Se quejaba el otro día el amigo Paco Amillo de que, ante la sequía que estamos padeciendo, en los
últimos tiempos no se hubieran hecho actuaciones que, a todas luces, son
necesarias para asegurar los abastecimientos y el regadío. Y señalaba las
posibilidades de la depuración y el uso de las aguas depuradas.
Hasta hace bien poco, incluso en esta tierra de supina
indigencia hídrica, considerábamos el agua como un recurso prácticamente
ilimitado. Y la verdad es que sí, pero a qué precio. La reutilización planificada del agua ha cobrado protagonismo sólo en
las tres últimas décadas, una vez que la desigual
distribución de los recursos ha entrado en litigio con la también desigual distribución de las
precipitaciones, de las dispares
situaciones climatológicas (abundantes periodos secos), la consabida y alta demanda de agua para regadíos, la
-en ocasiones- poco racional demanda
urbana y la necesidad de preservar
los abastecimientos, especialmente en las zonas de demanda turística.
Las aguas residuales tratadas se han convertido en un objetivo
del hombre… desde la antigüedad. Aquí podríamos traer a colación ejemplos de
tratamientos de aguas (y aguas residuales) desde la civilización Minoica (isla
de Creta; por el 3.000 a.C.). Todo esto está muy bien contarlo, pero la cruel realidad
es que hasta 1890 no se construye en
Worcester (Massachussetts, USA) la
primera planta de tratamiento de aguas residuales mediante precipitación
química para reutilizar esa agua tratada. Desde 1890 hasta aquí la cosa ha
cambiado mucho y gracias a las Directivas de la UE podemos decir que hemos
avanzado.
En los años 20 del siglo XX, en los EEUU, en Arizona y California, se comenzó a reutilizar el agua para usos agrícolas. En España, en 1927, se comienzan las primeras actuaciones en Madrid [Depuradora de la China (1927) y Estación Experimental de Fangos Activos de Méndez Álvaro (1929)] y Reus (1937; Depuradora de El Molinet, en plena Guerra Civil). Y eso se produce porque en 1933 se planteó a José Paz Maroto acometer un plan de ámbito nacional a ese respecto, y Maroto se lo curró.
Esquema EDAR tratamientos primario y secundario, y línea de fangos |
Luego,
hasta finales de los años 50 no se llegó a reconsiderar el tema, pero
a partir de 1952 se comenzó a hablar
de depuración para reutilización y cada cual hizo la guerra por su cuenta (Madrid,
Barcelona, Valencia, Burgos, Tenerife y Sevilla) hasta que en 1974, para ordenar un poco el cirio
montado, el Centro de Estudios
Hidrográficos elaboró unas Recomendaciones para el Diseño de
Instalaciones de Depuración. Más que nada porque el Plan Especial de la Costa Brava (1971)
y el Plan Especial de las Islas Baleares
(1972) ya comenzaban a contemplar las posibilidades de la depuración y la
reutilización de las aguas depuradas con la vista puesta en ofrecer una
adecuada infraestructura sanitaria para seguir desarrollando la actividad
turística.
Ha paso mucho tiempo, y ahora mismo, por mor de la UE, tenemos aguas residuales domésticas (procedentes
de zonas de viviendas y servicios, generadas por el metabolismo humano y las
actividades domésticas), aguas
residuales industriales (vertidas desde locales utilizados para actividades
comerciales e industriales), aguas de
escorrentía pluvial (las de lluvia; cuando llueve) y aguas residuales urbanas que son la suma de las residuales
domésticas, las residuales industriales y las de escorrentía pluvial. Llegados
aquí, hay que dar un tirón de orejas
a quienes friegan sus locales y aceras y vierten las aguas (negras, negrísimas)
a los imbornales de la red de pluviales.
Esas aguas de fregar, por otros motivos, no debieran ir al sistema de
pluviales; no todas las pluviales
terminan en la red de reciclado. No entiendo yo cómo la Fiscalía no actúa
de oficio contra tamaña insensatez rayana con lo delictivo; no entiendo como
hay personas tan insensatas. Esas aguas, al inodoro.
El caso es que entre
el 60 y el 85% del agua potable que se distribuye por la red llega a ganarse a
pulso el título de agua residual[1], que se debe tratar para
ir a otros usos.
