Ya sé que hoy vendría mejor un algo del Turismo porque es el
Día Mundial y tal y tal. Ya lo colgué ayer.
Hoy otra cosa.
Corría el año 1985
cuando el Ministerio de Industria, del efímero Joan Majó, exigió la presencia de la letra eñe en los teclados de máquinas de escribir, ordenadores y
similares que se comercializaran en España. El objetivo era tanto de protección
a la industria nacional como de exigencia a las fabricantes para que tuvieran
en cuenta el “hecho diferencial de la
letra eñe”. El 9 de mayo de 1991 la Agencia EFE daba cuenta de la
pretensión de la UE de que se suprimiera la obligatoriedad de 1985 porque
resultaba “un impedimento a la libre
circulación de mercancías” y otras zarandajas previstas en el Artículo 30 del
Tratado de la Unión. Y ese mismo día un portavoz de la UE salió diciendo que “la CE no podía obligar a ningún estado
miembro a suprimir de los teclados cualquiera de sus signos ortográficos”, dejando la cosa en manos de las leyes
de los mercados que, muy sabias, aceptaron que en los teclados qwerty de por aquí apareciera la letra eñe (ñ).
Ese mismo día, entre una y otra noticia, para MÁS BENIDORM -una publicación que
desarrollaba el bueno de Félix Sánchez
Luego (FLIX) en Benidorm y en la que colaborábamos algunos plumillas
(como yo)-, escribí esto que ahora les adjunto. Lo acabo de encontrar en un
viejo disquete, en WordPerfect, y me ha hecho mucha ilusión recuperarlo (en
Word); tanta ilusión que lo cuelgo.
El vocablo “año/ano”
era el más terriblemente afectado. Ya saben: “el ano de gracia”, “el ano
académico”, “el ano judicial”,
las chavalas que estaban “de buen ano”,
el señor que estaba “entrado en anos”,
lo del “ano nuevo, vida nueva” y lo
del “ano de nieves, ano de bienes”…
terrible: jodían el español.
Yo me expresé tal que así, y en el MAS BENIDORM del mes de junio de 1991 aparece este texto (¡Coño con la eñe!) firmado por Juanello
Turriano, de profesión relojero… que de tal guisa firmaba yo, hace 21
años, lo que era un poquillo de creación literaria.
Con permiso:
¡Coño con la eñe!...
Antaño no se hubieran atrevido; les
faltaban reaños... Pero, ¿en qué añil momento están los piños del ministro Ordóñez que no les ha endiñado veloz mordisco a esos ñoños
con escaño en Estrasburgo ó
Bruselas?
Esto no es un sabroso ñoclo para la Real de la Lengua; ni para mí.
Dice mi padre que, por lo menos, tenemos más de 2.000
palabras que contengan la eñe. No
nos pueden hacer eso. Hace unos días, bajo una luna abrileña perpetraron la afrenta. La eñe
es una ene doble, con la segunda ene encima de la primera, que a fuerza de
reducirla la hemos dejado hecha un guiñapo,
pero es la letra eñe.
¡Qué empeño,
leñe, en quitarnos la eñe!, con lo apañada que es. Bueno, me quedaría sin cuñado. Y sin dinero acuñado;
¡me niego!
¿Vamos a consentirlo?... el solo pensarlo me estriñe... ¡Ay, Dios!... Vayamos con
inteligencia a revertir la directiz: más vale maña que fuerza.
Por extraño
que les parezca, piénselo -viene de Europa-, esa directiva puñetera sólo pretende destrozarnos el año -¡que no el ano!-, pero terminará
impidiéndonos el baño, jorobándonos
la montaña, ensuciándonos el paño y haciéndonos llamar sólo baturros a
los maños. ¡Me niego!
¿Qué memez abanderan los llamados comunitarios
queriéndonos quitar la eñe?; ¿qué
hago con el castaño y la rica castaña? Es terrible: no podré moler el
trigo en la aceña, no podrá salir la
Santa Compaña, ni los aviones hacer
guiñada, ni tejer con lana de vicuña (ni vicuñas camélidas); ni sardinas sin traíñas, ni piñones, ni
tardes agosteñas, ni albañales de desagüe, ni albañiles o paletas. Ni dueños, ni jóvenes cenceñas, ¡¡ni otoño!! Pues no; la eñe es
intocable; es la de España. Es la
letra cañí.
Por ello, tendremos que defenderla a tajo de puñal ante esos gañanes que hoy empeñan
sus seseras, antaño puñeteras, en preñar de estupideces unos folios con membrete sin saber que un ñandú es un ave y que un ñu es un mamífero. ¿Cómo osarán
llamarles a estos animalejos a la hora de rebañarles la eñe? ¿Y la
garduña? No, me niego: ya no
podremos fañar, ni muñir, ni usar esparteñas.
Con la medida, será imposible disfrutar de las garrapiñadas y hasta del carquiñol. No, no podremos, ni siquiera,
endulzar con cañamiel. No. Por no
quedar, sin la eñe, no quedarán
cacereños en Cáceres, y habrá que
cambiar el nombre a Logroño. Sí, nos
quedaremos sin campiña. Al final,
todos hasta el moño y huraños porque nos quitan la eñe.
