Qué
empeño en querer demostrar que uno es de rancio abolengo en esto del turismo;
qué memez inventarse la cosas. Que tremenda insensatez elucubrar un pasado,
para terminar diciendo que uno viene de estirpe salida de la mismísima pata
delantera de Babieca, el rocín de El Campeador, cuando algún otro puede llegar
a esgrimir, con los mismos argumentos, que desciende de una garra del oso que
mató a Favila. Qué demostración de estulticia la de llegar a publicar en la web
VisitBenidorm lo de la “Historia Turística de Benidorm” y
tropezarse con lo del alemán Fischer
(1803), que nunca estuvo en Benidorm y escribió “de oído”. Insisto: sólo seis días permaneció en Valencia y con
aquellos medios de transporte no le pudo dar tiempo a ver absolutamente nada de
lo que dice que vio… máxime, habiendo otros viajeros anteriores que ya habían
publicado sus descripciones. Y a esos no
les citan en Visit Benidorm. De
Fuscher ya escribí en 2 ocasiones (una y dos).
Pero
salvado el obstáculo Fischer hoy he les cuento lo de don Aureliano y lo de don
Pedro María. Pues no que me señalan en la web que ambos autores, en sus libros,
ya “destacan
las playas de Benidorm como una de las más frecuentadas del litoral alicantino”…
en 1852 y 1853.
Vamos,
no me jodas… que clamaría mi buen amigo Manolo Ballestero, fijosdalgo
charro-extremeño que vivió en el siglo XX por error, pues él era más del XIX. Y
clamaría a punto de desenvainar un estoque.
Vamos,
no me jodas; en el ocaso, casi, de la Década
Moderada, larvándose lo que fue la Revolución
de 1854, con el levantamiento de los generales Dulce y O’Donnell; La Vicalvarada
a las puertas y con una España hecha unos zorros, ¿quién coño iba a venir a las “frecuentadas
playas del litoral alicantino” por querer decir Benidorm?
Pero
si es que por aquellos años ni siquiera estaba presentado el Plan de Ferrocarriles del ministro Reinoso
(1851)… ¿quién coño iba a venir a las “frecuentadas
playas” estas?... pregunto, sin acritud.
Bueno
pues así las cosas en la “Historia Turística de Benidorm”, en Visit
Benidorm, se cita la “Nueva Guía
del Bañista en España”, de don Aureliano
Maestre de San Juan, y el “Tratado
Completo de las Fuentes Minerales de España”, de don Pedro María Rubio y Martín, ambos dos eminentes médicos,
catedrático de la Universidad Central el primero (y padre de la Histología
española, que falleció en Alicante en 1890 casi olvidado y en la pobreza), y
médico-cirujano de Cámara de Su Majestad la Reina doña Isabel II el segundo…
dónde se dice, en la web, que se cita a Benidorm.
Pues
con el tiempo ya me he hecho con sendos ejemplares y… sí, se cita a Benidorm en ellos. En el primero se dice que “a 6
leguas de Alicante” (página 225), lo que es un error porque señala
Villajoyosa a 7 leguas de Alicante, y en el segundo, como cercano a Busot, el Balneario del
Cabezo de Oro (páginas, 252 a 259).
¿Y
eso se entiende que son citas turísticas? Pues, la jodimos con ventanas a la
calle, que diría Fer.
Don Aureliano, en su Libro
Tercero (parte Tercera) habla de los baños de mar, porque el suyo es un tratado de medicina donde recomienda los baños (de mar, y de río, y
de balneario) casi con un cronómetro en la mano: “de 6 a 11 minutos, (de un modo
general) según sea el mar Mediterráneo u Océano”. Incide don Aureliano en
los efectos psicológicos y curativos de
los baños de mar, recomienda tomarlos “desde el 15 de junio hasta principios de
octubre (con especial esta última condición en el Mediterráneo)”, y señala que “el agua de mar es fosforescente…
y no podemos negar la presencia de una gran cantidad de materia orgánica…”.
¿Me baño, o no, don Aureliano? Señala, además, varias prevenciones a la hora de
los baños y dice que el primer “calofrío”
(debe ser escalofrío) marcará el momento de salir inmediatamente del agua. Las
dos o tres horitas de digestión antes del baño ya las recomienda don Aureliano.
Lo de “debemos evitar la acción mecánica de la ola sobre el abdomen (vientre)”
no tiene desperdicio… y como copia de un libro francés, señala la temperatura
en grados gabachos Réaumur (para pasar a Celsius,ºC/100 = ºR/80). El libro, créanme,
es una gozada.
Don Pedro María, por su parte,
recrimina que “en este establecimiento -Aguas de Busot-, como en todos los del antiguo
reino de Valencia, subsiste el reprensible abuso por parte de los concurrentes
de beber el agua y bañarse por nueve días y nada más, cualesquiera que sean las
enfermedades… ¡Cuántos acuden a ellas con perjuicio propio, o sin ningún
provecho, por seguir tan ciega rutina!”. El agua del balneario, cuenta,
se exportaba “para beberla en Alicante, Alcoy, Torrevieja y aún Gibraltar y Londres…”.
Habla, describiendo el paisaje, de “la cuchillada de Roldán y el elevado
Puchs-Campana, desde el que se divisa en Grao de Valencia…” antes de
que levantaran las torres de Benidorm, imagino. Total, que nueve días de
estancia y los dos de ida y vuelta salían por 300 reales… y los 270 “ricos
y acomodados” que concurren anualmente anualmente al balneario “ponen
en circulación 80.000 reales, aproximadamente”. Ah, cita a Benidorm
(página 256) al decir que “las poblaciones situadas en esa cofluencia
de montañas son Fienstrat, Villajoyosa, Benidorm, Orcheta, Sella, Relleu,
Torremanzanas, Busot y en el centro de Aigues y los baños…”. No he
encontrado mención alguna a la profusa actividad turística del Benidorm de 1853
en las memorables páginas de este libro, que también es una gozada.
En
turismo, el pedrigrí no me lo busquen más allá de finales de los cincuenta. Lo
anterior era de élites. La socialización del turismo si que es un logro; pero
no le busquen 3 pies…
No hay comentarios:
Publicar un comentario