Ayer lo dejamos, acabada la IIGM, en las comisiones. Pero, ante
su ineficacia y a medio camino entre sociedades de estudios y grupos de presión
(político-económicos) surgieron los seis
pilares del europeísmo.
El primero fue la ya citada Unión Europea de Federalistas (UEF, 1946) que fijó su objetivo en
la creación de una Asamblea Constituyente.
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Churchill, en la Universidad de Zurich, el 19 de septiembre de 1946 |
Un segundo pilar fue británico.
Winston Churchill venía de
pronunciar en la Universidad de Zurich el famoso discurso (19.09.1946) en el
que convocaba a formar los Estados Unidos de Europa y en donde
dijo aquello de “voy a decir algo que les
sorprenderá: el Partnership (asociación) de Francia y Alemania como eje”. Y sorprendió, y en cuanto volvió a
Londres puso en marcha el Movimiento
para la Europa Unida al que de inmediato se sumó la rama francesa de Raoul Dutry, con su Comité Heniot, que
perseguía los mismos fines. Churcill puso a su yerno -Duncan Sandys (británico)- al frente y pasó a
segundo plano en busca de mayor protagonismo en otros frentes, como veremos. El
nuevo movimiento perseguía implantar el modelo de la Commonwealth donde no se
cede soberanía y sí aspectos ejecutivos funcionales. Tal vez por eso no cosechó
todos los apoyos.
Un tercer pilar fue la Liga
Europea de Cooperación Económica (LECE; noviembre de 1946) que pusieron en
marcha el belga Paul van Zeeland, el
holandés Piet Kerstens y el polaco
Józef Retinger. Se definieron como
grupo de presión intelectual… Y aún sigue viva la Liga. Ahora mismo es un
organismo consultivo del Consejo de Europa y del Consejo Económico y Social de
las Naciones Unidas. Su capítulo español es de los más activos.
La Democracia Cristiana inspiró el
cuarto pilar. El francés Robert Bichet
lideró la reunión de Chaudfontaine (marzo de 1947) donde vieron la luz los
llamados Nuevos Equipos Internacionales
que a modo de Internacional Demócrata-Cristiana avalaron los aspectos
sociales (y anticomunistas) del naciente europeísmo.
El quinto pilar tiene marchamo socialista. Aunque surgido en
marzo de 1946, de la mano de André Philip,
hasta mediados de 1947 no se deciden a sumarse al proceso como Movimiento Socialista por los Estados
Unidos de Europa. Costó que abandonaran cierta connotación estalinista, pero
enseguida abogaron por la aplicación del Estado del Bienestar en la Europa unida.
Y el sexto pilar lo pone Coudenhove-Kalergi con su Unión
Parlamentaria Europea (junio de 1947) que celebró de inmediato su primer
congreso en Gaastad (Suiza) con asistentes de Francia, Italia, Bélgica,
Luxemburgo, Holanda y Grecia; pisando fuerte, sin Inglaterra.
En los seis grupos había elementos comunes, por lo que
resultó fácil unirlos en París (julio de 1947) para poner en marcha el Movimiento para la Unidad Europea. Sandys,
desde Londres, lideraba la operación
y el 11 de noviembre Europa contaba ya con un Comité Internacional para la Unidad Europea que proyectó su primer
congreso en La Haya (el trascendental Congreso
de la Haya) entre el 7 y el 11 de mayo de 1948, con 800 asistentes[1],
donde debatieron el modelo de unidad continental “y marcaron la creación de los
Estados Unidos de Europa como objetivo común para todas las fuerzas
democráticas de Europa”. Presidió el congreso Winston Churchill (británico) y liderando el proceso estaban Konrad Adenauer (Alemania), François Mitterrand (Francia), Harold McMillan (también británico), Altiero Spinelli (Italia), Pier-Henri Teigten (Francia) y Paul van Zeeland (Bélgica).
La primera realización fue la Asamblea de Europa que tenía por misión redactar una Constitución
Europea… que aún colea.
Y fue Churchill (británico)
el que defendió para la Asamblea el “asumir
un papel activo en la lucha por la democracia, los derechos humanos, el libre
mercado y los valores europeístas sin pérdida real de la autonomía de las
políticas estatales”.
Después, se puso en marcha el Consejo de Europa (julio de 1949), en Londres (capital británica), con diez estados: Bélgica, Francia,
Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido,
Irlanda, Italia, Dinamarca, Noruega y Suecia. Su sede permanente se fijó en el
continente, en Estrasburgo, y al poco se consiguió el Convenio Europeo de Derechos
Humanos (Roma, 4.11.1950; en vigor, 3.09.1953). Esto funcionaba.
Y se vio la necesidad de crear instituciones independientes,
dotadas de poderes propios, para hacer frente a las cuestiones urgentes que
surgían en el plano político y económico. Tras la adhesión de la República
Federal de Alemania, el francés Robert Schuman
propuso la creación de una Comunidad
Europea del Carbón y del Acero… y el resto de la Historia, hasta la UE
actual ya, creo que, se la saben.
Pero es que hay más. En marzo de 1947, Francia y el Reino Unido firmaron el Tratado de Dunquerque de amistad y
cooperación (y eminentemente anticomunista[2])
al que a los pocos días se sumaron los países del BENELUX y que daría lugar a
la Unión Europea Occidental, a la
que la OTAN quitó vitalidad y rango, y que se convirtió en el cordón umbilical
entre el Reino Unido y la Europa
Unida.
Por todo esto -relatado en tres entregas (y mucho más en
otros Post)- me da tanta rabia, me entristece tanto, que lo que nos ha constado
tanto, y tanto, crear -y tanto, y tanto, hacerlo funcionar- ahora nos lo
quieran tirar por la borda desde la pérfida Albión en aras de otro brote
nacionalista. Y -casi, casi- se puede decir que los mismos que animaron la
realidad del proceso de la Europa
unida, los británicos, sean ahora
quienes lo intenten dinamitar.
Cierto que han sido siempre culo de mal asiento y en
cuantito les quitaron protagonismo la liaron, pero… ¿qué sería de la familia
europea sin su oveja negra?; todas las familias (o casi todas) la tienen.
Y no, esto no puede ser una Europa de quita y pon. Con lo
que nos ha costado hacerla. No. No al Brexit, no.
[1]
Organizaciones europeístas, intelectuales, empresarios, sindicalistas y
observadores de los EE.UU y Canadá.
[2]
Amenaza de gobiernos comunistas en Grecia y Turquía; apoyo de EE.UU. a la
iniciativa. Esta parte del Tratado de Dunquerque se conoce como Tratado de
Gregori.
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