Memorable la tertulia del viernes 8 de marzo en el Meliá
Benidorm. Pasó a tomar café con nosotros el empresario Enrique Ballester Chofre y se nos reincorporó un tertuliano de pro
como es Pepe Soriano, purpurado y todo.
Enrique Ballester |
Enrique nos trasladó a su Argelia natal previa al proceso de
descolonización y la independencia con tal precisión que me pareció volver a
sumergirme en las páginas de la trilogía de Jean Lartéguy. Tras el fracaso en
Indochina (1946-54; contra el Viet Minh de Ho Chi Minh), Francia se volcó con
su riquísima colonia y no estaba dispuesta a que los seguidores de Messali Hadj
-y después del FNL (Frente Nacional de Liberación con Ahmed Ben Bella -íntimo
amigo de Nasser-, Yaced Saadi, Larbi Ben M'hidi y algunos otros) controlaban el
país.
Total que, tras el impulso independentista mundial emanado
de la Conferencia de Bandung (1955; Nasser, Nehru y Sukarno & Co.), estos
grupos, de tutela comunista, se hicieron con el país por las bravas hostigando
al Ejército en su particular guerra de atentados donde la OAS (Organización del
Ejército Secreto) replicó de forma muy activa.
Es una lástima que ese conflicto, y otros (como la Guerra de
Ifni y la independencia de Marruecos), no tenga más estudios y análisis porque
de una manera u otro, somos protagonistas.
El caso es que en la Tertulia ‘Los cafés del Meliá’, sea
como fuere, de la mano de Enrique
Ballester paseamos por todos aquellos escenarios que Lartéguy regala en sus
libros al coronel Pierre Raspeguy, al capitán Boisfeuras y al teniente
Esclavier; casi nos sentimos como Philippe Esclavier conduciendo un MG negro
biplaza, como el que tuvo Enrique, por el Boulevard Sadi Carnot, entre el
puerto y los edificios Haussmann que lo admiran. ¿O es al revés?
Enrique Ballester
Chofre es un benidormer nacido allá,
de padres de por aquí. Él, Enrique Ballester Berenguer, de Villena, que conoció
la fabricación del calzado en Elche. Ella, María Chofre Arlandis, de Vergel (El
Verger); ambos, de la provincia de Alicante tan acostumbrada desde el último
tercio del XIX a una tradicional migración -temporera o permanente- a las
feraces tierras argelinas de la primera franja costera del Tell e incluso más
al interior, tras el Atlas telliano, las Hauts Plateaux; la meseta. Allí, en
Argelia, los Ballester-Chofre, montaron su parador (hotelito-cafetería) en un
punto clave de la ruta antes de acometer las montañas de la plana media y
llegaron sus tres hijos, de los que Enrique es el menor.
Narraba feliz Enrique los días de colegio y de instituto en
Argel donde concluyó su formación académica; una ciudad donde italianos,
franceses y españoles componían el espectro principal de ciudadanía “donde los panaderos eran de Polop y los
charcuteros de La Nucía”, relataba Enrique. Y, de repente -le cambia la voz-:
“el 27 de junio de 1962 conseguí salir
del aeropuerto de Argel con el uniforme de mecánico de Air France”. Y narró
el episodio de una semana de incertidumbre entre aviones y campos de aviación
más que aeropuertos. De aquí para allá siete días -Ouargla, Biskra, etc.- en
una etapa histórica durísima en la que un millón de europeos salieron de
Argelia en algo más tres semanas; y muchos de ellos con lo puesto.
Tertulianos en tertulia |
Sus padres aguantaron un poco más; en los pueblos había otra
consideración y lazos de amistad. Pero en noviembre de 1962 también salieron
como pudieron rumbo a Marsella donde se establecieron. Enrique ingresó en la
Escuela de Comercio de París y sus padres, al poco, recalaron en Alicante donde
en unos meses vieron las oportunidades que ofrecía aquél Benidorm a medio hacer
de principios de los años 60.