En España (con datos del MAGRAMA), el 71% del agua depurada va a la agricultura, el 17’7% a cuestiones medioambientales, un 7’1% se destina a usos
recreativos, un 4% a usos urbanos
y un 0’3% a usos industriales. Todas estas aguas deben tener unos mínimos
de salubridad y los usos agrícolas son los de regadío de hortalizas,
pastos, herbáceos, leñosos, frutales, ornamentales, forrajes y acuicultura;
también se emplean en recargas directas
e indirectas de acuíferos, regadíos en bosques, silvicultura, mantenimiento
de humedales y caudales mínimos (con estándares muy concretos); riego de campos
de golf y estanques sin acceso público; riego de jardines y zonas verdes,
cisternas de retretes, baldeo de calles, lavado de vehículos y uso contraincendios, cuestiones todas ellas
en las que el agua, llamemos “de
boca” puede muy bien ser sustituida.
El uso
industrial, sólo un 0’3%, tiene mucho que ver con las restricciones.
Porque, por ley, está prohibido,
salvo muy especiales casos de situaciones de emergencia y catástrofes
supervisados siempre por Sanidad, el consumo humano, el uso en la industria alimentaria, en hospitales, en aguas de
baño, en fuentes ornamentales en
espacios públicos, en el cultivo de
moluscos de filtración y, en cuanto usos industriales, restricción concreta
para el uso en torres de refrigeración y condensadores
evaporíticos; en fín, sólo en determinadas fases de limpieza industrial.
La Comunitat
Valenciana tiene una extensión de 23.296 km2 y una pluviometría de 450 mm.
La demanda de consumo es de 3.454
Hm3/año (2.641 para agricultura, 556 para abastecimientos urbanos, 107 para
abastecimientos industriales y 150 exclusivamente para el sector turismo) y los recursos suelen sumar (dependiendo
de los aportes del Tajo-Segura que rondan los 160 Hm3) 3.184 Hm3. El déficit
hídrico inicial es de 270 Hm3. Las 467 estaciones depuradoras de aguas
residuales (162 en Alicante, 111 en Castellón y 189 en Valencia) aportan 1’8 Hm3 de agua recuperadas.
Sólo en Namibia[2],
y mira que hay países en el mundo que necesitan agua y no consiguen toda la que
necesitan, hay legislación que admite el
uso de agua residuales tratadas y recuperadas para abastecimiento y consumo
humano. En los EEUU se han hecho varios intentos (Proyecto Denver, Denver, Colorado,
años 80) y, ahora mismo, en California hay compañías que la producen, pero sin conseguir
aceptación por el consumidor.
Se
trabaja en la actualidad en poder inyectar esa agua en acuíferos y dejarla que
asuma cierto proceso de naturalización antes de que llegue de nuevo al
consumidor, tras tratamientos de potabilización.
El problema es que, aun
venciendo las reticencias de consumo (todos sabemos de dónde viene), el precio final es muy alto (por eso se
abandonó el Proyecto Denver tras una
década de operatividad) y si tenemos que “dejarla ‘envejecer’ en acuíferos naturales”
para vencer el inicial rechazo social, el precio se dispara aún más.
En los EEUU están en marcha algunos desarrollos que esperan,
que para 2019, poder ofrecer agua tratada, procedente de plantas de tratamiento
de residuales, que tenga todas las características y, la clave, “sepa
a agua”. Hasta ahora, el agua residual tratada para consumo humano,
dicen los que la han probado,” no sabe a agua”.
Y todo esto, querido Paco, después de no querer saber que el
volumen de agua en el planeta Tierra es el mismo desde la “creación” (1.460 millones de kilómetros cúbicos);
vamos, que alguno de nosotros ha tenido que beber agua con restos del pipí de
Tutankamón el día que cumplió 10 añitos… y en cien años, todos calvos.
[1] UN-WATER 2013
[2] Namibia se
localiza en una zona desértica dominada por el desierto del Namib-Naukluft (desierto upwelling generado por la corriente fría de Benguela frente a sus
costas), que le da su nombre al país, y salvo la zona norteña, todo el país es
un lugar seco y desértico con escasa precipitación pluvial donde todo lo más abunda
la sabana arbolada (285 mm/año; media 2009-2013). El resto del país es
dominio del desierto del Kalahari
(Gran Sed) que se extiende por el este del país. En la costa norte aún
se localiza una zona desértica llamada Desierto
de Kaoko.
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