Aquél 12 de septiembre de 1962 el presidente JFK estaba en
la Universidad William Marsh Rice para pronunciar un discurso que hizo época;
que cambió el mundo y al que debemos mucho; muchísimo.
Esta Universidad es hoy el epicentro de los estudios de
nanotecnología y de ella han salido importantes personalidad del mundo de las
ciencias, pero también del arte y la cultura. Es una universidad privada y en
octubre de este año la Universidad Rice cumplirá 100 años… y están de fiestorro todo el año.
Pero lo que nos lleva a ella es el discurso de Kennedy en el
62 que es donde dijo que ellos iban lanzados a la conquista de la Luna -“Hemos
decidido ir a la Luna”-, al precio que fuera, para demostrarle a los
soviets que eran más chulos e ingeniosos y que, como se demostró, estaban más y
mejor preparados. El discurso está en internet y se puede consultar, con
ligerísimos matices de traducción al castellano, en muchos sitios. Recomendado
hacerlo en la Biblioteca PresidencialJFK, que para eso está, y está en Boston (MA) y guarda todo tipo de
documentos y libros de su mandato presidencial; incluso el coco original donde
el teniente Kennedy escribió el mensaje de socorro cuando naufragó en la
PT-109, arrollada por el destructor japonés Amagiri,
el 2 de agosto de 1943, durante el ataque al convoy Tokyo Express, en aguas de
la Salomón, en la IIGM… que yo lo he visto (un coco será siempre un coco -y
este, además, viejo- pero es un coco histórico y cocos históricos hay muchos
menos que prepucios del niño Jesús).
Del discurso de aquél en Houston (Texas) no sólo salió que
el hombre, por fin, llegara a la Luna (21.07.1969, y Kennedy no pudo verlo
porque lo asesinaron en Dallas el 22N de 1963), si no un cambio tecnológico sin precedentes en el Mundo. Porque para poder ir a la Luna fue necesario
desarrollar más de 6.000 patentes y materializar 1.400 inventos tecnológicos de
primer nivel: así, desde las comunicaciones por satélite a los pañales
desechables. Imagínense que amplio espectro.
A bote pronto: el velcro, el termómetro sin mercurio, las
plantillas “sin olor” de los zapatos, las herramientas sin cables (a baterías),
el detector de humos, las gafas de cristales irrompibles (plásticos
especiales), el GPS, el teflón, los sistemas de purificación de agua, los
alimentos deshidratados, las telas resistentes al fuego, la telemedicina…
Gracias JFK por haberte pegado aquél farde.
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