Ya les hablé del Sandhain - All Hallow Even - Hallowe’en
en 2013 y 2014; desde las epidemias de peste y honrar a la muerte a Jack “el
Tacaño”, a Sleepy Hollow y a Lord Nabo. Este año me llego hasta la Grecia clásica.
Me contaba mi padre ha mucho tiempo ya -y por eso lo cuento;
ha prescrito su copyright- que Hades “el Invisible” (porque tenía un casco
para hacerse invisible, que si no…), con sus hermanos Zeus y Poseidón,
desafiaron el poder de la titanes y ganaron. Se echaron a suertes el mundo, que
para algo habían ganado, y Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con los mares y
Hades con lo que hay debajo de la superficie terrestre; y en el lote le entró
el inframundo. Y menos mal que
contaba con el barquero Caronte, con
el perro Cerbero y con un nutrido grupete de ayudantes, que si no aquello
hubiera sido un sin Dios con tanta gente yendo para el inframundo... y
queriendo salir; que de todo había (y hay).
Hades reinaba sobre los muertos y les prohibió que
abandonaran sus dominios. Pero, mira, éstos se empeñaban en volver a la vida
terrenal (lo que indica que no se lo estarían pasando muy bien allí abajo). Y
luego estaba que también había quien que se empeñaba en robarle almas a Hades,
lo que le ponía de muy mal genio. Tanto, como cuando querían engañarlo. Sísifo le convenció para volver a la
vida terrena para castigar a su esposa, porque no le había hecho un funeral
acorde a su nivel (era rey), y en cuanto estuvo en Corinto, se le olvidó a lo
que había venido, pasó de volver con Hades, y siguió con su vida y con su
esposa. Ni que decir tiene que Hades, cabreado, le envió a Hermes; y de vuelta al
inframundo para no salir ya más. Que una cosa es chulear a Tánatos (la muerte) y otra a él, todo un Dios. Bueno, Hércules lo chuleó un poco (pero
también terminó palmándola), como
algunos otros que le visitaron una vez y dijeron que aquello no era nada sano.
Es el caso de Ulises, Eneas, Orfeo y otros. Pero por lo que contaron, aquello no es un sitio ni
saludable; pero todos terminaron yendo para allí/allá.
Y a lo que íbamos. Hades tenía su puntillo (en ocasiones borde)
y permitía a sus súbditos ascender desde el Inframundo a la superficie y manifestarse
a sus descendientes; y hasta podían hablar con ellos (mediante ruidos, claro).
Bueno, pues resulta que entre el 1 y el 2 de noviembre subían las ánimas (y anemos es el viento) y entraban en
contacto (¿?) con los suyos. Pero más de una de aquellas ánimas subía para
ajustar cuentas a propios y foráneos (que si por unos cuernos, que si por otras
cosas) y daban unos sustos que pa qué.
Resultaba entonces que si no llevabas el óbolo para pagarle a Caronte, te quedabas cien años en la
orilla tonta del Estigia y mucho
pobre había ya por aquél entonces. Pero cada cien años Caronte hacía un paseo
grupal y te llevaba al Hades por la cara. Por eso, cuando salían las ánimas
para visitar a los “suyos”, algunos un siglo después, la cosa solía estar muy
cambiada por aquí arriba y había que indicarles el camino a las ánimas con mariposas
(un pábilo encerado sobre aceite, que ardía, y arde, mientras haya aceite). Y el
ánima de turno sabía llegar hasta los suyos por el colorín de la llama de la mariposa; que ya es amor a los propios y
saber distinguir tonalidades de llama.
De entonces a hoy esto de las ánimas ha cambiado mucho, pero
la fiesta sigue presente. Encontrar mariposas de aceite es más complicado que
apuntarse a la moda anglosajona que ahora se monta, pero la cuestión es
celebrar, aunque no sepamos qué; pero para eso somos mediterráneos.
