Sí, todo el verano -como cada año- con el problemón de los
incendios montanos y la falta de prevención, asistiendo con asombro al triste
espectáculo televisivo que genera la virulencia de las llamas que deviene en paisajes
de devastación. El dragón de fuego campa a sus anchas mientras las brigadas
forestales, bomberos y efectivos de la UME se la juegan por los parajes
montañosos de España[1].
Pero ha sido llegar el fuego a la Vall d’Ebo[2]
[3]
y darme un pinzado el corazón; llegar a les Valls y… como que el fuego me ha
tocado la fibra. El incendio comenzó en la Vall d’Ebo el sábado pasado (13/08),
por la noche, y sus frentes saltaron las montañas hasta cruzar a la Vall
d’Alcalà, la Vall de la Gallinera y la Vall de Laguart, que también se han
visto afectados. Ahora leo, en esta mañana de sábado 20 de agosto, lo de “estabilizado”,
incluso lo de “no controlado”[4],
y me pongo sobre el teclado…
Esta zona de la Marina son paisajes únicos de la montaña
alicantina[5]:
La Vall d’Alcalà[6], la
Vall de Gallinera[7], la
Vall de Laguart [8]-con
el Barranc de l’Infern y sus seis mil escalones de piedra- y, la muy afectada
Vall d’Ebo, surcada por el río Ebo, que algunos llaman también Girona. Sólo
quedó al margen de las llamas la Vall de Pop[9]
-donde el Pla de Petracos[10]
(que es donde de verdad acabó la Reconquista, con la expulsión de los moriscos
en 1609) y el Cavall Verd, donde Ezme, la bruja… pero esa es otra historia
novelada.
Conforme a lo dispuesto en la Ley 43/2003, de 21 de noviembre,
de Montes, modificada por la Ley 21/2015, de 20 de julio, los montes -en
España-, por razón de su titularidad, pueden ser públicos (28%) o privados
(72%). Y tirando de datos, la superficie forestal de España es de 28’8 millones
de hectáreas (56,91% del territorio español[13]).
Pero la realidad es que lo que abunda en el país es la piedra desnuda agreste y
montaraz y sólo deberíamos contabilizar como “bosque” (+/-) 15 millones
de hectáreas (más de 7.000 millones de árboles, según el Inventario Forestal
Nacional[14]), lo
que nos lleva a colegir que la cuarta parte de España, visto lo visto en los
telediarios, está expuesta ser pasto de las llamas. Y es una cantidad
importante: la masa forestal española es, tras la de Suecia, la más grande e
importante de Europa, según el Perfil Ambiental[15]
del Ministerio para la Transición Ecológica: somo una de las principales
reservas forestales del continente.
El Plan Forestal[16]
de 2002 denunciaba que el gran problema patrio forestal era el minifundismo,
que he podido comprobar en la Siberia manchega[17]
en mayo pasado ante un parcelario minúsculo y muy repartido, dividido de
herencia en herencia, de monte abruptamente empinado, con caminos -por
llamarlos de alguna forma- de infarto (por donde sacar la madera) y arbolado de
porte que implica explotación maderera cada “x” años[18].
En el cole me contaron aquello de que cuando llegaron los
romanos a la península una ardilla podía cruzarla de norte a sur, de árbol en
árbol, sin bajar a tierra (por si se la comía la fauna que pisaba el
sotobosque); pero en el siglo V la península estaba ya bastante desarbolada;
hasta el extremo que, Chindasvinto[19],
a mediados del siglo VII, planteaba la prohibición de talar o quemar
bosques. Sí, quemar; porque de yesquero[20]
veloz siempre se ha sido en la vieja piel de toro. Desde tiempo inmemorial nos
iba lo de que quemar bosque.
Y a vueltas con eso de que “los incendios se apagan en
invierno” pues yo creo que, básicamente, no; que se ‘apagan’ en otoño,
invierno, primavera y cuando surgen. La cuestión no es apagar; la cuestión
es darle vida al bosque. Porque, aquí y ahora, el problema está en el monte
vaciado y abandonado: ya nadie desbroza, ni trabaja el monte, y no queda ganado
que haga de bombero forestal como antaño. Con euros por delante -sí, y
bastantes-, gestionando el bosque, con el ganado haciendo su
cometido y recogiendo lo del suelo para llevarlo, por ejemplo, a las
plantas de biomasa[21],
resulta que la foresta patria no sería pasto de las llamas con la frecuencia e
intensidad con que lo son ahora mismo nos sobresalta; y tendría rentabilidad.
Pero hay que echarle euros a la cosa para que el Sistema Europeo de
Información de Incendios Forestales (EFFIS), de Copernicus[22],
no vaya sacándonos los colores de continuo, ni tengamos al personal forestal
exponiéndose ante semejante enemigo (el fuego) y a los vecinos en un sin vivir
por cómo les puede afectar a su propiedad. Y no me refiero al titular del
monte.
El problema está en el olvido de los usos tradicionales del
monte.
Me contaba un venerable, hace unos pocos años, haciendo -¡pa
habernos matao!- una ruta[23]
que cruzaba el Molejón de Moropeche[24]
(donde decidí abandonar la práctica del senderismo; debut y despedida[25]),
por el Calar del Mundo[26],
que “antes se convivía con los montes”. Y se explicaba Ramón: “se
recogía leña, se hacían talas -que había que vender la leña-, se
habilitaban tablas de cultivo donde se podía -que había también que poder
comer-, y se dejaba que entraran el ganado”.
Sí, convivir con el monte; convivir con el bosque.
Llevábamos toda la vida conviviendo hasta que nos ha dado por
ser urbanistas en grado superlativo y anti montano. Los árboles han sido los
elementos más antiguos con los que el hombre se ha valido para su supervivencia:
abundantes y con cientos de aplicaciones posibles. A saber: proporcionan
sombra, en muchos casos alimento, posibilitaban la estructura de los primitivos
cobijos (fuera de las cuevas) y se podía utilizar todo desde la raíz a la copa.
Como colofón, ardían, generaban calor y servían para cocinar; incluso, el
fuego, nos protegía de animales y alumbraba. ¡Que invento, oiga!
La madera de los árboles del bosque, recordemos, soportó las
primeras construcciones (palafitos, hace 7.000 años -en las zonas pantanosas de
los Alpes-) y constituyó las primeras murallas, que los romanos bordaron[27]
y que en mi imaginario infantil popularizaron los fuertes del Far West (fuerte
Comansi, juguete completo) y que llegaron hasta la guerra de Vietnam, aunque
allí el afilado bambú hizo más estragos. Y, a lo que íbamos: la madera,
trabajada, nos servía para cuencos y artilugios domésticos a porrillo. Lo
dicho: ¡qué gran invento!
La madera, por lo general, es dura, menos densa que el agua
(flota), resulta ser un buen aislante térmico y termina como el mejor combustible,
dejando al final un residuo, la ceniza, con varios usos y poder fertilizante[28].
Tiene buena resistencia mecánica y es de una gran tenacidad (absorbe energía).
Hace millón y medio de años -desde el Homo ergaster[29]-
que estamos trabajándola y consiguiendo múltiples usos de ella: desde las primeras
armas proyectadas -jabalinas (hace 500.000 años)- al arado (hace 6.000 años) y
la rueda (maciza, hace 5.500 años; aunque serán los egipcios los que incorporen
los radios)… Pero a mí me gusta señalar que el bosque proporcionó arcos (desde
hace unos 17.000 años[30])
y flechas. En fin, que tiene multitud de posibilidades el árbol y su madera: hasta
la de arrancarle notas musicales a través de instrumentos.
Pero a lo que íbamos: a los montes ardiendo… que no son cosa
de hoy. En el libro “Presencia histórica del fuego en el territorio”[31]
hay una reseña de los fuegos forestales de los últimos 500 años.
De siempre ha estado ardiendo el monte por causas naturales
(pocas) y puñeterías humanas (muchas). Pensemos que, con el paso de los siglos
y el aumento demográfico llegaron las nuevas roturaciones (conseguidas casi
siempre a base de pegarle fuego al terreno) y el desarrollo de las ciudades
(que consumía bosque); y llegó, sobre todo, la construcción naval que siempre
ha usado madera a porrillo[32].
Toda la actividad económica, hasta hace prácticamente nada, ha incidido sobre
los bosques. El árbol quedó sujeto a la acción de la naturaleza y,
principalmente, del hombre. El hombre lo talaba y quemaba a su antojo. Y aunque
el primer incendio lo desencadenó la naturaleza, el hombre aprendió muy rápido
a dominar el fuego y a valerse de ese dominio para bien y para mal.
La ecuación perfecta de este post la integran un combustible,
un comburente y un agente de activación. El árbol y la vegetación seca y reseca
(las hojas ofrecen una grandísima superficie de contacto y exposición) son el
combustible perfecto; el aire (el oxígeno) constituye el comburente, auxiliado
por las altas temperaturas, la sequedad (ausencia de humedad) y el viento (que
es el aire en movimiento). Y, finalmente, la más mínima chispa puede ser
suficiente para proporcionar la energía de activación necesaria para que se
desate el caos ígneo.
Ya está todo medido y estudiado: menos del 10% de los incendios
de las masas forestales tienen origen natural (un rayo, por ejemplo); el 50% se
corresponde con imprudencias humanas[33]
y eventualidades relacionadas con la acción antrópica[34]
(que ya de por sí es duro); y un poco más del 40% son intencionados… que
es para hacérnoslo mirar.
Bueno, desde antiguo, intencionada era la acción de utilizar
el fuego para la agricultura. El fuego ha sido -era y hasta es- un gran aliado.
Se conseguían con él tierras de cultivo, arrebatándoselas al bosque y, tras la
quema -siempre que no llegaran lluvias torrenciales que arrastraran la capa
calcinada-, las tierras ganaban el beneficio fertilizante de la ceniza.
Tenemos en nuestra vieja y maravillosa lengua un verbo
específico para esta acción: artigar.
