Tal vez nos suene raro, pero la nieve fue elemento natural, y
muy codiciado, de las culturas mediterráneas, además de adornar nuestros
paisajes montanos y provocarnos excursiones a ella. Usar la nieve era ya
habitual en Mesopotamia. No sólo enfriaba bebidas, sino que conservaba comidas perecederas
y aliviaba enfermedades.
Y su abasto se organizó en España desde la Edad Media para ser
en la Edad Moderna un elemento muy popular… sin que a nadie le diera por hablar
del cambio climático cuando un buen día dejó de estar.
La “buena” orientación de las montañas costaneras alicantinas,
las sierras de Ibi y Alcoy y la misma Aitana, y las buenas precipitaciones
nivales de por aquellos días, gracias al ingenio del hombre, popularizaron el
consumo de nieve en Alicante… y en toda España. Pero nos ocuparemos de lo
nuestro.
El comercio de nieve fue una especialidad. Aquí hubo neveros,
como en todas las montañas peninsulares y baleáricas, de propiedad municipal,
cuya gestión era arrendada a particulares, que aseguraron la utilidad de la
nieve hasta en los meses de verano.
En el ecuador entre los siglos XVIII y XIX hubo emporios
mercantiles que abastecían a las grandes ciudades de la provincia: Alicante,
Elche y Orihuela. El resto de las poblaciones tenían formas menos industriales
de abastecerse de un producto que hasta la primera década del XX fue de lo más
habitual. El único inconveniente es que el servicio debía ofrecerse, por ley,
las 24 horas del día y que era imprescindible disponer de una buena cantidad de
cascarilla de arroz (palla d'arros en
capull) que era la que mejor aislaba.
Alicante era “la Number
One de esto de la nieve”. Tengo una anotación de Manuel Rico que dice
textualmente que en la provincia de Alicante operaban a desde finales del XVIII
“23 pozos de nieve con una capacidad de
453.000 arrobas, y 9 pozos de hielo con una capacidad de 81.000 arrobas, que
proporcionaban entre 36.000 y 40.000 arrobas anuales de producto gélido, lo
cual convertía a Alicante en la provincia española que más dedicaba a la
industria de la nieve” y que movía y soportaba una importante actividad
industrial proporcionando trabajo -¡y jornal!- a miles de personas que se
ocupaban de la recolección, extracción y acarreo de la nieve/hielo durante
buena parte del año.
Cava d'Agres. guillermotoores.blogspot.com |
Y desde mediados del XVIII está plenamente documentado el
comercio de nieve/hielo en Alicante porque la ciudad de Alicante era, además, “puerto
de guerra” y en él recalaban tanto la escuadra real como barcos “amigos”, que
también se abastecían. Y barcos comerciales que también la compraban.
Le leí a José Mallol que era un negocio tan importante y
lucrativo que con los beneficios del arriendo del suministro de nieve a la
ciudad de Alicante del año 1787 se acometió la instalación del alumbrado público
de la ciudad.
Pero no nos quedemos en la anécdota. Vayamos, por ejemplo,
hasta el helado. Pioneros en la fabricación del helado en España, los
habitantes de Ibi poseen una historia propia asociada a la recolección, al uso
y al consumo de la nieve desde tiempos remotos. Ibi es el municipio más alto de
la provincia; a 850 msnm. Aunque, la verdad sea dicha, la Alquería del Pinar,
que es de Bañeres de Mariola y no llega a la categoría de municipio, está a
mayor altura.
Ibi tenía el abasto de los Pozos de la Carrasqueta, hasta 9. Y
si recurrimos a Cavanilles, que pasó por allí (como por aquí) en 1797 resulta
que “En invierno, quando la agricultura
no necesita tantos brazos, se ocupan de recoger la nieve, depositarla en pozos,
y arrancar matas, con que cubren y conservan para llevarla en verano á
Alicante, Elche, Xixona, Alcoy y otros pueblos de la comarca. Durante quatro
meses, empezando en Junio, salen diariamente de Ibi 50 cargas, y unas 25 en
Abril, Mayo y Octubre, cuyo tragino ocupa igual número de caballerías, y muchos
hombres, y dexa á los abastecedores, que son de la misma villa, de 600 á 700
reales diarios de beneficio líquido”.
La nieve se recolectaba en capazos que a lomos de caballerías
se trasladaba a la cava/pozo de nieve donde era descargada. Entonces, comenzaba
el pisado de la nieve para compactarla donde los operarios, con los pies forrados
con capas de lana y gruesas suelas de esparto la pisaban y compactaban -ayudados
por mazos (pilons)- formando bandas de 20 cm… más o menos, que yo no estaba por
allí. Capas de cascarilla de arroz cubrían y aislaban esa superficie
solidificada y se comenzaba con otra banda hasta completar metro a metro el
volumen de la cava. Cuando llegaba el momento de la venta, se “cortaban” los
bloques de las bandas al tamaño de transporte y se enviaban al destino.
El macho y la mula eran los animales favoritos para el acarreo
y transporte. Se le protegían los lomos con mantas; la nieve o el hielo iban en
cajones aislados con paja. Podían cargar con 140 kilos de hielo. Los
desplazamientos se hacían de noche, para resguardar la carga de los efectos del
sol. Se evitaban los días de lluvia o de viento cálido. Por término medio, el 20%
de la carga se perdía antes de llegar a destino (deshielo). Y aún así era un
negocio rentable.
La nieve/hielo estaba a la venta en la nevaterías de los pueblos y ciudades, conservada en arcones drenantes
de madera, aislada con paja. Los principales clientes eran los vendedores de “aguas
frías”, un gremio muy reconocido en el Alicante del siglo XVIII. También
particulares y hospitales. Desde tiempos de Roma hay artilugios para enfriar
bebidas sin que el hielo (por lo general sucio y poco aséptico) contactara con
la bebida; el saccus nivarus, por
ejemplo.
El setabense Francisco Franco, un médico del siglo XVI (que
Franco es un apellido del común, y no te digo el nombre de Francisco), publicó
en Sevilla en 1569 el “Tractado de la
nieve y del uso della”, el primer libro en Europa sobre los usos de la
nieve. Si bien Hipócrates (IV aC) la desaconsejó salvo en casos de fiebres
altas, Galeno (II dC) ya señaló un masivo uso terapéutico que Averroes (XII dC)
seguirá recomendando. Fiebres, inflamaciones, fracturas, hemorragias y
quemaduras precisaban, entonces, de nieve/hielo. Las epidemias de Tercianas se
combatían con nieve y eso era un capítulo habitual por estos lares.
El ocaso del negocio no fue el cambio climático, no. Dejó de
nevar en las cantidades “de antes”. El ocaso del negocio tiene nombre francés. En
1870 Charles Tellier inventa el frío
industrial y comienzan a fabricarse neveras domésticas en las que colocabas la
barra de hielo…
Y cuando el clima cambió en las primeras décadas del XX, el
puerto de Alicante dejó de ser el primero en exportación de nieve. Así pues…
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