Y fiesta es, para el Catolicismo, celebrar a todos los que
están en presencia de Dios; una de las metas. Pero la Persecución de Diocleciano (303 dC) fue tan grande que aquella
primitiva Iglesia no encontraba fechas libres en el calendario (y hay 365 días)
para celebrar a sus mártires santificados y decidió agruparlos a todos en este
día del 1º de noviembre, aunque hasta el siglo VIII no se instituyó, y en el IX
se generalizó.
Perséfone, de Rossetti (1874) |
Y viene bien porque la celebración festiva le va como anillo
al dedo al calendario. Y vuelvo a Hades (que pese a ser invisible aquí se nos
manifiesta -negro sobre blanco- una y otra vez); y vuelvo a él porque Hades se encaprichó
de Perséfone/Proserpina (la que lleva la
muerte -que vaya nombre- y va siempre con su granada) y la raptó y la hizo
reina del Inframundo. Pero ¿qué madre quiere un reino inframundano y triste
para su hija? Pues fue por eso por lo que Deméter,
la mamá de Perséfone, protestó y convenció a Zeus, el papá, para que la ayudara ante su hermano Hades, raptor y
marido, para que éste le permitiera a Perséfone regresar el mundo terrenal de
los vivos por lo menos medio año cada año. Y así fue: Perséfone sube a la
superficie -hace feliz a su madre, Deméter, y nos aparece la primavera y todo
florece- y se baja al inframundo -y nos deja sumidos en el otoño- a golpe de
frío y oscuridad. Lo mismo que Perséfone hacía, hacen algunos ricos al tener el
domicilio fiscal en otro país fuera de la piel de toro: seis meses aquí, seis
meses allí/allá.
Así, con esto de Perséfone y Hades, los griegos explicaban
lo del buen tiempo primaveral-veraniego de flores, vida y cosechas, y el mal
tiempo otoñal-invernal, de pausa y encierro. Y, además, hay dos fechas claves
que le acompañan: la Candelaria (llega
la luz) primaveral y Todos los Santos
(ojo, que viene la oscuridad) otoñal. El refranero lo avala: Que
en Candelaria llore o cante, el invierno está detrás o delante; y no
digamos del nostre: Si
per la Candelària plora, l’hivern està fora, i, si no plora, ni dins ni fora.
Y también para Todos los Santos: Por Todos Santos, frío en los campos;
o Quién
no ha sembrado en noviembre, que ya no siembre; o el autóctono de Dia
de Tots Sants, retira el ventall i trau els guants… que nos lleva a esa
vieja costumbre de sacar ya las prendas de abrigo en este día.
El Día de Todos los
Santos también era día de ferias.
Se cerraba el calendario agrario y ya se habían recogido (y vendido) las
cosechas de almendra y garrofa, la uva estaba en el lagar, camino de llegar a
vino, y la oliva ya había pasado la prensa en las almazaras. Era el momento en
que vencían los contratos de
arrendamientos de las tierras, se
pagaban las deudas y se recogía el ganado. Era, también, el final de las ferias donde se mercaba
todo lo necesario para pasar el invierno. Y también acababa la temporada de
caza: le acuñan a La Vila Joiosa la patria del refrán que dice que Per
Tots Sants mata les enzes y arria el reclams. Nada, de cabeza al
invierno.
Y no entro en la gastronomía del momento no sea que alerte a
la OMS y le saque algún problema salutífero.
Pero sí lo hago en la serie de los 40 días. El caso es que estos días 1 y 2 de noviembre no nos
coinciden con ninguna efemérides astrológica pero sí con la pauta matemática de
los 40 días. El Equinoccio de Otoño lo celebramos el 22 de septiembre… y 40
días después estamos en Todos los Santos/Difuntos (que van inseparables; porque
para ser santificado has de morir). Y alguno pensará: una casualidad. Pero es
que la Candelaria llega 40 días después de la Navidad. Y así, a golpes de 40
días podemos confirmar el calendario; que hasta la Cuaresma son 40 días. Y 40
días van de las Cruces de Mayo al Equinoccio de Primavera; y hay varios
ejemplos más. Hasta las brujas celebraban sus aquelarres 40 días después de los
equinoccios y, naturalmente, uno les caía por estas fechas. El 40 aparece
mucho, habría que trabajárselo en otro post.
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