Y artigar es “quemar un terreno para cultivar” y la artiga
era una práctica habitual que bien podía ser de ciclo corto (de 4 a 20 años) o
de ciclo largo (cada 50 o 60 años; incluso más). Y la gente apegada al terruño
le pegaba fuego a lo que fuera y, en más de una ocasión, se desmandaba la cosa;
con frecuencia, el fuego escapaba del presunto control de pastores y labriegos.
Ahí están también las rozas, un sistema de cultivo en el que se produce
la quema de la vegetación de una parcela -bosque, matorral o dehesa- para
utilizarla después como parcela de cultivo, fertilizada con la ceniza. Todavía
hoy en día una parte de la agricultura de subsistencia de los países tropicales
se basa en las rozas, mientras que en Europa y en las regiones templadas del
planeta este sistema de cultivo desapareció en el siglo XIX. E incluso las estivadas,
un sistema de quema de broza para poner en cultivo un terreno. Ejemplos hay
abundantes.
Tan aficionados éramos a esto de la artiga, la roza y la
estivada -además del vandalismo pirómano- que ya en tiempo de los visigodos
-desde Chindasvinto, como hemos apuntado ya- estaba legislado el tema contra
los fuegos provocados. Más adelante, el Fuero Juzgo[35]
contiene referencias a estas prácticas pirófitas de pastores y agricultores:
conseguir mejores pastos[36]
y tierras, pero dentro de un orden normativo. Siempre ha habido normas e
infractores a este respecto a lo largo de los siglos y muy especialmente
durante el siglo XVIII donde los cronicones reseñan en España varios millones
de árboles talados para la construcción naval y otros tantos calcinados para
conseguir tierras concejiles y comunales, o para la elaboración de carbón
vegetal… con carboneras en pleno bosque que ocasionaban problemas de continuo
desatando más incendios.
La gestión del bosque es tan antigua y estaba tan orquestada
que algunas cosas se hicieron muy bien ya en el Medievo. Es el caso del monte
Vallivana, de Morella (Castellón; en Els Ports) que cuenta con aprovechamiento
mancomunado en virtud de una concesión de la reina doña Violante, desde 1241 -confirmada
por el rey Jaime I en 1273- y el sistema de explotación ha llegado a nuestros
días[37].
Echando la vista atrás, resulta que, Alfonso XI, en su “Libro
de la Montería” describe el estado de los bosques de su reino y en las Partidas[38],
también del siglo XIII, se señala bien a las claras que “los árboles, parvas
y viñas deben ser bien guardados, pues los que los cortan o destruyen, facen
maldad”, y se detalla el castigo a quien queme un bosque: ser arrojado
a las llamas, lo que huele al talión[39].
Y la pena capital estuvo ligada a esta acción pirómana hasta el siglo XVII. La
referencia más antigua a la que he accedido en este somero relato es de 1454[40]
donde se referencia un incendio provocado por un pastor, en los montes de La
Bureba[41]
(Burgos), como reacción a las limitaciones que establecía el concejo al
pastoreo.
Señalemos que a partir de 1492 el bosque adquiere una
dimensión trascendental con la navegación y las grandes flotas. Lo de construir
barcos requería madera y era un secreto militar la elección, selección y acopio
de buenas maderas y la forma de construir todo tipo de embarcaciones. Los
egipcios ya se ocuparon de los montes del Líbano[42]
para sus barcos; y los fenicios, que los tenían más a mano, inauguraron una
época en la navegación a gran escala. Grandes bosques, buenos árboles, pueblos
navegando; aunque con tallos de totora y madera de balsa ya demostró Tor
Heyerdahl que se podía navegar[43].
Hubo leyes de protección del patrimonio forestal porque se le
necesitaba. Por Levante estaba la obligación de plantar, al menos, 3 moreras
por vecino -a lo largo de su vida y reponer cada una que faltara[44]-
porque la sericultura[45]
era una base económica fundamental.
Y no te digo en cuanto a madera para los arsenales. En 1501
los Reyes Católicos prohibieron además la construcción de barcos para los
nacionales de otros países. Es que se necesitaban miles de hectáreas de buenos
árboles sólo para mantener operativa una flota militar y mercantil, además de
las embarcaciones costeras para la pesca y el cabotaje. Cualquiera de aquellos
barcos de madera[46]
tenía una vida operativa máxima de 20 años, en el mejor de los casos (sin que
apareciera el gusano de la broma[47]):
con lo que imagínense la cantidad de árboles que se necesitaban al cabo de un
siglo para mantener operativas varias flotas y Armadas cuando el Imperio
español.
Proteger el monte era (y es) fundamental. La Ordenanza de
Montes de 1533, en Castilla, señala que para hacer fuego en el monte se
requiere licencia, “so pena de 600 maravedíes”, y se advierte que de
quemar rastrojos e ‘írsele de madre’[48]
el fuego, el individuo estaba obligado a avisar –“dar cuenta del dicho fuego”-,
pagar 600 maravedíes y reponer el daño que “que hiziese el dicho fuego”[49]
Era tal la obsesión por el bosque y su cuidado que Felipe
II adoptó las primeras medidas en materia de conservación de los montes y
fomento de plantío para lo que ordenó incluir en sus Relaciones[50]
un cuestionario con preguntas relativas al uso de la madera en cada municipio,
lugar y aldea y una descripción del estado de los bosques. Y en 1558, para intentar
evitar lo continuado de los incendios intencionados, mandó el rey Felipe que en
los montes quemados “no pastasen los ganados sin orden del Concejo”[51].
