Domingo que es, tenía cosas importantes que hacer esta
mañana (el “inglé” lo tengo muy abandonado).
Pero, héteme aquí que me he dado de bruces, una vez más, con “Costa
Ibérica. Hacia la ciudad del ocio” (MVRDV-Actar) y… sigo sin poder
hincarle el diente en toda su intensidad más allá de las páginas de José Miguel Iribas (Benidorm,
manual de uso; páginas 108 a 119), de Winy Maas (72 a 77 y gráficos) y de Paul Ouwerkerk. Y hambre tenía de él; y muchas fotos había, que
descorazonan cuando uno busca letras, y letras, y mensaje.
Incluso, después de desayunar, al solecito benidormero que
inunda el despacho, y al aroma de un Hoyo de Monterrey Du Maire -que me
reservaba para mejor ocasión, pero ¡qué débil es la carne-, se me hace
indigerible en su conjunto el librito de marras. Por cierto, a ver qué se me ocurre en lo de
fumar, que esta semana tengo un almuerzo de los de luego echar humos; a ver con
que disparo yo si estoy gastando la munición en disfrutar naderías.
En fin; al grano.
Comienzo bien, le leo a Paul
Ouwerkerk que Benidorm “En realidad es una especie del crucero
masivo. Subes a bordo. Y luego te
instalas. Hay mucho que hacer a bordo. No hay
razón para bajar a tierra antes de que se acaben las vacaciones…”. Es
que, dice, “Benidorm es el refugio perfecto”, y me gana.
Y el caso es que hay opiniones para todos los gustos, pero
como no enturbian el grato regusto y mejor aroma del cigarro, las trasiego.
Pero es que esto va más allá de Benidorm; es un ejercicio
sobre el impacto de toda una costa urbanizada, una ciudad lineal para la que Winy
Maas dice lo de “Esta ‘Ciudad lineal’ nos
puede ser descrita en términos urbanísticos clásicos. Está formada básicamente por reemplazos temporales de grupos sociales
determinados. En primavera, un gran número de jubilados huye del clima frío y
perjudicial de sus países de origen; en verano, acoge la mayor concentración de
jóvenes de todo el mundo en la mayor fiesta disco contemporánea; en otoño se
convierte en el lugar de descanso de los propios españoles; y en los meses de
invierno parece una especie de ‘pueblo fantasma’”.
¿Pueblo fantasma? Se lo “perdono” porque no se circunscribe
a Benidorm y porque lo publicaba en el año 2000, con trabajos de 1998, y son
una serie de apreciaciones subjetivas de muchos alumnos sobre una hipotética
ciudad costera a lo largo de todo el mediterráneo; sobre un “muro
de banalidad que rodea la península ibérica” y porque su pregunta síntesis
final provoca una respuesta afirmativa: “¿No
puede considerarse entonces esta ciudad como el prototipo de la naciente ciudad
postindustrial, iniciada ya más en el dominio del hedonismo que tan solo en el
del trabajo?”.
Lo dicho: sí. Pero… ¿Les molesta el éxito turístico de la
vieja piel de toro y de la franja mediterránea en particular?
Ah, que lo que pretendía es hacernos reflexionar. Pues lo
hacen… mientras dure el cigarro.
Vale, entonces ahora entiendo mucho más y mejor el “Benidorm, manual de uso” de Iribas -porque
enseña a comprenderlo y utilizarlo sin mesura- y porque comprendo su reflexión
final sobre la programación de la
belleza toda vez que ha puesto en la diana “el largo trecho que separa el ocio organizado europeo del
norteamericano”. El éxito de
Benidorm ha sido, Iribas pontificaba, el bloque abierto, un “modelo
higienista, pero sajón y, por ello, extraño a la cultura urbana mediterránea…
que en Benidorm…. recupera la calle y latiniza la ciudad, salvándola del hastío”.
Y claro, me puede -me vence- el leer lo de que “la
calidad urbanística de la ciudad se debe tanto a la voluntad explícita de los
planificadores como a otros factores aleatorios en los que Benidorm ha tenido,
por lo general, innegable fortuna”. Que así fue.
Y es ahí donde llega el mensaje urbanístico de esta ciudad:
página 125. “Benidorm es la máquina de turismo de masas más eficaz de Espña. Con una densidad tres veces superior a la de
Ciudad de México, acoge al 6%[1] del
turismo nacional en solo 7 kilómetros de costa; bastarían trece Benidorms para
hacer frente a toda la industria turística española. Su
éxito se basa en un profundo y detallado análisis del comportamiento turístico
y en una óptima gestión logística. La oferta se corresponde exactamente con la
demanda…”.
Claro, ahora se entienden expresiones como que “Benidorm
es un planeta turístico en las afueras de la galaxia…”; o que “Su carácter compacto ofrece una movilidad inmejorable…”;
o que “… te sientes como en casa lejos de casa…; o que “Solo
hay una gran diferencia: aquí siempre brilla el sol. El sol pone de buen humor a los turistas”. Y, sobre todo, lo de
que “Esta
ciudad no ofrece ninguna duda: se construyó para entretener”. Para hacer
feliz.
A final, todo el equipo compone un MIX coordinado por Mathurin Hardel basado en los conceptos
del filósofo revolucionario francés Guy
Debord (la noción sociopolítica del espectáculo) y en los estudios de la ESARQ (Escuela Superior de Arquitectura
de Barcelona)… y se queda un Benidorm que no veas: vivir enfrente del Louvre
tiene su aquél.
Bueno, lo dejo que tengo el Hotel Benidorm lleno y toca
salir de paseo… por la ciudad del ocio.
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