Pepe Barranquí Foto: M. Ayús |
Se pasó a tomar café por el Meliá de Benidorm José Ángel Navarro Montaner, editor,
cronista, restaurador y amigo. Dicho así, queda -incluso- ñoño. Uds. disculpen,
pero he de volver a comenzar.
Vino a hacerse un cafelito
con sus amigos de Benidorm Pepe Barranquí. Sobra todo lo demás.
Y es
que nos hemos dado el gustazo, en Los
Cafés del Meliá, de pasar una tarde con Pepe Barranquí para
recordar mucho y bueno de su persona y otro tanto de Altea, su ciudad. Pepe ha
sido, además, compañero en la Asociación Alicantina de Periodistas y Escritores
de Turismo (AAPET) desde los primeros tiempos. ¡Coño!, y es un amigo.
Y, claro, puestos a recordar, recordamos aquellos tiempos
épicos de los CIT’s (Centros de
Iniciativas Turísticas) y salieron a relucir mil y una vivencias turística de
Altea y de toda la comarca.
Les cuento: Pepe Barranquí
no pasó por La Masía de Can Planes
porque aún no se había creado, pero como jugador amateur del Barça lo alojaban en el Hotel San
Agustín, a un paso del Gran Teatro del Liceo y de lo que hoy es la Biblioteca
de Catalunya… y ahí perdieron a un futbolista y él ganó admiración por los
libros, la edición, la cultura y las cosas de Altea. Allí conoció la obra de
Francisco Martínez y Martínez, el Cervantista de Altea, que le metió el
gusanillo de la bibliofilia en el cuerpo. Si aquél coleccionaba libros de
Cervantes, Barranquí lo hace con los
de Altea… y ahora, “por casa hay más de 30.000 libros” en los que sale, por h o por
b (nunca peor traída a cuento porque hablamos de un hombre de letras), Altea. De
momento, “por casa están”; “ya veremos qué pasará con ellos”.
Altea, Mirador de los Cronistas de España |
Tal es su pasión por buscar cosas de Altea que le nombraron Cronista de Altea, y en una de esas se
trajo a todos los cronistas de España a uno de sus congresos y bautizaron como Mirador de los Cronistas a ese balcón
que se abre al Mediterráneo en lo más alto del Casco Antiguo alteano. Y es que
es grande: en ese congreso -el XXVIII- “obligó” a definir la figura -un tanto
olvidada- del Cronista Oficial: “Toda persona que conoce y habla,
apasionadamente, de su tierra natal o la que eligió como suya”.
Y, bueno, tanto va el cántaro a la fuente que Pepe Barranquí termina fundando la Editorial Aitana Ediciones que ha
sacado a la luz cosas tan nuestras como “Legendari Valencià”, de Francisco
Martínez y Martínez (quien siempre se negó, una vez traducido El Quijote al
valencià, a una edición catalana que trastocara la pureza del valenciano); “Cetros de Cal”, de José Luis Ferris; “Altea, mar y montañas”, de Rafael
Cenbrián; “Vida íntima de los valencianos
de la época foral”, de José Sanchís i Sivera; “Antología”, de Vicent Andrés Estellés; “Teoría del Mediterráneo”, de Juan Beneyto… y tantos otros más. Aunque
él señala la rareza del “Tractat del Pet” (Tratado del Pedo) del padre Françesc Mulet, un dominico -poeta
satírico y mundano- del XVII (maestro de la poesía escatológica, de fama
internacional), y se queda con “Costumbres Alteanas”, 3 tomos de Francisco Martínez.
Fue declamando, no hay mejor forma de decirlo, todos los
golpes culturales que ha dado sobre la mesa desde aquél “grupo de cultura” del
que era único componente, hasta la fundación de la Cofradía del Castell de l’Olla (1987), la que monta (aunque él ya
ha abandonado desde que le han retirado la parte musical) el espectáculo que
fuera pirotécnico-musical que mediaba agosto, pasando por los premios de
literatura infantil y juvenil, periodísticos y todo cuanto promocionara Altea.
El Castell de l’Olla estuvo a punto de obtener declaración de la UNESCO; tiene
la de Bé Etnogràfic d’Interés Cultural del Consell Valenciá de Cultura. La
aventura de cómo consiguieron poder lanzar un castillo de fuegos de artificio
desde el mar es interesantísima.
Villa Ángeles; Finca Gadea |
Pero para aventura, la rocambolesca historia de Villa Gadea (en realidad, Villa Ángeles) y de cómo esa finca (de
Vicente Gadea y Orozco; de 1890), frente al mar, pasó a ser del Ayuntamiento de
Altea. Como cronista tuvo ahí su faceta investigadora. A mí, Villa Ángeles me
fascina; me recuerda, en planta, la Villa
Capra de Andrea Palladio (1570), sin escaleras y con la rotura de las
proporciones geométricas que ofrece el magno oratorio alteano. Pero es fascinante.
Ahí se celebraron los Festivales de España de los años sesenta.
He calificado de rocambolesca la historia de la finca porque
para hacerla reverter al pueblo de Altea hubo que lidiar con herederos como
Fulgencio Batista, el dictador cubano, o personajes como el Príncipe de
Chocotúa.
Pepe Barranquí es
un pozo sin fondo de historias de Altea. Con él fuimos hasta Expo-Ocio, el antecedente de FITUR, al viejo Porrat de Sant Miquel, a las Fiestas
del Cristo, a las de Moros y
Cristianos y hasta a la Facultad de
Bellas Artes de Altea. No olvidamos su faceta restauradora con El Cranc o l’Olleta, en la playa de l’Olla de Altea, al mismísimo borde del
mar donde el arroz y las cosas de Altea son las protagonistas. Incluso con
generosidad recorrimos la historia gastronómica de Altea: desde las fondas Ronda y Miñana de inicios del XX, pasando por El Bodegón de Pepe y La
Posada de San Miguel, hasta hoy.
No faltó una cita a Benjamín
Palencia, a Tusset, a Genaro la Huerta, a Francisco Lozano, a Conejo, a Mompó, a Sagi-Barba a Antonio Ferrándiz y a tantos otros.
Incluso de Antonio Gades y Pepa Flores y la bohemia, que fue
fundamental hasta bien entrados los ochenta.
Finalmente, resumió Altea: “no hay estrategia de futuro,
aunque Altea siempre ha optado por cuestiones diferentes a Benidorm”.
Recordó que los alteanos, antes, “hubieron de marchar a Argel y Orán a hacer
la temporada”. “Muchos otros marcharon hasta Argentina, de
dónde no han vuelto” y ahí recordó a algún alteano que en Buenos Aires
compiló un recetario de arroces alteanos bajo el título de “El
libro del Buen Arroz”, de José
Martínez Orozco que también ha tenido a bien editar Aitana Editorial.
Lamentó que en Altea se deje morir todo: desde los
astilleros a la agricultura. Y todo porque, dice, “altea tiene muy malos alteanos”.
Y él sigue ahí, luchando en lo suyo, por lo suyo y por el todo
el saber que atesora, y esos treinta mil libros que un día hundirán su casa
(por el peso). Con él rompieron el molde. Es que es un amigo, ¿qué puedo decir?
Gracias, Pepe Barranquí por tomarte ese café melianense con nosotros.
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