Otro rey, Fernando VI, dispuso que la Secretaría de Marina
se hiciera cargo de los montes próximos al mar y a ríos navegables, sembrando y
marcando los mejores árboles y pasando la labor de replantación a los vecinos
del lugar. Su Real Ordenanza para el aumento y conservación de los montes
y plantíos (1748) obligaba a cada vecino de esa demarcación a “plantar
cinco árboles por año y a sembrar bellotas, castañas y piñones donde les fuera
indicado por el corregidor local”, al tiempo que se castigaba expresamente
a los pastores que quemaban el bosque: prisión y embargo de bienes.
En esta ordenanza apareció la figura del guardabosques, la
prohibición de “llevar o encender fuego, así dentro del monte como en el
espacio alrededor hasta doscientas varas de sus lindes...”[52]
y la “creación” de una nueva provincia, tierra adentro y de secano, alejada del
mar, denominada Provincia Marítima de Segura de la Sierra[53]
con el objetivo de proveer a la Armada de madera de roble y de pino. Esta interior
provincia marítima sobrevivió oficialmente hasta 1833, cuando Javier de Burgos,
Secretario de Estado de Fomento, dividió España en 49 provincias y 15 regiones
(según el proyecto de 1822), con lo que los territorios de la provincia
marítima de Segura de la Sierra pasaron a integrarse en las actuales provincias
de Jaén, Albacete, Ciudad Real y Murcia.
Pero volvamos a lo que nos ocupa, que me disperso.
Planteo que la figura del incinerador forestal, el pirómano, como
lo pudiéramos conocer hoy es un personaje -de necesidad, al principio y maldad
y/o enfermedad después- surgido a raíz del siglo XVIII cuando a la gente le
daba por protestar beligerantemente por el intervencionismo de la
Administración en el ancestral aprovechamiento del monte, del que vivían sin
ser dueños. La consignación de los llamados Montes de Marina y la creación de
la Maestranza de Madera, así como la Real Orden de 5 de julio de 1726 de
creación de tres Departamentos marítimos, a los que quedarán vinculadas enormes
extensiones de montes y plantíos, levantó malestar y reacciones pirómanas.
Para que se hagan una idea de la importancia y necesidad de la
madera del bosque, el constructor Cipriano Autrán[54]
-del Arsenal de La Carraca- calculaba “una media aritmética de 2.574 árboles
para un navío de 70 cañones y 3.516 ejemplares para uno armado con 80”[55].
Y eso son muchos árboles -y madera- y los jueces de Montes y Plantíos -que
existían- se extralimitaban para asegurar su puesto y asegurarse el
abastecimiento de los arsenales, lo que motivaba protestas -yesquero en mano-
que eran perseguidas y castigadas. Pero el monte ardía.
Y el XIX nos trajo una serie de cambios políticos y
administrativos que incidieron en los modos de gestión del bosque. Entonces, propiedad
de los montes y aprovechamiento de estos comenzaron a divergir; en
concreto, a partir de la Constitución de 1812 y las leyes de montes y
desamortizaciones siguiente. En 1833 se creó la Dirección General de Montes y,
a partir de ahí, se suceden las acciones legislativas y medidas efectivas
restringiendo el acceso a los montes y las prácticas en ellos: 1863, Ley
de Montes y los Planes de Aprovechamiento; 1877, Ley de Repoblaciones;
1896, los Montes de Utilidad Pública, a partir de la Ley de
Presupuestos; 1901, las Divisiones hidrológico-forestales; 1918, órdenes
específicas para frenar la especulación maderera (a consecuencia de la IGM);
1924, regulación de la tala de arbolado; 1926, el Primer Plan de
Repoblación Forestal; octubre de 1935, creación del Patrimonio
Forestal del Estado… y, a partir de aquí, especialmente desde 1935, “el
incendio del monte se convirtió entonces en una forma habitual de protesta 0
venganza frente a la usurpación, que en muchas ocasiones ha pervivido hasta
nuestros días”[56].
La economía de muchas personas dependía de un monte más allá
del pastoreo, la recogida de leña o el cultivo de una parcela en tiempos de
crisis para poder comer. Y, desde entonces, prenderle fuego al monte pasó a ser
una práctica habitual, aunque ahora mismo corre una suerte de negligencias y
malsana intencionalidad que asusta. Porque, en general, hemos abandonado el
bosque; no convivimos con él.
Pero arder, más que nos pese, lleva ardiendo desde siempre…
aunque ahora la cuestión sea no olvidar el monte; convivir con el bosque.
[1] Grado de montañosidad de España: 21,6%. España dispone
de un 21,6% de territorio montañoso, un valor similar al de Italia, 22,2%, o
Grecia, 21,8%; pero muy por encima del de Francia, 10,5%, o Portugal, 5,8%.
