“Hablábamos ayer…”
de la Libertad de Prensa… y me ha venido a la cabeza uno de los grupos que más
se destacó en atacarla; en atacar periódicos. Se trató de “La Partida de la Porra”, de cuya efímera y contundente existencia
nos ha quedado la canción del “Trágala”.
Comenzó a actuar el 28
de septiembre de 1868 y cinco años después ya sólo era “La
Partida del Aguardiente”… pero en ese tiempo, cinco años, sembró el
caos en las redacciones de los periódicos de la época. Y ya puestos, apedreó
casas de políticos, amedrantó a electores, dio palizas a los politicastros y
politiquillos, disolvió las reuniones (entonces no se decían mítines) de alfonsinos,
moderados y carlistas, principalmente, y destrozó las redacciones de la prensa opositora
yendo siempre a la caza de periodistas moderados, carlistas y alfonsinos.
La Partida
de la Porra actuaba al dictado del Partido Progresista (del XIX; en la órbita Liberal). Estamos en los
tiempos de La Gloriosa (también llamada La Septembrina… por darse
en septiembre), la Revolución de 1868
que inicia el Sexenio Democrático.
Isabel II se va, llega Amadeo I… y también se va.
Pues con esos mimbres, el mismísimo 28 de septiembre de 1868 (el día de la Batalla del Puente de
Alcolea, entre sublevados y realistas isabelinos) Felipe Ducazcal, periodista (para más inri) y empresario teatral, amigo del general Juan Prim (que se había sublevado en Cádiz con Topete y avanzaba hacia Madrid después de ganar la batalla del
puente) y de Sagasta (Mateo-Sagasta,
don Práxedes; y Escolar por parte de Madre) organiza un grupo de 30 individuos y asaltan la redacción
del periódico “La Constancia”, de don Cándido
Nocedal, político y periodista (también) que como ministro de la Gobernación
se había caracterizado por aprobar una Ley de Imprenta terriblemente
restrictiva: Nocedal era un ferviente seguidor de Isabel II.
Al día siguiente, en la noche del 29 de septiembre, la Partida de La Porra asaltó la redacción
del diario “La España”, órgano de los moderados, y… “La España” terminó esa
noche sus días: ardió.
Cuando Prim entró en Madrid (07.10.1868) ningún periódico
osó replicar. Ni tampoco ningún político. La
Partida de la Porra fue haciendo de las suyas sobre redacciones, personas y
domicilios. Eran 30 y se sabía quiénes eran. De su jefe se sabía todo: era
dueño del Teatro Felipe, sito en los Jardines del Buen Retiro, y allí
tenía despacho. Y entre acto y acto de las mejores obras del género Chico se
gestaban las acciones de la Partida de la
Porra. El Felipe era el local de moda de Madrid y todos sabían quiénes
eras los porristas de don Felipe
Ducazcal… Pero nadie intervenía.
En otro par de noches, las del 29 y 30 de julio de 1869, asaltaron las redacciones del diario
alfonsino “El Siglo” y de los satíricos “La Gorda” (carlista,
enfrentado al republicano federal de “La
Flaca”) y “Don Quijote”… con funestos resultados editoriales.
Un nuevo periodo de tranquilidad aconteció en la segunda
parte de 1869, pero el 8 de enero de
1870 asaltaron la redacción del mensual
carlista “El Papelito” (más bien un libelo; cuando el libelo era casi un
género periodístico). Pese a ello, “El Papelito” siguió con sus cosas
hasta el número de julio donde apareció un artículo de un tal Azcárraga con las crónicas
extraconyugales del Gobernador Civil de Madrid, Juan Moreno Benítez… y al poco Azcárraga apareció muerto. Todos
pensaron en La Partida de la Porra,
pero los de Felipe Ducazcal dijeron que ellos no habían sido… y no pasó nada
más.
A los de La Partida
de la Porra les iba también la cultura…
y se presentaron en el estreno de “La Carmañola” (18.09.1870), diatriba
dramática contra la Revolución, de la que era autor Ramón Nocedal, hijo de Cándido Nocedal, el propietario de “La
Constancia” que tiene el triste honor de haber sido la primera
redacción asaltada. Y “La Carmañola” fue obra de una sola
representación. Clausuraron el teatro tras la visita de la partida. Poco
después “acudieron” al estreno de “Macarroni I”, de Eduardo Navarro, dedicada a Amadeo de Saboya… allí termino la
representación, aunque el teatro no sería clausurado hasta 23 días después.
Bueno, no siempre se liaban a mamporro limpio con la gente y
la profesión periodística. Cuando las damas “bien” de Madrid decidieron
protestar contra Amadeo I yendo a la
Fuente de la Castellana con mantilla de blonda, peina española y hasta con flores
de lis bordadas… los de la Partida de la
Porra acompañaron a todas las izas
de los burdeles de Madrid a pasear por la misma fuente del hoy Paseo de la
Castellana. La idea, cuentan, fue del ministro de la Gobernación Juan Antonio Martínez, aunque otros se
la apuntan al mismísimo Sagasta. Las damas no volvieron a aparecer por la
Fuente; los de La Partida de la Porra siguieron yendo cada tarde a la fuente
con las hurgamanderas por si acaso.
En 1871 la Partida se dedicó a saldar deudas con los
clericales… y la última acción “gorda” tuvo lugar el 18 de junio de 1871 cuando apedrearon todos los cristales del
Palacio de Alcañices (en lo que hoy es el Banco de España) para que no se
engalanara con motivo de la elevación al solio pontificio de Pío Nono (Pío IX).
Y a partir de entonces se fueron diluyendo. Hay quien
sostiene que se integraron en las “fuerzas del orden” de entonces; de donde
provenían.
Lo que nos legaron fue la célebre canción del “Trágala”,
a cuyos sones actuaban. Luego, el “Trágala” gozó de innumerables letras
y terminó con versos milicianos en el 36. La original, le leo a Luís Díaz Viana en “Las
canciones populares de nuestra historia (Absolutistas y liberales)”
decía tal que así: “Por los serviles, no hubiera unión, ni si pudieran, Constitución. Pero
es preciso, que roan el hueso, y el Liberal, les dirá eso: Trágala, Trágala…
Trágala perro”. Luego, los “otros”, cuando los liberales pasaron a peor
vida política, le añadieron lo del “Dicen que el Trágala es insultante, pero no
insulta más que al tunante, y mientras dura esta canalla, no dejaremos de decir
¡Trágala!; Tágala,Trágala, tú liberal, que no quisiste corona real”.
En fin, cosas de este País.
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