Lo primero que hizo Enrique Ballester, padre, fue montar una
agencia inmobiliaria. “Un despacho en el
Edificio Astoria, donde mi padre se animó a construir”. Enrique Ballester,
hijo, llega a Benidorm en 1965 y se une a su padre: “se vendían los apartamentos sobre plano; el primer edificio fue el
Odeman, en lo que había sido una almazara; y después el Edificio Ensenada,
sobre lo que fue el cine Ronda”. Y así va desgranando Enrique la etapa de
su padre como promotor y con la Agencia Cano: que si el Rincón Español en la
calle Ruzafa, que si el Ílice, el Copacabana, el Flecha… “440 apartamentos entre 1964 y 1966”. Y en cada uno de ellos cuenta
una anécdota relacionada con su padre “elegante,
relaciones públicas y muy buena persona” que varios de los tertulianos -que
lo conocieron- refrendan asintiendo con la cabeza. Entre ellos, el amigo
Cecilio González que bien conoció al padre y que en aquella agencia, me decía
en la Tertulia -donde Manolo Pino, dijo, también oficiaba-, inició sus
adquisiciones. ¡Cómo no contarlo, si lo tenía al lado como corroborador de lo
que se decía y como asesor áulico!
Pepe Soriano, Enrique Ballester, Pepe Albero, Branislav Djordjevic, Cecilio González (mi asesor áulico) & Me. (Fotos: Mario Ayús, quien, obviamente, nunca sale en las fotos tertulianas) |
Los Ballester tenían su visión de futuro. En el edificio
Flecha planifican un garaje de 8.000 metros cuadrados que no había forma de
llenar en aquellos días: “no había tantos
coches en Benidorm”. De ahí, de ese espacio, surge la vinculación con la
automoción de los Ballester. “Y como no
había en Benidorm taller de chapa, que había que ir a Villajoyosa, comenzamos”.
Y comenzaron con Austin/Morris -tal vez, digo yo, recordando aquél MG negro
primero de las calles de Argel- y le sumaron la división náutica, surgiendo en
1972 Autonáutica, que fue
concesionario Ford en 1976 recién establecida la norteamericana en Almusafes y
que hoy suma otras marcas como Mazda y Land Rover.
Y con Enrique Ballester hablamos de decenas de aventuras
(Mercadillo Plaza o un prototipo de coche) y de grandes obras como el Club
Rotario de Benidorm, del que fue fundador, o del Bingo y el apoyo al Centro
Doble Amor con el que la familia Ballester tiene una especial querencia. El
altruismo y las ganas de colaborar, el implicarse en cuestiones de humanidad,
le estimula.
Sobre Argelia, uno de los países más ricos de África, nos
hizo una ponencia etnográfica de primer nivel. Creo que aún le duele, pero lo
ha superado. Vive el presente en Benidorm.
Y en Benidorm, de todo lo que ha emprendido Enrique en
Benidorm, tiene aún pendiente un tema en lo que llamamos Zona Industrial sobre
unos terrenos de la zona norte que su padre vendió a unos armenios y él
recompró; un proyecto que lleva 27 años -¡sí, sí, veintisiete años!- para
resolverse, marcado por cerrazones incomprensibles, tendidos eléctricos con
impedimentos o vías pecuarias olvidadas más de un siglo que marcan retrasos
continuados. Pero, como se dice por ahí, el que la sigue la consigue y Enrique
Ballester seguirá en ello. No entiende cómo, con la absoluta conformidad de
propietarios y Ayuntamiento, aún quede un escollo en una administración
superior. Ni él, ni nadie. Y van pasando los días y Unibail-Rodamco quemando
cartuchos y varios empresarios, como él, consumiendo paciencia.
Lo que sí dejó claro Enrique es que nunca le ha tentado el
sector hotelero y sí, y mucho, todo lo que tenga que ver con Benidorm. La
fundación de la peña “Los Fenicios”, su implicación en las Fiestas Patronales,
su obsesión por controlar el tema de los cohetes borrachos, su breve paso por
el mundo de la noche con la discoteca Jimmy’s, la de amigos que ha hecho -a los
que citó por su nombre poniendo la guinda de la fecha-, las ocasiones en que ha
vuelto a Argelia, su preocupación por el Centro Doble Amor, y su perfecto
conocimiento de lo que pasa en esta ciudad, por la vertiente económica y
empresarial, en el último medio siglo.
Vino a tomar café con nosotros en el Meliá Benidorm y
vivimos una tarde memorable con Enrique Ballester Chofre, un benidormer que
domina el Tell y el Atlas argelino tanto como lo que ocurre en Benidorm y la
Marina Baixa.
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