Coincidía anoche mi
llegada a Benidorm con la huída de la última carroza del desfile (de ídem) que
cierra las Fiestas Patronales de Benidorm. La carroza, ya vacía y sin el
esplendor de sus ocupantes, iba a toda velocidad, como si quiera despegar… ¡arrastrada
por un tractor! Es lo que tiene la Avenida de Europa. Muchos, incluso los mastodónticos
autobuses de líneas regulares, la confunden con las pistas de un aeropuerto:
los que bajan, sólo frenan ante la inmediatez del mar (como en el Juancho
Yrausquin de la isla de Saba, al SE de Puerto Rico); y los que suben esperan
alcanzar la velocidad del “salto” (Velocidad de Decisión de Despegue)… que
nunca dan (alcanzan) porque está la rotonda final[1].
Eso sí, había confeti por el suelo de
la avenida como si hubiera sido utilizada de Sambódromo: también el suelo del
garito de enfrente cuando cierra en Nochevieja. Y no era el caso; o no me he “enterao” yo por no estar aquí.
Atrás he dejado, han
quedado, tres intensos días de ponencias, debates, charlas y entrevistas profesionales
con las cuestiones del turismo: Benidorm y el Museo del Turismo. Madrid, muy
bien; como siempre. Como siempre, no: ya no se puede ir en coche. Zonas,
distritos y horas para aparcar se confabulan contra uno (contra mí) que hoy,
otra vez, ha vuelto a su scooter para
aparcar donde le sale en gana; donde viere (atendiendo a la norma y a la
Autoridad pertinente, no vaya a ser que…). Un único fallo: elegir La Granja de
San Ildefonso fue bueno para que no nos desviáramos del tema -el turismo- (allí,
ahora mismo, sólo los lugareños; o atendías o te morías de asco y de frío) pero
fue malo para los que obviamos que Siberia empieza allí mismo, junto a los
pinares de Valsaín. Los grajos, por el Real Sitio, viajan en metro; ya, ni
vuelan bajo.
Una de las citas
madrileñas fue con Ganga Producciones
para el Ochéntame que preparan sobre Benidorm. Un buen rato con Jordi Barrachina y su equipo. Luego,
volviendo de Pinto (del plató; aún con restos de maquillaje, soy un desastre)
meditas todas tus respuestas: ¿habré quedado muy académico?, ¿lo que yo
considero extraordinario puede que sólo lo sea para mí (y un carro de
investigadores)?, ¿se llega así al gran público?, ¿me ciega Benidorm? Quería
contar tanto en tan poco tiempo (y estuvimos más de una hora de cháchara).
Claro, luego hay que montar; editar el producto.
Esperaremos.
Y de tanto esperar, una
buena noticia en la línea argumental: Habemus
documental.
Para lo que ya no
habrá que esperar es para ver lo que Oscar
Bernácer y su equipo de Nakamura
Films han realizado con “El hombre que embotelló el sol”. Va de Pedro y de Benidorm; va de don
Pedro Zaragoza y el Emporio Benidorm. Lo avanzamos.
Con Oscar y con Jordi Llorca ya pasamos una tarde de
diciembre de 2014 en “Los cafés del Meliá” -celebrando loséxitos de “Bikini”- donde ya nos dijeron que su intención era este
documental para el que nos volcamos con ellos (tal vez los saturamos y los enterramos
bajo una montaña de datos, cifras, estudios y opiniones) en la confianza de que
sabrían hacer bien su trabajo. Y otra vez me pusieron delante de la cámara (ellos
no escarmientan y yo prefiero que me arropen las paredes del aula; el abrigo de
la Academia, con el que te diriges sólo a unos pocos) para sentar cátedra en mi
admiración por Pedro y por todos los que
-desde Pedro a aquí- han hecho posible este Benidorm que ahora retrata Petra Ilieva en todo su esplendor.
Seguro que Nakamura
films ha hecho un buen trabajo. Somos tantos, tan variados y distintos, los que
opinamos sobre Pedro y su empeño por este Benidorm que la asepsia está
garantizada. Deseando verlo estoy. El tráiler me sabe a poco; ¿qué digo a
poco?, a nada. Necesito ya más. Tal vezpor eso les estoy siguiendo por FB; quiero saber cómo va la cosa.
Hay versión
cinematográfica y versión reducida (para TVE) de “El hombre que embotelló el sol”; la cinematográfica seguirá un
circuito muy especial con las ciudades más identificadas con el fenómeno
Benidorm y la acción de Pedro, don Pedro -Valencia, Madrid, Barcelona y Bilbao-
antes de estar en las pantallas de siempre. Pero hay más buenas noticias.
Oscar y Jordi nos han
implicado en el proyecto a más de cincuenta personas y disponen de tanto y tan
buen material, me cuentan, que se han puesto manos a la obra con un segundo documental en el
que tratan el fenómeno turístico español
desde un punto de vista más técnico (que si la historia, que si la arquitectura,
que si la sociología, que si tapatín,
que si tapatán; hasta la
sostenibilidad) que supera por espectro la figura de Pedro, don Pedro; algo,
seguro, que a Pedro, don Pedro, le hubiera gustado muchísimo. ¿Lo iluminará todo
la potencia de este sol? Sí, Oscar; p’alante,
como los de Alicante.
La verdad es que voy poco al cine (no soy perfecto; eso sólo
lo es mi amigo Arjones, Perfecto Arjones,
en cuyo archivo fotográfico está la historia del día a día del turismo en la
provincia), pero este jueves, 24 de
noviembre, no me pierdo el estreno en los Cines Colci de Benidorm de “El
hombre que embotelló el Sol”. Conocí al hombre que embotelló el Sol y
me contó muchas cosas que fueron decisivas en mis investigaciones y análisis
sobre esta ciudad y lo que significa. Me enseñó a amar Benidorm y a las gentes
que desde siempre lo han hecho posible. Y siempre apostaré porque siga viva su
leyenda. El hombre, para su familia y sus amigos; la leyenda, para todos.
En fin, que ha sido volver a casa y entrar en calor. Las
buenas noticias pueden con el trancazo[2]
mejor que una vaso de brandy caliente, con unas gotas de leche (no vayan
ustedes a pensar mal) y una vieja pastilla de Veganim.
[1]
A
unos 110 km/h puede despegar una Cessna 152 (que me he enterao)
[2]
Trancazo:
Así llamamos en España, los españoles, a la gripe de 1818 que el mundo conoció
como “gripe española”. Los
contendientes en la IGM no quisieron informar del número de bajas que le
producía para no alertar al enemigo; sólo España las comunicó en su día… y
ahora se llama “gripe española”. Aquí
la palmaron unos 300.000 españoles y por el mundo hubo algo más de 40 millones
de muertos; pero es “española”, como
la aceituna. “Es la española una aceituna como ninguna; está rellena de rica anchoa”
Fotos: Petra Ilieva.
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