Llevo una temporadita de introspectiva en la génesis del éxito
turístico español y de Benidorm. Por eso les cuento que 1964 fue un año clave
en el proceso, no sólo porque ya desde diciembre de 1963 se planificaran las
Asambleas Provinciales de Turismo que desembocarían en la 1ª Asamblea Nacional
donde se definirían las líneas (de cara ya al 2º Plan de Desarrollo, que, como
el 1º, pasó de largo en esto del Turismo) sino porque ya en todos lados se
fiaba el desarrollo del país, aunque con ciertas reticencias de los de siempre,
al Turismo.
Manuel
Fraga iba contando por toda Europa que aquí estábamos “muy lejos del temido punto de saturación”;
ya se hablaba de eso entonces. Y en que España “daba más de sí” esto del Turismo. Animaba Fraga a desarrollar, con
orden y concierto, nuevos destinos turísticos porque teníamos “una ingente cantidad de atractivos
turísticos aún inexplotados” (ABC, 19.10.1963).
El argumento de los que apostaban por el turismo era que “si
queremos el más potente desarrollo de nuestra industria y comercio, debemos
intensificar más todavía nuestro turismo” (Arriba, 14.11.1963;
Editorial).
Común a todos los defensores de la causa del Turismo (que ya
se sabía no iba a estar presente en el 1er Plan de Desarrollo), a
sabiendas que aquí lo que iba a primar era la industria y la industrialización,
era el ir colocando por todas partes que “el turismo es nuestro Ruhr permanente e
inagotable”. (M. Fraga; noviembre de 1963).
En aquellos días -yo era un bebé, pero ahí están las
hemerotecas y los libros- el Ruhr turístico era la panacea de todos nuestros
males, como lo había sido el Ruhr real para Alemania. Y con razón: el Ruhr era
y es la mayor región industrial de Europa, en el corazón de Renania del
Norte-Westfalia, en la entonces República Federal de Alemania (RFA); ‘la buena’, que la otra era la RDA (‘la mala’) y de ‘democrática’ sólo tenía el nombrajo que daban los comunistas a sus
fórmulas satelitarias de Moscú.
En 1847, con la inauguración del ferrocarril Colonia-Minden el
carbón del Ruhr propicia el inicio de la Revolución Industrial germana. Por
entonces, los 39 estados alemanes estaban unidos en la llamada Confederación
Germánica y su integración económica se realizaba a través de la unión aduanera
-Zollverein- y su proceso de industrialización (a partir del previo programa
Stein-Hardenberg). Y ahí estaban los Krupp y sus acería; y hasta Marx y Engels
para explicarnos aquellos inicios. Y la Revolución de 1848, y Guillermo I, y
Bismarck, y el Imperio Alemán (1871-1918), y la IGM; y la República de Weimar
(1919-33) y la Alemania Nazi (1933-45), y la IIGM y la nueva RFA que estaba
saliendo a flote a base de que el Ruhr seguía fuerte -desde 1949 ingleses y
norteamericanos se preocuparon de ello-; tan fuerte que Robert Schuman se fijó
en las industrias del carbón y del acero para recuperar Europa generando, en
1951, la semilla de la actual UE a partir de la CECA… y que en cuanto se vio
que el carbón debía dejar paso a otras fórmulas (1959) el Ruhr cambió y se
restructuró para seguir siendo el motor del milagro económico alemán.
Pues como esa idea del Ruhr, que entendían todos, se planteaba
que el turismo sería nuestro Ruhr; menos sucio y más bucólico.
A favor del Turismo y de España jugaban el precio (la peseta
estaba como estaba), el clima, el orden público y social (aquí estábamos a
puntito de ‘la celebración’ de los ‘25
años de Paz’) y lo que empalagosamente se cacareaba de “nuestras bellezas naturales, artísticas e históricas”.
Y es que aquella España era un jardín de rosas donde las
espinas seguía siendo las carreteras. Desde 1926, con el Circuito Nacional de
Firmes Especiales, se había hecho poco. El Plan Peña, en los años 40, y el Plan
de Modernización, en los años 50, lo habían intentado. En 1961 se lanzó un
nuevo plan, pero hasta el REDIA de 1967 (Itinerarios Asfálticos) esto no
comenzó a mejorar. Y luego estaban los pocos y anticuados aeropuertos. Y entre
las espinas, la necesidad de “mejorar la
promoción y la profesionalización” que repetían Fraga y su equipo cada dos
por tres.
Otro caballo de batalla del equipo de Fraga fue el de “concienciar
de la importancia del edificio hotelero”. El propio Fraga insistía en
este tema, los hoteles, desde el punto de vista que alojaban turistas que se
renuevan continuamente, con lo que la entrada de divisas es constante e
importante.
A Pedro Zaragoza,
en honor a Benidorm, se le encargó la ponencia de Alojamientos en la Asamblea
del Turismo. Pero a Pedro, don Pedro, le importaba más la de Planificación, que nunca se contempló y
en cuyo tema no le dejaron meter baza. Pero eso no le amilanó y se dedicó a
publicar una serie de artículos a favor de la Planificación que tan bien estaba
quedando en un Benidorm a medio construir. Y Arriba, Informaciones, ABC y La
Información Comercial Española, se los publicaron.
Benidorm, desde Sierra Helada, con la Avenida del Mediterráneo “dibujada” en tierra |
Pedro, don Pedro, animaba a todos los municipios que optaran a
la industria del turismo a “considerar seriamente su potencial”
y, en caso de que hubiera potencial, “planificar su desarrollo urbanístico con
amplia perspectiva de futuro”. Y la cuantificaba: “en un mínimo de 100 años”.
Y les exigía “zonas de reserva de suelo”. Recordaba Pedro, don Pedo, que “los medios de transporte evolucionan” y
si la planificación es buena, “irían a
más” esos municipios. Pero era tajante: “la planificación urbanística debe
hacerse al principio”. Explicaba que “después ya no será eficaz; no corregirá errores”.
Pedro, don Pedro, siempre prensaba “en clave municipal”,
otorgando protagonismo al Ayuntamiento, al tiempo que insistía en “cuidar
el paisaje; porque turismo y paisaje, en esto del turismo, tienen una relación de
interdependencia”. Era tajante: “las construcciones no han de alterar el
paisaje”. Y recomendaba “conjugar con gracia zonas de chalets,
bloques de apartamentos y hoteles”, recordando que “cada
nacionalidad exige un hábitat” y el futuro estaba en “atenderlos
a todos”.
Siempre concluía pidiendo “un organismo para planificar el
turismo y defender el paisaje”. Pero como el que oye llover en los
trópicos.
Don Pedro ‘colocó’
sus propuestas, acabando 1963, en casi todos los periódicos del país y estuvo
invitado en casi todas las Asambleas Provinciales del Turismo de 1964 largando
siempre el mismo mensaje: considerar el
potencial y planificar el desarrollo a futuro.
Pocos atendieron su prédica. Tal vez por eso, Benidorm es
único e irrepetible.
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