Alguien -¡pardiez!- podría llegar a pensar que a lo mejor
podemos sacar ventaja en lo del IVA pues al no existir la eñe no hay nada a-ña-di-do,
porque sin la ondulante rayita sobre la ene yo no me daré por a-lu-di-do.
Pero si hacemos añicos
el tejadillo de la letra efectuaríamos una serie de muy problemáticos cambios
que me niego a aceptar. Por ejemplo: ¿qué será de nuestros caldos añejos?; ¿y de los muy suculentos
cuartos de añojo?; ¿y del río Miño, la morriña y las muñeiras
galaicas?; ¿y de mi dedo meñique?,
¿y de la amiga Toñi?, ¿y del aliño? Es que no habrá ni alcarreños en La Alcarria, ni malagueños en Málaga… ni almagreñas berenjenas cataremos. Es que en
Madrid el oso se quedará sin el madroño
y por todas partes no podremos zuñir
el ceño.
Es terrible; una añagaza,
imagino. Es que de ser cierto, quitarán la viña y no tendremos vino. Ni nariz aguileña, ni bañera para el baño, ni terruño con el que soñar;
¡Cielos, ni sueños!
Pero es que ni olor sangüeño, ni tiempos de Maricastaña,
ni labrar la breña, ni nadie risueño, ni gruñidos, ni cabañas. ¡Qué
triste vida sin la eñe!
Pero, ¿y qué será de la Navidad sin las toñas navideñas? Coño, la eñe es la eñe... ¡Ni tocalla, ni enmendalla!... La eñe es la eñe.
Con esta chorrada, estos chicos de la Europa burocrática
sólo saben ir al caño olvidando que
existe el coro. Por ello me pongo a la greña
y les emplazo a todos a repartirles el máximo de leña antes que dejen a los niños
en el cole y sin su "seño",
al fontanero sin estaño y a más de
una se le quemen las pestañas.
Todos a una: defendamos la eñe; que no se apunten esta hazaña
y asalten esa peña gramatical que
destaca a nuestra eñe... Están ñoños
los de Estrasburgo y Bruselas; ¿es que son estar barbilampiños?
En Benidorm, en noviembre, lo de la eñe sería asaz problemático. ¿Qué hacemos con las Peñas?; las transformamos en Penas. Se imaginan la aburrida Pena
de la Nora en lugar de la picante y bulliciosa Peña de la Ñora... ¡Leñe: la eñe es la eñe!... ¡Defienda su
continuidad!... ¡Manifiéstese!... Haga lo que sea porque sin la eñe querida nada será igual... ¡Ni el ñaca-ñaca!... ¡Ahí duele, oiga!
Pero es que me dejan hasta sin conquistadores; ¿qué hace
Paraguay sin don Ñuflo de Chávez?;
Ya nadie se llamará Nuño, ni Nuñez será un apellido. Pero es que,
caballero, su señora ya no será su
señora en cuanto le endiñen valor a la directriz; ¿sabe que su
niño pasará a tener nombre de actor
italiano? Ya ni un barreño será lo
mismo; ni ordeñar una vaca podremos.
Sin la eñe se nos abre un panorama ñublado.
La única ventaja que le encuentro es que nos eliminarán
el daño, el diñarla y el engaño. Pero
eso será efímero y sólo siembran cizaña.
Y así no.
Es que si volvemos la vista atrás Colón, don Cristóbal,
dejará media América sin descubrir porque no podrá zarpar de Palos y hacerse a
la mar por los esteros del Guadiana en aquella nao de nombre "La Niña".
Solo los franceses saldrían ganando porque seguirán llamando "coñac" a su cognac... ¡Eso no está
nada bien gabachos!... ¡Iros a hacer puñetas!...
como si fuerais hijos de la Gran Bretaña.
¿Y mi uña?,
¿alguien ha pensado en ella? ¿Saben que sin la eñe mi uña sólo será
una?, una más de tantas. Es más, tengo una eñe bruñida y rotunda en
mi segundo apellido: Ortuño... Y
aprieto el puño... Y clamo al
cielo... Me tienen hasta el moño
desde que se ha sabido -tal vez sea una patraña, aunque me extraña-
que esos ñoños con escaño tiñen y destiñen a su antojo mi faz embravecida. No hay cosa que más desdeñe, que me toquen la eñe. ¡Van a su apaño, van a hacernos daño,
y mantienen una escusa roñosa para
eliminarnos la eñe!
Sepa Ud. doña Begoña
que el abecedario gruñe y mis cañas de cerveza se tornarán lanzas si
continúa la afrenta. Dueño de mis actos me giño en quienes piensan que sólo somos un rebaño. Así es que hoy les dejo que se queden con la directriz y monten
un ñaque, aunque les ruego, por todo
lo expresado, que ¡no me toquen la eñe!
Y si lo hacen; ¡que pillen la tiña!... ¡¡por roñosos
gramaticales!!
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