Nos hemos quedado sordos. Ya se han ido todos. Hasta los
sobrinos-nietos que venían a por lo que les habían traído SSMM los Reyes Majos
(y mira que han sido majos) en esta casa. 8 de enero. Terminaron las fiestas;
desde el 22 de diciembre, que ya son días.
Sí, han sido días de familia; de aquí para allá. Muchos
kilómetros, sitios de frío y de algún que otro exceso. Lo he llevado con
dignidad, notable dignidad, a base de Penderyn y Gramona; el celler Batlle es
una gozada. La familia me respeta en eso. Ah, un día la emprendí a cervezas con
Bush Noel (Dubuisson Brew.) creyendo que era “más potable” que la Cuveé des
Trolls y… No, ya no tenemos edad para trasegar dos barricas como si tal cosa.
Una, tal vez.
Papa Noel y los Reyes se han portado bien, muy bien; no
esperaba nada y me han traído hasta un telescopic
back scratcher… para rascarme la espalda. Cosas del amigo invisible. En
este tema estamos aún en la Edad de Piedra; no evolucionamos nada. Y no somos
nada imaginativos: ya tengo dos. Puedo hacerlo a dos manos.
Bueno, de fiesta han estado casi todos; menos yo. El Museo
del Turismo me tiene muy atareado. Es una aventura ilusionante y este mes de
enero tenemos que superar varias pruebas de fuego. Reuniones y citas de
enjundia. Y luego está FITUR. Este mes, a tope. Y pendientes de Mario Gaviria
para inaugurar la Biblioteca.
Familia, fiestas y trabajo no me han hecho olvidar a Rodolfo
Putoperro. Mira que han pasado tusos por casa, pero Rodolfo
se labró é solo su leyenda. Skol, Sara y el Sr.
O’Keefe, que le precedieron, ocuparon un trono que sólo él ha hecho
grande. La edad les venció; dejaron su huella y ocupan un sitio en mi corazón,
pero nada comparable a Rodolfo.
Estoy seguro que a Rodolfo Putoperro lo parieron
Chester Himes, Dashiell Hammett y Raymond Chadler. Sí, era un can… pero tenía
cosas de Philip Marlowe y Easy Rawlins en las noches duras de Harlem durante la
ley Seca. Ni Al Gatone se le acercaba; Capone, ni lo intentaría. Era chulo y
pendenciero, pero un amigo entrañable y fiel a más no poder. Le gustaba
infiltrarse tras las líneas enemigas, dar un golpe de mano, y volver a casa a
tiempo de revista. El último no lo superó; regresó herido y nos dejó. Como a
los espías no se les condecora, ninguna medalla colocamos en el cojín carmesí
aquella madrugada del 2 de enero de 2016. Pero era un crack a la hora de
asaltar cubos de basura.
Como conté, aquello fue un drama.
Ha pasado un año. Yo creía que lo iba a llevar mejor. Y no.
Obviamente esa madrugada, en 2017, brindé por mi amigo. Rodolfo Putoperro era mi
amigo de correrías; era mi excusa para fumar; era mi compañero de vegueros y
camino.
Desde que se fue, por aquí han pasado muchos. Ahora el
compromiso es sacarlos adelante. Nunca volverá otro a casa porque Rodolfo
es irremplazable. En este tiempo, y en algún post lo he contando, han pasado
por aquí Pin y Pon (en 45 días se hicieron
entrañables), Odín, Diana y Lucy. Lucy, viene de Lucifer; era fea como un demonio. La sacamos adelante a biberón,
como a los demás, y hoy está en Alemania, con su dueña, una médico que nos
manda fotos cada semana, como hace las familias de los demás. Lucy debió ser un
cisne entre patos. Si es la de las fotos que recibimos, en el próximo desfile
canino de ángeles perrunos de Victoria Secret, sale con el de diamantes. Lo que
ha cambiado. Pin y Odín está soberbios: eran labradores. Diana está mitológica, como la diosa de
la caza; suplantará a la luna. Pero ninguno como Rodolfo.
No está con nosotros Rodolfo Putoperro. Sabíamos que no
era eterno, pero estos 10 años saben a poco… y ni estas buenas noticias de sus
parientes hacen que hoy, cuando todos se han ido, que no echemos en falta al
tunante fanfarrón; se enfrentaba a todo y era todo corazón.
Mis hijas tienen ahora a Pepe y a Siri.
No levantan un palmo del suelo, pero tienen su aquél. Son de ellas; no de esta
casa a la que vienen en fiestas. Pepe es una réplica en miniatura del
Rey León; es el rey de su selva. Siri, de Siripitiflaútica, es una damisela miedosa en busca de cuento. Hacen
su papel, pero hoy, cuando ya no queda nadie por aquí, su estancia hace más
necesario que nunca el recuerdo y el homenaje a quien ya nunca más volverá.
Hoy que todo esto ha quedado sordo, sin ruidos, hoy que ni un
Capuletos de Romeo y Julieta arregla la cosa por muy bien que tire. Sí, sí;
edición especial con vitola de galera sobresaliente y que en el segundo tercio
ya coge fuerza y complejidad… pero Rodolfo no está… y la calle, fría y
solitaria, no invita a pasear.
Desde el día 2, amigo, te echo de menos. Un año ya. ¿Te acuerdas?
Ni los veterinarios sabían tu raza. Es que todos mis perros han venido de la
Protectora: Skol, Sara y el Sr. O’Keefe tenían pintas
de pastor alemán. Pero de Rodolfo Putoperro… decían que era un
Boomer. Busque Ud. esa raza... y no encontrará nada. Pero en una exhibición
canina en Londres vimos decenas de congéneres. Rodolfo era un Grand
Basset Griffon Vendéen. Mucho nombre para un camorrista con las patas tan
largas que le llegaban hasta el suelo.
Rodolfo Putoperro era un personaje al que James Ellroy le
hubiera encontrado su papel protagonista en cualquiera de sus novelas llevadas
al cine. Yo sólo supe contar algunas de sus “hazañas”, que fueron muchas.
Esta noche, lo echo de menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario