La Universidad de Notre Dame du Lac es una
universidad privada y católica de los EE.UU.
Se ubica en Notre Dame, Indiana, y su nombre francés tienen
sentido cuando se sabe que Indiana era originariamente una buena parte de un
territorio llamado Nueva Francia y que fueron colonos franceses los que allí se
asentaron, con los indios potawatomi
-que no salen en las películas porque estaban muy, muy, al norte- y molan menos
que los cheyenes, sioux y los socorridos apaches.
Esta universidad
desarrolla, año tras año, un Índice de
Adaptación Global a eso que llaman cambio climático y que se ha convertido ya
en un clásico. Se trata del ÍndiceND-GAIN que pretende concienciar de la necesidad de aumentar la resiliencia[1] ante
el cambio climático y trabajar por un desarrollo sostenible. Esta gente urge a adaptarse al cambio climático (¡Vaya!,
ya lo he escrito tres veces; que para odiar -y combatir- el palabro es una
inmensa bajada de pantalones) y resume la vulnerabilidad
del país. En fin: analizar la debilidad ante lo que -dicen que- se nos viene encima
y capacidad para evitarlo.
Están convencidos los
de Notre Dame que lanzando estas alertas conseguirán que se prioricen las
inversiones para dar una respuesta más eficaz a lo que se nos avecina.
En fin, que computado
hasta 37 parámetros en 192 países -y llevan desde 1995 haciéndolo- han llegado
a establecer el famoso índice. En fin, que estudiando aspectos concretos sobre producción
agraria, agua, sistema sanitario, ecosistemas, hábitos humanos e
infraestructuras son capaces de establecer un ranking de posibilidades de
adaptación y supervivencia de cara al futuro.
El país que mejor lo
tienes, dicen, es Noruega (con un
índice de 82’7 y en el número uno los últimos 19 años; son unos cracks). Esto
complacerá sobremanera a mi buen amigo el cónsul Nilsen (con el que he estado
esta tarde intentando desmontarle la “paraeta”
climato-apocalíptica).
Nueva Zelanda, Suecia,
Finlandia, Dinamarca, Australia y Reino Unido también están por encima de
los 80 puntos. El final de la tabla lo ocupan Chad, Burundi, Eritrea, República Centroafricana y la República
Democrática del Congo… el centro de África, por debajo de los 34 puntos,
que son los que lo tienen fatal: muy vulnerables y muy mal preparados.
En el puesto número 25 está España (69’9 puntos). Consideran
los de la Universidad de Notre Dame que aún
existen en España algunos desafíos
de adaptación, pero estamos bien
posicionados para lograrlo: somos el
decimoquinto país menos vulnerable y el trigésimo primero mejor preparado.
Recopilemos. No se
esperan mermas en los rendimientos de las cosechas y tampoco aumentos en las demandas
de alimentos. La dependencia de la importación de alimentos está dentro de los
parámetros del comercio internacional y se mantiene en los últimos años. La
población rural se reduce y tenemos una adecuada adaptación tecnológica, aunque
los efectos de la crisis se han notado.
A nuestro favor
tenemos que el impacto previsto en el tema de aguas (aludida disminución de
precipitaciones) es tenida en cuenta: hay estabilidad en cuanto a escorrentías
y en la recarga de acuíferos sobre la base de un escenario concreto (RCP4.5)[2], así
como la proporción total de recursos hídricos renovables y la tasa de
dependencia del agua. Uno de nuestros puntos flacos es precisamente que no
aumentamos la capacidad de almacenamiento; que no construimos nuevos pantanos.
En los temas de salud
estamos bien, en base al escenario S550[3]. En
realidad, un más que aceptable sistema de salud nos asegura que podemos superar
la situación futura. Además, está, que mantenemos los biomas y no alteramos en
demasía la biodiversidad marina.
Nuestro fallito, eso
sí, está en la huella ecológica,
aunque estamos a nivel de Italia y Japón -lo que no sé si es medianamente bueno-
y en que desde que estalló la crisis (2007) parece que hacemos caso omiso a lo
que se nos pide en la convenciones internacionales de medio ambiente a ese
respecto. Los índices tanto de olas de calor como de inundación están en
parámetros estandarizados, y aunque aumenta la concentración urbana -que puede
desequilibrar la cosa un poquito- nuestro principal problema en este campo está
en que tenemos un importante desbarajuste de población envejecida o camino de
ello (lo que califica -y calificamos- “de
riesgo”) en los escenarios futuros (y un escaso porcentaje de población joven).
Finalmente está el
capítulo de infraestructuras (atendiendo al escenario de emisiones A1B, que es
el llamado Escenario Rápido Crecimiento Global en su variante de equilibrio
entre todas las fuentes energéticas). Describe un mundo futuro de crecimiento
muy rápido, nuevas tecnologías. Y aquí tienen en cuenta hasta un posible
aumento del nivel del mar para finales de siglo de hasta 0’63 m -con afección
de altura media de las mareas de tempestad de más de 2 metros- y han tenido en
cuenta la proporción de población que vive a menos de 5 metros sobre el nivel
del mar (que podría verse afectado por el manido aumento del nivel marino).
Hasta ahí estamos bien posicionados, pero resulta que fallamos por una excesiva dependencia de una energía que no
tenemos y que hemos de importar.
Finalmente, en el
apartado de “preparación para los desastres”, no hay reseña para España; sí que
la hay para Noruega y prácticamente todos los países de nuestro entorno. Aquí se
tiene en cuenta la preparación de cada país para reducir el riesgo de los
desastres naturales que analiza, a su vez, HFA
(Hyogo Framework for Action) un programa marco de Naciones Unidas para la
Reducción de Riesgos de Desastres. Por ello, en este apartado, tenemos una
puntuación cero; cero patatero. Cualquier otra, positiva, (la que fuera) nos
hubiera colocado en mejor posición en este índice/clasificación y al nivel de
los principales países de la UE. Ahora, que ver a Groenlandia (con todo lo que dicen) que está en el nivel guay... da que pensar.
El índice ND-Gain a mí
me sirve para poco; pero sí me gustaría saber por qué no estamos evaluados por
este programa de Naciones Unidas que se ocupa de los riesgos naturales, clave
del proceso.
[1]
En ecología, la capacidad de las
comunidades y ecosistemas de absorber perturbaciones sin alterar
significativamente sus características de estructura y funcionalidad, pudiendo
regresar a su estado original una vez que la perturbación ha cesado.
[2]
Representative Concentratrion Pathway: con
una radicación de 4,5 W m-2; aproximadamente 650 ppm CO2 equivalente
[3]
Límite superior del Informe
Sterm (550 ppm); aumento de temperatura en 3ºC
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