Del Barraco del Lobo al Monte Arruit. El mes de julio
no nos va.
En el centenario, leo que fue un 4 de agosto de 1921 cuando el ministro de la
Guerra, vizconde de Eza, nombró al general Juan Picasso González,
tío abuelo del pintor Pablo Ruiz Picasso y en aquellos días
representante militar español ante la Sociedad de Naciones, investigador
principal sobre el Desastre de Annual[1].
Y no fue singular la cosa; por “Desastre de Annual” conocemos -en singular,
como queriendo minimizarlo- una sucesión de desastres acaecidos a lo largo de diecinueve
días -y cuatrocientas mil noches; que aún se recuerda, como Sabina en su
canción- de aquel verano de 1921: desde el 22 de julio (Annual) hasta el 9 de
agosto (Monte Arruit). Ni fueron los primeros desastres de aquella maldita
Guerra del Rif, ni los últimos desastres. Ah, y entiendan por desastre el que cientos
de jóvenes soldados de reemplazo y cupo españoles terminaran sus días asesinados
en medio de un secarral.
Los desastres en el Rif nos vienen desde el reparto colonial
africano de 1904 y la Conferencia de Algeciras de 1906. Veníamos de los
desastres en las islas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Marianas y Carolinas
(1898) y Francia y Gran Bretaña regalaron las orejas del gobierno de Segismundo
Moret y le animaron a dominar militarmente el norte de África, una franja entre
Larache y las Chafarinas, con minas de hierro y donde 66 cabilas bereberes
vivían en estructura tribal, como en la Edad Media, pero con fusiles franceses
del siglo XX. Y a Alfonso XIII, “el Africano” le encantó la
idea y bendijo la iniciativa Moret y nos metimos en más líos, oficiando de
gendarmes del territorio, explotándolo colonialmente y pagando en sangre las
desavenencias tribales, que era muchas y constantes, propias de la etnia y del
lugar.
En julio de 1909, tras unas detenciones por una
revuelta por la supuesta titularidad de las minas de hierro del Rif (que aquí se
decía eran del Conde de Romanones)[2],
el imán de turno predica la Guerra Santa y comienzan los asesinatos de
españoles. El presidente Maura ordena llamar a filas a los reservistas -varones,
cuyo trabajo representaban el único aporte económico de las familias obreras[3]-
a comienzos del mes de julio y se montan los primeros líos en Madrid y en media
España (protestas antibelicistas, que hoy llamaríamos), que en Barcelona se
conocen como la Semana Trágica[4].
Con las tropas ya en África, en las estribaciones de El Gurugú,
en el barranco del Lobo, el 27 de julio de 1909 son masacrados un
millar de soldados españoles, en retirada hacia Melilla. Al saberse el desastre
en la península y ser parte de los embarcados en Barcelona el 18 de julio
anterior, la Ciudad Condal estalló aún más.
Como no hay mal que por peor no venga, este desastre decidió
la creación de las tropas de Policía Indígena[5]
y, en 1911, las tropas Regulares de África[6]
para que, con oficiales españoles, los rifeños se mataran entre sí. Luego, en
1920 se creó La Legión.
Y creciditos que nos pusimos, en 1912 nos repartimos el Marruecos
aquel con Francia… y fuimos sumando desastres. Y así, de desastre en desastre,
nos llegamos hasta el verano de 1921 donde aquel ministro de la Guerra con el
que abríamos este post se desentendió del desastre que nos ocupa. El Vizconde
de Eza, desde el primer momento, negó responsabilidad personal alguna en lo que
había pasado. Para él, no en balde llevábamos desde 1909 pegándonos tiros con
los rifeños y no se habían atendido las demandas del Ejército de África.
