11 abr 2012

DE LO DEL CÁÑAMO…




Lo de Rasquera y el cannabis me ha traído a la memoria muchas imágenes de antes de ayer. Viejas fotos de cuando el trabajo del cáñamo en la Vega Baja, que yo no conocí, y aquellos veranos de baños en la balsa de “cocer” el cáñamo. Mi abuelo había recuperado para el baño de sus nietos una de aquellas balsas: poco fondo, entraba y salía agua del canal (siempre estaba “limpia”), lo suficientemente grande y con 6 u 8 vanos (por llamarles de alguna manera) desde donde operaban en el proceso (le daban la vuelta a las garbas para que “se cocieran” bien; en realidad, fermentaran) y que nosotros utilizábamos para entrar mejor en el agua.



Yo tengo un lío tremendo con esto del cáñamo. Recuerdo de cuando vegetaba en la Escuela de Agrónomos la discusión radicaba (entre los alumnos, claro) en si entre las Cannabiáceas Urticales (el cáñamo y el lúpulo cervecero) al llegar a la Cannabis Sativa L (de Linneo) podíamos distinguir entre las subespecies Cannabis Sativa Sativa, de poca toxicidad (muy apreciada por sus semillas y tallo fibroso) y la Cannabis Sativa Indica (de armas tomar). Y todo porque otros expertos botánicos insistían en que no había subespecies en la Cannabis Sativa L y que dependía de si se cultivaba el cáñamo en regiones secas y cálidas (que producía resina) o en regiones templadas (que producía mejor fibra). Ahora bien, luego en la realidad estaba el cáñamo común (de por estos lares), el cáñamo del Piamonte italiano (alto y grueso), el cáñamo de Anjou (prácticamente el mismo que el italiano, pero muy apreciado por la bondad en fibra… y su toque gabacho), el cáñamo de la China (de mucho más porte y fibras sedosas, finas y resistentes) y el cáñamo de la India (pequeño y… psicotrópico). Las hojas palmipartidas del cáñamo, común a todas las variedades, son inconfundibles.

Agricultura y cáñamo han ido de la mano desde el principio de los tiempos: su fruto, el cañamón, era apto para la alimentación humana (de entonces); y del trabajo de sus tallos, la fibra base de innumerables cuestiones textiles y de impedimenta: sogas, redes, alpargatas, sacos, talegas, abarcas, etc.

Luego viene su halo de misterio. Dicen que los chinos, 2.500 años antes de Cristo, conocieron sus cualidades terapéuticas contra el reumatismo y el estreñimiento; incluso los tumores. Y hasta su resina, que mezclada con vino, la usaban como anestésico. Para encontrar su “otro” uso hay que bajar el Himalaya hasta las llanuras indostánicas, ¡¡ya en el siglo XV antes de Cristo!! Vamos, que no es de hoy la cosa. Por ahí he leído que el Islam largó el cáñamo y sus usos por todos los confines del mundo… y los sufistas comenzaron a fumarlo por el siglo XII… que ya ha sido echar humo. Podíamos llegar hasta la secta de los asesinos (hachichinos) y todo eso…

Pero, nosotros, a lo nuestro: desde tiempos “de los moros” y hasta los años 60, del siglo XX, la provincia de Alicante -la Vega Baja del Segura- cultivó el 60% del cáñamo nacional. Estamos en el viejo Campo Spatario y ya sabíamos cómo trabajar el esparto. La Vega Baja del Segura era un cañamar. Es más, en la provincia estuvo el primer tallar de agramar cáñamo de España, a finales del siglo VIII. Y claro, la tradición: en la provincia de Alicante cuerdas y redes… aún  hoy. Antes de la navegación a vapor, todo era de cáñamo: velas, cuerdas, redes, toldos, lonas… incluso la estopa con la que se calafateaba el barco estaban hecho de cáñamo.

 Ahora se le puede sacar más.

Y es que se utilizaba todo del cáñamo: el cañamón (comida para pájaros -y de humanos en otros tiempos-, aunque también se le puede extraer el aceite para fabricar jabones), el tallo (para las fibraa) y la cañamiza/agramiza (los restos del tallo tras extraer la fibra) para combustible. Un producto redondo. El cáñamo puede producir hasta 15 TM de materia seca por hectárea. Una gozada: agricultura, fibras textiles y cordaje, papel,  medicina, cosmética, pinturas y barnices… ¡Cáñamo!


El “problema” del cáñamo es que hay quien lo quiere para la obtención de marihuana y hachís (resina y aceite) al margen de la pura industria farmacéutica… y el cáñamo es que entró en los convenios internacionales como sustancia estupefaciente ya en los felices años 20. Antaño, problema y grave, lo fue también la bisinosis, una enfermedad pulmonar entre quienes trabajaban el cáñamo.

Le leía ayer a Rafael Moñino Pérez (en Información) que “las variedades de cannabis sativa que se cultivan hoy en día para la industria tienen menos  alcaloide alucinógeno que las matas de habas”. Olé; ¿a qué esperamos?



No hay comentarios:

Publicar un comentario