Esta noche es la Noche de Reyes, la duodécima desde la
Natividad. Es noche mágica para la ilusión de los niños y con la ilusión de los
más pequeños no se debiera jugar en la absurda forma en que lo hace la
progresía. Hay mucho zascandil suelto metido a edil y un vacío inmenso entre
las sienes que han procurado llenar solo de indigencia intelectual.
No sé si el problema de los republicanos trasnochados es que
se les llame, a los protagonistas de esta noche, “Reyes” (Magos) y esa palabra -rey;
plural, reyes- es tabú para ellos, o que alguno de ellos llevaba oro
capitalista, de siempre asociado a la figura ancestral del rey, al Portal de
Belén. Hasta donde yo llego, nunca quedó escrito que fueran reyes; todo lo más “sabios”...
y, claro, el concepto sabiduría es ya de por sí clasista (unos saben y otros
no) y no pega nada con la progresía. Si se hubiera tratado de lerdos en camello,
no habría problema.
Otro sí digo, considerando que, nadie se pone de acuerdo en
el número. Pero como tres parece que fueron los presentes: oro, incienso y
mirra… pues hay quien dice, en el colmo de la sabiduría políticamente incorrecta
-claro-, que si hubo tres regalos, pues…. ¡Tres reyes! Y tan campantes. Si hubo
cuatro, como en la baraja, alguno repitió regalo y no está bien que de un algo
haya más que de los otros. No te digo cinco reyes o doce reyes, que también se
apunta.
Sobre su procedencia, ¡mira por dónde!, no surge tanta
controversia. Da lo mismo, que lo mismo da. Y eso que he oído (y leído) de
todo. El mismísimo Benedicto XVI los situó como provenientes de Tarsis
(Tartesos; actual Andalucía occidental), lo que no quiere decir, se apresuró en
su día un autoridad eclesiástica peninsular, que fueran andaluces (de entonces;
cargaítos de gracia y salero además de oro, incienso y mirra) pero es que en el
Atlas Catalán, que en realidad es mallorquín, de 1375 (folio 5) se les señala
como provenientes de Tarsis, pues... Ahora bien, la costumbre general es que “llegaron
de Oriente” y por Oriente de Palestina tenemos Persia y hasta de más allá; de
Kandahar, Afganistan, apuntan la procedencia de Gaspar… y lo que Mateo dice en
su Evangelio es que venían de “por donde
sale el Sol”, no más. Y apostando muchos por Oriente, en San Apolinar Nuevo
(Rávena), allá por el 565, les representaron de tal guisa: de persas. Pero hay
un grupillo por ahí que apunta que pudieron llegar del Sur, de donde hoy está Yemen,
del Reino de Punt -de donde los romanos situaban la Arabia Felix-, un
territorio que estaba en sintonía con las tribus judías y conocían aquellas
ensoñaciones y profecías de Daniel, Miqueas, Balaam, etc.
Sea donde fuere el lugar de procedencia, el caso es que
llegaron y como llegaron de un viaje y se presentaron en el lugar, esta noche
por las calles les queremos recordar. Y ahí empiezan los problemas. Lo de
montar el espectáculo de la llegada de sus majestades o lo que fueran carga
tintas de evidencia de neurona remolana.
El probelama radica en que por llevar la laicidad a extremos
de paranoia rompemos y corrompemos la ilusión de los niños que llevan días
oyendo sandeces en los telediarios o en las conversaciones de los adultos.
Esta mañana hasta yo me asombraba, capacidad en la que me
falta un hervor, de que en la de Valencia, aparte del espectáculo grotesco de
las magas, los animales iban a ser de pega. Iban a estar interpretados por
humanos. El colmo. Ahora, que ver animales “tradicionales” resulta una odisea natural
y es más fácil verlos transformados en los estantes de un supermercado, se
oponen a que aparezcan en el preámbulo de la mágica noche especies que ya no
ven más en los cuentos o en las páginas de los libros de texto si no pasan unos
días en la granja-escuela. ¡Papá, aquí hay animales como en el zoo! llegó un
día a proferir mi hija Chabela en la casa de campo de mi amigo Andrés; desde
entonces visita obligada a la huerta familiar donde ya no había olor a vacas de
Harry, pero sí algún ternero, gallinas, pavos y los recuerdos de una yegua
torda.
Cabalgata es en sí una concentración de jinetes. Y el jinete
monta a caballo. A caídas se aprende a jinete, que me decían.
¡Cambiémosle el nombre!, que es lo más fácil. No les llamen
cabalgatas, pero no rompan la magia. Es que estas “cabalgatas” del siglo XXI,
las de la postmodernidad de la progresía, terminan por ser una muestra de la
estupidez que atesoran muchos organizadores que sólo saben exhibir comparsas
bufas, algunas zafias, para evidenciar la ausencia de expresión artística de
quienes están más pendientes de adoctrinar que atender a la ilusión de los
niños.
Igual que el frío no existe (es solo ausencia de calor, que
sí existe) el arte y las plasticidad estética ha huido del espectáculo que se
ofrece a los niños. Melpómede, la musa de la tragedia, se pasea airosa por
muchas cabalgatas a la vista de los resultados estéticos; Terpsícore no ha avalado
la escenografía de casi ninguna y Calíope, la más augusta de las musas, nunca
visitó a los organizadores de la mayoría de ellas.
Menos mal -y ahora lo veo en mis tres sobrinitos-nietos- que
los niños sólo esperan a tres personajes, tres, y se la bufa -como le leen; se
la bufa- eso de que, como en Valencia, el “papel” de los animales lo
interpreten personas… a modo de miniplaneta de los simios, por no mentar el
show desfasado y orondo a medio camino entre Hocus Pocus (el retorno de las
brujas) y Priscila reina del desierto que se montaron en el Cap i Casal.
Menos mal que los niños sólo esperan ver a tres personajes y
la magia de los padres obrará el resto. Una vez me contaron del pesar de los
tres magos por no tener tiempo material de llegar a todos los niños del Mundo.
Sí, son tan mágicos que son capaces de llegar, con más o con menos, a todos (un
principio totalitario comunistoide si no fuera por que a unos les llegan con
más y otros con menos). Pues me contaron que los tres protagonistas pidieron al
niño Dios al menos 1 paje por cada niño… y al niño Dios le gustó tanto la idea
que les concedió hasta dos pajes por niño para que en nombre de aquellos
Hombres Sabios atendieran a la ilusión de todos los niños en la misma noche. Y
ser padre lleva la encomienda de ser paje de la ilusión de los niños esperando
a los Hombres Sabios/Reyes Magos de la duodécima noche de ciclo de todos los
años… la del 5 de enero.
Hoy les doy las gracias a mis pajes. Mientras fueron noches
de ilusión las viví con total intensidad. La cabalgata me
importaba una higa: sólo me interesaba "mi" rey, Gaspar; que Melchor
ya estaba pedido. ¡Eh!, que estoy aquí; que supiera "mi" Rey
por dónde andaba yo, no se le fuera a pasar. Y rápidamente a casa a plegar la
oreja y a dormir rápido y fuerte no sea que por un descuido me quedara sin nada.
Los pajes siempre cumplieron. Nunca me trajeron carbón, y eso que la tonelada
sigue estando a peo de zorra.
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