[2] Surcado por el rio Evo/Girona en sus 32’4 km2
a mitad de un escarpado valle se localiza el municipio de Vall d’Evo, de 204
habitantes. Es la única alquería que sobrevivió a la expulsión de los moriscos
que se agrupaban en tornos a un grupo de valles montanos de singular y agreste
belleza.
[4] https://www.informacion.es/alcoy/2022/08/20/incendio-vall-debo-retiran-medios-aereos-73718525.html
[5] Índice de Altitud; 0’78; el octavo de España (0’59 de
media), al mismo nivel que Santa Cruz de Tenerife y por debajo de Melilla
(0’79), Huelva (0’80), Sevilla (0’91),Las Palmas (1’04), Girona (1’07),
Baleares (1’12) y Cádiz (1’15). Por encima de Granada (0’41), Huesca (0’68),
Oviedo (0’70) o Santander (0’75) https://www.fbbva.es/wp-content/uploads/2017/05/dat/dt10_2010.pdf
[6] La Vall d’Alcalà cuenta con dos poblaciones: Alcalá de
la Jovada y Beniaia. Tiempo atrás estuvo formado por 5 poblaciones más: Benialí
(que ahora se integra en la Vall de Gallinera) y los despoblados de Criola,
Benijarco, La Roca y La Adsubia. En la actualidad sólo dos pertenecen al valle
como entidad local. Tuvo importancia porque era dominio del caudillo árabe
Al-Azraq, el de los ojos azules, que combatió durante años a Jaime I de Aragón,
quien acabó desterrándolo. La inaccesibilidad del terreno hizo posible esta
lucha desproporcionada.
[7] Por donde discurre el río Gallinera, entre las sierras
del Almirante, de la Albureca y la Foradada. 8 núcleos urbanos: Benirrama,
Benialí, Benisiva, Benitalla, La Carroja, Alpatró, Llombai y Benisili. Después
de la expulsión de los moriscos (1609), la Vall de Gallinera quedó tan
despoblada, que el Duque de Gandía, al que pertenecía este territorio, trajo de
Mallorca 150 familias para repoblar el valle
[8] Surcado por el río Girona -hasta llegar al embalse de
Isbert- discurre entre las sierras de la Carrasca o de Ebo, del Migdia y del
Cavall Verd o Sierra del Penyó, con multitud de fuentes y manantiales (Font del
Camusot, dels Dornajos, del Hielo, d’Isber, del Penyó, del Reinós, de Fontilles
y muchas más). Las poblaciones de la vall son Benimaurell (Poble de Dalt),
Campell (Poble de Baix), Fleix (Poble d'Enmig) —donde se sitúa el ayuntamiento—
y Fontilles. Todos estos pueblos constituyen un solo municipio.
[9] Históricamente está formado por Benichembla, Murla,
Alcalalí y Parcent, en 1991 se unieron Jalón, Senija, Llíber y Castell de
Castells para formar la mancomunidad de la Vall de Pop. El nombre de este valle
proviene de la montaña del Caballo Verde, también conocida como Montaña de Pop.
El curso del río Jalón-Gorgos discurre entre las sierras del Peñasco y el
Carrascal de Parcent.
[10] En el Pla de Petracos tuvo lugar una de las batallas
más importantes entre moriscos y cristianos, después del decreto de expulsión
del año 1609. En este paraje, además, se pueden contemplar unas pinturas
rupestres con unos 8.000 años de antigüedad representativas del arte
macroesquemático levantino, declaradas Patrimonio de la Humanidad por parte de
la Unesco en el año 1998
[11] Jaume Perich Escala, El Perich (1941-1995);
Escritor, dibujante y humorista español. Traductor de comics francesas como
Astérix el Galo, El Teniente Blueberry y Aquiles Talón, entre otros. Autor de
más de una docena de libros de humor, donde destacamos Autopista (Cuando un
bosque se quema algo suyo se quema... señor Conde)
[12] http://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176854&menu=ultiDatos&idp=1254735727106
[13] La superficie de España es de 50’6 millones de hectáreas
[14] https://sites.google.com/gl.miteco.gob.es/estadisticas/estad%C3%ADsticas-forestales/inventario-forestal-nacional
[15] https://www.miteco.gob.es/es/ministerio/servicios/informacion/indicadores-ambientales/Perfil_ambiental_2020.aspx
[16] https://www.miteco.gob.es/es/biodiversidad/temas/politica-forestal/planificacion-forestal/politica-forestal-en-espana/pfe_plan_forestal_esp.aspx
[17] En entorno y cortijos de Yeste, entre los ríos Tus y
Segura, con el calar del Mundo -y el de la Sima, donde se localizan el Cerrico
La Mentiras (1896 msnm) y el Pico Banderas (1898 msnm)- con las sierras del
Ardal y de Góndar, como El Arguellite y Los Praos (que bien se localizan en un
Topcom 500). Yo es que soy muy sensible al frío -y esas pistas forestales- y
acepto, sin más, ese apelativo cariñoso de “Siberia manchega” más que el de la
Suiza manchega que comprende de Ayna a Letur, pasando por Bogarra, Liétor,
Riópar, Nerpio o Yeste. Montaña y pistas; algunas conservas vestigios de lo que
debió ser asfalto en el siglo pasado.
