La Agenda del verano la tengo ya bastante completa;
prácticamente cerrada. Sí, tiene días de playa; pero sólo para que no se piense
que soy un bicho raro. Y sí, algún tiempo se pasa en Benidorm. Pero si es que
fuera de Benidorm habiendo chiringuito a mano, donde también pega el sol, ¿para
qué la arena? Y yo vivo todo el año en Benidorm. Pero bueno, eso son detallitos
sin importancia.
Nada más comenzar junio, a Pontevedra para el 1er Congreso
de Historia del Turismo. Ponencia finiquitada, presentación *pwp de apoyo en perfecto estado de
revista y ejemplos optimizados. Ahora ultimo el paquete postcongreso, que
siempre es el mejor, y que me pondrá a tiro de la siguiente paradiña/etapa para
un curso de verano en Asturias.
Y héteme aquí que, buscando cosas que hacer y ver en Poio,
he dado con el Bosque de Colón, de don Cristóbal. Sí, ¡un bosque se secuoyas
rojas de California en Galicia!
La secuoya roja (Sequoia
serpervirens) es un perennifolio muy longevo, el que más, que puede llegar
a vivir 3.000 años y ganar la máxima altura que en un árbol se conoce;
bautizado como “Hyperion”[1] mide 115’61
metros de altura en un tronco de 8 metros de diámetro en el Parque Nacional
Redwood en California.
En Europa, desde mediado del XIX, siempre ha habido algún
intento de introducir secuoyas -rojas y gigantes (que es otra variedad que
engaña por su nombre, porque no son tan altas como las roja pero sí de tronco
con mayor diámetro)-; incluso en España hay ejemplares, casi siempre regalos
distinguidos; que si de la propia Isabel II, que si de un congresista USA. Las
de Granada lo son del duque de Wellington, por lo que los del lugar las llaman
Welintonias y Santas Pascuas que son. Las hay también en el Palacio de La
Granja y en la Sierra de Guadarrama -por cierto, el único lugar del mundo en el
que hay indicios de regeneración natural de la especie; ¡toma ya, yakees!-, en
el Monasterio de Silos (Burgos), en la Sierra de Huetor (Granada)… En muchas
partes hay ejemplares de secuoyas. Bien documentadas están las de Cabezón de la
Sal (Cantabria), plantadas en 1940 como idea de reforestación del Régimen, que
al final se decantó por los pinos que crecen mucho más rápido. Pero desde 2003
el Bosque de Secuoyas de Cabezón es Monumento Nacional y está protegido.
Por cierto, la secuoya gigante que es la más
difundida de por aquí (Sequoiadendron
giganteum), pero es otra cupresácea, prima al menos de la que nos
ocupa. La llamaron “gigante” porque aún nadie había reparado en la secuoya roja
o porque es “más gorda” de tronco… y porque en aquellos años nadie subía a
medirlas y esperaban a que cayeran/talaran para hacerlo. El ejemplar más
notorio, General Sherman, llega a los 83’79 metros y su tronco tiene un
diámetro de 31’27 metros. Imponente.
Me atrae la secuoya roja de Poio, de líneas, digamos, más
esbeltas. Me atrae el Bosque de Colón que está en Poio, a un palmo del hotel
del congreso, en el Monte Castrove.
Y me atrae que el lugar elegido para plantarlas fuera Poio,
que se llame de Colón y que entre en liza la teoría de que don Cristóbal era de
por allí. Uf, ¡cómo se pone la cosa! Es más, en Portosanto (Poio) está la Casa-Museo
de Colón (que ya visitamos y hablamos cuando el congreso de centros
urbanos). Sí, en la desembocadura del Lérez y frente al astillero donde se
construyó la nao “La Gallega” que luego
bautizarían como “Santa María” para
irse a descubrir las Américas. A Celso
García de la Riega se le debe la teoría de “Colón español; origen y patria”.
Ya saben: los primeros
descubrimientos en el Nuevo Mundo llevan marchamo,
dicen, de su “Galicia natal”. Así, Isla de San Salvador (como la parroquia
donde se sitúa hoy la casa-museo), bahía de Portosanto, isla
La Gallega, Punta de San Miguel (cofradía de Mareantes de Pontevedra) o Punta
Lanzada (en referencia a la playa de la Lanzada, de Sanxenxo o O Grove),
o que Colón, cuenta fray Bartolomé de las Casas, mandara celebrar la fiesta de Santa María
de la O (18 de diciembre), patrona de Pontevedra… o la mención a los
Colón en el altar de Santa María de la O. En fin; que esto va de secuoyas y no
de Colón descubridor.
De Pontevedra, me quedo con la Iglesia de la Peregrina, con
planta en forma de vieira, y las historias del loro Ravachol; menudo c…, que a mí me recordaba por nombre al “Ravatxol”, el
barco-correo que recorría los intrincados canales de la Albufera de Valencia
conectando los pueblos albuferencos con el Cap i Casal.
Y volviendo al bosque, de Colón, lo que más me atrae del
mismo es que hay una resolución del Congreso de los Estados Unidos para el
envío de los 500 ejemplares de secuoyas rojas de California que lo integran y
que se plantó a finales de 1992 como “regalo a las gentes de España conmemorando
el 5º Centenario del Descubrimiento”.
De la Resolución me gusta eso que dice que “cada
persona que visite el Bosque de Colón pueda experimentar la impresionante
potencialidad y la maravillosa belleza de la creación, al tiempo que representa
la esperanza de un futuro de creciente amistad entre los pueblos de ambos
hemisferios”. Si esto es para irse ya a verlo; no sé si voy a poder
aguantar. Y más este año que los “arbolitos” van a cumplir sus primeros 25 años
y el Ayuntamiento de Poio/Poyo a nombrado este año 2017 como “Año
del Bosque de Colón”.
[1]
Mira que le gusta la mitología griega a los yankees. Todo el día con Homeros y
Jasones (de los argonautas) que ellos llaman “Jómer” y “Yeison” y hasta
aquí me llegan. De Hiperion y Tea nacieron Helios (el Sol), Selena (la Luna) y
Eos (la Aurora) que bien sea de día o bien sea de noche, siempre iluminan a los
mortales en su deambular por la Tierra.
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