Yo, un
buen día, encontré a Wally. “Mi” Wally
no es el personaje de Martin Handford
(Where’s Wally) con su gorro de lana
a juego con su jersey blanquirrojo. “Mi”
Wally no es otro que Wally
Broecker (Wallace Smith Broecker; Chicago, 29.11.1931) al que han colocado
el apodo de padre del concepto (¡vaya
palabro!) Cambio Climático. Ya
saben, yo estoy en lo de la Variabilidad Climática y, además, natural;
y no en lo del Cambio Climático. Unir “cambio”
y “clima” en un mismo concepto es, para
mí, una supina perogrullada. Pero… pero doctores tiene la Ciencia, como la
Iglesia. El clima, sucesión de tiempos meteorológicos en un periodo concreto,
está contagiado del dinamismo del tiempo meteorológico; y donde hay cuestión
dinámica hay cambios; luego hablar de cambio…
A Wallace Smith
Broecker le gusta que le llamen Wally;
de hecho es Wally Broecker. Lo
encontré cuando lo del gran
transportador oceánico (the great ocean conveyor), y sabía
de sus andanzas de mediados de los 70 con esto del clima y, especialmente, de
que no le gustaba que lo llamara “padre”
de la criatura porque él consideraba que de por sí “el clima actúa una bestia
enfadada”, “angry beast” en
el original, cuando le pinchamos; y no quería esas comparaciones.
Estudiando la absorción de CO2 por los océanos y ante los registros
proxy árticos que comenzaban a ser difundidos, el 8 de agosto de 1975 -en la revista Science (Vol. 189; Nº 4201; páginas 460 a 463)- publicaba su
artículo “Climate Change. Are We
on the Brink of a Pronounced Glabal Warming?” (“Cambio
Climático: ¿Estamos al borde de un pronunciado calentamiento global?”). Y
en el mismo lote, los dos términos: “cambio climático” y “calentamiento global”.
El lío montado.
Sí, a Wally (yo
sé dónde está Wally[1])
le molestó siempre esa paternidad adjudicada sin prueba alguna de ADN. Él mismo
ofreció una recompensa a sus alumnos de entonces para que descubrieran quién -antes
que él- había utilizado el término y le desligara de él. Y los alumnos
descubrieron un informe anónimo, de 1957,
fechado en Indiana, que ya acuñaba el palabro; incluso la referencia en el New
York Times. Pero como era anónimo -y no dieron con el autor a pesar de la
publicidad-, Wally sigue llevando el
-por él- denostado sambenito.
Le gusta más que le llamen “decano de los científicos del
clima”. Justo es que así se haga.
No sé si se acuerdan pero por entonces, en la década de los setenta, no se hablaba de
otra cosa de que una inminente
glaciación. En 1974 los titulares científicos apuntaban a una nueva Edad de Hielo y los gurús del momento
solo abogaban por pedir más poder para la ONU a fin de que obligara a remodelar
las industrias (para generar calor [¡¿?]), y se planteaban los gobiernos
impuestos especiales para ello. Entonces va “mi” Wally y nos dice que
vamos camino de meternos en una sauna. Estalló la controversia y Wally entró, al poco, en mi vida
universitaria.
“Mi” Wally anunciaba en el artículo de 1975
que el frío remitiría y nos meteríamos de lleno en un calentamiento sin
precedentes por culpa del CO2. (¿?). Y luego contó eso del CO2 -y del clima-
junto a la cuantificación de las cantidades de agua (y calor) que mueve el gran transportador oceánico (the
great ocean conveyor) adelantando la anomalía que produciría la irrupción
de agua dulce (del deshielo) en el agua marina. Lo contó todo en 1987, en Natural History Magazine. Hasta entonces se pensaba que los cambios
de la órbita terrestre eran los responsables de esos periodos fríos o cálidos,
pero él -“mi” Wally- introdujo la novedad del gran trasportador oceánico. Aquél
artículo se llamó “The Great Ocean Conveyor: Discovering the Trigger for Abrupt Climate
Change[2]”
(El gran transportador oceánico: descubriendo el disparo para el cambio
climático abrupto”).
Le cogí cierta manía a Wally,
y lo relegué. Pero he vuelto a encontrar a Wally,
no ha mucho, con la reedición de 2012 (revisada y ampliada, junto a Charles H. Langmuir) de un clásico de
los ochenta que me perdí: “How to Build a Habitable Planet”[3]
/ “Cómo construir un planeta habitable”).
Sigo sin echarle toda la culpa al cha-cha-chá
del CO2, pero me ha merecido la pena reencontrar a Wally Broecker, “mi” Wally. Ha sido un gran regalo.
[1]
Riverside Drive, New Jersey, muy cerca del Campus de Morningside Heights; a un
paso del Lamont-Doherty Earth Observatory de la Universidad de Columbia, en la
margen derecha del Hudson.
[2] Princeton University Press.
Princeton & Oxford, 2010 – ISBN 978-0-0691-14354-5. Disfrutable desde
Google preview en http://press.princeton.edu/titles/9162.html
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