Como cada miércoles, tertulia en la emisora local. Nada, que
en enero nos suben la luz otra vez y van… Y van y se me encabronan y no se
acuerdan de cómo empezó todo esto de apostar por ser más verde que la alcarraza y más sostenible que el
propio búcaro de la comparativa: verde y con asas, alcarraza.
Si es que esto nos pasa por querer jugar a ser campeones de
lo mega. Sí, somos una potencia, pero aquí jamás pondremos en marcha toda la
potencia porque ni está ni se le espera. No obstante, satisfacción por ser en
ello potencia… pero, ¿hasta cuándo?
Y así las cosas me llego a casa y me doy de bruces con la noticia
de que los british me van a hacer
realidad -en pleno siglo XXI- un invento de un español del año 1903. ¡Olé! “Chimeneasolar: un siglo después, el invento de un español ve la luz”. Nunca es
tarde para estas cosas.
Ahora, la verdad sea dicha, espero que esta vez les salga
mejor que el “invento” de Manzanares (Ciudad Real) y mucho mejor que el de
Fuente el Fresno (Guadalajara) que se nos quedó en agua de borrajas. Con la “ilu” que despertó.
Bueno, esto de la “Torres
Solar/Chimenea Solar” es para
producir electricidad. Y más verde que un perro ídem. Se trata de aprovechar la energía solar mediante la
convención de aire (el aire caliente pesa menos… y tiende a ascender).
Durante el día, la energía del Sol nos caliente la torre/chimenea y crea una
corriente de aire ascendente dentro del “tubo”. Esa corriente nos puede enfriar
una instalación anexa -incluso en días sin viento- y termina moviendo un
generador eléctrico. Luego vendrá don Nicolás
Léonard Sadi Carnot y con sus postulados (Teorema de Carnot, Ciclo
de Carnot… Carnot, Carnot, Carnot; termodinámica pura y dura. ¡Diantre
con el gabacho!) pondrá las cosas de la termodinámica (y la rentabilidad) en su
sitio: se necesita mucha, pero que mucha, altura para funcionar. Pero puede.
Diámetro de la base y altura de la torre son claves, porque la base es otro
cantar.
El invento es de un español; de un coronel de artillería,
don Isidoro Cabanyes, con mando en
plaza (Cartagena, por aquellos días; director del Parque de Artillería que era)
que ideó y construyó su torre en 1903 como “proyecto de motor solar”.
Y así viene reflejado en “La Energía
Eléctrica” (una revista para difundir la importancia y los avances en eso de
“la corriente”) un 25 de agosto de 1903. Don Isidoro ya le colocaba un “generador
eólico destinado a producir trabajo mecánico a impulso de la corriente
ascensional”. “La instalación carece de calderas, válvulas,
engranajes, etc., y según su autor pueden construirse motores de esta clase
desde la energía de algunos kilográmetros hasta de cincuenta y más caballos”
(ABC, 14 de Agosto de 1903; página 9).
Total que a modo de hierática falla valenciana me construyó
don Isidoro su torrecita en 1903, le hicieron la foto de rigor, y -resulta que-
por su escasa altura no pudo iluminar ni una bombilla; pero el aire subía… y el
generador se movía como un viejo disco de 45 rpm a 33 rpm.
Y siguió subiendo el aire hasta que en 1931 un alemán le
hincó el diente. Pero tampoco pasó nada hasta que la llegada de la primera
crisis del petróleo despertó el interés y se sacaron las patentes para Estados
Unidos, Canadá, Australia e Israel. En Nueva Gales del Sur (Australia) se
proyectó un “inventillo” a nivel investigación universitaria que a punto estuvo
con dar con el quid de la cuestión.
Es que Carnot, el del Teorema, pone las peras a cuarto.
Y claro, hasta en España nos pusimos las pilas. A comienzos
de los años 80, en Manzanares (Ciudad Real) el gobierno alemán puso los cuartos
(e Iberdrola Renovables la experiencia) para una de estas torres (10 metros de
base y 195 metros de altura) experimentales. Y la cosa funcionó sin problemas
produciendo 50 kw/año (Carnot es muy puñetero en cuestiones de rentabilidad)
hasta que una tormenta, en 1989, demostró que estaba pésimamente arriostrada y
la torre abandonó su verticalidad con estruendo y marchamo de demolición. En
2004 se parió un invento superior en Torre del Fresno (Guadalajara) y los del
lugar se hicieron ilusiones y fabricaron castillos en el aire… pero no salió
adelante porque en 2007 la crisis se palpaba. Aquella torre iba a medir 750
metros de altura.
¿Y la base? Porque resulta que esto necesita una base (de
cimientos) y una superficie donde basarse y que le caliente un poco el aire
(vamos, un grupo de invernaderos o similar). Total que para suplir a una
central de 2000 MW, atención, necesitamos 380 km2 de superficie… vamos, las dos
terceras partes de la isla de Ibiza. Hasta ahora trabajamos con torres que
tienen basamentos de 50.000 m2 para 50 kW año; p’a la linterna.
La propuesta inglesa, sobre la base del coronel Cabanyes de
1903, tiene a su favor que es de estructura de fibra y materiales textiles;
vamos, un hinchable hiper-mega-gigante que llegará a medir más de 1 km y cuyo coste se estima en 14
millones de €, frente a los 450 de construir una torre rígida (de cemento y
malla metálica) y muchísimo más fácil de mantener. La propuesta británica
combina tecnología solar térmica, eólica y geotérmica (para almacenamiento); la
cuadratura del círculo verderol. Vamos, como un “hinchable” de esos de
futbolista que veo en los campos de futbol pero en bueno, a lo bestia y
productivo.
Veremos cómo termina la cosa y cuanta pasta gansa le
metemos; pero lo mejor es que se trata de un invento español: producir
electricidad dejando que el aire pase por un tubo (muy largo, pero tubo a fin
de cuentas).
A ver si esta vez sale, con permiso de Carnot.
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