De siempre se ha dicho que los extraterrestres viven entre
nosotros; pero no podemos distinguirlos a simple vista… salvo en “Los
Invasores/The Invaders” (ABC TV; 1967 y 1968, 43 capítulo) porque los
invasores extraterrestres (y malvados)… ¡no podían doblar el dedo meñique!, y porque
ni sangraban, ni tenían pulso. El arquietcto David Vincent los había visto y
alertaba, con desigual fortuna, al mundo de su presencia. No había percepción
de su existencia. Ahora bien, los telespectadores los calábamos a la primera.
La música ayudaba mucho.
Todo lo contrario nos ocurre con los musulmanes en Occidente,
donde también los calamos a la primera. Sí, existir, existen; pero ¿son tantos?
Parece que no, pueden serlo. Pueden serlo y confirmar lo que
hoy es percepción.
Tenemos un desajuste contable entre la realidad que suponen
y la percepción que tenemos. No sé si es por miedo o por qué; pero creemos que
son muchos más de los que son.
Los británicos de Ipsos
MORI publicaron el pasado mes de octubre una encuesta realizada en 14
países con el objetivo de averiguar si de verdad sabemos -y percibimos
correctamente- la realidad de las noticias que cada día nos machacan la vida:
que si el paro, que si el terrorismo, que si la tele-basura. La inmigración fue
otro de esos temas de impacto, junto con la “invasión” musulmana. ¿Sabemos
cuántos son los “nuevos invasores”?
Francia, impactada ahora por los asesinatos del nº 10 de la
calle Nicolas Appert de París, cree a pie juntillas que lo menos hay un 31% de
musulmanes en su país, cuando en realidad -importante realidad- es que los
musulmanes en Francia suman un 8% (5’3 millones) con un incremento es de 0’25%
anual. La cifra, es importante. Son los lodos que viene de los polvos de cuando
Georges Pompidou permitió a las automotrices aquella “¡pajera abierta!”; y llegaron primeros los trabajadores… y luego se
produjo el reagrupamiento familiar… y pasado el boom de los coches gabachos
llegó la ghettización y las consecuencias de desarraigo y la permisividad.
Sin un Pompidou al que echarle la culpa también tenemos el
caso de Bélgica, donde el porcentaje real es de un 6%; pero la población
asegura que la percepción es que casi tres de cada diez belgas son musulmanes.
En Gran Bretaña la realidad es de un 5%, pero la percepción social sobrepasa el
21%.
Así, podíamos ir desgranando todo los países de Europa.
También es notorio el dato de España: 3’6 % real[1] con una
percepción equivalente al 16%. De los 1’7 millones musulmanes en España, 1’1
millones son extranjeros y 0’6 son españoles (nacionalizados, hijos de parejas
mixtas y algo más de 21.000 españoles conversos al Islam). Hay en España más de
1.700 mezquitas… y eso también se nota.
La realidad, como vemos, es una; pero la percepción, como
sufrimos, es otra. Aquí, en la vieja piel de toro consideramos que son muchos
más; cuasi legión.
Estas sobreestimaciones suponen un problema a la hora de
analizar la “invasión musulmana” a
estas alturas del siglo XXI, tanto para ciudadanos de a pie como para políticos
y sus políticas (las cosas que emprenden los políticos). Pero es que la
realidad alimenta la percepción. La población musulmana en Europa crece a un
ritmo del 2’9% anual y la población “europea” no siempre llega a crecer al 2’3%.
Y la verdad es que “invasión”, hay.
En 1990 contabilizábamos en Europa 29’6 millones de
musulmanes… y en 2015 estamos cerca de los 46 millones. Para 2020 se habla ya de
50 millones y de 58 millones en 2030, aunque entonces no llegarán a sumar ni el
3% de la población musulmana mundial. Y lo grave es que ellos aumentan mientras
nosotros (blancos –caucásicos - cristianos) vamos cayendo en picado: hoy somos
690 millones los europeos no musulmanes y en 2030 seremos unos 670 millones… y
cayendo.