Luis de Marichalar y Monreal,
aristocrático agricultor castellano, pasa a la historia por su título
nobiliario: Vizconde de Eza. Don Luis llegó a ese ministerio, tras haber
sido alcalde de Madrid y breve ministro de Fomento. Y llegó a ministro de la
Guerra, contaba Luis Carandell, porque Eduardo Dato -a la sazón
presidente del Consejo de Ministros- estando un día, paseando por el Retiro,
cavilando sobre a quién endosar el marronazo del Norte de África -que coleaba,
insisto, desde 1904- da con el nombre y el hombre. Acompañado en sus
cavilaciones don Eduardo con un confidente. periodista sevillano, conocedor este
de sus cuitas y pesares y ante una gachí de tronío que se cruzaron, le endilgó
un “haga usté ministro a ‘eza’”. Y ¡zas!, me hicieron ministro al Vizconde
de Eza. Cuando encargó el informe a Picasso ya estaba como presidente del
consejo de Ministro el breve Manuel Allendesalazar, que tránsito hasta Miguel
Maura.
El vizconde, abuelo de Jaime de Marichalar, también arrimó
plumilla y escribió varios libros; aunque digo yo, sin haberlos jipiado,
que vistos los títulos… “El enigma ruso y el ocaso del socialismo”, de
1930, o “Crítica del proyecto de impuesto sobre la renta”, de 1927…
¡carrerón del Vizconde!
El caso es que Picasso, el general, una vez ocurrido el
desastre de desastres, montó su equipo de investigación[7]
y comenzó a investigar, pie a tierra en Melilla. Hasta 79 testimonios recogió;
le fueron suficientes.
Las coplillas populares le advertían: “Si Picasso alto
pica, marrará”… y Picasso fue directo a compañero de generalato Fernández Silvestre[8]…
y marró.
Manuel Fernández Silvestre había
ganado sus galones en Cuba y tenía regios padrinos. Le dijeron a Picasso, por
Real Orden, que la investigación debía centrarse en pocos jefes, varios
oficiales y mucha tropa para averiguar por qué habían hecho picadillo a los
soldados, humillado la institución y conseguido gran cantidad de armamento, que
seguían utilizando contra España. Picasso advirtió por carta de que sin hablar
con el principal jefe era difícil concretar responsabilidades… Y siguió
investigando. No he leído los dos mil y pico folios del expediente (que se
conserva, con su historia detrás), pero les avanzo que fue, principalmente, por
desmoralización atizada por poco y obsoleto armamento, peor rancho y equipamiento;
y porque las tropas rifeñas enroladas se pasaron al enemigo y les dejaban
vendidos. Y la desmoralización era por el miedo: a los prisioneros
los abrían vivos en canal, les cortaban los genitales o los quemaban, dejando
siempre alguien que volviera para contarlo. El miedo como arma, funciona.
En enero de 1922, tras nueves meses recabando información, regresó
la Comisión Picasso a Madrid y el 18 de abril entregaba el
general el expediente que lleva su nombre al Consejo Supremo de Guerra y
Marina.
El fiscal militar detecta de inmediato indicios de
responsabilidades penales: el informe imputaba a las claras a 37 militares. El
6 de julio, el propio Consejo amplió la imputación a 39 militares más; entre
ellos al propio general Dámaso Berenguer[9],
que como era senador hubo de pedirse suplicatorio al canto. Un detallito: como
el general Fernández Silvestre había muerto en el Monte Arruit -¿se suicidó
ante el desastre o le alcanzaron los moros en la posición?-, todos le echaron
la culpa, sin más, y querían darle carpetazo al tema. Pero la opinión pública que
estaba muy quemada por desastres seguía pidiendo responsabilidades mientras los
combates continuaban y continuaron en suelo africano haciendo más fuertes a
militares que serían protagonistas a posteriori: Sanjurjo, Cabanellas, Despujol,
Millán Astray, Queipo de Llano y Franco; que los africanistas salieron de este
conflicto y luego pasó lo que pasó.
Se dice que los bomberos, entre sí, no se pisan la manguera;
pues los militares en Madrid, ajenos a la contienda, tampoco. Pasaron el Expediente
Picasso a las Cortes -¡craso error!- que creó la ‘Comisión de los 19’. Y en los
debates salió a relucir lo de las 14.000 víctimas que había costado el
desastre; la mitad de ellas, prisioneros capturados por los rifeños, asesinados
tras los combates. Una cosa es que maten a un hijo en combate y otra es que lo
despanzurren desarmado después. La cosa se iba liando más y más conforme
llegaban detalles de lo sucedido. Encima, la oficialidad, que había caído
prisionera, comenzó a ser repatriada gracias a las gestiones de Horacio
Echevarrieta[10], un
personaje sin paragón de la primera mitad del XX, y llegaban sanos y salvos a
la península.