[18] Que no me acuerdo del dato y no lo localizo; pero más
de una década… creo recordar.
[19] Rey de los visigodos entre los años 642 y 653; padre de
Recesvinto. En su reinado el Estado fue saneado, se eliminaron corrupciones, se
sofocaron revueltas y se impulsaron nuevas leyes, tanto referidas a aspectos
políticos del reino, como relativas a la vida económica y social. Con la
colaboración del clérigo Braulio de Zaragoza, inició la elaboración de un
código legislativo único para godos e hispanorromanos, Liber ludiciorum, que
sería terminado y promulgado por su hijo Recesvinto.
[20] Encendedor que consta de una yesca o mecha, una piedra
o pedernal y una rueda o eslabón para hacer saltar la chispa de la piedra.
[21] Instalación industrial diseñada para generar energía
eléctrica a partir de recursos biológicos.
[23] Subir hasta la Atalaya ya me pareció suficiente; y aún
había que ascender hasta el Puntal y hacerse la llanada y bajar al puerto y a
la Tinada de los Melojares… Lo dicho, el monte -muy bonito- no es para mí.
[24] Moropeche es una pedanía del municipio de Yeste,
Albacete, cercana al Balneario de Tus
[25] Esto
del monte no es para mí, existiendo los chiringuitos a nivel del mar. ¡Para qué
complicarnos la vida!
[26] Parque Natural de Los Calares del Mundo y de la
Sima, a caballo entre las sierras de Alcaraz
y del Segura, en el suroeste de la provincia de Albacete, abarcando parte de
los municipios de Yeste, Riópar, MolinIcos, Villaverde de Guadalimar, Vianos y
Cotillas. Lo conforman fundamentalmente las Sierras del Calar del Mundo, Calar
de la Sima y Sierra del Cujón; y los valles del río Mundo, el río Tus, el
arroyo Frío, el río de La Vega, el arroyo de la Puerta, y el arroyo Madera. El
relieve amesetado de sus sierras de naturaleza caliza permite el desarrollo
intenso de procesos de disolución kárstica. Estas sierras han desarrollado una
flora muy variada y rica en endemismos. Sus principales valores son, por lo
tanto, el paisaje, su altísima riqueza en flora endémica y la existencia de un
karst muy desarrollado con los Chorros del río Mundo y el Poljé de la Cañada de
los Mojones.
[27] con
la fossa, el agger (terraplén protegido con troncos para
sustentar la tierra extraída de la fossa) y el vallum (empalizada
de madera)
[28] La ceniza de madera está cargada de minerales y tiene
muchas propiedades. Se puede elaborar jabón de ceniza, es útil para limpiar
cristales, es un desengrasante natural, evita pulgas y parásitos, neutraliza
olores, ahuyenta plagas (hormigas, caracoles, babosas y algunos tipos de oruga)
y tiene acción fungicida, al tiempo que cura herida de plantas y árboles; y al
contener magnesio, fósforo, calcio y otros nutrientes, como abono, tiene
propiedades que cambian la acidez y el pH del suelo.
[29] Homo ergaster es un homínido extinto, propio de África.
Se estima que vivió entre 1,9 y 1,4 millones de años, en el Calabriense
(Pleistoceno medio). Sus primeros restos fueron encontrados en 1975 en Koobi
Fora (Kenia) y en 1984 cerca del lago Turkana (Kenia). Se cree que el Homo
ergaster pudo ser el primer homínido con capacidad para el lenguaje articulado.
Se considera que pueden haber sido los primeros homínidos en establecer
relaciones sociales complejas.
[30] Arco de Mannheim-Vogelstang (Alemania); las flechas más
antiguas se han localizado en Stellmoor, cerca de Hamburgo, con una antigüedad
de 12.000 años.
[31] Ministerio de Agricultura, 2013 Coordinadora: Cristina
Montiel Molina. ISBN: 978-84-491-1289-8 Depósito Legal: M-28226-2013
[32] Locución adverbial que significa ‘en gran abundancia o
cantidad’.
[33] Una colilla sin apagar, una barbacoa que se complica o
una quema de rastrojo que se descontrola
[34] Accidentes en líneas de Alta Tensión, en
transformadores eléctricos, en escapes de coches y otros tipos de vehículos
[35] El Fuero Juzgo fue el cuerpo de leyes que rigió en la
península ibérica durante la dominación visigoda y supuso el establecimiento de
una norma de justicia común para visigodos e hispanorromanos, sometiendo por
igual. El Fuero Juzgo que ha llegado a nosotros es la traducción romance del
Liber Iudiciorum o Lex gothica, código legal visigodo promulgado primero por
Recesvinto en el año 654 y posteriormente, en una versión completada, por
Ervigio (681). Esta versión romance se ha atribuido tradicionalmente al rey
Fernando III y se da como fecha de realización el año 1241, sin embargo, no hay
pruebas de ello salvo lo que dice un documento fechado el 3 de marzo de 1241. El
Fuero Juzgo consta de unas 500 leyes, divididas en doce libros y cada uno de
ellos subdividido en varios títulos. Destacan, entre otras disposiciones, los supuestos
en que se autorizaba el divorcio, el deber cívico de acudir "a la
hueste", los diferentes tipos de contratos y el procedimiento en los
juicios (para más detalles véase el artículo sobre el Liber Iudiciorum). Las
fuentes del Fuero Juzgo son códigos visigodos anteriores, derecho romano e
intervenciones de personajes eclesiásticos importantes –la llamada influencia
canónica– que influyeron en el texto revisándolo o haciendo sugerencias –como
por ejemplo el obispo San Braulio de Zaragoza–.