Hay un detalle que a veces obviamos (por el susto): la mayoría
de los musulmanes europeos viven en la Europa del Este, pero los aumentos de
población más significativos ocurrirán en la Europa del Oeste, en el Reino Unido,
Francia, Italia y Alemania, con lo que España quedará emparedada porque otro
aumento significativo se producirá entre los países musulmanes del Norte de
África.
Consultando los estudios demográficos previstos resulta “tranquilizante” que nos “vendan” que la población musulmana de
Europa crecerá con una tasa decreciente por la caída, paulatina, de las tasas
de fecundidad y de inmigración. Parece que las proyecciones anuncian una
estabilización futura… pero más allá de 2100. Y, hasta entonces, ¿qué? Todos
calvos.
Otra cuestión a tener en cuenta es que cuando nos alarman
con la proyección del aumento del número de musulmanes en el Sur de Europa
debemos tener en cuenta que cuando mentan
el “Sur de Europa” no sólo hablan de España-Italia-Portugal, incluso Grecia. En
este grupo “Sur de Europa” están también Albania, Bosnia-Herzegovina, Kosovo y
Montenegro; incluso Croacia, Serbia. Con lo que hay que tener un hálito de
respiro ante las cifras.
Algo parecido sucede con las cifras de la Europa del Este, aunque
como nos queda más lejos se las ve con otros ojos. La caída del comunismo propició
la exhibición de la identidad religiosa, con lo que las cifras de musulmanes se
dispararon y ahora, ya reales, apuntan a una impactante realidad para 2030, en
aquella región. Rusia seguirá siendo el país europeo con mayor población
musulmana y ellos solos aportarán más de 18 millones al cómputo general, lo que
preocupa a las autoridades pues en 2010 rondaban el 10% de la población y ya
-2014- superan el 12%. La tasa de crecimiento es del 0’6% anual ¡¡para el
próximo decenio!!; el mismo porcentaje en que se reducirá la población no
musulmana. Ahí, Putin & Co., tienen un problema.
Hay un factor más a tener en cuenta: el crecimiento
proyectado de las poblaciones musulmanas en Europa. La natalidad (y la tasa de
fertilidad) es determinante: las mujeres musulmanas tienen más hijos que las
europeas. La superior fertilidad de las mujeres musulmanas está directamente
relacionada con su joven edad a la hora de matrimoniar y a los bajísimos
índices de divorcio. Luego está el factor de las tasas de aborto, que las europeas tienen (y hasta procuran) frente a un
mínimo porcentaje (natural, las más de las veces) entre las musulmanas.
Y por encima de todo está la edad media de la población. Los
censos abofetean exhibiendo la juventud: el dato de segmentos de población
menor de 30 años. Las estructuras de población nos hacen enrojecer.
No obstante, hay una débil esperanza. La mujer musulmana “se europeiza” un poquito en cuanto está
más de dos años residiendo en Europa y pasa de un mínimo de 2’6 hijo por mujer
(3’1 en Noruega; ojito) a menos de 2’0 hijos por mujer, mientras que el
promedio de las europeas no musulmanas, a duras penas, tiende a acercarse a
esos 2’0 hijos por mujer.
Y no olvidemos la proporción de sexos. Cuando una población tiene
más hombres que mujeres, cosas de la sabia naturaleza, el número de nacimientos
tiende a ser menor que cuando estamos ante una población más equilibrada. Los
procesos de reagrupación familiar han jugado siempre en contra de Europa. Ahora
mismo en España estamos en una ratio de etnia musulmana de 190 hombres /100
mujeres y la proyección para 2030 está en los 133/100. Francia, y ahí hay un
problema, está en 97/100.
En fin, hágase Ud. mismo la conjetura. Yo ya no sé si es más
dura la realidad que la percepción. En todo caso es preocupante la percepción.
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