El que la carne de cañón la pusieran los segmentos más
desfavorecidos del panorama español -jornaleros del campo y de las fábricas-
dio alas a la minoría socialista de Indalecio Prieto[11]
para entrar a saco, sacar rédito en comisiones parlamentarias y ríos de tinta
impresa en periódicos con el único objetivo de responsabilizar al rey Alfonso
XIII. Prieto, periodista, había viajado por Marruecos y desde las páginas de El
Liberal ponía blanco sobre negro lo malo y lo peor de aquellos días.
De cara al verano de 1923, intentando que no se enquistara la
cosa se decidió dar un arreón final y carpetazo al Expediente Picasso. El 10 de
junio de 1923 se creó una comisión con 21 miembros que en 21 días -la ‘Comisión
de los 21’- debían emitir una resolución… y en ello se nos fue el verano; que
Madrid en verano, Baden-Baden. Y llegó septiembre con un enconamiento de
narices que alcanzaba muchos ámbitos políticos y de la sociedad. Tal es así que
nacionalistas radicales de Cataluña, Euskadi y Galicia se montaron la llamada Triple
Alianza[12], con
acuerdo firmado en Barcelona el 11 de septiembre de 1923; pensaban sumar a ella
la República del Riff, de Abd el-Krim.
Pero, sabiendo esto y más -mucho más de lo enconada que estaba
la cosa, pues la proclama de la Triple Alianza termina diciendo en su acta
fundacional lo de “unir las fuerzas en la lucha y, si es necesario, mezclar
la sangre en el sacrificio”-, el 13 de septiembre de 1923 el capitán
general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera[13],
da un golpe de Estado, disuelve las cortes y proclama una dictadura, con el
visto bueno del rey.
Y en el Rif siguieron los combates que poco a poco íbamos
ganando a costa de más bajas hasta que aliándonos con Francia, que tenía más
intereses por allí, se puso fin a la Guerra del Rif. Había durado
-oficialmente- 16 años (1911-1927), aunque los muertos se cuentan desde 1907.
Aquí ya daríamos cuenta del Desembarco de Alhucemas (1925; el
primer desembarco aeronaval de la historia; porque ya habíamos desembarcado con
éxito en Larache, en 1911, haciendo historia). Y a partir de ahí la guerra ya
le fue mal a Abd el-Krim[14]
que se rindió a los franceses el 26 de mayo de 1926; lo mandaron a la Isla
Reunión, próxima a Madagascar, y un viaje raro-raro de esos se les escapó en
Port Said y el Rey Faruq lo asiló en Egipto. No quiso volver al Marruecos
independiente (1956) de Mohammed V (abuelo del de hoy); y en El Cairo que
terminó sus días.
Pero volvamos al Expediente Picasso que nos quedamos en lo de
depuración de responsabilidades y el golpe de Primo de Rivera. Pues nada, en
agua de borrajas que quedó la cosa. El dictador dictó que pasaran página y así
se acabó la depuración de responsabilidades y muchas cosas más. Se dijo que toda
la documentación de Annual había sido incautada cuando el golpe; para bien o
para mal. Primo de Rivera no movió ficha y eso que entre los muertos en Monte
Arruit estaba el teniente coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, su hermano,
jefe accidental que fue del Regimiento de Cazadores de Alcántara, Número 14 de
Caballería que tratando de proteger aquella retirada. La unidad fue propuesta
para la Cruz Laureada de San Fernando, la más preciada condecoración militar
española, en 1929 y nadie movió un dedo hasta 91 años después cuando el rey
Juan Carlos I, entregó el reconocimiento el primero de octubre de 2013.
Que me voy del tema, que es el Informe Picasso; informe que
dejó la vía civil y política y regresó al seno militar en octubre de 1923. Se
acordaron responsabilidades y por ello, el general Felipe Navarro, segundo jefe
de la Comandancia de Melilla, y el propio general Dámaso Berenguer, fueron
imputados. Se calificaba, en el Expediente Picasso, de negligente la
actuación de los generales Berenguer (Alto Comisario) y Navarro; y se consideraba
temeraria la del general Silvestre (al que se quiso dejar fuera en 1921).
