esto de los arcángeles tengo un lío: Uriel
sí sale en alguna representación eclesial como unos de ‘los cuatro arcángeles’,
mientras que otras fuentes, las más, sólo se trata como tal a Miguel; y los
demás no pasan del rango de ángel.
Recuerdo, me lo decían en mi niñez, lo de los nueve tipos de
ángeles en tres órdenes y tres jerarquías; cosas de la Angelología. Me acuerdo de
los 3 de mayor rango: serafines, querubines y tronos. Y los arcángeles estaban
muy por debajo, en la tercera jerarquía. Al final del todo estaban los ángeles
a secas; los curritos, muy cerca de los hombres (y mujeres). El ángel de la
guarda era uno de estos últimos del escalafón, que en mi caso lleva trabajo
triple. El padre Meseguer estaría orgulloso; aquellas explicaciones han llegado
hasta el día de hoy y me han servido para completar un párrafo de este Post. De
cuando preparé las oposiciones a Secundaria tenía la imagen de la cúpula
celestial de Botichini (finales del XV) y he visionado la estructura angelical
y los órdenes de ángeles. En fin, que todo sirve en la vida.
Los veranos de mi niñez terminaban cogiendo membrillos en Lo
Reche (alguno cogería yo) y viendo como hacían dulce de membrillo. Sí, y
hacía calor. Y no había peligro de que cuando pelaban y cortaban la fruta, los
chiquillos, yo, aparecieran para coger un trozo. Comer membrillo ‘crudo’ era un
hecho de valentía notable: anestesiaba la boca… por lo tanto, insisto, de Afrodita…
¿La explicación, en nuestras latitudes de estos veranillos? Pues…
cuando se dan una borrasca sobre el Atlántico y un anticiclón está enseñoreado
del interior de Europa tenemos que como los vientos alrededor de una borrasca
giran en sentido contrario a las agujas de un reloj, y los de alrededor de un
anticiclón lo hacen en sentido de las agujas de un reloj, la península Ibérica
se nos queda en la trayectoria de vientos del sur, africanos caldeados en el
Sahara, que nos hacen subir las temperaturas. Y vientos del sur, más cálidos,
van llegado a todas partes de Europa.
El otro ‘veranillo’ citado al principio, el de noviembre por
San Martín, es ocasionado por una situación de ralentización de la bajada de
las temperaturas y ausencia de humedad; se trata de ‘un veranillo primaveral’
que nos plantea tener paciencia con el invierno; es, incluso, más psicológico.
Pero, ojo, que tenemos anotadas “ausencias” de estos veranillos
(y recuerdo el refrán), con episodios catastróficos de DANA; el histórico de
riadas en la Cuenca del Segura es un grito desgarrador con demasiadas
referencias a finales de septiembre.
Ah, y lo mismo que hay ‘veranillos’, hay ‘inviernillos’; aunque
por estos pagos, el de San Mamerto (11 de mayo) pasa desapercibido. No tanto,
aunque ocasional, el cortísimo inviernillo de entre San Jorge y San Marcos; resulta
que entre el 23 y el 25 de abril se nos suele desplomar el termómetro y el dicho
del refranero lo refrenda señalando que “entre San Jorge y San Marcos, un día
de invierno cae”. Y a mitad de mayo, tenemos el invierno de los caballeros, por
San Pancracio, San Servacio y San Bonifacio.
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