[36] Los pastores quemaban el monte a comienzos de la
primavera para eliminar plantas leñosas. Tras el incendio, las gramíneas
cubrían, de cara al verano, los montes y constituían un excelente pasto para el
ganado.
[37] Violante de Hungría (1215 -) Segunda esposa de Jaime I;
fue reina de Aragón al casarse en 1235. Era medio hermana por parte de padre de
Santa Isabel de Hungría. Impulsó de forma decisiva la conquista del reino de
Valencia en 1238 y participó activamente en la política real. Conquistada Morella, al ceder Jaime I el
señorío a Blasco de Alagón, se reservó la dehesa de Vallivana para doña
Violante, pero como se había concedido carta puebla a los morellanos y había
aumentado admirablemente el vecindario, la reina quiso manifestar el aprecio
que les tenía, renunciando en su favor la grande dehesa de Vallivana y
Salvasoria, para que sirviese de baldío para los de Morella y aldeas de su
jurisdicción. 13436_13.pdf (mapa.gob.es)
[38] Su nombre original era Libro de las Leyes y
compendiaba el cuerpo normativo redactado en Castilla durante el reinado de
Alfonso X (1221-1284) con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad
jurídica del reino. Hacia el siglo XIV recibió su actual denominación -Las
Siete Partidas, o simplemente Partidas- por las secciones
en que se encontraba dividida.
[39] La ley del talión (lex talionis) es la denominación
tradicional de un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma
imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido, obteniéndose la
reciprocidad. El término talión deriva de la palabra latina tallos/tale,
que significa idéntico o semejante (de donde deriva
la palabra castellana tal), de modo que no se refiere a una pena
equivalente sino a una pena idéntica. La expresión más conocida de la ley del
talión es el pasaje bíblico de Ojo por ojo, diente por diente, pan por
pan
[40] https://dspace.unia.es/bitstream/handle/10334/2301/149-162Guitian.pdf?sequence=3&isAllowed=y (Pag. 154)
[41] La depresión burebana, encajonada entre sierras y
montes, el desfiladero de Pancorbo ha sido la puerta de la meseta ibérica en lo
que se ha dado en llamar Corredor de La Bureba, paso obligado para todo aquel
que, procedente del noreste de la Península o de Europa, quiere llegar a la
Meseta Central. Muy cerca, la Sierra de Atapuerca.
[42] Los cedros del Líbano, además de estar en la bandera
del país, están por todo Oriente Medio, Grecia y el Peloponeso; desde el Templo
de Jerusalén a las traviesas de los ferrocarriles otomanos por Turquía. Han
dado mucho de sí.
[43] En 1947, con una balsa de troncos y totora -Kon Tiki- navegó
entre Perú y Tuamotu, por el Pacífico. En 1969 lo intentó con la Ra-I, de
tallos de totora y construida en Egipto, trasladada a Safi (Marruecos), de
donde partió rumbo a Barbados, pero abandonó cerca de su meta. En 1970 lo
volvió a intentar con la ayuda de expertos en construcción de balsas de totora
del lago Titicaca (Perú-Bolivia) y navegó entre Safi y Barbados, por el
Atlántico. En 1978 quiso intentarlo por el Índico con la Tigris, pero le
incendiaron la embarcación a punto de iniciar la singladura.
[44] Normativa del Gremio de Velluters; en La Nucía, miradas
centenarias. VVAA (entre otros, yo)
[45] Proceso de la cría del gusano de seda (Bombyx mori)
a través de un conjunto de técnicas para producir capullos y, con ellos, la
seda misma como producto textil final.
[46] Cocas, urcas, carabelas, carracas, galeras, fustas,
jebeques, tartanas, carabelas, galeones y navíos (por ejemplo)
[47] Teredo navalis;
especie de almeja de agua salada con cuerpo alargado como el de un gusano. Se
trata de un molusco bivalvo marino en la familia Teredinidae. En el
extremo anterior tiene una pequeña concha con dos valvas con la que perfora la
madera excavando túneles y destrozando el elemento. Ningún tratamiento de la
madera para prevenir el ataque de Teredo navalis ha tenido un éxito total.
[48] Quedar fuera de control. El término ‘madre’ no se
refiere a la figura materna de la progenitora sino al cauce por donde discurre
un río. Así salirse de madre/irse de madre hace alusión al desbordamiento que
puede producirse tras la crecida de un río y que este se salga de su cauce
natural produciendo desastres.
[49] Ordenanza sobre montes de 1533, Comunidad de Pastos
entre las Villas de Gata, Santibañez, la Torre de San Miguel y Villasbuenas.