En el Consejo de Guerra, Navarro fue absuelto y a Berenguer se le separó del
servicio pasando a la Reserva; a Silvestre ni se le mencionó. Una amnistía
general sobre el Desastre de Annual lo dejó todo como estaba y Berenguer llegó
a Jefe de la Casa del Rey.
Y a partir de ahí, Alfonso XIII entró en barrena. Aquella
actuación de salvar la cara al Ejército, aún con guerra ganada (1927), no podía
con la losa del Desastre -desastres- de Annual. José Ortega y Gasset[15],
en el diario El Sol (15-11-1930), escribió ‘El error
Berenguer’, concluyendo con un “¡Españoles, vuestro Estado no
existe! ¡Reconstruidlo! Delenda est Monarchia”… Y pitoniso que era, en
nada estaba saliendo Alfonso por Cartagena.
Cuando la proclamación de la II República, el que había sido
diputado liberal en las sesiones del año 1922 Bernardo Mateo Sagasta y
Echevarría, entregó a las nuevas Cortes el Expediente Picasso que él
había sacado en secreto del edificio de la Carrera de San Jerónimo y guardado
en la Escuela de Ingenieros Agrónomos, de la que era director. Las nuevas
cortes republicanas abrieron el expediente, lo tramitaron y hasta juzgaron y
condenaron al rey Alfonso XIII ‘in absentia’; el dolor de Annual
perduró mucho tiempo.
Aún me alcanza a mí porque no fue un desastre; fue una concatenación
de desastres y cada uno peor que el otro.
Y eso que había querido escribir, hoy domingo, de la carga de
la caballería del Alcántara….
[1] El desastre de Annual fue
una grave derrota militar española en la guerra del Rif. Una concatenación de
desastres entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921, cerca de la localidad
marroquí de Annual, situada entre Melilla y la bahía de Alhucemas.
[2] En realidad, el conde de
Romanones era el séptimo mayor accionista de la compañía, con la tercera parte
de las acciones que poseían los Gandarias o el Conde de Zubiría, por no citar
al Marqués de Comillas
[3] Ante la presión popular se
acordó otorgar una pensión de 50 céntimos diarios a esposas e hijos huérfanos
de madre de los reservistas movilizados
[4] Las revueltas comenzaron el
18 de julio, aunque del 26 de julio al 2 de agosto son las fechas más graves
por las huelgas obreras y los disturbios: armerías asaltadas, lugares de culto
incendiados, saqueo y pillaje transformando en anticlerical una protesta
antibelicista. El desastre del barranco del Lobo desató más violencia que sólo
la llegada de tropas de Zaragoza y Valencia contribuyeron a apaciguar. El día 2
los obreros volvieron al tajo.
[5] Reclutadas en 1911 como
unidades indígenas pagadas con los presupuestos del Protectorado para
garantizar el orden en los territorios ocupados y realizar también tareas de
información, aunque impropiamente fueron a veces utilizadas en combate. Su
actuación fue a menudo controvertida y sus mandos españoles. También se reclutó
a Tropas indígenas Irregulares para alguna operación concreta o por cortas
temporadas, siendo licenciados al terminar. Los mandos eran indígenas, pero
iban acompañados de oficiales españoles en misiones de instrucción o como
asesores. Fueron las Harkas, Gums y otras menos utilizadas. En este grupo
encontraríamos a los Tiradores del Riff, las tropas jalifianas o la Mehal.la.
[6] Por Real Orden de 30 de
junio de 1911 se crea el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla
num. 1, que conservó su nombre hasta 1916 en el que pasó a nominarse de
Tetuán. Al mando, el teniente-coronel Dámaso Berenguer y Fusté con el
compromiso de completar hasta cuatro compañías de fusiles y un Escuadrón de
Caballería. Entre 1922 y 1924 cambiaron su composición los Grupos de Regulares formando
tres Tabores de Infantería (a tres compañías de fusiles, una de ametralladoras
y una sección de granaderos y explosivos) y otro Tabor de Caballería (con tres
Escuadrones de sables y uno de máquinas automáticas). El primer encuadrado en
los Regulares fue el veterinario tercero José Huguet.
