Los british de
Benidorm llevan ya unos añitos que para no perder nivel de alcohol en sangre
(porque te viene el bajón), en cuanto terminan las fiestas de Benidorm (siempre
en miércoles), ellos suman un día más (mientras el resto de los aborígenes
locales y colonizadores posteriores andan como en Sevilla, tras la feria, un
lunes de resaca) y la lían parda. Es su “BND
Fancy Dress Party”, y se disfrazan. “Esta tradición comenzó hace más de 20 años,
con un idea de Manolo, del bar Sinatra’s” y cada año la fiesta crece
con más adeptos. Ya la programan las Agencias y la buscan los guiris. Y es promoción a coste 0.
A los british les
pirra disfrazarse y los disfraces son los protagonistas.
Hace unos días la noticia estaba en que a unos piraos les
había dado por disfrazarse de payasos asesinos e ir sembrando el pánico por
ahí. De eso no va la cosa.
Aquí también hubo payasos, pero de los siempre; de los que
hacen gracia a la mayoría. A mí, de siempre -ya con los Hermanos Tonetti (Circo
Atlas) bajo de mi casa alicantina-, lo que más miedo me ha dado ha sido un
payaso. No hacía falta el apellido de “asesino”. Exculpo aquí a la familia
Aragón al completo a los que ya vi sin la cara pintada de blanco haciendo
disfrutar a otros niños. Por cierto, este Hallowen -que me esperaba yo más
payasos de esos, de los asesinos- me sorprendió la noticia de que el disfraz
más terrorífico fuera el de “concejal de
obras”. Esto ocurría en Utrera (Sevilla), pero puede aplicarse por las
vieja piel de toro, islas adyacente y plazas de soberanía (¡qué antiguo soy!
Entiéndanse ciudades autónomas e islotes norteafricanos).
Pero volvamos a la BND
Fancy Dress Party donde se dice, se cuenta, se rumorea que entre 30.000 y 40.000 bristish (y no tan british)
se lo pasaron pipa. Es lo de siempre: calcular la gente. Y mira que hay una
“medidilla” internacional de 4 pax/m2.
Pues nada: plano de la zona, escala, superficie ocupada (aunque haya un árbol,
que seguro no tendrá un tronco de un metro cuadrado de grosor y no nos restará
4 pax) y regla de tres al canto.
Y… ¿por qué les gusta tanto a los british
disfrazarse? Coincido con la doctora Fox: el determinismo
geográfico-histórico-climático no es suficiente por sí solo para explicar por
qué a los ingleses (y por extensión los británicos) les va tanto eso de
disfrazarse. Para la doctora Kate Fox,
del Centro de Investigación de Asuntos Sociales (SIRC) de la Universidad de
Oxford, eso de disfrazarse forma parte del entender
la vida con humor porque “el humor es uno de los tres ‘reflejos’
básicos (los otros dos son la moderación y la hipocresía) con los que los
ingleses combaten su ‘enfermedad social congénita’ que no es otra cosa que una ‘combinación
de autismo y agorafobia’,
un malestar y una incompetencia ante las situaciones sociales, una vergüenza y
una ‘rareza’, un estreñimiento emocional y una falta de habilidad general para
tener una relación directa y franca con otros seres humanos”. ¿Cómo se
me han quedado con la frase? Literal, oiga: Oxford University dixit.
El holandés Gustaaf J. Renier tiene un libro que no
vean: Los Ingleses: ¿son humanos? Me mola, pero, aunque los cala muy
bien, como que no me sirve. Sólo analiza a los ingleses, obviando a escoceses,
galeses y norirlandeses. Aquí había de todos esos terruños.
Profundicemos en lo de los british. A colación, les cuento que a Churchill le preguntaron en su etapa de Premier que qué pensaba de los franceses… y respondió con un “es
que no los conozco a todos; no puedo precisar”, o algo así. Pues a mí,
que con Sir Winston sólo me une la pasión por los cigarros habanos, me pasa lo
mismo: no conozco a todos los british,
pero a los que he conocido, que algunos son, resulta que… les gusta más disfrazarse que a Mortadelo (Y eso que Ibáñez
derrochaba imaginación). He aprendido que carecen
de sentido del ridículo (no como yo) y
tienen un acendrado sentido del humor (¿yo?, pues no).
He localizado una “hecha”
de bristish total: se disfrazaron de conos
(¡!) y paralizaron el tráfico en una calle una noche de farra cualquiera. Aquí
nos los hubiéramos llevado por delante (algunos lo hacen con un piquete de
huelga); allí unos y otros entendieron de qué iba la cosa.
Es una forma, me cuentan, de evadirse de la rutina diaria y de los tradicionales modos de
divertirse; es más que vencer la timidez. Es transmutar la personalidad y vivir un momento ajeno a quien de
verdad se es. “Es que nos metemos en el personaje”, me dice Ely, de Salamanca; veinte años en el
Reino Unido y que se ha convertido en mi asesora de cabecera en asuntos de
enjundia albiónica. Ella dice ques una cosa como que muy británica; yo le digo
que la cosa esa de disfrazarse era ya muy típica en tiempos de Grecia y del
Imperio, pero del romano; que no del de la Queen.
Que la cuestión siempre ha sido “pasar” del orden establecido y eso
lo han puesto todas las culturas en práctica mediante el “cambio de personalidad”; adaptaban otra “personalidad” para
saltarse los principios, más que las normas.
El disfraz nos lleva
a una época, una fase o una etapa no vivida de la que queremos, o con la
queremos, obtener el máximo de diversión. El
disfraz es la excusa perfecta para perder la vergüenza y desinhibirnos. “La
gran oportunidad de poder ser otro”, explica la doctora Clara Castelló.
“Al
disfrazarnos sacamos a la luz una parte nuestra en la que afloran sentimientos
ocultos o reprimidos que tenemos guardados en nuestro subconsciente”… y ahí entro en contradicción, porque disfrazarse
de perro Pluto no sé yo que aspiración encierra.
Pero aquí me quedo yo, en mi otero de la 5ª planta,
considerando que la cuestión clave es
saberse disfrazar: el arte del disfraz. Y en eso, los british, están a la altura de los mejores. La farsa y la burla, la
doblez y el subterfugio o, simplemente, el tapujo y el disfraz los convierte en
otros para gozar la fiesta hasta la permisividad.
No sé qué se siente disfrazándose. Un amigo de Ely intentó ayer
ofenderme, pobret, sin saber que sólo
ofende el que puede; no el que quiere. Se atrevió a decir que “nosotros” -¡Válgame Dior, Christian
Dior!- nos disfrazamos (¿?) en fiestas de Moros y Cristianos. El típico error
de quien no conoce la vuelta de la calle. Querido amigo: te lo dije anoche -y no
lo recordarás- y te lo dejo por escrito esta mañana para que en cuantito se te
pase, te lo cuenten: nosotros nos
investimos de dignidad festera, que no es lo mismo.
En fin; que la BND Fancy
Dress Party ha sido un exitazo. Ha sido un exitazo un año más y a coste
cero; 0 patatero. Han pasado muchas cosas en las calles de Guirilandia… aunque quizás sólo pasó la vida, que es la que siempre
pasa. (Aquí pega Pata Negra con su Pasa la vida). Pero recuerda, Ely, que la
vida no es un cuento de hadas. Y si pierdes el zapato a medianoche, aunque sea
de cristal,… pensarán que eres una borracha y no una princesa.
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