Archivo Histórico Provincial de Cáceres. Sección de Hacienda
[50] En 1569, 1570/1571 y 1573 para las indias; y con el
cuestionario de Páez de Castro y la encuesta de 1574, para España, así como en
las posteriores redacciones de 1578 y 1584
[51] https://www.ucm.es/data/cont/media/www/pag-36030/WEB_Presencia_historica_del_fuego_en_el_territorio.pdf
[52] Bauer, E. 1980 “Los montes de España en la historia”
Ministerio de Agricultura
[53] Provincia Marítima de Segura de la Sierra: Demarcación político-administrativa nacida tras la
promulgación por parte de Fernando VI (1746-1759) de su Ordenanza de Montes
(1748) estableciendo que quedaran bajo jurisdicción de la secretaría de Estado
de Marina todos aquellos territorios con bosques útiles para la armada situados
desde la costa hasta veinticinco leguas al interior, así como los montes
insulares y aquellos localizados en el interior peninsular, donde existieran
ríos navegables. Y habida cuenta de que los ríos Guadalimar, Guadiana Menor,
Trujala y Madera, afluentes del río Guadalquivir, así como los ríos Tus y
Mundo, afluentes, a su vez, del río Segura habían demostrado dicha capacidad de
navegabilidad en cuanto a la flotación de madera se refiere, al realizarse por
ellos anualmente conducciones, promovidas tanto por el denominado Real
Negociado de Maderas -entidad dependiente de la Real Fábrica de Tabacos de
Sevilla-, como por los arsenales de La Carraca y Cartagena, hizo que una amplia
área, con epicentro en Segura de la Sierra y que en su mayor esplendor llegó a
comprender 9.000 km2, quedase bajo dicha adscripción. La provincia marítima,
con capitalidad en la villa de Segura de la Sierra y con un tribunal de Marina,
quedó integrado en 1748, por veintiséis núcleos: Segura de la Sierra, Orcera,
La Puerta, Hornos, Santiago de la Espada, Nerpio, Socovos, Letur, Ayna, Elche
de la Sierra, Yeste, Siles, Villarrodrigo, Villaverde, Cotillas, Bienservida,
Villapalacios, Terrinches, Albadalejo, Puebla del Príncipe, Villamanrique, Beas
de Segura, Génova, Torres, Benatae y Bujaraiza. A este territorio inicial se
incorporaron, entre 1751 y 1752, otras veinticinco localidades, que quedaron a
su vez, estructuradas bajo cuatro demarcaciones, denominadas subdelegaciones,
con sedes principales en Alcaraz, Cazorla, Villanueva del Arzobispo y
Santisteban del Puerto. Se trataba de territorios con regímenes
jurisdiccionales muy diferentes, desde aquellos de realengo, a señoríos laicos
y eclesiásticos, caso de términos dependientes del denominado adelantamiento de
Cazorla y de forma preeminente, sobre todo, de la provincia de Castilla de la
orden de Santiago. En la etapa de máxima expansión de esta demarcación, que
quedó delimitada al Norte por La Mancha, al Sur por el reino de Granada, al
Este por el de Murcia y al Oeste por el reino de Jaén. En 1790, los límites de
la provincia marítima se vieron significativamente reducidos. La provincia
marítima de Segura de la Sierra representa un caso singular en la península
ibérica, ya que es la única de estas entidades que dependió de dos
departamentos marítimos y no de uno solo como sucedió con el resto de las
provincias. El interés por la explotación maderera de su entorno
–principalmente por la abundancia de pino laricio –también conocido como pino
salgareño- y en segundo lugar, de pino rodeno- por parte de los dos arsenales
del Sur peninsular –La Carraca y Cartagena- conllevó que se decidiera dividir
la dependencia de la provincia marítima, a su vez, en dos: los montes con
vertiente hacia el Atlántico quedarían adscritos al departamento marítimo de
Cádiz, y por tanto, su explotación tendría como destino el arsenal de La
Carraca, y aquellos con vertiente mediterránea dependerían del departamento
marítimo de Cartagena. Los bosques con vertiente atlántica compartirían,
además, explotación maderera con el Real Negociado de Maderas, que desde 1733
extraía materia prima de ellos también, con destino principal a la construcción
de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla y en menor medida, a la venta a
terceros. La provincia marítima mantuvo plena actividad hasta la Guerra de la
Independencia, cuando comenzó su ocaso, primero por la suspensión de las talas
y cortas y posteriormente por un breve período de supresión de estas
demarcaciones en 1812, superado con su reinstauración, tras el regreso al poder
de Fernando VII en 1814. Con cambios en su régimen de organización interna en
1817, la provincia marítima sobrevivió oficialmente hasta 1833, cuando la
instauración del actual régimen provincial hizo que su territorio pasase a
quedar absorbido por las actuales provincias de Jaén, Albacete, Ciudad Real y
Murcia. A pesar de ello, la provincia languideció aún unos años hasta que en
1836 quedó definitivamente abolida.
[54] Cipriano De Autrán y Oliver (1697- 1773), caballero de
la Orden de San Luis y comandante general del Cuerpo de Ingenieros de Marina
hasta 1769.
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