Nada, que llega uno de Brabante, de dejarles sin cerveza, y
se encuentra que aquí solo queda el apuntador: que están todos los son en
FITUR. Hasta alcaldesa accidental que tenemos.
Y no me aguanto más esto que me pesa desde que lo supe: lo
de la “nueva” ley del Turismo de la Comunidad Valenciana. Vale que es hablar
por hablar -hasta del nuevo Libro Blanco del Turismo que me están pariendo-
pero es que me temo lo “pedor”.
Es que en Turismo, todos hablamos la misma lengua pero no el
mismo idioma. Y me explico: lo de “lengua”
me lo entienden vuesas mercedes como sistema lingüístico de comunicación, y
como “idioma” hacen lo propio con las
peculiaridades de estilo de ese sistema. Vamos, que filosofar sobre el concepto
Turismo -incluso sobre “Ocio” y hasta sobre “Hospitalidad (¡que insana manera
de traducir mal las cosas y los topicazos!)- todos sabemos un rato (y por ahí
están los múltiples ejemplos de lo que llaman turismo), pero entablar una
mediana e inteligible conversación sobre la realidad del concepto (eficacia de
modelo) sólo quedan (¿quedamos?) unos pocos por ahí con ganas de hacerlo.
La
diferencia entre pasatiempo y economía colaborativa, por un lado, y profesión y
economía productiva, por el otro, salta a la vista... de todo el que quiere
verlo. Pero… en el país de los ciegos, el tuerto ve más que ninguno.
Dejando de lado que la ley lo que de momento busca es
cargarse los patronatos de Turismo de las Diputaciones y que sólo desde el Cap
i Casal dirijan el cotarro con la habitual merma de miras que otorga la altura
del Micalet (recordemos que por la curvatura del planeta la visión máxima en
condiciones óptimas no rebasa los 40 kilómetros)… pues, que estamos aviados. No
sé yo si recortarme (aún más) la barba porque no hay mayor ciego turístico a la
orilla del Turia que el que no quiere ver quién maneja la barca del Turismo.
En fin, que soy un cándido en esta materia.
Y yo que hasta me creía que el turismo era innovación; y que
hasta la promo de la nueva ley
asegura que “la Comunitat se merece tener
una ley de vanguardia, innovadora, que actualice, que modernice y que también
fije las coordenadas y criterios, y que enmarque qué modelo turístico queremos
representar en este mundo global”. ¡Pero bueno!, ¿Aún no tenemos claro el
modelo?
Como dije, y ahora insisto, miedo me da la -por mí- temida “nueva” ley del Turismo, Ocio y
Hospitalidad; no hace más que arrancarme recelos. Lo del Ocio lo llevo como lo llevo. Ocio: “diversión u ocupación reposada”.
Uf, reposar las cosas; pues que en esto del Turismo no estamos para mucho
relax. Bueno, hay que ofrecerlo; pero no podemos recetarnoslo. Somos lo que somos: la fiesta
del turismo.
Y la guinda final: la hospitalidad. Aquí es que me han “matao”. Me inclino por la suspicacia. La
hospitalidad, sí, es la virtud que se ejercita con unos que la necesitan y, por
encima de todo, la práctica de la buena acogida y recibimiento que se hace con
extranjeros y visitantes. ¿Qué busca la ley con el ramalazo de hospitalidad?; ¿Qué
se pretende colocando la palabra en el título de la ley?
Pero, sobre todo: ¿A quién se dirige?
Vale que es un elemento clave y un factor básico en la satisfacción
de quienes nos elijen. La hospitalidad, de siempre, se ejerció de un modo
generalizado; era una obligación social. Del hospitium latino derivan desde
hotel a huésped; la hospitalidad es el cimiento de la construcción del Turismo.
Yo es que no salgo de mi asombro: “no hay nada que represente mejor
la misión y propósito de la hotelería que la hospitalidad, o sea, la cualidad y
actitud de acoger amablemente a los visitantes”. En este principio se
encierra toda la sabiduría y conocimiento que podemos desarrollar en relación
fundamental que marca el turismo: la de los clientes (huéspedes) con el
establecimiento.
¿No han podido encontrar las sesudas lumbreras que trabajan
en ello mejor iniciativa –“hospitalidad”- con la que acercarse a los que hacen posible
nuestra posición en el turismo? Vamos a volver a las Téseras de hospitalidad de
las tribus íberas. Si es así, me apunto: cambiamos el modelo de puntuación de
hoteles, como se pretende, y le añadimos el concepto de tésera: ¿unas manos entrelazadas
a la esencia romana?, ¿un delfín?, ¿un jabalí?, ¿la tésera de Munigua? ¡Cuánta
duda, Dios mío!
Espero que la llegada de la nueva directora general, que
sale de la fuente de la Academia (de la Universidad) -de Sociología del Turismo-,
aporte algo de inspiración a los muñidores de estas cuestiones expuestas en una
lengua que nuestro idioma no entiende. En la Fons Sapientae, en Lovaina (cuna de la más antigua universidad de
Europa), la cabeza del personaje está completamente hueca… Y el líquido que le
entra, le sale… salvo en invierno, que por allí se congelan las ideas.
Nota: lo que el estudiante feliz lee es la Fórmula de Geluk,
la fórmula de la felicidad.
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