A Chipiona se
puede ir por muchas cosas; incluso por mor de la folclórica aquella. Pero no es
-ni será- mi caso. Fui a la Punta del Perro a ver su faro, pero
de esa maravilla ya les contaré.
Fuí también a ver un reloj
de sol oblicuo del que me habían hablado, porque lo detalla todo. Es
fascinante y no el único en Chipiona que se deja ver.
Relojes de sol hay de muchas clases. A saber: analémico, anular, acimutal, bifilar, cilíndrico (paralelos al eje terrestre y/o vertical), de altura (de muchos tipos; los de
plomada son muy vistosos), de
reflexión, de refracción, díptico, ecuatorial, esférico, horizontal, oblicuo (ó inclinado,
según se mire), polar y vertical. Por haber relojes raros, los
hay incluso de luna (que sólo
“valen” entre las fases de cuarto creciente y cuarto menguante).
En Benidorm tenemos, en la entrada a la Estación Náutica, en
el Paseo de Colón, un maltrecho reloj de sol cilíndrico, de los paralelos
al eje de la tierra, gentileza en su día de la CAM. Digo maltrecho por el
empecinamiento del borracho de turno de atacar de madrugada el pacífico e inmóvil
gnomon hasta hacerlo móvil e inservible. Ya saben, los borrachos son gente
inquebrantable; los objetos que tocan, no.
El reloj de sol de Chipiona tenía su aquél: diseñado por un
arquitecto señala la hora, el día del año y el signo del zodíaco; e ioncluso
apunta al adelanto (de 1 o 2 horas, según verano o invierno) y a la diferencia
que sumar a la hora solar (que está en recuadro visible). Una gozada.
Es que un reloj de sol nos indica la hora solar verdadera que es una hora que no coincide para nada con
la que acostumbramos a utilizar.
Pero volvamos a clase de Bachillerato, del de los sesenta
(por favor): cuando el Sol está en su cénit (en el punto más alto) es que cruza
el meridiano del lugar y decimos que es mediodía. Así, sobre este instante
definimos el día solar verdadero: intervalo de tiempo que transcurre entre
dos pasos consecutivos del sol por el meridiano del lugar. Cuando había tiempo
que perder en estas cosas se pudo comprobar que no todos los días duraban lo
mismo; ahora se sabe que en torno al 15 de septiembre les faltan 20 segundos
para llegar a las 24 horas y hacia la Navidad son 20 segundos más largos. Eso
20 segundos que ganamos o perdemos día a día llegan a ser hasta 14 minutos menos
(a mediados de febrero) y poco más de 16 minutos (a primeros de noviembre) y
son los que nos llevan a estas cosas de tener que utilizar el día
solar medio, el promedio de todos los verdaderos, que es el de las 24
horas mondas y lirondas. Luego se puede complicar más la cosa.
Las razones para estas pérdidas y ganancias en el segundero son…
desde la distinta velocidad de traslación terrestre (si no existiera esta
diferencia de velocidad, la Tierra se escaparía del Sistema Solar cuando se
encontrara más lejos o chocaría con el Sol al acercarse, lo que en ambos casos
sería una putada), a que el plano del Ecuador no es el mismo que el plano de la
órbita de la Tierra alrededor del Sol (está inclinado), y hasta a que la órbita
de la Tierra alrededor del Sol es una elipse y no un círculo. Con todo ello, el
Sol parece moverse más rápido cuando la Tierra está más cerca de él.
Así llegamos hasta dejar entrar en esto a la llamada ecuación del tiempo que se
define como la diferencia entre la hora solar media y la hora solar verdadera.
La ecuación
del tiempo nos permite conocer el valor de la hora media a partir del la hora
solar verdadera (la que indica nuestro reloj de sol).
Hora solar media = hora solar verdadera + ecuación del
tiempo
Todos los lugares de la misma longitud geográfica tienen el
mismo tiempo solar medio. En cambio, en dos lugares con diferente longitud (distancia
al meridiano de Greenwich) la hora solar media será distinta: hacia el Este la
hora se va adelantando (es más) y por el Oeste se va retrasando (es menos).
Vamos que… si van a Chipiona no me dejen de ir a ver este
reloj de sol… y el faro. Del resto… salvo los corrales de pesca... Eso sí, la
gente encantadora y las tapitas el no va más, pero se nota la crisis.
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