[7] con su ayudante de campo,
el teniente coronel de Estado Mayor Vicente Calero, el auditor de
brigada Juan Martínez de la Vega y el oficial primero de Oficinas
Militares Vicente Collado
[8] Comandante general de Ceuta
(1919-1920) y de Melilla (1920-1921), en el transcurso de la guerra del Rif, y
principal responsable, como comandante en jefe del ejército español, del
desastre de Annual
[9] Hijo de un callosino de
Callosa d'En Sarrià y nacido en Cuba, el 1er conde de Xauen fue un militar y
político español, presidió el penúltimo gobierno de la monarquía de Alfonso
XIII, la Dictablanda que continuó la dictadura de Primo de Rivera. A finales de
enero de 1919, fue nombrado alto comisario de España en Marruecos, y desde ese
puesto diseñó un ambicioso plan tendente a la pacificación definitiva del
territorio del protectorado. Obtuvo algunos éxitos iniciales, como la toma de
Xauen en octubre de 1920, por el cual el rey Alfonso XIII le concedería en 1929
el título de conde de Xauen. Sin embargo, toda la operación comandada por
Berenguer se vino abajo con el desastre de Annual (1921). Había sido nombrado
senador vitalicio el tres de enero de 1921, seis meses antes de los hechos.
[10] Empresario, industrial y
político español, triunfó en los negocios de explotación minera, inmobiliario,
construcción naval y de armamento, medios de comunicación (fundó el periódico El
Liberal y participó en Unión Radio, la actual SER), aviación (Iberia)
o el sector eléctrico con empresas como Saltos del Duero (que luego sería
Iberdrola). Hombre serio y de palabra, se encargó con éxito de la negociación
para la liberación de los prisioneros españoles en Marruecos tras el llamado
desastre de Annual, con lo cual adquirió un gran prestigio. Sus ideas republicanas
no fueron obstáculo para mantener una amistad personal con el rey Alfonso XIII,
aunque rechazó el título de Marqués del Rescate que este le ofreció como
agradecimiento por sus labores negociadoras en África.
[11] Ovetense de origen humilde,
muy pronto se fue a vivir a Bilbao en cuya Agrupación Socialista ingresó en
1899. Inició su vida laboral como taquígrafo en el diario La Voz de Vizcaya. Ya
convertido en periodista, empieza a trabajar como redactor del diario El
Liberal, del que con el tiempo llegaría a ser director y propietario, y que
sería el altavoz de sus opiniones políticas. Muy crítico con la actuación del
Gobierno y del Ejército en la guerra de Marruecos, tuvo frases muy duras en las
Cortes con motivo del denominado desastre de Annual de 1921, así como sobre la
más que probable, aunque no probada, responsabilidad de Alfonso XIII en la
imprudente actuación militar del general Manuel Fernández Silvestre en las
operaciones de la zona de la comandancia de Melilla. Opuesto a la facción
liderada por Francisco Largo Caballero favorable a la colaboración del partido
con la dictadura de Primo de Rivera,5 mantuvo agrios enfrentamientos con Largo, lo que
le llevó a apartarse de la dirección del partido. En este
sentido, Prieto representó una posición intermedia entre la moderación de Julián Besteiro y el radicalismo
sindical de Largo Caballero. Proclamada la Segunda República el 14 de abril de
1931, Prieto fue puesto al frente del Ministerio de Hacienda del Gobierno
provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora.
[12] Triple Alianza fue el pacto
que dio sentido a Galeusca (GALicia-EUSkadi-CAtaluña). Firmado en la sede del
Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria (CADCI) el 11 de
septiembre de 1923 por representantes de varias asociaciones y partidos: por Cataluña,
de Estat Català Francesc Macià, de Unió Catalanista Josep Riera y Pere Manen, y
de Acció Catalana Jaume Bofill y Antoni Rovira i Virgili; por Galicia, de las
Irmandades da Fala Alfredo Somoza y Federico Zamora y de la Irmandade
Nazonalista Galega Vicente Risco; por el País Vasco, Elias Gallastegi Gudari,
José Domingo Arana, Manuel Eguileor y Telesforo Uribe-Etxebarría, del Partido
Nacionalista Vasco (sector Aberri). Más tarde se unieron Julien Arrien y Jesús
María de Leizaola, de Comunión Nacionalista Vasca. En el documento se reclamaba
la plena soberanía política para las tres regiones de las que procedían,
definidas como naciones y se proponía la creación de un consejo conjunto para
unir fuerzas. Y otros puntos más beligerantes.
[13] (1870-1930). Militar
español que gobernó como dictador entre 1923 y 1930. Desarrolló la mayor parte
de su carrera militar en destinos coloniales, como Marruecos, Cuba y Filipinas.
Marqués de la Estella, Grande de España, Primo de Rivera consiguió encauzar el
problema de Marruecos gracias a la operación del desembarco de Alhucemas de
1925. En 1927 fundó la Asamblea Nacional
Consultiva, considerada la primera cámara de carácter corporativista en Europa
durante el período de entreguerras, que llegaría a elaborar un
anteproyecto de constitución de carácter antiliberal y autoritario. Crecientemente impopular, dimitió el 28 de enero
de 1930 tras perder el favor del monarca y del Ejército y se trasladó a París, donde falleció poco más tarde.
[14] Muhammad Ibn 'Abd el-Karim
El-Jattabi (1882-1963); fundador y primer Presidente de la República Confederal
de las Tribus del Rif. Encabezó la resistencia contra las administraciones
coloniales de España y Francia durante la denominada Guerra del Rif. Cursó Bachillerato
español en Tetuán y Melilla, marchando a Fez a estudiar derecho islámico
mientras que su hermano estudiaba ingeniería de minas en Málaga y Madrid. Pasó un
tiempo en la Universidad de Salamanca. Sirvió a la administración colonial
española como traductor de árabe en la Oficina Central de Tropas y Asuntos
Indígenas en Melilla; escribía en árabe en el periódico El Telegrama del Rif.
[15] (1893-1955) Filósofo y
ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la
razón vital e histórica, está situado en el movimiento del novecentismo. Muy
vinculado al periodismo. Su abuelo materno, Eduardo Gasset y Artime, había fundado
el periódico El Imparcial; y ahí comenzó él a escribir. Fue el
primer director del semanario España, en 1915, y colaborador del
diario El Sol desde su fundación en 1917. En 1923 funda la Revista
de Occidente, siendo su director hasta 1936. Doctor en Filosofía por la
Universidad de Madrid (1904), entre 1905 y 1907 realizó estudios en Alemania
donde se vio influido por el neokantismo de Hermann Cohen y Paul Natorp, entre
otros. De regreso a España es nombrado profesor numerario de psicología, lógica
y ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid (1909), y en octubre de
1910 gana por oposición la cátedra de metafísica de la Universidad Central,
vacante tras el fallecimiento de Nicolás Salmerón. Durante la II República es
elegido diputado por la provincia de León con la Agrupación al Servicio de la
República. Permaneció en el escaño durante un año, tras criticar públicamente
el curso que la República tomaba en su célebre discurso conocido como
«Rectificación de la República» de diciembre de 1931. En julio de 1936 y a
pesar de su grave enfermedad, huyó de España (lo que consiguió gracias a la
protección de su hermano Eduardo, persona de valimiento cerca de diversos
grupos políticos de izquierda) y se exilió; primero en París, luego en los
Países Bajos y Buenos Aires, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa.
Regresó a España en 1945 y residió (salvo viajes al extranjero, especialmente a
Alemania) en Madrid. Habiéndosele impedido recuperar su cátedra (aunque al
parecer consiguió cobrar sus sueldos atrasados), optó por fundar un «Instituto
de Humanidades» donde impartía sus lecciones. Durante estos años, y hasta su
muerte en 1955, fue fuera de España —sobre todo en Alemania—, donde recibió el
crédito y las oportunidades de expresión que correspondían a su prestigio.
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