Me pidió Jaime, Jaime Climent, hablar del Sol cuando el
Solsticio ante los amigos que se reúnen en tal fecha para ver cómo se oculta
por el tajo del Puig Campana. Pocas veces me han puesto en un aprieto como
este. Banalizo con lo insignificante y tiendo al academicismo con lo
trascendente. Y va Jaime y me invita a hablar. del Sol. Apoyado en mi alegre
inconsciencia, lo hice.
No sé, me dije: ¿comienzo con Aristarco de Samos (310-230
aC)? Para él, ya, el Sol era el centro del Universo. Se enfrentaba a
Aristóteles (384-322 aC); ¡ahí es nada! Y hasta los días de Copérnico
(1473-1543) -¡ojo!- que seguimos con Aristóteles. Mil setecientos años, lo
menos, confundidos. Y no me remonto al Heráclides Póntico porque da grima el
tiempo transcurrido hasta Galileo Galilei (1563-1642) y sus teorías.
Del Sol sabemos mucha teoría. Está tan lejos y tan caliente.
Y caliente, encendido me pone el proceso -y condena- a
Galileo. Y no, Galileo nunca dijo “Y sin embargo se mueve/Eppur si mouve”. Pobre hombre: anciano, casi ciego, ante la
Inquisición y, encima, altanero; ¡no!, no cuela. Al final de los años 90 del
siglo XX, cuando se revisó la cuestión, Juan Pablo II pidió perdón por la
Sentencia; Ratzinguer fue altivo: “La
sentencia contra Galileo fue razonable y justa”. Así estamos.
¡Cuánto tiempo ha pasado!; ¡qué poco sabemos!
Por saber, en unos días -este mismo mes de julio de 2018- la
NASA lanzará la Parker Solar Probe que será la primera en “tocar” la estrella a
estas alturas del siglo XXI. Y por tocar se entiende que alcanzará la atmósfera
solar. Al menos, nos dará una indicación de temperatura y radiación. La Solar
Orbiter, de la Agencia Espacial Europea, saldrá al espacio en febrero de 2019.
Dicen que llegará a la heliosfera interna. Si es capaz, sabremos más.
Es que no sabemos nada.
Así se entiende que el Sol fuera objeto de culto; que en
torno suyo surgiera una religión. El filósofo Filón de Alejandría (15ac-45dC) y
el historiador Flavio Josefo (37-101) nos dejaron escritos donde contaban que
los esenios, una secta judía del Siglo II aC, eran ya adoradores del Sol. Hasta
Julio César se asombra del culto al Sol en la Galia. Y eso que para los romanos
era una venerada deidad.
Pero no sabíamos más. La arqueología nos cuenta que esto
viene de atrás; de muchos años atrás.
Los egipcios creían que el Sol era una creación de Ra, el
rey de todos los dioses. En Japón el Sol era una diosa, Amaterasu: el ser más
poderoso del universo. Aún hoy los japoneses siguen utilizando una imagen del
sol en su bandera. Para los árabes, antes de la revolución de Mahoma, el Sol (Al-lat) era la diosa Madre. Hombre o
mujer, dios o diosa, el Sol siempre ha sido protagonista: Amón en alto Egipto,
Assur entre los asirios, Brahma entre los hindúes, Hunabku entre los mayas,
Huiracocha entre los incas, Sury, esposo de Aurora, en Mesopotamia, Tamuz en
Babilonia, Apolo y Febo entre griegos y romanos, Beleno entre galos, Baldier
entre nórdicos, Inti entre los incas…
Como mediterráneo, la cultura clásica ama el Sol. Los
griegos sostenían que el astro era en realidad el carro de Apolo, que surcaba el
cielo cada día hasta llegar al Océano que rodeaba la tierra, que recorría por
la noche, para volver a aparecer por éste al día siguiente. Píndaro puso nombre
a los cuatro caballos que de él tiraban: Flegonte (Ardiente), Aetón
(Resplandeciente), Pirois (Ígneo) y Éoo (Amanecer).
Tito Tacio, rey sabino que compartió el trono de Roma con
Rómulo, introdujo el culto a Sol en la península itálica y se fortaleció tanto
que Virgilio contaba que el Sol fue el abuelo de Latinus, el hijo de Circe, la
hija de Sol, que vivía no
lejos de Roma, en el Monte Circeo.
Por ello, un santuario a Sol se estableció a las orillas del Numicius, el rio del Lacio, cerca de muchos
templos importantes consagrados a los dioses latinos. Según Tácito (56-117), en Roma, el Sol tenía un viejo templo en el Circo Máximo
y un viejo santuario en el Quirinal. Total: que estábamos como en los días de
Stonehenge en Inglaterra, Carnac en Egipto y Chanquillo en Perú como 5.000 años
atrás; o como en Qumrán. Con el Sol no habíamos avanzado nada. Pero con el
Imperio Romano (27 aC-476 dC) el Sol fue a más y el Sol Invictus copó el pódium de los altares romanos con tres
divinidades: Gabal, Mitra y Sol. Lo de Mitra fue una secta, pero, para el caso,
¡qué más da!
Y mañana hablamos de leyendas y cosas del Sol
No hay comentarios:
Publicar un comentario