No siempre va uno a meterse, en el Día Mundial del Turismo, con las cosas que perpetran desde el Área de Turismo del Ayuntamiento de
Benidorm (a años anteriores me remito). Más que nada, porque esta vez me
dejan poco espacio a la objeción más allá de lo ya expresado en otro Post.
Premian a un amigo, Fernando Vera, y
me aflora un hálito de benevolencia. Así, dejo para mañana, por ejemplo, las
consideraciones sobre el 27S -Día
Mundial del Turismo- y hoy 26S, con tal motivo -y para el 27S- intentaré descubrirles a un personaje
que, en su momento, defendió el turismo -puro y duro- casi a capa y espada. Se
trata de don Miguel de Unamuno.
A mí Unamuno, con
las gafas de geógrafo, me interesaba por “el
problema de 600”. Sí, el filósofo de la Generación del 98 invitaba a soñar
con una
España que recibiera 600 mm más de lluvia y tuviera 600 metros menos de altitud.
En esa España que soñaba Unamuno muchos de los males económicos se hubieran
resuelto siglos atrás.
Cuando lo descubrí, cambié a las gafas de periodista; ya le
conocía en su faceta literaria sobre viajes. Fue un culo inquieto, y se movió lo suyo hasta recalar en su cátedra
salmantina. Y desde Salamanca por tierras españolas, o en sus viajes por Suiza,
Francia e Italia aprende a sentir el turismo con fuerza y ¡¡a su modo!! (años
veinte del Siglo XX): “Y os aseguro que pocos países habrá en
Europa en que se pueda gozar de una mayor variedad de paisajes que en España.
Costa bravas y llanas de rocosos acantilados, vegas y llanuras, páramos
desiertos, montañas verdes, sierras bravas… de todo, en fin”.
Claro, él vive del romanticismo y costumbrismo del XIX; del
descubrimiento y conocimiento de España. Hay un tinte liberal que conforma el
concepto de “Patria” y a él se debe.
Y entonces entra al trapo el Unamuno aguerrido: “Pero es preciso salirse de las grandes rutas
ferroviarias por donde circulan los turistas deportivos, Baedeker[1] en mano, que no saben dormir,
¡pobrecillos!, sino en cama de hotel, ni saben comer sino con una de esas
infinitas aguas embotelladas que tienen perdido el estómago a todos los tontos,
y una comida internacional que es la peor de las comidas”. Genial, don
Miguel: llama “turistas deportivos” a los que no viven como él los viajes.
Unamuno echaba pie a tierra y se mimetizaba con el entorno fuera a donde fuera;
incluso cuando la inauguración de la Torre Eiffel.
Y como guinda: “Para estos desgraciados, unas horas de
diligencia, de carro, a caballo, en burro, y no digo nada a pie, son el peor
tormento. Esos pobres jamás conocerán el mundo”. ¡Tremendo, don Miguel!:
Esos pobres turistas que no patean el
territorio, jamás conocerán el mundo. Sepa, don Miguel, que yo sí pateo el
territorio que visito; tanto lo pateo que en algún episodio lo he pasado hasta “pelín” mal.
Claro, esto no se entendería sin ver un Unamuno convencido del valor patriótico de los viajes tanto para
conocer el propio país, para quererlo, como para conocer otros e ir adquiriendo
cultura.
Para Unamuno era
clave sentir la hermandad con el paisaje; vivir la necesidad de hacer “sacrificios” para ir a ese u otro lugar.
Para él, el agua -ríos, fuentes, canales- es la conciencia del paisaje.
Así se entiende que llame “viajeros
necios” a los “turistas deportivos”.
Unamuno pese a
esto y a mucho más, es todo un reclamo turístico de la ciudad de Salamanca (y de todas aquellas por
dónde pasó, pero especialmente de Salamanca). Desde este verano hay, incluso,
una nueva ruta turística sobre su vida, intensa, y su obra, extensa.
Así como el geógrafo Inmanuel
Kant, que muchísimos de ustedes sólo conocen como filósofo (y era profesor
de Geografía), jamás se alejó lo suficiente de Königsberg (hoy Kaliningrado; siempre
volvía a dormir) y ello no le impidió escribir de todo y de todo el mundo
conocido, Miguel de Unamuno viajó, y
cuando escribió de viajes lo hizo con la propiedad de haber pateado el terreno,
de haberse fundido con el paisaje y mimetizado con el entorno para disfrutarlo
con total intensidad.
En realidad no son libros de viajes en sí, sino compendios
de artículos de viajes vividos en primera persona. Hoy les recomiendo “De mi
país” (1902), “Por tierras de Portugal y España”
(1911) y “Andanzas y visiones españolas” (1921).
La de
Unamuno fue, es, otra forma de hacer turismo. Ya sé que no se
estila; hoy vamos de turistas
deportivos, de viajeros necios, por ello he querido hoy reflexionar sobre
ello… con jazmines en el ojal. Sencillamente, no se estila… y por entonces no
operaba Ryanair.
[1]
Baedeker. Familia de
libreros editores alemanes. Karl Baedeker publicó varias guías de viajes
traducidas en toda Europa. Con su hijo Friedrich Baedeker al frente de la
empresa, en 1898 se editó por primera vez la Guía de España y Portugal
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