Parece ser que esto del Turismo, tal y como podemos llegar a
concebirlo hoy en día, tiene una fecha de arranque: 1713
¿Qué pasó ese año? Muchas cosas, pero una básica. El 11 de
abril se firmaba el Tratado de Utrecht… de Utrecht-Rastatt, porque a los largo de
dos años (que la cosa duró hasta mediado 1715) se estuvieron firmando acuerdos
a troche y moche donde España salía perdiendo un poco de aquí y otro de allá. ¡País!
El caso es que en ese tiempo (1713-15) se puso fin a la Guerra
de Sucesión de España y se cambió el mapa político de Europa
otorgándose una cierta sensación de tranquilidad
que propició los viajes de los
aristócratas británicos, que eran los únicos del Viejo Mundo interesados en
viajar.
Total, que esto del turismo, tal como intentamos entender
ahora, lo inventaron, mal que me pese, ellos; los británicos. Y yo en esto soy como
nuestros marinos del XVIII -“en el mar, contra
el inglés; y contra el viento, tiento”- pero las cosas son como son. Y es
que con el Tratado de Utrecht nos rompieron en mil pedazos: perdimos Menorca -que
luego recuperamos, con la ginebra de por allí-, Gibraltar, Nueva Escocia, la
Bahía de Hudson, Terranova… y ellos comenzaron a ser árbitros del Mundo, por su
hegemonía marítima.
Bueno, bueno, y malo y peor… Y además tengo un buen amigo
catalán -PIdD-, del mismo nombre que el “embajador”
de Cataluña (de los Tres Comunes de Cataluña) ante Inglaterra en aquellos días
(que la cosa ya tenía bemoles), que consiguió que la reina Ana (de Inglaterra)
intercediera por ellos, pero el Artículo 13 de Tratado es claro: mantendrían
los catalanes “todos aquellos privilegios que poseen los habitantes de las dos
Castillas”, más no.
Pero dejemos esto atrás, y avancemos un poco, que tengo mal
regusto del Tratado de Utrecht y esto va de Turismo.
Total, que los ingleses comienzan como descosidos a viajar y
a visitar sus territorios y, de paso y para llegar a ellos, hacer turismo; vamos
que se les quedó pequeña la isla y como que con poca consistencia.
Al poco, ya en 1746, cuenta Fernández Fuster, los ingleses eran capaces de exhibir en
documentos la frase “to take a tour”, para prepararlo, y “to make
a tour” a la hora de ir a darse un voltio por el mundo conocido (que
casi siempre era el suyo, pero tenían que atravesar otros, insisto, para
llegar). Me refiero a su “Grand Tour”, del que varios Post han
dado cuenta.
James Murray, primer editor de The Osford English Dictionary |
Hurgando en las cosas de Francisco Muñoz Escalona, y en las de Antonio Díaz Medina, te encuentras con que en 1800 ya tenían definido al turista
los del The Oxford English Dictionary. Y ahí es nada: el que hace un tour,
especialmente quien lo hace por recreo, el que viaja por placer o para aumentar
sus conocimientos culturales visitando lugares por sus objetos de interés, su
paisaje o su peculiaridad. Así que también me he encontrado una
referencia al historiador Edward Gibbon
que dice que “a fines del siglo XVIII podía haber en Europa unos cuarenta mil
ingleses practicando el Grand Tour educativo, sin contar los que estuvieran
haciéndose por otros motivos”. Que ya eran cifras: al menos 40.000
desocupados -la cuestión era el ocio- pululando por el Viejo Continente.
Turismo.
Tal era la percepción de que aquello del turismo era cosa de ingleses que el
Dictionnaire de la Lengue Française (Hachette,
Paris, 1873-1878) define la entrada Turista
como “viajeros
que transitan por países extranjeros por curiosidad y porque no tienen nada que
hacer, que realizan una especie de gira por los países habitualmente visitados
por sus compatriotas (se dice, sobre todo, de los viajeros ingleses en Francia,
Suiza e Italia)”. Y ojito a ese “porque no tienen nada que hacer”
y a ese otro de que “se dice, sobre todo, de los viajeros
ingleses”…
Vale, el turista era un tipo inglés que se hacía el Tour
y disfrutaba. Pero hasta 1911 no se
atrevieron los de The Oxford English
Dictionary a definir el concepto Turismo
y se sacaron de la manga una definición tal que así: teoría
y práctica de hacer viajes turísticos; realización de viajes de placer.
Coinciden los expertos que le otorga ya una dosis de fenómeno social.
Y será un austriaco, Josef Stradner, en 1905, el
que afine más la cosa con eso del turista que practica turismo al hacer entrar
en escena la cuestión de la pernocta: “Aquellos que motu propio
se detienen en un sitio fuera de su lugar de residencia y con su presencia en
ese país no persiguen ningún propósito económico sino buscar la satisfacción de
una necesidad de lujo”. Bueno, podríamos matizar al austriaco,
con lo que ha llovido desde entonces y la socialización del turismo, pero
excede de los cometidos de este Post.
Pero ya que estoy en nombres, no puede faltar en esto el del
italiano Luigi Bodio. Bodio era un
economista de del XIX que estaba pirao por
la estadística, pero que fue el primero en analizar lo que representaba el
turismo en su país ya en 1899 con “El movimiento de extranjeros en Italia y el
dinero que se gastan” en una etapa de exaltación de lo italiano (recordemos
que Italia “es un invento” de 1861, cuando el país se reunifica). Vale que era
para echarse flores, pero comenzó el estudio del fenómeno con cifras en la
mano. Y entonces no era fácil.
En fin, que en cuando nació la moda de hacer turismo comenzó
nuestra bendita manía de escudriñar en las cuestiones propias y derivadas del
mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario